Partida Rol por web

El mi'qote miró al grupo con expresión impenetrable, incluso cuando los jinetes de atrás empezaron a impacientarse y a hacer ademán de avanzar. Él simplemente interpuso su brazo entre ellos y el grupo, negando con la cabeza. Lo curioso de todo es que solo ese gesto bastó para que todos retrocedieran al instante, agachando las cabezas. ¿Qué clase de poder o título ostentaría para tener semejante control sobre sus lacayos?

— No nos interesan las gentes de a pie, o de lo contrario no les habríamos dejado escapar. El asalto a Tafeld pudo haberse cobrado muchas más víctimas si tan solo lo hubiéramos querido, pero los humildes no tienen por qué sufrir por nuestra cruzada contra el destino - aseveró el mi'qote, caminando lentamente hacia el grupo. — No obstante, los marcados por el Cristal... son otro cantar. No podrás engañar a estos ojos, maga roja, no mientras esa ominosa marca refulja en vuestras manos.

El mi'qote se plantó frente a Mortimer, mirándolo desde arriba, sin desdén o vanidad alguna, solo constatando un hecho con esa mirada: no eran rival para él. Ninguno lo era.

— Veo que no comprendes la gravedad del asunto para vosotros, lalafell. Podría engañaros, decir que estaréis a salvo si os portáis bien. Pero mi código me lo impide, por suerte para vosotros también. - Hizo una breve pausa, mirando a los demás presentes. Se notaba en su postura que, a pesar de todo, tenía los músculos tensos, listos por si se desencadenaba un combate. El ambiente parecía cargarse por momentos, como si el aire se espesara a su alrededor. — La realidad es la siguiente, y es que tenéis solo dos opciones. Pelear, y morir. O rendiros, y morir igualmente. La decisión es vuestra.

"Tendrían que haber escapado" pensó para sus adentros escuchando a sus compañeros que intentaban poner la atención sobre si mismos. Pero no habían aprovechado la oportunidad y ahora solo les quedaba una opción al menos frente a sus ojos. Quizás debió soltar alguna frase inspiradora o decir algunas palabras de animo para sus compañeros pero no había tiempo ya no... las palabras de Lavinia solo podían inspirarla a hacer la única cosa para la que había entrenado toda su vida, luchar y proteger. No era más importante que Lavinia, Saphir, Mortimer o Raven de hecho a sus ojos era la más fácil de remplazar y eso no le causaba pesar alguno, ella ya lo sabía los soldados siempre son material descartable.

"Me cuesta creer que alguna de estas personas les importa" pensó mirando a los enemigos al tiempo que desenvainaba su espada y en vez de ir de frente hacia el que parecía ser el jefe pasó por un costado de sus compañeros y de aquel hombre para atacar a uno de sus subordinados, lo último que necesitaba es que trajeran más ayuda. Tampoco queria lastimar a Morti y Lav. 

- ¡Que los dioses nos amparen!- "O nos reciban" el filo plateado de la espada brillo tenuemente antes de que la hoja bajara buscando sedienta a su victima.

"¿Cruzada contra el destino?". Desde luego que a quien servían debía de ser alguien consumido por su propio ego. Nadie desafía al juicio divino y vive en su paz sin pagar su osadía. Así, no retrocedió ante las amenazas de su enemigo, y nada más ver a Kallista lanzarse a la batalla, asistió con sus milagros, como se esperaba de ella, al grito de:
—¡Sea pues, infiel! 
 

— Eres un hombre honorable, Mi-Go — digo aferrándome al palo de combate, y mirandole a través de mi único ojo — Ojalá no nos hubiesemos tenido que conocer en estas circunstancias.

Es verdad. Alguien como este hombre, con esta dedicación, sinceridad y honor, es alguien que hace falta en este mundo ¡Si tan sólo hubiera tenido la suerte de conocer a un Señor más noble, otro gallo habría cantado

— Recuerda siempre, mi nombre es Lavinia —  digo esperando que me tambien su nombre, y preparándome para intentar golpear la primera en cuanto lo haga.

-¡Alto!

Grita, más para sus compañeros que para nadie más.

-Si solo tenemos esas dos opciones, morir o morir, está claro que pelearemos, mi'qote. Pero si lo que has dicho antes también es cierto...- indica al resto de la gente de la caravana -Aquí no es el sitio de pelear. Dejadlos ir o dejad que nos apartemos un poco.

¿Cristal? ¿Eo? Si escuchas es el momento de hacer un milagro más. Ya sabes, sacarnos de aquí en plan peroqueleches¿dondeestánlosmarcados? o algo así. No sé cuanto más los voy a poder retrasar...

Ignora si eso funcionará o siquiera si alguien o algo lo escucha, pero ¿Qué puede perder? Por si acaso optan por atacar sin dejarlos apartarse, ya tiene la magia en la punta de los dedos como quien dice.

