Los compañeros de Yoshi le tendieron la linterna, sintiendo una leve corriente de electricidad a modo chispazo cuando hizo contacto con su piel, pero no era doloroso, más bien una caricia a modo de cosquilla que recorría su piel.
Decidió guardarla al ver que, aparentemente, no se encendía como una normal que podía comprar en cualquier tienda, tal y como le había comunicado Brandon. Por otro lado tenía el diario de su amigo entre sus manos, ¿cómo había llegado hasta ahí? Buscó con la mirada al policía pero no vio nada más que la habitación cerrada repleta de espejos quebrados aunque, por el rabillo del ojo, creyó ver alguien más en la habitación.
Como la última vez, esto es la primera parte de tu post. Cuando vuelvas NO POSTEES, avísame por el off y te completo la parte que falta ;)
A pesar de que el resto no quisieron hacer caso a sus indicaciones tras el aviso de la misteriosa mujer, Brandon podía sentir que no estaban solos en ese lugar.
Los cristales repetían eternamente la imagen de todos en el centro, un laberinto de espejos que causaba un ligero mareo si te fijabas demasiado, perdiendo el centro de referencia. Pero a través de ellos pudo ver la reacción de sus compañeros, cada uno absorto.
Sun Hee, la violinista, miraba aterrada los espejos mientras pasaba una mano por su pelo y su ropa. Las pupilas dilatadas de terror sin poder apartar los ojos de su reflejo antes de caer de rodillas al suelo, en el centro de la habitación, sujetándose el costado con gesto de dolor.
Por su parte el escritor, Yoshi, tras guardar la linterna se quedó prendado en algún punto alejado de uno de los espejos, absorto en el reflejo que emitía.
Sin saber qué pasaba, el estudiante se acercó a uno de ellos y vio de refilón una pequeña figura correr. No lograba alcanzarlo, era demasiado rápido y pasaba de un reflejo a otro como si de un escondite se tratase, incluso le dio la sensación de que podían ser varios. Daba vueltas a la habitación para intentar localizarlos, visualizando a duras penas un vestido oscuro al igual que el cabello largo.
Entonces el ruido, diversas risas infantiles que llamaban al joven por su nombre mientras seguían jugando, corriendo de un lado a otro.
La joven coreana se sorprendió al escuchar cómo Yoshi había intentado investigar sobre su persona con la policía, describiendo su apariencia, entre otras cosas. La verdad era que Sun Hee no se había molestado demasiado, una vez había escapado de la pesadilla, ya que había preferido olvidarse de todo, por lo que no había intentado descubrir quién había sido el hombre que había visto del otro lado del espejo. Por eso mismo, le sorprendió un poco que el japonés lo hubiese hecho, aunque bueno, era obvio que haría algo así, ya que parecía investigar esa clase de cosas a menudo. Aún así, a la violinista no le agradaba mucho la idea de que alguien la investigara, incluso si no había sido con malas intenciones. No obstante, se abstuvo de dar su opinión al respecto, principalmente por el hecho de que el hombre lo había hecho con la intención de posiblemente ayudar.
De cualquier modo, la explicación de cómo había procedido luego, investigando la historia del hombre quien era el dueño del diario, llamó la atención de Sun Hee, quien escuchó cada detalle, atenta por si descubría algo que pudiera ayudarles a escapar de aquella situación. - Yo vi a una de esas mujeres... estaba detrás de ti y te abrazó... - Le explicó al japonés, nuevamente, no sabiendo muy bien si este había sentido aquella presencia detrás de él, aquella vez. Lo dudaba. Parecía que sólo ella había podido ver a esa mujer, abrazándole. Una visión tan aterradora, como si fuera una mensajera de la muerte. Lo curioso era que el diario parecía ser algo especial, por el hecho de que hubiera estado en blanco, anteriormente, y ahora fuera revelando ciertas páginas escritas. ¿Podía ser algo mágico? Esa clase de pensamiento no la sorprendía demasiado, no luego de lo que había visto en ese lugar. Podía ser algo clave para escapar o al menos para comprender todo aquel misterio.
