Partida Rol por web

Al ver que el objeto que había sacado era un mechero empecé a intuir que algo malo iba a pasar. Algo muy malo. No me avergüenza decir que no reaccioné a tiempo: no estaba acostumbrado a luchar con otros magos. Lo más parecido eran las partidas que echábamos al póker en la cábala.

Así que cuando vi esa lengua de fuego lamer el coche por dentro agradecí que no hubiera estado dirigida a mí. No estaba seguro de haber podido esquivarla, si así fuera.

Cuando el interior del coche empezó a arder me arrastré hacia la puerta, evitando el contacto con las llamas, y salí por el lado del conductor. Desde ahí, agachado, empecé a observar lo que pasaba, intentando quedar a cubierto.

No entendía lo que estaba pasando. No estaba versado en los arcanos adecuados, o no había estudiado lo suficiente, o lo que fuera. Pero había algo que sí podía hacer para comprender, de modo que volví a agarrar mi crucifijo y me centré en Amelia, en lo que ella era a simpe vista... Y más allá.

Amelia se puso en guardia apenas vio a Ogma, no tenía la misma expresión asesina de hace un momento, pero parecía en extremo desorientada y furiosa. Sin embargo, las palabras del Mastigos lograron apaciguarla un poco y bajo las manos. Casi al mismo tiempo, un camión de bomberos circuló a toda velocidad por el carril en dirección contraria a vosotros, ahogando durante un preciso instante todas vuestras palabras.

Los coches continuaban pitando y observando la escena. Amelia caminó y tomó aire, parecía todavía desorientada.

—No... no sé dónde estoy— dice mirando a Ogma y luego a los demás, luego al coche y a sus manos, y una pregunta se formaba en su mente. —No recuerdo mucho. Estaba... había hecho una parada. Iba a Boston y paré en un café. Me sirvieron el café más asquerodo que he probado, recuerdo que aquello me cabreó tanto...— dice apretando los puños. Sus cabellos alcanzan a tener un brillo rojo por un instante, que luego se desvanece, mientras ella parece asustarse ante la reacción.

—¿Quién eres? ¿Quiénes soís? ¿Qué ha pasado?— dice mirando a todos lados, su respiración aumentando en cadencia, sin lograr entender aquella situación del todo.

El Abismo deja su marca nuevamente. Todo tu brazo está lleno de grietas oscuras, como venas negras sobre la piel. Comienza a doler y a arder un poco. Sabes que has llevado tu cuerpo al límite y que te has arriesgado demasiado. Aunque parece que habéis neutralizado a Amelia, vas a tener que descansar durante bastante tiempo para recuperarte de tus heridas.

Morrigan se acerca cautelosa y menciona a todos. —Creo que tenemos que irnos pronto. Temo que la policía no esté cerca, y no tengo muchas ganas de explicar...— dice mirando el coche sin parabrisas, con llamas en los asientos, y luego a Niamh y Amelia.

—...esto— luego dice en dirección a Ogma. —¿Por qué no vienen Amelia y tú primero? Lo mejor será salir de la interestatal. Mientras tanto, te pondremos al tanto...— ofrece severa y algo apresurada.

Una punzada en el estómago te recorre en cuanto vez al camión de bomberos a toda velocidad. Tu conexión con Arcadia a veces se manifestaba de formas inescrutables y tenías... un mal presentimiento. El camión no se detuvo por vosotros, pero continuó en dirección... a Quincy.

Entonces, sintiendo aún aquella impresión en la boca del estómago, te giras y en Quincy, puedes ver una columna de humo levantándose lentamente. Humo negro y denso desde alguna de las casas en los barrios de aquel pueblo. Tragas saliva porque comienzas a calcular y aquella humareda... proviene de la zona aproximada en donde está la casa de Adam.

