Partida Rol por web

Era la notisia que tol pueblo ejperaba desdace mogollón de tiempo. La que se lió cuando en la tele del Paco el del Bar pusieron la noticia fue mu gorda. Paco el del Bar era l'único que tenía tele, y tol mundo s'arrejuntaba ahin pa ver el nodo y el furbol los domingos por la tarde, qu'era cuando el Paco hacía más negocio. Los paisanos brindaban por las calles, se tiraban sacas de harina y chorros de vino con las botas de puro contento hasta que aquello recordaba la Tahona de la María cuando amasaba el pan por las mañanas. Llamaron a una orquesta, sacaron las viandas, hicieron matanza... Mae mía... Si hasta bajaron los rebeldes que s'escondían en las montañas a celebralo. Y cuando más contento estaba tol mundo, un zagal va y pega una voz.

-¡Los grises! ¡Hay grises en el pueblo! Estaba meando y escuchao a dos hablar de matar a tol mundo pa la gloria del régimen. ¡Aquí hay grises infiltraos! ¡Hay q'apedrealos!

El cagao estaba a punto de llevarse su tercer vasico vino a la boca cuando entról chaval y soltó aquello. Casi se le cae el vaso al suelo del susto. Que era el cagao por algo.

-¡Grise! ¡Que no se respeta ná ya! Sisque tinían razión los que dicían que sin Franco iba vinir el caos yl desorden!

El Bocamierda estaba asín doblao, sentao en la silla con el culo casi fuera que no se tinía. Él empinaba el codo dirictamente de la botella, no fuera a ser que se la quitaran, que un vasico no era nunca suficiente, ni una botella demasiao. Casi s'etraganta con el traguejo de vino, pero no lo iba a escupir por na del mundo, 'amos calla, ¡desperdiciar una gota de vino! ¿Estamos locos?

-Hojtia puta loj grijej... Poj a ejoj loj vamoj a abocicar ende lo alto del campanario, como a la cabra del tío Paco el Morteruelo. Ia veraj tú ji je lej quitan laj ganaj de tocar loj cojonej... Vaya panda ijoputaj- escupió un gargajo negro y denso como una morcilla al suelo. -Je vían a'nterar... Que luj cojo ajín y lej hago el cueio, juj muertoj.

El cansino del pueblo estaba dandolo todo en el bar del Paco molestando a más no poder acababa de morir el caudillo, había que celebrarlo, en ese momento entra un zagal diciendo que los grises estaban en el pueblo.El cansino se quedo sin habla pero al final se dio cuenta de que todo el pueblo debía enterarse, cogió su carro su bocina y fue de casa en casa a todos los confines del pueblo pregonando.

-Ultimas noticias, si senores los grises jan jellado, jestan jen el pueblo y nadie sabe quien zon, ¡¡¡LOS GRISES ESTAN AQUI SEÑORES!!!-

Yehe! Yehee! Yeheeeeeeeeee! Donde vas, cansinooooo! - Aurelio (si,  zagal, l'hijo la Tomasa. Si, de los peseticas, copon. Eeeese) tira las cartas en la mesa - caguento, qui cantaba en de ya las 40! - mira alrededor - asin quian vinio los grises de la ciudad eh? Qui' lo mejor creen qu'aqui semos un poco tontos? Eh? Qu'ablamos asin distinto? Y quiecir... Qu'a lo mijor lo que pasa, eh? Lo qui pasa es qui si me llevan dos hostias asin con la mano abierta! Y lue tie qui vinir el franco ese a sacarles La pared con una espatula, quiee!

La Brigilda s’habia acercau al bar del Paco pa no escuchar a la máma, ni la güela con tanto trajín, la noche anterior se les había muerto la gorrina que tinian en el corral, y estaban despiazandola pa vendel, y pa zampal. La brigilda no tenía asquerosidah d’esas cosicas de las carnes, más d’una veh ayudó a la máma pah que la moza de turno que s’había preñao de algún rabo inquieto no cagara un payo más pal pueblico. Pero hoy no l’apeticia a ella arremangarse, no le paicía güeno eso de trabajal hoy, ahín que se cojió la baraja de cartas españolas, que las usaba ella pa las predicciones, las maldiciones y to lo que le saliera der coño, la metio pal bolso, siempre lleno de trastejos y al bar de Paco que se fue buscando alegría pal’ cuerpo moreno, cubrición, dineros, güriquito… por lo que se tercie antes.

