Partida Rol por web

La samhín se encontraba atenta a la conversación, reflexionando sobre las palabras de Agatha. ¿Acaso había una conexión tan directa entre la masacre de Tafeld y su elección por parte de aquella entidad?
—Si solo nos atacaron por perseguir a un soldado montado, debía de ser de gran importancia —dijo, mirando hacia ninguna parte, como pensativa— Y si venían a por nosotros... ¿qué fuerzas les impelen a hacerlo? Si fuimos elegidos por la entidad, ¿habrá otra fuerza, otro dios que sienta amenazada su voluntad? —Nada más terminar miró al resto y se soprendió de haber dicho todo aquello en alto.— E-es al menos lo que creo...

Me siento, tambien bastante agotada.
¿La apariencia de estar llena de energía? Mero maquillaje y efectos de peluquería. Si no fuese por eso, las ojeras harían que me pareciese a Césare.

Y en verdad, simplemente estoy demasiado cansada para mantener la sonriente apariencia de tabernera alegre. No. Ahora voy a reventar.

— Quizá peque de egoista, pero hay algo que me preocupa más que el por qué un fulano quiere acullillar mi lindo culito. Y los de los demás. Y la pregunta es: Por las muelas picadas de Hyne ¿Quien demonios es ese fulano que nos persigue, y que puede hacer?

Aun sentada en el suelo, pateo una roca con mis tacones, bastante hastiada

— Por mi, como si no le gustan la guardia, tiene un problema con los Lalafel, odia a las chicas tuertas o es del club cazabardos. Sus motivos me dan igual, lo que me preocupa es lo que pueda hacer, y sobre todo el como detenerlo. Estoy harta de huir, y es el momento de tenderle una trampa, de apresarle. Si llegamos a la ciudad, podría mezclarse entre la multitud y aprovechar cuando no estemos juntos

-Es posible que el ataque de los lobos tuviese que ver solo con nosotros... que una fuerza extraña los enviase ¿No? Tendría algo de sentido de ese modo. Quiero decir, que sea una fuerza mágica poderosa y no una militar es, no sé, más... menos raro que enviase lobos salvajes.

Se pasa la mano por la nuca, pensativo.

-Aunque sigo sin entender del todo el motivo de que seamos un grupo nosotros cinco y que haya algo que nos quiera eliminar. Resulta... raro. Pero ¿Y si resulta que es así? Estariamos poniendo en peligro a la caravana al ir con ellos. Pero si no es así y nos vamos perderían bastantes opciones a la hora de defenderse.

Distraidamente da unos cacahuetes a sus chocobitos, sobre su sombrero.

-Tenemos que decidir que hacer. Si seguir con la caravana o no... y a donde ir.

- Todavía aguanto arquero, supongo que ya era hora de que saliera de la comodidad de mis cuarteles. - respondió la mujer sentándose a su lado tomando la cantimplora entre sus dedos.- Descansaré cuando esté segura de que todos estamos a salvo, después de todo aqui cada uno está dando lo mejor de si, no puedo ser la excepción.

Bebió un poco del reconfortante liquido aprovechando esa breve charla para descansar también sin sentirse culpable por ello. 

- Me aseguraré  entonces de mantenerme firme, porque si te toca poner el pecho estás mucho menos blindado que yo.

Una risa cantarina se escapó de los labios de Kallista, quien por momentos recordó las bromas con sus compañeros de trabajo, aunque era un chiste más común entre las mujeres de la guardia que entre los hombres que temían recibir un buen golpe si el chiste no era bien recibido.

- He notado que tienes experiencia en batalla o al menos no eres un civil y creo que no usas magia. ¿Si me permites la indiscreción a que solías dedicarte?