- Pienso lo mismo. Deberíamos quedarnos con el diario, podría ser de utilidad. - Aseguró al escuchar a Brandon. Lo mismo había hecho con la muñeca que había encontrado en su baño, a la cual aún llevaba con ella, incluso si no sabía muy bien para qué servía. Lo que sabía, era que sería mejor largarse de allí en cuanto lo vieran conveniente. No le gustaba ese lugar, le daba escalofríos con todos esos espejos que le hacían recordar lo que había visto antes, lo que casi la había matado en lo que había pensado que se trataba de una pesadilla. Mientras pensaba en ello, la coreana volvió a mirar a uno de los espejos, mientras sentía aquel aire frío helándola, que anteriormente tanto la había aterrado. No obstante, lo que más le afectó fue lo que vio en el reflejo del espejo en sí. Una visión realmente desagradable.
Allí estaba ella, bañada completamente en sangre, su vestimenta pegada a su piel por culpa de la sustancia carmesí que la cubría. No tardó mucho en llevarse las manos a su rostro, intentando librarse de la sangre, limpiarse como le fuera posible para no sentir la calidez de la misma sobre su piel, mientras ésta se escurría sobre sus labios, forzándola a saborear aquel horrible sabor. Tuvo que resistir la necesidad de vomitar ante semejante visión, tan desagradable, llevándose la mano a la boca en el momento en el que comenzaron las arcadas. Al instante, desvió la mirada de los espejos, prefiriendo mirar a sus compañeros, esperando que estos hubieran visto lo mismo que ella. Sin embargo, estaba claro que sucedía lo mismo que antes con la lluvia... no veían lo mismo. - Ey... c-creo que deberíamos irnos de aquí... - Volvió a indicar en un tono tembloroso que demostraba que no se encontraba muy bien en aquel lugar.
Entonces, sintió aquel pinchazo en el costado, donde la habían mordido en su "sueño". Su rostro no tardó mucho en mostrar una clara expresión de dolor, frunciendo su ceño al mismo tiempo que cerraba los ojos, intentando reprimir el dolor que sentía en ese momento. Sentía aquel ardor en lo que habían sido claras heridas cuando la habían atacado aquella vez. No obstante, no había nadie a su alrededor que pudiera ser quien provocara aquel dolor en ella. Simplemente lo sentía, como si estuviera reviviendo aquella experiencia, una vez más. Debido a aquel dolor intenso, la joven cayó sobre el piso, no pudiendo resistir aquella horrible sensación en su cuerpo, a la vez que se sostenía el costado, intentando calmar el ardor que sentía. - Te-tenemos que irnos... me veo a mi misma cubierta de sangre en el espejo... me... me duele... P-por favor... - Pidió a sus compañeros, esperando que estos la escucharan. Tan sólo deseaba regresar a su apartamento, con Shin-hye, comer esa torta que había comprado y olvidarse de todo ese asunto. La visión ensangrentada continuaba presente en los espejos, por lo que no quería mirarlos por mucho tiempo.
Di un respingo, alejándome de inmediato del espejo que acababa de mirar un momento atrás, asustado por lo que acababa de presenciar. No sabía qué era lo que le sucedía Sun Hee, ni tampoco a Yoshi, quien parecía haberse quedado absorto mirando uno de los espejos.
-No estamos solos... -murmuré, horrorizado, queriendo quitarme de la cabeza aquellas risas infantiles que pronunciaban mi nombre-. Hay que salir de aquí... Creo... creo que son niñas, niñas con vestidos negros... Están corriendo... Nos rodean...
No sabía si aquello era lo mejor que podía hacer en esos momentos, pero estaba convencido de que aquellos espejos no podían ser nada bueno, por lo que decidí darle una patada al espejo que tenía más próxima.
-¡Marchémonos, rápido! -exclamé, mientras trataba de hacer añicos el espejo.
Uno de los espejos le mostró, a modo pantalla, una imagen que había visto anteriormente pero desde otra perspectiva. Reconoció perfectamente el altar elevado sobre un podio de escaleras, la estatua rota en un lateral cuando, en el otro, estaba la figura de Audrey, sentada frente al altar.