Entra nel barecico, con unos pantalones pegaos a la piel que nadie entiende como carajos se los ha pudió poner, tol’asunto marcao por alante y por atrás, paicía que hasta le dolía con tol asunto ahí enclavao en la costura. Una camisa con un nudo, enseñando el ombligo, mascando un chiclen, y fumando tabaco ¡A la ves!

- ¡¡Paco!! – grita desde la puerta – ¡un güisquito pa la Bigi! A ver si animamo el día, que vengo acaloraica perdía.

Muerta se quedó, con aquel hombrecico orejón, que paicía quiba a llorar.

- ¡¿quel bigotitos samatao?! – le grita a la tele, incrédula, terminando el vaso de güsicacho - ¡Ay que llora el orejas! ¡Payo! Bebe, bege ahín de agua...

Se disponía ya la Brigil a celebrarlo, igual sacándose una tética, o pidiendo musiquita güena al Paco pa pegarse un zapateao en alguna mesa y un canteo güeno, pero er zagal interrumpió la idea a penas creada en el celebro de Birgil

- ¡Cagüen tu raza, niño! ¿So eh Verdá? Aaaaaaaaaaaay esos payos ¡ojala les sicatrise el ojete del culo!

El cagao y el Bocamierda se ponen a ladrar mardiciones, to enerváos, y anda que al cansino le falta tiempo pa tirar pafuera.

- Aurelio, que no tas enterao, payo, quel franco no pue venir a quitar na', que sa morío ¿No lo has oío? ¡Pos yo digo que al matadero tos los payos! Podemos ir pasándolos a tos por el pico de los marranos, como en la Matanza, y alguno de tos los muertos será.

Borrajo estaba en su silla de siempre, en su rincón de siempre, con su sonrisa de siempre…
Debía llevar dos botellas de mistela y tres de anís del mono a esta hora. Después de todo el desayuno es la comida más importante del día. Nadie podía decir que su dieta no era sana. No había más que mirar la sonrisa perfecta que lucía a diario.

Durante unos instantes se pone serio y místico…

Ya ehtan aquiiiii

A continuación vuelve a beber un gran trago de anis, apurando la botella, y se levanta a echar un meo tambaleándose a cada paso.

S'acerca al bar del Paco al oír los berrido. ¡Qu'el Franco había estirao la pata! Y ademá qu'había grise pol pueblo. Y oye, que s'ahabían revolucionao todos, y venga a cihillah y a chillah todos, que l'habían despertao de su siesta en el establo dal'lao. 

-¡A veh si sus callais un poco, leñe! Que no pueh una dormí tranquila con lo chillidos que dais. Iroh a po lo griseh eso en veh de molest'aquí. Como luego sea to por nah y no'halla ni griseh ni mmuertos a veréis.  

Y se da la vuelta l'Ana Rosa pa volverse al establo.

El pueblo estaba de celebración, puesto que se había muerto al fin el Caudillo. En el bar del Paco todo era alegría hasta que llegó la noticia de que todavía quedaban grises que no querían aceptar la realidad.

-Si entodavía quedan joputas grises d'sos. Estamos tardando en revintarles la mocha -dijo Entelequio agitando la garrota, era muy echao p'lante-. A mí naiden me va a joder, que hay mucho q'hacer en el campo.

Achinó los ojos asín como el Benancio que se le quedó el gesto d'un día que fue a cagar y tuvo c'apretar muncho. Vio como la Viento fresco iba y s'iba con muchos aires.

-¿Te paice qué ice la yueca? Ejta, ejta ejtá con loj grijej, 'e lo 'igo io... Ejta tié qu'ir detráj de la cabra... ¿Poj no vié y dice que la dejemoj en paz?- negó encabronao y le pegó otro trago a la botelleja, se le había agriao toa la puta fiesta de la muerte de Franco.

