Partida Rol por web

—Pues... es difícil decirlo con precisión, pero por lo mismo, será difícil que lo tengan contemplado. Queremos o bien algo para poder pasar desapercibidos, o algo que nos ayude a tener a raya a los vampiros. Qué se yo, cosas de cuentos de hada ¿Una capa de invisibilidad? ¿Un rayo de sol embotellado? Ni idea, para eso venimos, a recorrer el mercado.

Liza se decidió a liderar la marcha y las conversaciones, teniendo el alma ya vendida, era más difícil que la estafaran como en las fábulas.

Liza fue la que tomó la iniciativa, moviéndose por entre los tenderetes, haciendo preguntas de vez en cuando, comprobando la mercancía. Su experiencia tratando con la mierda de Chemosh le había dado cuatro ideas sobre cuándo alguien intentaba timarte con un supuesto objeto mágico que en realidad no era más que oropel y purpurina.

Finalmente, después de muchas vueltas y muchas indagaciones, un pixie les recomendó donde podían encontrar a alguien que tuviera una solución para su caso.

El tipo en cuestión tenía un puesto en el que exponía todo tipo de amuletos. Liza le explicó la situación, intentando no dar demasiados detalles. Necesitaban algo con lo que poder sortear a unos vampiros que vivían en una mansión encantada, en la que habitaba algún poder oscuro.

- Ah, creo que tengo justo lo que necesitáis. Dejadme mirar un momento...- dijo, mientras se agachaba tras el mostrador de su tenderete.- Sí, aquí está.

Les mostró un pequeño medallón de bronce con la figura de un dragón.

- Este amuleto fue forjado por la mismísima Reina del Verano.- dijo, aunque probablemente fuera una exageración.- Lo creó para proteger a su campeón de los poderes de la noche de su rival, la Reina del Invierno, en una de las muchas guerras que han tenido.

Liza tomó el amuleto entre sus manos, y en seguida su mitad infernal notó un calor que indicaba que aquello efectivamente no era un simple trozo de metal.

Liza asintió con la cabeza, como para reafirmarle a sus compañeros que aquello tenía poder, pero la cuestión era...

—¿Qué es lo que hace exactamente? ¿Y a cuanto lo vendes?— preguntó con algo de desconfianza. No tenía idea de cuál podía ser el valor, y aunque no la estafaran con el objeto, siempre podían hacerlo con el sobreprecio.

- La Reina del Verano concentró en su interior todo el poder del Sol. Ningún servidor de la noche podrá acercarse a más de veinte codos de su portador.

Dependiendo del tipo de codo que usara aquella hada en concreto (cada una tenía sus propias medidas extrañas), Liza calculó que aquello podían ser entre seis y nueve metros.

- Increíble, ¿no? Con esto podrías pasearte por una mansión repleta de vampiros y ninguno podría ponerte la mano encima. Ahora que lo mencionas, dudo que podáis pagarlo.

Liza miró al... ¿Hombre? arqueando una ceja. Una expresión a medio camino entre el extrañamiento y la ofensa.

—Dime el precio de todos modos, en todo caso yo decidiré si pagarlo o no ¿Verdad? Sé que no voy muy elegante, pero tengo formas de conseguir dinero rápido— la Corrompida sospechaba que no iba a ser dinero lo que le pidieran... pero mal no venía dejar caer la idea.

Chuma había visto a Liza interactuar con aquella baratija de fae, pero pudo percibir por las reacciones de la muchacha y su lenguaje corporal que aquello realmente tenía una carga mágica que le vendría de perlas en su trabajo, no solo aquella noche, sino, también, si abría su abanico de presas. La cosa estaba bastante mal y hacía semanas que solamente tenía un cartón de leche caducada en la nevera... Pero era la motorista la que estaba haciendo las negociaciones, y bien que se lo agradecía. Pena que el hado se le estuviese poniendo chulo.

- Bueno, el dinero no es nuestro único fuerte. Pruébanos, muchachote.- Le dijo al comerciante entre jocoso e interesado, teniendo esperanzas en conseguir aquello, aun teniendo que plantearse el poner sus dotes especiales al servicio de aquel devoto de la reina del verano. - Me cuesta imaginar la historia que debe de haber seguido este colgante desde las milagrosas fraguas de la reina hasta tus manos, pero queda claro que no es la chapa de un refresco, si es que tenéis de eso por aquí.

Liza le lanzó una mirada furtiva a Chuma.

Eran hadas, pero vivían en Moscú, y ella dudaba que incluso en Arcadia hubiera alguien que no hubiera probado nunca una coca-cola. En todo caso, seguir intentando ofender a la gente del mercado le parecía que podía terminar muy mal y era mejor que el cazador bajara un par de puntos a su soberbia.

Era llamativo todo lo que la Corrompida podía comunicar sólo con los ojos.