La habitación tras el espejo retumbaba, incluso si cerraba los ojos creía poder escuchar los golpes y sollozos de la joven, mirando en su dirección mientras abría la boca para hablar sin emitir sonido alguno.
Poco después, Audrey se tapó el rostro con los brazos y una extensa capa de polvo se extendió, al igual que podían verse trozos de maderos volando por la habitación, posiblemente de la puerta. La joven bajó las manos y volvió a mirarle con las pupilas dilatadas y el rostro cubierto de lágrimas interminables. Bajó la mirada, totalmente vencida antes de cerrar los ojos y respirar hondo, comprobando cómo su pecho se movía pausadamente.
En un pestañeo Audrey no estaba sola. Junto a ella la rodeaban pequeñas siluetas que tenían el rostro tapado con un velo negro, intuyendo que eran niños por su estatura y complexión. Al unísono, se arrodillaron junto a la joven y, antes de que pudiera seguir viendo la escena, Brandon se adelantó rompiendo el espejo.
Brandon se adelantó al comprobar que sus compañeros estaban indispuestos, dándole una patada al espejo frente Yoshi. El gran cristal se quebró por varias zonas, cayendo varios pedazos al suelo. Las imágenes que se sucedían y que todos veían se detuvieron, aunque a medida que la grieta avanzaba, se fue extendiendo por el resto de espejos de la habitación y parecía no tener fin.
Cuando la franja llegó al último cristal, las voces de los niños se hicieron audibles para todos. Ya no reían, no había pasos corriendo de un lado a otro, sino llantos y gritos, como si Brandon les hubiera destrozado a ellos y no a los espejos.
Quien parecía estar más ausente era Sun Hee, quien pareció calmar su dolor cuando los espejos se rompieron aunque siquiera sintiendo ese leve ardor en sus heridas. La joven violinista estaba empapada por la lluvia aunque ella viera que el agua era sangre. A sus pies hizo un camino de gotas, pequeños charcos que lentamente se fueron juntando para crear uno solo que se iba expandiendo entre los tablones de madera que recubrían el suelo.
El charco se fue oscureciendo y, de el, salió una mano de largas uñas que arañaba la madera, siguiéndola otra poco después. Elevándose a cámara lenta, una cabeza de cabellos oscuros y mojados y piel oscura. La mujer salía del charco, arrastrándose por el suelo con un sonido gutural, como si estuviese afónica y no pudiera hablar.
Estuvo unos segundos tumbada en el suelo, dejando un rastro de arañazos, antes de levantarse tan rápido con movimientos espasmódicos que casi parecía se hubiese roto. Al estar completamente de pie alzó el rostro pudieron verla mejor, vestida con unos vaqueros oscuros y una blusa que antaño sería naranja aunque estuviera desgarrada en algunos puntos. En su piel había marcados de heridas, moratones que decoraban parte de su cuerpo y algunas cicatrices en el rostro.
Abrió la boca y emitió un agudo grito, tan alto que los espejos que los rodeaban se hicieron añicos, explotando en una lluvia de cristal.
Brandon y Yoshi reconocieron a la chica de inmediato, era Audrey.
La próxima actualización será el fin del capítulo.
Todos, en vuestros posts, ponerme una tirada en oculto dificultad 60. Audrey está justamente frente a la puerta, y vuestra tirada determinará si lográis hacer lo que queráis (escapar, atacar, lo que sea) u os pilla.
Suerte :)
Estaba como hipnotizado con lo que aquel espejo le mostraba, apenas podía moverse, solo tener la mirada perdida dentro de aquel espejo que le mostraba algo, fue gracias a Brandon que salió de aquel extraño trance...