Raven tenía ya la mano dispuesta sobre su arco, preparado para el combate que parecía cernirse sobre sus cabezas. Había permanecido en silencio, evaluando la amenaza que representaban aquellos jinetes y el extraño mi'qote. Su instinto le decía que no debían pelear en aquellas circunstancias, rodeados de todas aquellas personas inocentes y, aún más preocupante, algo le decía que no eran rivales para el enemigo. No obstante, no podía hacer más que apoyar a sus compañeros, dado que de no hacerlo, ciertamente morirían.

— No bajéis la guardia, amigos. Esto va a ser mucho más duro que Tafeld, estoy seguro.

El mi'qote esquivó fácilmente la hoja de Kallista, que acabó por encontrar el suelo con un pesado golpe, levantando tierra y pedacitos de hierba por doquier. El enemigo, lejos de parecer contrariado o enojado, observó los movimientos del grupo como si ya los esperara. Era obvio que, tras lo que había dicho, cualquiera intentaría defenderse. Nadie en su sano juicio se dejaría matar tras las condiciones que había estipulado.

— Mi nombre es Mya'le, Lavinia. Haré bien en recordar el tuyo, incluso después de mandarte de vuelta con el planeta - contestó, tajante. — Te honra esa decisión, pequeño lalafell. Como dije, no nos interesan las vidas de inocentes, incluso si en ocasiones son necesarias, o daños colaterales.

Hizo un amplio gesto con el brazo derecho, momento en el cual el grupo sintió un tirón interno en sus cuerpos, a la vez que el paisaje cambiaba drásticamente a uno mucho más plano, más soso. Cualquier atisbo de roca, brizna de hierba, elemento de relieve, se habían esfumado en su totalidad, dando paso a un horizonte infinito de... nada. También habían desaparecido los jinetes de mantícoras, quedando Mya'le solamente para hacer frente a todos los del grupo.

— Aquí no correrán peligro, como podéis ver. Así que, no os contengáis. Quiero ver qué pueden hacer los enviados por Ankhela para detenernos antes de matarlos. Atacad - sentenció, quedándose quieto en el sitio esperando la ofensiva.

Iba a lanzar su primer milagro cuando el ambiente cambió de súbito, confundiéndola. Ese poder daba cuenta de la clase de entidades contra las que estaban enfrentándose. Aun así, de nuevo, no iba a permitir que el miedo la paralizase. La Diosa estaba con ella, y si había servido bien antes a sus designios, ahora no iba a fallar. 

Comenzó a concentrar su voluntad en el báculo mientras recitaba algo por lo bajo.

-¿Más difícil que Tafeld? Eso es reducirlo mucho....

Reprimiendo un suspiro antes las palabras del miqo'te ¿Por qué TODO el mundo añadía "pequeño" justo delane de lalafell? ¡Soy más bien grande, carajo!

Agarrando el bastón con ambas manos, conjura u nelectro + contra el "pequeño gatito" ¬¬ que sin duda los quiere humillar. Sin saber como va a terminar el asunto. Quizá sin poner toda su alma, si nduda contra los lobos fueron más efectivos.

¿ Ankhela ? ¿Enviarnos con el Planeta? ¿Y como ha hecho que nos aparezca la marca?

"Cuando te venza, Mya'le, tendrás que respondernos a muchas. MUCHISIMAS cosas"

Desde luego, viendo la situación lo tengo claro: Esta noche voy a tener la espada de uno de esos guardias, o mi único ojo verá el patíbulo. No hay mas opciones.

Así que sin dudarlo, concentro de nuevo mi poder, mi frialdad, y desde mis hombros desnudos hasta la punta de mis dedos empieza a circular la energía gélida.

"Vamos, Maestro Mortimer ¡Hagámoslo a la vez" le invito a unir nuestros dos conjuros, su rayo y mi frio "Deep Freeze!" conjuro, musitando las palabras encantadas que aprendí a base de robar libros de hechizos, una y otra y otra vez.

No siento autentica rabia contra estos guardias.
Quizá debería de odiarlos, de querer segar sus vidas, pero lo cierto es que no he notado autentico odio. Y que Mya'le haya respetado la vida de la caravana habla mucho a su favor.

Quizá por esa falta mía de ansia asesina, es que el hechizo no es todo lo letal que podría ser.

Raven observó que en aquel espacio no tendría coberturas adecuadas (ya que no había ninguna) desde las que disparar, de manera que se limitó a tomar algo de espacio entre el mi'qote y él mismo, dejando esta vez que los demás actuaran en vanguardia. No pretendía usarlos como escudo, sino simplemente alejarse para aprovechar al máximo su ventaja de rango con su arco. Una decisión completamente lógica y racional para maximizar la eficiencia de cada miembro del grupo.

— No lo subestiméis... recordad que aquellos dos jinetes obedecieron sin rechistar con solo un gesto de su mano - recordó Raven, apuntando con el arco para tratar de alcanzar la cabeza de su enemigo. El tipo era agradable, y probablemente habrían congeniado de haberse encontrado en el mismo bando. Desafortunadamente, aquel mundo a veces trataba sobre matar o morir. Incontables veces se había encontrado en aquella situación, y a Raven no le temblaba el pulso en absoluto con tal de seguir sobreviviendo. Es lo que siempre había hecho, y lo que haría siempre.