Anotaba algunas cosas en una vieja libreta que había encontrado cuando fue alcanzada por las preocupaciones de Agatha y las respuestas del resto del grupo. Ella también había pensado que aquello había sido una emboscada, aunque lo asociaba a la aparición de las manticoras en el cielo. Aunque la opción de la breve presencia del jinete de la guardia pudiera tener que ver algo no terminaba de cuadrarle, una parte de ella le recordaba la misión que tenían los cinco elegidos por el misterioso cristal de sus sueños ¿Existía alguna posibilidad de que los enemigos supieran algo al respecto?.

Tragó saliva cuando Saphir expresó sus preocupaciones en voz alta, comprobando así que no era la única que pensaba aquello pero sus ojos fueron directo a Agatha como temiendo que el comprender la naturaleza de su misión la asustara o la pusiera en peligro de alguna forma. 

- No creo que sea uno solo Lavinia el que esté detrás de esto- señaló la soldado y luego de que Mortimer terminara por demostrar que todos estaban pensando en lo mismo solo pudo suspirar, seguía observando atentamente la reacción de Agatha, evaluando que sería lo correcto o lo más práctico.-  Creo que debemos seguir juntos hasta llegar a la capital, ya nos han visto con ellos si nos separamos, existe la posibilidad de que de todas formas sean atacados. Al menos estando juntos podemos protegerlos. Ya demostramos una vez que tenemos la fuerza para resistir un ataque, por algo no han vuelto, solo hay que mantener la guardia en alto. Por supuesto siempre que ellos nos quieran tener cerca.

Raven comprendía la forma de ser de Kallista, y en cierta medida la compartía. Quizá no era el buen samaritano que ella aparentaba ser, pero al menos se preocupaba por los suyos lo suficiente como para preocuparles su bienestar. Rio con el chiste de la soldado, comprendiendo ahora que incluso en aquel momento estaba ejecutando su papel a la perfección. La cuestión era... ¿Realmente estaba siendo sincera? Raven dudaba de si Kallista hacía todo aquello por obra de buen deber, o por algo más interno, más personal. Y, quizá, no tan sano, tal y como evidenciaba su evidente dejadez física últimamente, durmiendo poco y mal, y trabajando hasta la extenuación.

— La magia es la que obran mis dedos con el arco; ni más, ni menos - respondió, recogiendo su cantimplora para darle un buen buche. Se limpió la comisura de la boca con la manga, antes de continuar contestando a la pregunta de su compañera. — Un poco de todo. Trabajillos de campo, patrullaje, espionaje... Un mercenario como yo tiene que tener un buen arsenal de habilidades. Aunque hasta hace poco mi ocupación principal era parecida a la tuya, soldado. Me ocupaba de mantener las calles seguras por las noches, allá en Rhögadin.

Agatha tenía buenos motivos para sentir recelo, y por las respuestas de los compañeros de Raven dedujo que no querían airear el tema del cristal fácilmente. Se encogió de hombros imperceptiblemente, manteniéndose atento al rumbo de la conversación. No tenía mucho más que decir al respecto, aunque para él ocultar cosas a Agatha era, quizá, un error. La chica parecía del tipo de personas que saben cosas. Cosas que, para él, estaban bastante alejadas del día a día, pero que para ella bien podían tener sentido.

— ¿Elegidos...? - preguntó la chica, en voz alta, antes de que el resto intervinieran. Mantenía el ceño fruncido, tratando de comprender la poca información que tenía, mas su postura rígida y el hecho de estar mordiéndose los labios evidenciaba que le estaba costando bastante seguir los hilos. — Tendría sentido que le persiguieran para que las noticias no corrieran tan rápido. Pero entonces no habrían dejado marchar a los ciudadanos tan fácilmente...

Agatha los miró con ojos inquisitivos, intentando ver más allá de sus palabras, tratando de adivinar de qué iba todo aquello. Sin embargo, pronto desistió, suspirando. Se cruzó de brazos en un breve silencio, el cual fue solamente interrumpido por el esporádico piar de las crías de chocobo que daban buena cuenta de los manís en la mano de Mortimer. La carreta se mecía suavemente con un vaivén constante, crujiendo ligeramente de cuando en cuando por el peso de todos los presentes.