Me alegró ver que Amelia se calmaba. Durante un instante al menos. Pero eso, por desgracia, despertaba demasiadas preguntas. Escuché sus palabras sólo para asegurarme de que no decía nada demasiado sospechoso, pero aquello parecía una conversación de la que sería mejor que otros se ocuparan.

Mientras tanto yo miré alrededor. El caminó de bomberos, aunque no había dado tiempo de que fuese llamado por nosotros, parecía una ominosa señal. Como mínimo ellos habrían dado el aviso. Teníamos que marcharnos. Y sin embargo...

No podía olvidar lo que había sucedido con Pereza. Miré alrededor, en busca de cualquier indicio de lo que podría haber pasado con Ira. Quizá aún seguía dentro de Amelia, claro... Pero fuera cual fuera el caso, mejor saberlo.

- No lo comprendes todavía. Hay mucho que explicar pero podemos ir paso a paso. - Prosiguió Ogma. Había escuchado a sus compañeros, y oía las sirenas. Sabía que iban contrarreloj y que tenían que sacar a Amelia de ahí cuanto antes.

- Verás y sentirás cosas que... en cierto modo, no son reales. O no lo eran para ti, hasta ahora. - Joder, no recordaba lo difícil que podía ser explicar el despertar a un durmiente. O peor aún, a un recién despertado.

Ogma invitó a Amelia con la cabeza a que mirara alrededor. - Si vienes conmigo puedo ayudarte a controlarlo. Explicarte con calma... Pero ahora mismo, sin saberlo y sin quererlo, eres un peligro para ti y los que te rodean. Confía en mí por favor. - Señaló con las manos los asientos de atrás del coche en el que él había llegado. Señaló a Tyrr, a Niamh, y un poco más allá a Morrigan y Jack. 

- Los cinco nos preocupamos por ti, nos interesa que estés bien. Ven, y podrás comprender. Nadie te hará daño. Dejarás de sentir esa ira... Si es lo que quieres. - Aclaró. Ogma volvió a mover la cabeza mirando en la lejanía por si se divisaban ya coches de policía.

- Pero tenemos que apresurarnos, hay que sacarte de aquí antes de que llegue la policía. Por favor, ven... - Dijo finalmente tendiendo lentamente una mano en dirección a Amelia para que la tomara y se dejara guiar al interior del vehículo. No tenía ni idea de cómo iban a tapar todo aquello para la prensa humana... Pero por algo tenían que empezar, y lo primero era sacar a Amelia de allí.

Jack llegó siguiendo a Morrigan y su postura se relajó un tanto al ver que Amelia parecía más tranquila. Lo que no tenía nada claro era si aún tenía el espíritu dentro o se había largado sin que se dieran cuenta. Miró alrededor y también a Niamh, suponiendo que ella sabría más sobre eso. 

Sin embargo, cuando pasó el camión de bomberos, las pupilas de Jack se dilataron y el hombre giró el cuerpo para seguirlo con la mirada. Su ceño se frunció y sus labios se apretaron en una línea.

—Va a casa de Adam —declaró, sin lugar a dudas—. Tenemos que volver, mierda. 

Maldijo mentalmente. Sabía que debía quedarse ahí con el tipo, pero se había dejado llevar por el mensaje de Tyrr y luego todo se había complicado. 

Cuando Jack miró a Niamh vio que esta se llevaba la mano al brazo de una forma parecida a como lo había hecho horas antes en casa, cuando el Abismo se defendió de sus hechizos. La Thyrsus suspiró una bocanada de aire entrecortada, tratando de concentrarse en lo que la rodeaba y no tanto en el dolor, y lo logró gracias al empujón que supusieron las palabras de su amigo.

—Tenemos que movernos —dijo, deseando que aquel día terminara de una vez. 

Cuando observas a tu alrededor y luego te concentras en Amelia, puedes ver que en efecto, Ira está en su interior. No estás seguro de lo que eso implica, pero cuando escucha las palabras de Ogma, puedes ver como el Espíritu por un instante parece removerse un poco en el interior, en respuesta a la reacción de Amelia.