Estaba apoyao en la maderica de l'establo con lo pantalone bajao y la mano en el cimbrel, meneándosela, mirando a La viento fresco que dormía arremengá y sin bragas.

La mu golfa va y ze despierta y sale endispará p'afuera justo cuando estaba apuntico de soltar una hermosura d'estucao en la madera.

Jodía pisamostos de los cohone

El culocorcho tuvo que subirse los pantalone a toa prisa cuando l'Ana Rosa sale endispará pal bar a grito pelao y él se apoya en la madera con el codo, disimulando... pero lo pantalone le ze caen al salir corriendo la mushasha.

- Hay que vé eh niña... que zi Franco.. que zi grise... - el culocorcho habla con los pantalone bajao pensando que si habla mucho y rápido, ni ze dará cuenta - hay que vé... hay que vé... si es es que ze viía de vení...

El Eulogio había estao tol día con las cabras. Ale, era su labó, pero tanta cabra cansaba. Se enmeresía un güen descansico. Y en Ca' Paco era en el úsnico sintio en el que había una tele de esas modesnas. Asín que fue allí pa' tomarse unas frescas.

Entoes el hombrecillo que salía en el parato ese se puso allora' porque había morío el otro Paco, el dictadó.

-A la mierda. Ya iban sieno ora de que'l desgrasio ese se fuera al otro banrios.

Clao que no hay notisias alegres sin otras empeores.

-¿Como que girses? ¿Infoltraos, desís? Amos a tené que sacá la garrota pa' aviarlos atos.

Se hace sabeeeeeeee, quel TABERNERO ya votau. Y que su voto va pa la Brigilda.

Borrajo vuelve del cagadero, con la bragueta bajada y secándose las manos en la sucia y sudada camisa, con su sonrisa de felicidad presente como siempre.
Os ve a todos, como si no se hubiese dado cuenta antes de que estuvierais en el bar.

Amiguosh miooosh!! Osh quiero a todosh. Soish mi familia!!

Consigue decir antes de tropezarse con sus propios pies y caerse de bruces al suelo, estampando toda su cara como si de una tortilla se tratase.
Bueno… supongo que por eso le faltan tantos dientes…

La Ana Rosa, la que enseñó tol potorro a tol mundo, y el Marciah, entran a carajo sacao en el bar der Paco, la una que se queha de las voces, toa malfollá ella, y l’otro que le se caen los pantalones. Brigilda frunce el ceño, mirándole el parajito al Marcial, “sos doh andaban en el empuje conjejero en los establo, con razón la potorros sanfadaoh, l’hemos jodio er empotramiento” piensa Brigilda,  mientras El Polla y el Bocamierda siguen discutiendo y el Follacabras se suma.

- ¡Endebé!  ¡Que no sus movéis! ¡Hay que matal a tos los endemoniaus!

La brigilda sa levanta de su silla, la poner der revés, asentándose a horcajadas y empieza con sus tragines con la baraja de cartas, no se sabe a quié stáh echando las cartas, pero algo murmura con el cigarrillo de laco en la boca.

- Mal fin tenga tu cuerpo - farfulla mientras va derramando cartas en la mesica -  permita Dioh que ti veah andi stan las manos der verdugo y arrastrao como las culebrah, que una jartá de malos cuervo te saquen loh ohos, que Jehucrito ti mande una sarna, que si eres casao tu muhé te saque los cuernos a chochetazos con tol pueblo, y que los diablos te lleven en cuerpo y alma al infierno.

La última carta se desvela sobre la mano en la que la Birgil sujeta el piti. En esas está ella, analizándolas, cuando Camarón, el Burro en el que La Brigil suele ir siempre por ahí montá, entra enervao en el bar del Paco, po la puerta sí señó, y rebuzna, mirando a Borrajo y al Entelequio.

- ¡Camarón! – le grita al burrico la Brigil, - ¿Quhaces aquí? ¿Quintentas dicí? ¡Las cartas tambié están ahí, ahí! ¡Ay! ¡Los payos! - da un puñetazo en la mesa, toa enfadá, no hace ni ademán de sacar al Burro del bar, que sigue rebuznandoles a los dos, indeciso - ¡Vaigamos a poné las cosas claras! Los grises están entre los que habemos aquí y Camarón es mu güeno, tiene güen orfato pa la mardá.