— No sé qué ha pasado, pero desde luego todos coincidimos en que no ha sido una coincidencia. Sea por... vosotros, o por el jinete de grifos, nada nos asegura que no vuelvan a intentar algo parecido. Pero aún tenemos tiempo... - comenzó a decir, antes de que la carreta se detuviera en seco, sorprendiendo a los presentes. 

Fuera de la carreta, los chocobos de carga se habían detenido, negándose a continuar su camino por muchos esfuerzos que hicieran los conductores. Los animales parecían temerosos por algo, a pesar de que todo parecía normal. Nadie había dado la alarma de nada sospechoso, pero el mero hecho de ver a las aves de tiro tan nerviosas hizo que la avanzadilla retrocediera instintivamente, mirando hacia todas partes. El camino estaba despejado, así como los alrededores. O al menos así era, hasta que al alzar la vista hacia arriba vieron de nuevo a varias mantícoras hacer círculos en rededor. 

— ¡Están descendiendo! - gritaron, observando cómo descendían frente a ellos, cortando el camino. Eran tres jinetes con armadura azul eléctrico, brillante e impoluta. Sin embargo, uno de ellos portaba distintivos en sus hombreras y casco, con plumas negras y una malla dorada en lugar de plateada como venía siendo usual en ese tipo de protecciones.

Las bestias demoníacas permanecieron quietas, mirando fijamente a la comitiva de Tafeld, a la espera. Los jinetes descendieron de sus monturas, con calma. Parecían tener todo el tiempo del mundo, y no les importaba demasiado tener a aquellos ciudadanos aterrorizados, a pesar de que no habían realizado acto agresivo alguno.

Fue entonces cuando el que parecía tener mayor rango se quitó el casco, desvelando su rostro ante los presentes:

— No tengan miedo. Solo venimos a cumplir con nuestro deber - proclamó el hombre, de aspecto hirsuto y con orejas que evidenciaban su sangre miqo'te. Poseía un fuerte acento, como si aquella no fuera su lengua nativa, y su porte era de todo menos tranquilizador, sin embargo. Sus rasgos eran duros, y su expresión era indescifrable. No obstante, lo más llamativo de su aspecto eran sus penetrantes ojos, uno de cada color. — ¿Dónde están los marcados?

En un principio no había sido su intención guardarse aquella información, pero quizá lo peligroso del asunto requería de discreción. Aquellos humanos no merecían sufrir más, y menos si esta vez iba a ser por su culpa. Guardó silencio en lo que restaba de camino.
Camino que se frenó una vez más con un parón súbito, y que le dio a la sacerdotisa una terrible idea de lo que podía sobrevenirles a continuación. Y nada más ver las mantícoras descender, se confirmaron sus temores.
En cuanto mencionó el término "marcados" miró con preocupación a sus compañeros y compañeras.
—No sé si podremos engañarles —Susurró, manteniéndose todo lo quieta que pudiese para que no pareciera hablar con los demás.— Mejor prepararse... —Agarró su báculo con nerviosismo, esperando la reacción del resto.

Mierda. ¿Por qué siempre tengo razón... en lo malo?

-Están delante... propongo que con mucho cuidadito nos larguemos justo en la dirección contraria. No- remarca bien la palabra -podemos con tres mantícoras y sus jinetes. Cuando nos hayamos alejado un poco, Ágatha, les dices que no sabes que es eso de marcados pero que revisen lo que quieran así os dejarán en paz cuando vean que no estamos.

Con suerte, claro. Pero tampoco es que haya otras opciones.

-Y después ya nos apañamos. Si nos encuentran de todos modos, al menos estaremos lejos de los carros y la gente y no les pasará nada por accidente.

— Pero no podemos abandonar a esta gente. No a su suerte. Y no cuando de algún modo saben pueden 'oler' que estamos aquí — os susurro — Prefiero enfrentarme a ellos antes que dejar morir a esta buena gente.