Ankhela es el nombre del planeta en el que se encuentran. Podría parecer algo fundamental en la cultura y de dominio público, mas no es así en este mundo. De hecho, solo algunos grupos religiosos y científicos/historiadores utilizan este nombre, siendo algo desconocido o de poca importancia para el resto de gente, por lo que no es algo que se discuta comúnmente.

En el contexto de Saphir, Ankhela es una creación de la diosa Dásil (según interpreto del panteón que te inventaste en tu historia, puedes darme sugerencias o corregirme si no te parece bien o te parece añadir algo). A veces se le representa como simplemente un planeta, el mundo en el que viven, mientras que otras corrientes religiosas le dan una imagen, encarnando algo parecido a un dios menor, vástago de los dioses mayores en cada religión.

Por otra parte, para Saphir sería curioso cuanto menos que Mya'le conozca el concepto, pero no sabe lo suficiente de la sociedad y cultura vallondon como para sacar conclusiones de ello por ahora más que las conjeturas que pudiera sacar por su cuenta.

Ankhela es el nombre del planeta en el que se encuentran. Podría parecer algo fundamental en la cultura y de dominio público, mas no es así en este mundo. De hecho, solo algunos grupos religiosos y científicos/historiadores utilizan este nombre, siendo algo desconocido o de poca importancia para el resto de gente, por lo que no es algo que se discuta comúnmente.

Sin embargo, Lavinia no sabe exactamente por qué conoce esta información. Quizá se lo dijo Agatha algún día, o quizá lo leyó en algún libro, pero no lo recuerda en absoluto. 

Cuando el escenario cambió por un momento la soldado pensó que había muerto otra vez, buscó instintivamente el cristal o quizás un rostro familiar creyendose en el más allá. pero no, todo lo que había era un paisaje yermos y sus compañeros dispuestos a luchar hasta la muerte contra aquel que solo buscaba "medirlos" para luego devolverlos  con la madre tierra. 

- Gracias por quitar las distracciones pero - Cada uno de sus compañeros se preparaba para hacer lo que mejor sabía y ella no era la excepción-  creí que solo los gatos de cuatro patas se dedicaban a jugar con su comida.

No subestimaba a su enemigo, si Raven tenía razón entonces tenía grandes dudas de tener lo necesario para afrontar la situación pero como siempre había hecho estaba dispuesta a dejar el alma por una chance y eso implicaba llamar la atención del enemigo para ser el escudo de sus compañeros. "Dronn si estás alla arriba guía mi espada"

Quizás haberse encomendado a su ebrio entrenador no fue la mejor idea, en sus manos la espada tembló y vibró como si quisiera romperse. Quizás al igual que Kallista tenía dudas... las dudas que le surgen a alguien acostumbrado a seguir ordenes cuando tiene que arreglarselas por su cuenta, cuando teme estar luchando una batalla perdida. "¡Basta!" se dijo a si misma "Y tu Dronn me refería a que me guiaras como cuando estabas sobrio... maldito ebrio".

Mya'le esperó pacientemente a que llegaran los ataques. Cualquiera se habría sentido superado por todo lo que se le venía encima por parte del grupo: flechas, proyectiles helados, rayos caídos del cielo, e incluso una espada bastarda tratando de partirlo en dos. A pesar de todo, no se movió del sitio, moviendo solamente los músculos necesarios para esquivar o neutralizar parcialmente los hechizos de sus oponentes. Tras esta ofensiva, el mi'qote solamente dijo una cosa, negando toda respuesta a las demás preguntas o afirmaciones por parte de los integrantes del grupo.

¿Esto es lo que pueden hacer los elegidos?

Si estaba decepcionado, no lo mostró de manera evidente. En su lugar, alzó las manos hacia el cielo anaranjado, cerrando los ojos un instante, antes de abrirlos súbitamente. El cielo pareció quebrarse con un estruendo que amenazó con romper los tímpanos del grupo. Al alzar la vista, fueron recibidos por una lluvia de meteoritos que caían sobre sus cabezas, ocupando todo su rango de visión. Un movimiento de brazos más por parte de Mya'le, y de repente un calor abrasador quemó sus cuerpos, haciendo arder sus ropas y piel. Tras esto, los meteoritos acabaron cayendo desde el cielo para rematarlos, explotando a su alrededor en todo el terreno, provocando caos y destrucción por doquier. El grupo cayó en un santiamén, sus fuerzas completamente drenadas y todo espíritu vital dejando sus cuerpos lentamente.

— Vuestra maldición ahora quedará en el olvido, junto con vuestros cuerpos, enterrados para siempre en este plano eterno. Vallonde desafiará el destino y a Ankhela, para que sacrificios como el vuestro nunca más sean necesarios.

Bajó los brazos, cerrando los ojos finalmente. No sonreía, ni siquiera parecía satisfecho con el resultado de sus actos. Solamente había hecho lo que tenía que hacer. Y eso, quizá, era lo más terrible de todo. Todos pudieron escuchar una última cosa, antes de que sus consciencias se desvanecieran en la nada.

Descansad en paz