- Guárdate tus rublos, aquí de poco te van a servir.- le dijo el vendedor a Liza cuando esta dijo que podrían conseguir dinero rápido.

Chuma entonces intervino para decir que podrían conseguir algo más que dinero si eso fuera necesario.

- Hmmmm... está bien, superhombre, este es el trato. Más adelante en el mercado, si seguís por esas callejuelas entre los tenderetes, llegaréis a una seta gigante, tiene el tamaño de una cabaña más o menos. Está custodiada por unos tipos algo peculiares, que ofrecen trozos de seta como comida.

Liza y Chuma intercambiaron miradas. Aquello se ponía raro hasta para un mercado de hadas.

- Pero si os fijáis, siempre ofrecen del sombrero, nunca del tronco. Bien, yo necesito que me traigáis un trozo de tronco de esa seta. Un par de kilos por lo menos. Hacedlo, y el talismán es vuestro.

-Parece sencillo-dijo Grigor apareciendo de repente junto a Liza. El Vendedor no pareció sorprendido o lo disimuló muy bien-¿Qué tienen esos tipos de... peculiar?

Sospechaba que iban a ir directos a otra encerrona pero probablemente aquella era la forma de ser de las Hadas. Dos kilos de tallo de seta mágica podían ser un precio razonable a cambio del amuleto... a no ser que fuera una baratija sin valor. 

Liza hizo una mueca, ya adivinaba que los hombres del hongo también les ofrecerían otro trato si se los pedían amablemente, pero aquello iba a ser una cosa de nunca acabar.

—Imagino que los hongos no serán alucinógenos o venenosos al tacto ¿O no? En ese caso, podemos intentarlo ¿Tenemos tu palabra de que si te traemos unos cuantos pedazos de tronco, nos darás ese amuleto?— la pregunta era una formalidad para cerrar el trato, pero el tiempo que llevaba tratando con Pietro le había enseñado que a las hadas les suelen importar bastante las formalidades.

- Ya sabes, les crecen hongos por todas partes, y no están muy bien de la cabeza... yo creo que a la mayoría los hongos les han llegado al cerebro. Se creen que la seta es su dios o algo así.- le contestó a Grigor, encogiéndose de hombros.- No dejéis que os toquen mucho, por si acaso. Ah, y no comáis nada de lo que os den. Ah, sí, y si alguien se pone a escupir esporas, intentad no respirar muy fuerte. No querréis acabar como ellos.- dijo, como si aquella advertencia no tuviera importancia.

- Claro, tenéis mi palabra. Y nuestra palabra es sagrada. Es más de lo que se puede decir de la palabra de los humanos, ¿eh?- le dijo a Liza con un guiño.

Chuma no pudo evitar que un escalofrío le recorriese la columna vertebral haciendo que su grasiento pelo subiese un par de milímetros de altura. No le gustaba razonar con hadas y no le gustaba cómo sonaba aquel tema del hongo. Tampoco pudo remediar el levantarse la camiseta, instintivamente, hasta enseñar su descuidado torso, mientras veía si era capaz de improvisar una mascarilla con su tejido... No iba a ser tan maleducado como para llegar de primeras cubriéndose la boca ante aquellos adoradores de la seta, pero procuraría estar preparado en caso de ser necesario. Su cadena era otro amuleto del que no se veía capaz de pasar en tan peculiar ocasión.

- Ah, sí, y si alguien se pone a escupir esporas, intentad no respirar muy fuerte. No querréis acabar como ellos.- Imitó por lo bajo al comerciante en un gruñido quejumbroso. - Dita sea.

Intentando quitarse de encima la sensación de repulsión que lo invadía, Chuma se unió a Liza y a Grigor en busca de la seta gigante. Siguiendo las instrucciones del vendedor, no tardaron en encontrarla: efectivamente tenía el tamaño de una casa pequeña. A su alrededor, se afanaban varias personas. Parecían humanos, pero su cuerpo estaba cubierto en mayor o menor grado por musgo, hongos y moho... Todos tenían una visión perdida y caminaban como autómatas, sin ánimo.

Esos pobres diablos se repartían las tareas de cuidar de la seta gigante, y de intentar vender trozos de la misma como tentempié. Tenían un par de hornillos de gas, en los que colocaban los trozos de seta para tostarlos, y se los ofrecían a los transeúntes. Aunque no parecían tener mucho éxito, sí que tenían un comprador de vez en cuando.

—Chuma, ¿Tienes algún cuchillo pequeño, una navaja o algo del estilo? Porque ahora que lo pienso, no sé cómo vamos a cortarlo.