Se que si hemos sido marcados por algo, eso no es para marcarnos como cobardes que huyen dejando morir a la gente. Y en el mejor de los casos, tan sólo en el mejor de todos... yo quiero una de ESOS cascos, y una de esas armaduras. Y seguro que llevan tambien espadas chulas.

Tres jinetes, cuyas armas y armaduras indicaban que eran soldados entrenados con la ventaja de tener monturas voladoras. En su mente Kallista analizaba la situación sin emitir palabra alguna ante las sugerencias de sus compañeros. Podía visualizar cada posible escenario y de todos ellos solo le quedaba una certeza, mucho de los aldeanos morirían  si tenían un enfrentamiento directo en ese momento.

- No es mala idea que huyan y se escondan- murmuró finalmente- yo actuaré como distracción.

Sin esperar una respuesta o una negación por parte de sus compañeros, la soldado avanzó hasta estar al frente del grupo en actitud protectora, su espada estaba a sus espaldas pero no hizo ademán alguno de tomarla. Manteniendo la mirada fija en el que parecía el líder dijo en voz alta.

- Tendrá que ser un poco más claro si desea que le ayudemos a cumplir su labor- Aunque intentaba disimularlo se podía sentir la tensión en su voz aterciopelada.- No entendemos de que o quien nos está hablando, lo último que necesita este grupo de refugiados es otro conflicto asi que por favor digame, ¿A que se refiere con marcados?.

El mi'qote frunció el ceño al ver adelantarse a Kallista, inspeccionándola con la mirada de arriba a abajo. La gente cada vez estaba más tensa, temiendo que aquellos que decían venir en son de paz decidieran iniciar las hostilidades. Muchos de ellos no sabían tan siquiera lo que eran aquellos monstruos que permanecían agazapados a la espalda del extranjero, mas sabían perfectamente por instinto que eran peores que unos simples animales.

— Ahlek iston Hendallen, Myale. Ublo nyak he - dijo uno de los hombres de atrás, en una lengua que a pocos les sonaba familiar, salvo quizá a Mortimer, quien ya había oído palabras similares anteriormente.

— Uhnken lah - contestó el peliblanco simplemente, sin girarse a sus subordinados, los cuales parecieron quedarse en el sitio en silencio tras esto, expectantes. — Una pregunta razonable... A esto me refiero - dijo escuetamente, alzando la mano hacia ella, momento en el que una luz rojiza apareció en ella. De repente, el grupo sintió un ligero escozor en el dorso de sus manos, justo en el punto en el que una marca invisible hasta el momento comenzó a refulgir con el mismo tono rojizo, con la misma forma aproximada que el Cristal.

— Supongo que esto despejará sus dudas - mencionó con tono neutral, haciendo un gesto con la misma mano para realizar un encantamiento rápido por lo bajo. Al instante, todos los presentes, salvo sus subordinados y el grupo marcado por el cristal, cayeron en un profundo y pesado sueño. — Agradecería que hagan esto lo más fácil posible para todos nosotros. Es mejor que vengan por voluntad propia, se lo aseguro.

Los dos jinetes a sus espaldas comenzaron a avanzar a lomos de sus mantícoras, aproximándose al grupo con clara intención de capturarlos.

"Si aceptamos ir contigo ¿Dejarás ir a esta gente?" le pregunto, aferrando mi bastón, y procurando ganar tiempo. Ganarlo por los demás, por los que están aquí detrás nuestra.

Le dedico una mirada a los que están detrás mia. Y la mirada solo dice "Salid de aqui echando chispas"

Saphir se estremeció más por el susto que por el dolor del hechizo y miró al resto del grupo que tuviera delante. Por sus ojos no parecía convencida de que aquello fuera a acabar bien para ellos, y solo con ver el poder que aquel humano medio felino manejaba terminó de convencerse. Sin embargo la acción de Lavinia le dio el empujón que necesitaba para decidirse: si bien podían no tener posibilidades, tampoco iba a abandonar a nadie a su suerte. Se alzó en el carro y se preparó para actuar.