Estaba viendo a Audrey, arrodillada, llorando, sin parar, con unos extraños niños rodeándola con velos negros..., pero Audrey..., no sabría decir mas.. - no tenía palabras para describir bien el estado de Audrey, triste, perdida -
Al cabo de un rato, unos ruidos de niños llorando le obligaron a mirar alrededor, como buscando la fuente de los llantos, mas no vio nada. Miro a sus compañeros, estaban ambos con cara de horrorizados, Sun parecía en el momento que Brando rompió el espejo, se recuperara de alguna extraña dolencia, pero sus ojos se desviaron a algo muy extraño..
El rastro de agua, que había dejado Sun al entrar, parecían tener vida propia, al principio su mente analítica le dijo, debera haber algún desnivel en aquella sala, pero no, las gotas parecían juntarse en un único charco, que oscurecía poco a poco, pero lo que vio a continuación le heló la sangre.
De aquel charco empezó a salir una figura humana, el pelo largo, el sonido, no dejaba claro que era , pero a medida que iba saliendo de aquel charco, su cara se transformo en horror, el grito ensordecedor, glutural, hizo que se echara las manos a los oidos, pero al reconocer aquella forma, solo surgió de su boca una palabra entrecortada...
Au..AUDREY? ....- dice en un tono roto , entre melancolía , terror y asombro.
Como acto reflejo miró a sus compañeros, para asegurarse que no fuera una alucinación, rápidamente busco con la mirada algo con la de alejar aquella cosa, algún tablón largo y robusto, no quería golpearla, pero si le obligaba, la apartaría con el tablón si lo encontrara, pero, algo inusual le saco de esa idea, una extraña descarga eléctrica, como una calidez como cuando el móvil se recalienta, pero no , no era el móvil , era otra cosa, el sitio, el lugar, dejaba claro que era donde había dejado la linterna..
Le podría ayudar aquella linterna que no funcionaba de lo que veía sus ojos?
Tirada oculta
Motivo: Tirada Misteriosa
Tirada: 1d100
Dificultad: 60+
Resultado: 28 (Fracaso)
La voz de Brandon despertó a la joven de aquel terror que la estaba afectando, junto con el ardor que sentía en sus heridas. Sin embargo, las palabras que éste expresó la sorprendieron, ya que eso no era lo que ella había visto en los espejos. Tan sólo se veía a ella misma bañada en sangre. ¿Acaso cada uno veía algo diferente? No estaba segura, lo que sabía, era que aquel lugar estaba jugando con ellos, de una manera que no podía ser comprendida con facilidad. Debían dejar ese sitio en cuanto pudieran hacerlo. Toda aquella situación dejaba en claro que corrían peligro, que algo iba a suceder, como había ocurrido la última vez en la que había aparecido aquella extraña mujer. Si se quedaban allí, nada les aseguraba que no morirían.
No obstante, al ver cómo el chico pateaba uno de los espejos, no pudo evitar abrir los ojos realmente sorprendida, así como aterrada ante la idea. - ¡No! ¡Espera! - Exclamó preocupada, mientras intentaba detenerle, si bien no fue lo suficientemente a tiempo. Brandon había logrado romper uno de los espejos. ¿Qué sucedía si aquello les traía más problemas de los que deseaban? Entonces, comenzaron los llantos de los niños, como el hecho de que los espejos se rompieran les causara cierto dolor insoportable. La violinista tuvo que llevarse las manos a los oídos con la intención de acallar aquello que no hacía más que aterrarla. Tan sólo deseaba regresar a su hogar, olvidarse de todo aquello.
Había algo bueno de todo aquello... el dolor se había calmado un poco, incluso si continuaba sintiendo aquel leve ardor. No pudo evitar suspirar de alivio, al menos por un instante, antes de ver como la grieta seguía su camino, así como se formaba aquel charco sobre el piso en base al agua de lluvia que la cubría. En ese instante, la expresión de la coreana se volvió en una de completo terror. Recordaba muy bien lo que había sucedido la última vez que había visto el agua, de aquel sitio, formándose de esa manera. No podía salir nada bueno de todo aquello, estaba más que segura de eso. - No, no, no... ¡tenemos que irnos! - Exclamó al final, completamente aterrada ante lo que estaba viendo. Si bien, aquello quedó más que seguro cuando vio cómo salía una mano pálida del charco. Ya no había dudas. El agua era una mala noticia en ese lugar, debían evitarla como fuera posible... y ella estaba cubierta por la misma.