Liza pensaba que si el fantasma podía interactuar con objetos sin que se le viera u oyera, bien podía tomar algún elemento punzocortante y de a poco traer los trozos que cortara. Entre ella y Chuma debían tener suficientes bolsillos como para llevarlos todos. Simplemente hacía falta que Gregor se inclinara, cosa de que nadie tuviera a la altura de los ojos un cuchillo, o un hongo flotante. La duda fugaz sobre si a un fantasma podía dolerle un ciático que ya no tenía le cruzo la cabeza al pensar que el espectro tendría que agacharse durante bastante rato, pero imaginaba que si era problema, Gregor lo aclararía.

-Son sólo un puñado de almas perdidas-masculló Grigor inseguro de que el concepto de alma se pudiera aplicar a aquellos seres-¿Qué problema pueden suponer?

- Me temo que no llevo nada cortante, pero si le sirven esa cosa a sus nuevos cultistas fungosos, seguro que ellos mismo tienen algo con lo que hacer la tarea. Yo no me veo muy preparado para tartar de razonar con estos... Estos.- Comentó chuma casi sintiendo una arcada al ver a los tipos seta responsables de su peculiar dios. - ¿Qué te parece si repetimos la de la tasca del Blok?

Chuma se refería a una incursión en terreno enemigo que habían tenido que perpetrar dos años antes para recuperar una daga sagrada robada por unos revividos que trataban de disimular su naturaleza llevando una tasca para moteros, en la que habían organizado una buena gresca para que una compañera, Anya Kuznetsova, aprovechase el revuelo para colarse en el refugio subterráneo de la banda, haciéndose con el arma sin que sus rivales se oliesen nada. Por un pequeño fallo del guion, habían comenzado teniendo una discusión de pareja despechada, pero a los dos minutos de charla él y la motera se estaban dando con todo lo que encontraban a mano, en un peculiar cruce entre número del Circo del Sol y un espectáculo sadomaso extraído de dibujos de la Warner Bros en sus buenos tiempos.

- ¿Te parece si pasamos de la actuación previa y nos empezamos a zurrar directamente?- Le preguntó a su compañera mientras crujía los huesos de su cuello, preparándose para la posible tormenta de hostias. - Digo que me has robado alguna baratija y tú me respondes atizándome con esa hogaza de corcho pan feérico que tienen en ese otro puesto de al lado ¿Hace? Grigor, aprovecha el jolgorio para llenarte la mortaja con ese champiñón revenido.

—Me has leído la mente. Dame una moneda o algo para devolverte y terminar la escena una vez que todo esté listo— dijo Liza con una media sonrisa, dándose la vuelta con la chuchería y encarando hacia el puesto de pan. Ahora solo faltaba que Chuma le pusiera la mano en el hombro con cara de pocos amigos y comenzaría el espectáculo.

Chuma se arrancó una de las baratijas que llevaba al cuello, a las que llamaba amuletos, a pesar de que solo podían contener algún remoto valor sentimental, y se lo deslizó en el bolsillo a Liza, antes de hacerle un gesto con la mano para que cada uno diese un rodeo, desde direcciones opuestas, en torno a la plazoleta en la que se erguía aquella enhiesta seta siniestra, mientras contaba mentalmente y ensayaba su posible frase de entrada, con un poco de suerte el resto vendría rodado.

Ambos caminaron en círculo y tan pronto como se volvieron a cruzar, el cazador se giró dando un melodramático salto sobre sus pies para emitir un berrido que sobresaltó a las hadas más sensibles del lugar.

- EH, TÚ... ¡¡¡MALA FURCIA!!! ¿TE CREES QUE NO HE SENTIDO ESO? DEVUÉLVEME MI PUTO COLGANTE, LA MISMA REINA DE INVIERNO LO HABÍA BENDECIDO PARA MI ABUELO.- Chuma mantenía un dedo erguido bajo la nariz de la motera, mientras se mentalizaba para recibir cualquier mala hostia que ella le tuviese preparada.

—¡PRIMERO, PEDAZO DE IMBECIL, A MI ME RESPETAS! ¡SEGUNDO, QUE NO TENGO IDEA DE QUÉ COLGANTE HABLAS! ¡NI TE ATREVAS A PONERME UN DEDO ENCIMA CON ESA EXCUSA! ¡Y TERCERO, QUE SI TU ABUELO LE DECÍA REINA DEL INVIERNO A SU MUJER ERA POR LO FRÍGIDA QUE ESTABA LA MAL NACIDA!— gritó Liza, agitando los brazos para enfatizar los aspavientos. 

Intercambiarían insultos por un par de minutos, hasta que Chuma, harto de todo, intentaría meterle la mano en los bolsillos, tomaría el collar, la tomaría del brazo a ella, Liza le estamparía (en este caso) aquella hogaza de pan en la cara y aprovecharía la "confusión" de Chuma para salir corriendo. O al menos, ese era el plan. Esperaba que la escena durara lo suficiente para Grigor.