—No has respondido a ninguna de mis preguntas. Ninguno lo ha hecho— dice Amelia frunciendo el ceño y negándose a tomar la mano de Ogma. —No tengo ni puta idea de quienes sóis, ni qué queréis, y ni de coña me voy a ir con vosotros porque me lo digáis— sus palabras se tornan dura y podéis notar como el color de su cabello comienza a tomar un tono rojizo.

—Ahora, deja de hablarme como si fuese una idiota, y responde. Quién eres, quienes son los demás y qué ha pasado. Y puedes ahorrarte las palabras condescendientes— dice y su mirada amenaza con tomar un tono muy similar que pensábais haber dejado atrás.

Morrigan levantó las manos con suavidady observó con precaución lo que sucedía. —Ogma. ¿Qué le estás diciendo a Amelia? Por qué no al menos le explicas con franqueza, que es una Despertada como nosotros. No un cachorro extraviado— dice la Moros y mira a Amelia.

—Soy Morrigan. Y él es Ogma. Y estará encantado de hacerte un resumen ejecutivo para que podamos irnos cuánto antes. No es broma lo de que no tenemos mucho tiempo. Estamos de tu lado— intenta explicar con delicadeza, eligiendo sus palabras con cuidado.

A tomar por culo. Ogma suspiró y encogiéndose de hombros tomó la palabra.

- Soy Ogma, un Despertado. Mis compañeros también, al igual que tú. Lo que ha pasado es que un espíritu te ha poseído. Un espíritu asociado al sentimiento, o pecado según como quieras llamarlo, de la Ira. Y lo mejor que puedes hacer ahora es venir con nosotros para que intentemos poner freno a todo esto antes de que se descontrole más. - dijo de manera rápida y lo más resumido que pudo.

- Puedes alterar la realidad, como nosotros, pero hace un momento has estado a punto de perder el control y liberar al Abismo. Además de que casi nos matas. - Añadió. Seguía con las palmas de las manos abiertas y separadas.

- No queremos hacerte daño. He sido completamente sincero contigo. - Pero si no accedía a cooperar con ellos quizá sí tendrían que reducirla. Página uno del manual del negociador de la policía: nunca te centres en las partes negativas de cualquier conversación. Haz que todo se centre en lo positivo... y a ver cuánto podemos ofrecer para que acceda a lo que queremos. Tenían que intentar llegar a un compromiso, pero debían de hacerlo rápido.

Tenía la sensación, cada vez más, de que Ogma estaba pisando terreno pantanoso. Quizá no sabía tan bien lo que hacía como yo había creído. No es que fuese un mal psicólogo... Pero una cosa era eso, y otra ser un buen psicólogo de magos en situaciones extremas poseídos por espíritus, y además teniendo que calmarlos como fuera. Eso era otro telar bien diferente.

El cuerpo me pedía intervenir en la conversación. De verdad creía que podía hacerlo mejor que él, que cualquiera. Me pasaba a menudo. Pero racionalmente sabía que yo tenía menos experiencia, y no quería arriesgarme a lo que supondría cagarla. Así que me limité a salir de mi lugar a cubierto y dar un paso para mostrarme y que viera que no ocultábamos nada... Bueno, o que no nos escondíamos, más bien.

—Yo soy Tyrrhenus —me presenté—. Y no es que nos creamos superiores: es que a nosotros nos han atacado también esos espíritus esta noche. Sólo por eso sabemos un poco más. Mira —Hice un gesto tranquilo, señalando la mancha de sangre negra que había ensuciado mi camisa—, luchando contra uno de ellos. Pero en general estamos bien. Somos una cábala que vive aquí cerca, por cierto.

Hice un gesto hacia el coche entonces.