Intentó secarse desesperada, al mismo tiempo que observaba cómo, del charco, salía una mujer, una que Sun Hee desconocía pero que sus otros dos compañeros parecían conocer. Era la chica de la cual habían hablado antes, Audrey. Estaba claro que había sufrido un horrible destino cuando el japonés se había marchado de allí, tras escuchar los gritos de ésta. La visión de la joven era absolutamente aterradora, mostrando varios daños sobre su cuerpo así como su rostro. Casi como si le hubieran hecho a ella lo mismo que le habían intentado hacer a la coreana. Por un momento, Sun Hee, se sintió un poco mal por la chica, si bien no tardó mucho en pensar en su propio ser, sabiendo que, si no hacían algo al respecto, era posible que fueran atacados por Audrey, quien parecía haber terminado igual que la mujer del kimono. - ¡Las linternas! ¡Usen las linternas! - Indicó un tanto nerviosa, mientras ella sujetaba su cámara con la intención de hacer lo mismo. No sabía si funcionaría, pero dudaba mucho de que pudieran escapar fácilmente de aquello. La última vez que lo había intentado, había estado a punto de morir.
Tirada oculta
Motivo: Usar cámara
Tirada: 1d100
Dificultad: 60+
Resultado: 59 (Fracaso)
No solo me resultó estremecedor ver cómo del interior de aquel charco surgía una mano con largas uñas que arañaban la madera del suelo, sino que además la criatura fantasmal que surgía de aquel charco no era un espectro cualquiera como al que nos habíamos enfrentado Sun Hee y yo en la casa, sino que se trataba de una persona que me resultaba conocida.
Audrey.
Solo que lo que tenía ante mí ya no era Audrey, sino lo que parecía tratarse de su alma torturada. Ignoraba qué podían haber hecho con ella los hombres del Sumo Sacerdote, pero aparentementa ya no quedaba nada de aquella entusiasta muchacha que había abierto un canal en Twitch.
-Hay que marcharse... ¡rápido! -exclamé, asustado, queriendo mantenerme lo más alejado posible de aquella compañera de fraternidad.
Recordando la forma en que Sun Hee había acabado con aquella fantasma de la vivienda abandonada, supe que quizá aún tuviéramos una oportunidad si empleábamos los objetos que habíamos encontrado. Sun Hee tenía la cámara y Yoshi la otra linterna, por lo que decidí tomar mi linterna y apuntar directamente al rostro de Audrey con intención de dejarla cegada y aturdida, aunque solo fuera por unos instantes para que pudiéramos escapar.
"Lo siento, Christian" pensé, para mis adentros. "Siento tener que estar haciendo esto..."
Tirada oculta
Motivo: Esquivar a Audrey
Tirada: 1d100
Dificultad: 60+
Resultado: 36 (Fracaso)
La visión de Audrey pilló a todos desprevenidos, tardando segundos en reaccionar. Su rostro no desprendía ningún tipo de emoción, no había la sonrisa que tanto recordaba Brandon o la melódica voz que hacía no demasiado escuchó Yoshi, unos amplios ojos blancos desprovistos de vida, de la luz que una vez la caracterizó.
Estiró una mano y adelantó un paso, cediendo parte de su cuerpo aparentando que casi se cae. Su columna no respondía a sus movimientos, desfigurada e incapaz de colocarse recta mientras se acercaba lentamente, dejando un reguero de líquido a su paso. Abría la boca como si quisiera hablar, pero sólo salían sonidos guturales de cuerdas vocales cortadas, dolorosas al oído.
Yoshi, quien había permanecido en una esquina, fue el que más tardó en percatarse de qué estaba pasando. Estaba seguro de haberla visto con un aspecto distinto y, ahora, sus ojos vacíos estaban clavados en los suyos. Su mente trazaba un plan para escapar, apretando la mano alrededor de la linterna que, cada vez, ardía más, pero su cerebro respondía a velocidades distintas que su cuerpo, ensimismado en la aterradora visión que se acercaba. Aflojó la presión de su mano, dejando que la linterna cayera al suelo en un ruido seco y rodara unos centímetros, a los pies de Sun Hee.