¡Qué disgusto que le daba al cagao la bruja esa! o lo que intentara ser, que igual repeluzno le daba verla fuera o no una farsante. Que esa gente que vive en caravanas y se calienta con fogatas no traen na bueno. Que sí, que tarreglan cacerolas muy bien, pero te birlan la cartera con la misma.

Pero la cochina esa había dicho cosas muy bien dichas.

-¡Cómo! ¡Que tan aquí los grise! ¡Aquí en la tasca´l Paco! -el cagao se santiguó, porque claro, si ahora resulta que tenían a los grises ahí entre ellos, a ver quién tiene cojones de abrir la boca y sinificarse- ¡Que esos toman nota de tó! ¡Que senteran de to! Y luego te llevan a la tapia´l cementerio o a la cuneta.

A güena hora me vinío a la tasca al pirriaque, mehóstabas en casica, Eutimio

Tengo ya los pantalone arriba y ataos, pero como hay Dió que cuando la Brigi ze me sienta con la piernas abierta en la silla mi salchichilla ze me vuelve como la morcilla que venden en la carnicería de la Lupe.

Y es que esta gitanikah ta pa darle.... ¡aiiiiiiinnnnng omá que rica!

El burrico de la Brigi ze mete en la tasca'l Paco. La última vé que sabía metío se trincó un barril daguardiente y no hubo má cohone que arratrarlo pal establo.

Pero atensión que'sta vé era distinto, porqué el Camarón había entrao con tol arte que le da zu nombre pa aseñalá a do de lo grise que habían en la tasca, ahí mismito. Y si lo dice el Camarón, como hay Dió que é verdá.

- ¡Josdeputa grise traidoreh! - le tiro el cinturón al Borrajo y al Entelequio, ni les doy, poqué al quítarmelo se man caío otra vé lo pantalone.

- Llevo dentro mi sangre, un burrico de rabia y miel, se desboca como un loco, no pueo hacerme con él… busca, busca… destierra la mardá de aquí – se pone a cantar la Brigil, tocando las palmicas y taconenando un poquico sin alevantarse de la silla ni na. Mientras el Camarón sigue rebuznando sin dicisión ninguna.

Brigil se calla y lo mira, no tié intención alguna de sacar al burro de allí, desde luego, mira la Eutimio, y abre la boca pa dicil algo pero sus ojos caban nel Macial, que grita, dando con el cinturón nel suelo, se le caen los pantalones otra veh, y la Brigil lo mira, frunciendo el ceño.

- ¡Jambo! – le grita al Marcial – ahora no aluego que estamo acupaos ajusticiando, ascondete el mangué queso s’un desperdicio y yo pos no soy de piedra, soy… como una motosierra, no me agusta dejarsen ningún palo tieso parao – y hace el gesto con el puño cerrado, hacia arriba, mordiéndose el labio inferior.

Luego mira a Camarón, alevantándose al fin de la silla, y subiendosen más los pantalones, con el piti en la boca. Jostiaputah, eso tié que doler to enclavao, pero ella ni se inmuta, sacerca al Camarón pa caricialo.

- Camarón, dicisión quasín no taclarah y hay quhace un viaje al camanario – zapatea otra veh la Brigil  y empieza otra canción, moviendo la cadera con gracia, pa veh si el Camarón salegra - ¡Dame veneno que quiero morir, dame veneno! ¡Enga Camarón!

No se poía enculpá a los emás, que hacieran una fiesta porque el Paquico sabía ido alotro mundo. Pero los espelotes y los cantares tenían que acabá o los grise se los iban a merendá a tos. Bueno, en sentío enfingusrao, claro.

-Servidó tamién salegra de que haya morío el dictadó. Pero va sieno hora de que hagamos algo papillar fashas. No es que apuntá sin tené insicios desos no sea divertío, pero al pinto pinto nos amos a quedá sin rojos, y lo que queremos pillar son de otro coló.

No es que el primé día enfueran a tené mucha suerte, pero asín menos jaún.