—Voy a coger las cosas de la guantera y del maletero —le dije a los otros, antes de volverla a mirar a ella—. Eres libre de hacer lo que quieras, nadie aquí te va a retener —aseguré—. Pero nos vendría bien tu ayuda, y creo que a ti la nuestra.

Tras esas palabras me fui hacia el coche, dispuesto a revisar lo que había dicho.

«Menuda gilipollas». Que Amelia fuera tan agresiva después de lo que había causado le molestaba muchísimo. Comprendía que había sido Ira la que había llevado las riendas cuando había intentado matarles, pero al volante ahora iba ella y no parecía de mejor humor. Que sus compañeros estuvieran empeñados en hacer una sesión de terapia de grupo para calmarla en ese momento, en mitad de la carretera, rodeados de Durmientes y al lado de un coche en llamas la enervaba todavía más. Mientras Tyrr se dirigía a recoger sus cosas, ella empezó a caminar hacia el todoterreno.

—Si no quiere nuestra ayuda allá ella, pero nosotros tenemos que movernos —repitió, en un tono algo más agresivo, aunque no tanto como el de la pelirroja—. No sé si sois conscientes de el coche que está ardiendo probablemente lleve a la policía a la casa de Adam, con todo lo que encierra. 

Se refería, por supuesto, al cadáver. Con un movimiento lento y pesado, sacó su teléfono. 

—¿Alguno tiene el número de Adam? 

Los ojos de Jack estaban lejos de la situación que tenían entre manos, allá, hacia la ciudad, en la dirección en la que se había ido el camión de bomberos. Tenía el ceño fruncido y tardó unos segundos en prestar atención a lo que decía la mujer. La miró y ver ese destello en sus cabellos y en sus ojos le hizo pensar que el espíritu seguía dentro de ella, solo que parecía que en ese momento lo tenía bajo control. 

Frunció el ceño al escuchar a Ogma y un poquito más cuando habló Tyrr. Cambió el peso de una pierna a la otra. Jack quería largarse de ahí. Por la policía y los durmientes, pero no solo por ello. Así que cuando escuchó a Niamh, llevó la mirada hacia ella. 

—Me parece que en casa de Adam no van a encontrar mucho —opinó—. El incendio es allí. 

Sacó el teléfono, buscó el número del hombre y le dio al botón de llamar mientras se lo llevaba a la oreja. 

—Tenemos que largarnos, ya. Ni siquiera creo que lo coja.

Amelia parece sorprendida del cambio en el tono de la respuesta de Ogma, y luego de Tyrr. Se queda pensativa unos segundos mirándoles, luego a su alrededor, y finalmente asiente. —Bien. Por ahora... parecéis sinceros— dice y el color de sus cabellos baja de intensidad, toma aire y baja la guardia, aceptando ir con vosotros. Rapidamente os acomodáis en el coche y partís en dirección a Quincy nuevamente.

Durante el camino, Amelia sólo os da detalles adicionales a lo que os ha contado y se contacta con su cábala, en otro estado. Su plan original era presentarse ante el Concilio de Boston, y a juzgar por lo sucedido, tiene aún más razones para solicitar su intervención, debido a lo sucedido. También os pide más detalles de estos espíritus y lo que implica para ella lo que acaba de suceder.

La conversación se detiene en cuánto llegáis cerca a la casa de Adam. La casa está envuelta en un incendio violento que consume la planta baja y el primer piso. Cuatro mangueras, al menos media docena de bomberos y dos camiones combaten contra las llamas furiosas, mientras la humareda se extiende al cielo.

Notáis una ambulancia también aparcada junto a los camiones y los paramédicos conducen a alguien en una camilla a la ambulancia. Reconocéis la figura inconsciente de Adam, allí mismo, mientras el infierno consume lo que era su refugio; y vosotros observáis impotentes las ramificaciones inescrutables de un acto de soberbia, que ahora parecen engullir la vida que teníais y empezar a impactar a Durmientes y Despertados por igual.