A diferencia del resto, la violinista fue la primera en percatarse que había que marcharse. Había vivido la experiencia de la muerte tan cerca y fría en su propia piel que aprendió a controlar sus emociones y actuar antes de que fuera demasiado tarde, avisando al resto con el uso de las linternas.
Aunque las manos le temblaran, cogió la cámara y vio a través del foco, comprobando que el artilugio respondía en consecuencia al encenderse de forma automática y, a través de la lente, podía ver el aura oscura que rodeaba a la joven.
Un rápido disparo cuando Audrey colocó las manos en torno al cuello de Yoshi, sintiendo el escritor que el aire escapaba de sus pulmones por segundos antes de liberarle, cayendo de rodillas para recomponerse.
No fue hasta ese momento cuando Brandon supo qué estaba pasando. Aterrado y recordando la antigua Audrey, aprovechó el momento en que Sun Hee aturdió a la joven para apuntarla, provocando que soltara un grito mientras se tapaba la cara con ambas manos, retrocediendo varios pasos hasta chocar la espalda con uno de los espejos destrozados.
Se giró, apoyando una de sus pálidas manos en el espejo y adentrarse en él para perderse de la visión del resto.
Era el momento de escapar.
Yoshi era incapaz de levantarse. Cada vez se sentía más cansado y notaba todavía, aunque en menor medida, la presión del cuello, pudiendo verse incluso las invisibles marcas de las manos aprisionándolo. Tosió, intentó manotear al aire intentando quitarse esa presión pero era imposible, cayendo inconsciente poco después.
Brandon bajó la linterna creyendo que habían “vencido”, relajándose momentáneamente pero, cuando se dispuso a andar un paso, sintió una fría mano sujetando con fuerza su muñeca. Un brazo había salido del espejo más cercano y ahora le acercaba a su posición, tirando con fuerza.
Cuando intentaba liberarse un segundo brazo apareció del otro extremo, agarrando la muñeca libre. Brandon no podía zafarse, tirando con todas sus fuerzas mientras su espalda chocaba contra la pared, notando el vidrio quebrado en su piel y desgarrando sus ropas. Otras manos más pequeñas salieron y le taparon ojos y boca, impidiendo que pudiera gritar o ver.
Por su lado Sun Hee fue la primera y única en correr a la salida pero, plantadas como dos estatuas cogidas de la mano, estaban las pequeñas que todos conocían.
Ambas hermanas sonreían a la violinista sin quitarle la vista de encima. Había un punto aniñado en su mirada, la ilusión de dos pequeñas que habían encontrado el tesoro perdido que tardaron tanto tiempo en buscar.
Ninguna abrió la boca, manteniendo esa curvatura en sus labios a modo sonrisa pero poco a poco su inocente imagen fue transformándose.
Del cuello de ambas salieron surcos perfectamente rectos acompañado de un hilo de sangre que descendía lentamente por su pálida piel. La más pequeña fue la primera en ponerse una mano en el cuello a medida que la cantidad aumentaba, formándose fuente carmesí que teñía sus ropas. Intentó hablar pero tosió sangre, manteniendo esa sonrisa.
La mayor seguía aferrada a su hermana con fuerza. Agachó el rostro escupiendo un gajo de sangre en el suelo antes de que su cabeza cayera rodando, desenlazándose del cuerpo, formando un charco que cada vez se ampliaba alrededor de su decapitado cuerpo.
La pequeña seguía sonriendo mientras se arrodillaba, todavía aferrada a la mano inerte de su hermana. La mano libre seguía en su cuello, como si quisiera que su cabeza permaneciera unos segundos más sobre su cuerpo.
- Nin…- Tenía demasiada sangre en la boca, imposible entender sus palabras a pesar de que tosiera.- Ningyo.- No pudo aguantar más, sufriendo el mismo destino que su hermana al tirarse al suelo.