Las funestas palabras del viejo despertaron honda compasión en Arnaldo, que se negaba a aceptar que su progenitor hablara como si ya se hubiera dado por vencido. Pero cuando quiere alentarle a seguir pugnando por su vida, no obtiene fuerzas ni palabras honestas que decir, teniendo en cuenta el aspecto macilento de su padre, y los pedazos de órganos sanguinolentos esputados encima del pecho. De entre todas las batallas, hay una que el hombre tiene perdida de antemano, y no hay deshonra en aceptar esto cuando uno encuentra la fatal hora. – Padre, no es de mi naturaleza dar perdón sin haber tenido lugar ofensa. Más aún, al hombre que me ha dado la sangre, el don de la vida, y también me ha brindado la más alta razón para vivir. Gracias a ti es que soy un caballero de Aragón, y como tal, no hay cometido que más me enorgullezca que luchar por mi padre, mi tierra y la patria.
¡Mi familia torturada por unos herejes que se hacen llamar hombres de Dios!. ¡Malditos bastardos. No descansaré mientras que de uno en pie!. ¡Juro que los vengaré matándolos a todos!
La escena, aparte de airado, me deja algo confuso. En este momento no sé si ésto que estoy viviendo es una pesadilla o, por el contrario, las cosas que recuerdo de mi cautiverio y la huida por el desierto son lo que en verdad son esa pesadilla. De forma que, sueños o no, me lanzo contra los religiosos que atacan a mi familia dispuesto a acabar con la vida de todos ellos.
Su padre sonrió... me siento muy orgulloso de ti hijo. Habla con tu hermano, se que aún no le conoces, pero te querrá tanto como yo te he querido. tosió de nuevo tu hermano se encuentra en el pueblo de castelló. acercó su mano a la mejilla de Arnaldo y tras rozarla con la llema de los dedos, su brazo cayó de golpe. Sus ojos miraban fijamente a Arnaldo sin pestañear, estaban vacíos del todo, no eran los mismos ojos de aquellos que había visto en el campo de batalla.
Agostino preso de la ira corrió hacia aquellos sacrílegos cobardes que dañaban a su familia en su nombre y en nombre de su señor Jesucristo.
Aquellos dos hombres fornidos se le lanzaron encima, mas Agostino, usando la picardía del pirata logró fintarles y enredarles para que cayeran de bruces al suelo y plantarse de un salto delante de aquel hombre con su cuchillo en mano.
Cogiéndole con fuerza de un hombro le hizo girar y por un instante quedaron mirándose a los ojos. Aquel hombre empalideció y Agostino vio en sus ojos a la muerte señalándole con un dedo amenazante.
Después de tantísimo tiempo encerrado, de cantidad de privaciones y, por supuesto, de no disfrutar de la compañía de una mujer, aquello parecía demasiado agradable y maravilloso para ser cierto. Tanto que Bernardo, aunque disfrutaba del momento, no podía evitar que una parte de su mente le dijera que aquello sólo podía ser el producto de un sueño, o bien algún tipo de alucinación causada por algún tipo de ser: algo no demasiado difícil de creer tras sus encuentros con Yaal.
En cualquier caso, sueño o no sueño, estaba disfrutando del momento, aunque no podía olvidar esa sensación de falta de realidad y ligero temor que anidaba en sus pensamientos.
No sé si he hecho bien podiendo que el mensaje es sólo para ti. En cualquier caso, aunque sea un error, no lo cambies directamente de destinatarios, que hablo de Ben Yaal y los demás no tienen motivo para saber de él!!!
¡Y que me importa, demonio, si puedo salvar a mi familia! ¡Jesus Cristo me protege!
Asiendo con fuerza el cuchillo lo clavo brutalmente en su barriga hasta que la sangre chorrea por mi codo mientras sus ojos siguen inalterables con la Muerte señalándome amenazante segura de su victoria.
El hombré dibujó la sonrisa de la muerte en su cara antes de que la sangre fuera escupida hacia la cara del pirata. Agostino empujó aún con más fuerza el cuchillo hasta que su mano topó con la carne.
Oyó unos gritos lejanos y despertó sobresaltado.
A su lado despiertos también el padre Dominique y Nabil el Árabe.
Pasamos a la escena 4 :D