Observó su mano con sorpresa, sabiendo que ahora no había forma de esconderse. De todas formas tampoco es que tuviera mucho tiempo para pensar en eso cuando todos a su alrededor cayeron inconscientes. Lavinia se adelantó, mientras el resto del grupo quedaba en silencio. Como soldado sabía que si su intención hubiera sido lastimar a las personas a sus espaldas lo hubieran hecho por medio de un ataque sorpresa. La única razón para bajar y preguntar "por las buenas" era que no estaban seguros del poder que ellos tenían o  que eran honestos sobre su intención de capturar solo a los marcados.

Apretó sus puños intentando controlar su respiración, tenia que seguir siendo un escudo... pero luchar sobre la gente inconsciente era demasiado peligroso para ellos incluso si tenían la ventaja numerica ese poder mágico.... se llevó la mano a la frente, detrás de si Lavinia y Saphir mostraban intenciones diferentes, con los enemigos acercándose ya no tenía mas tiempo y solo tomó una decisión.

- Si así van a ser las cosas que así sea. - dijo dando un paso adelante.- Iré con ustedes mientras no lastimen a ninguna de estas personas inocentes, pero no puedo hablar por el resto de mis compañeros.

Doy un paso y me pongo delante de Kallista.

"Tu eres más importante que yo, Kallista" le susurro "Tu eres quien debe de sobrevivir y guiar a los demás".
 

"La fuente soy yo. Sus marcas salieron de mí. Yo se las concedo a quien proceda" le digo al miqo'te que parece el líder de los jinetes de quimera
"Llevadme, capitán y dejadles ir a ellos. Solo son un grupo de zagales de pueblo a los que esto les viene grande"

Estoy más que acostumbrada a estas cosas. A decirle  lo que quieren oir, ya sea a borrachuzos, a esposas enfurecidas buscando a sus maridos embriagados, y desde luego también a soldados, y a capitanes que buscan a sus soldados.

Decir lo que quieren oir, desorientar con una o dos frases ingeniosas.
Puede que me lleven, pero en ese caso estoy segura de que Kallista podría rescatarme. Si se la llevasen a ella ¿Quien rescataría a nuestra campeona?

Aunque no se atrevió a decir palabra alguna, su actitud predispuesta y los pasos que había dado hasta ponerse a la altura de sus compañeras ya indicaban que no se iba a dejar amedrentar. Miró al matón miqo'te con toda la seguridad de la que fue capaz, y se aferró a su báculo como si fuera a salvarle la vida — y en parte, ya lo había hecho.

Ahlek iston Hendallen, Myale. Ublo nyak he

Por lo que puedes entender de manera somera, están advirtiéndole de que hay magos entre vosotros.

Uhnken lah

"Soy consciente"

No le parece la mejor idea, Está claro que esa gente se los quiere llevar ¿Por qué darles además la excusa que pueden necesitar para matar a toda la caravana? Que pueden no hacerlo... o hacerlo sin necesidad de excusa... pero ¿Por qué no alejarnos discretamente y que nos pillen, que nos pillarán, lejos y dopnde no haya daños colaterales?

No... tienen que hacerse los malditos héroes... agh... los malditos héroes tontos debería decir.

No revela al miqo'te ni al resto que ha entendido el intercambio de palabras, simplemente sale junto a Lavinia, no la va a dejar ir sola.

-Ni caso a mi aprendiza. No sabe ni tirar un piro como está mandado... y no hay nada más básico que eso. A quien buscáis es a mi.- seguro que reconocen mi atuendo de mago negro. -¿Puedo hablar con alguien por el camino a donde sea que me llevéis? Sobre las mantícoras... es curioso ver una. No digamos varias.