Sonrió de oreja a oreja. Iba vestido como todos los días, aunque allí dentro olía un poco a tabaco y alcohol de alta graduación. La presión, imaginaba, de organizar todo aquello. Aunque a su edad no le convenía demasiado pasarse con aquellas cosas. De cualquier forma, era el puñetero fin del mundo. ¿O acaso el comienzo de uno nuevo?
-Al fin llegas, vecina -dijo, dándole un beso en la mejilla- Hemos arrimado un poco el hombro con tu gente y tu marido nos fue explicando cosas. Creo que te gustará los planes que tenemos.
Del servicio salió el señor Meighan, que en vez de su traje habitual llevaba media etiqueta, con unos tejanos y una sencilla camisa bajo una americana gris "de batalla".
La vió llegar con una sonrisa. Su familia estaba a salvo en aquel pueblo gracias a su previsión. Sabía que tendría algo que ver en lo sucedido pero... ¿Quien podía culparla de una invasión extraterrestre a gran escala? Era una tontería siquiera pensar algo así. Al mal tiempo había que poner buena cara.
-La reinversión de nuestro capital sigue el programa pactado, señora Fehr-Choi. Tengo un dossier para usted, cuando quiera leerlo, y una cena pendiente que mi esposa le preparará con mucho gusto.
Le dió un breve abrazo, diciendo "gracias" a su oído para que quedara entre ellos.
Tenía el arma junto a la pared, pero no le hacía mucho caso. La miraba a ella con una sonrisa. Quien la había visto y quien la veía ahora. ¡Que equivocado había estado con ella! Siempre había hecho todo por y para su gente. Para la gente del pueblo. Afuera, comenzaron a escucharse chiflidos y la llamaban desde la plaza.
Él se acercó a la puerta del balcón y la abrió, invitándola a pasar.
-Creo que quieren que les diga algo... SU alcaldesa.
-Cuide de SeonDeok-sama. Creo que sabe que es un tesoro-
Queen no sabía donde meterse por esas palabras, bailó la mirada nerviosa de uno a otro riendo bastante pava. Había llegado el momento del adiós, Golan la cogió de la mano y ella avanzó los pocos pasos que había hasta la pasarela con un nudo en la garganta e incapaz de apartar los ojos del capitán. Quedaban tantas cosas por decir, tantas incógnitas por delante… se detuvo un segundo antes de reunir el valor de poner el primer pie fuera de la cubierta del submarino y apartar la vista para no tropezar –Watashitachiha au yotei. Yakusoku shimasu-* “en esta vida o en la siguiente” dijo mientras ascendía.
A bordo se entregó al cálido abrazo de los suyos pero en seguida se agarró a la baranda para observar el submarino mientras pudiera.
-¡Joo-sama!¡Joo-sama!-
Exclamaba la marinería causando un llanto desconsolado en ella, que hizo una reverencia de altísimo respeto hacia el submarino -¿Qué dicen?- preguntó Zero –Me llaman Reina…-
Queen empezó a llorar de tal manera que tuvieron que sostenerla. Estaba muy delgada, aunque no había dicho nada en esos días había pasado hambre y mucho, y aunque Tom había hecho todo lo posible por darle la mayor cantidad posible esto había resultado insuficiente para su voraz metabolismo. Los nervios habían sido su principal sostén. Desaparecida la oscura silueta del Oyashio en el brillante mar se la llevaron, temblorosa, a un sofá donde rápidamente Golan procedió a proveerle el botiquín de emergencia: comida.
Tragó prácticamente sin masticar apoyada en el hombro de su marido, volviendo a familiarizarse con su calor, con los latidos de su corazón, con el sonido de su voz, con sus brazos… solo paró interrumpida por un llanto intermitente que respondía a razones que iban y venían. Aquella comida, siendo sencilla como era, le parecía el banquete más delicioso de su vida y restauraba sus fuerzas de un modo más allá de lo físico. Jonas que era perro vieja y la conocía bien le ofreció un whisky que la hizo terminar de reverdecer. Eran gente curtida, el agua estaba bien para las macetas.
En cuanto se hubo repuesto preguntó por todo el mundo, primero de todo por los niños (hijos, sobrinos y postizos), no dio para mucho más en el breve trayecto que les separaba del puerto, estaba mortalmente preocupada por ellos. El yate había funcionado como burbuja de transición a lo que estaba por venir: la desolación más absoluta. El puerto que tantas veces había recorrido era la antesala de lo dantesco. Todo estaba cubierto por una neblina ceniza que, pese a ser pleno día, mantenía la ciudad en penumbra. La tristeza que se había apoderado de San Fierro, su amada San Fierro, la perla de la costa oeste había perdido su brillo. Se le encogió el corazón, parecía uno de esos paisajes de película, edificios emblemáticos que colapsaban esqueléticos, el puente hecho girones, profundos y enormes surcos abrasados donde una vez hubo grandes avenidas, el olor del humo, el combustible, la sangre y la carne… gritos, llantos por doquier… un extraño hedor metálico mezclado con la brisa… los restos de los invasores derribados completamente irreales… aun habiendo sido protagonista de los acontecimientos, habiendo visto con sus ojos la aparición de aquellos seres su cerebro se resistía a aceptarlo como real.
-¿Qué he hecho?...¿Que he hecho?...- balbucía. Golan la apretó contra sí, arropándola con uno de sus amplios pañuelos de lana fina (que había tomado del vestidor en previsión) –No mires cariño- intentó que apartara la vista de la ventanilla y de los ojos de los desolados supervivientes que jalonaban calles, ruinas, solares y carriles. Unos vagaban enajenados, como zombis, otros lloraban, gritaban, renqueaban abrazados unos a otros, asaltaban escaparates, llegaron a oir disparos e incluso los apedrearon obligándoles a acelerar en ciertas zonas. Por suerte los vehículos de Irina estaban blindados como tanques.
-Cielo, no es tu culpa- le dijo Golan con firmeza sosteniéndole suavemente el mentón. Ella apretó los ojos pensando en cómo habría quedado Corea, el Circle Center, su fábrica de cosméticos en Indonesia o la casa de sus suegros.
Salidos del área metropolitana, respiraron un poco más tranquilos y hubo lugar a hablar y no contener el aliento. Queen estaba con la lágrima fácil y lloraba cada dos por tres al ir conociendo detalles o viendo ciertas escenas y paisajes por el camino. Les quedaba por delante el trabajo de su vida y aun así, hicieran lo que hicieran, habría una generación entera que viviría marcada para siempre por las cicatrices de aquel día. El día que ella accionó el cubo.
“M´Tzar…” le vino a la mente su “enlace” extraterrestre, tendrían mucho de lo que hablar, tendría que contactar con esos rebeldes y con los “nórdicos” infiltrados. Por si la humanidad no había tenido shock suficiente ahora le tocaba asumir que los extraterrestres vivían entre ellos… con lo que le había costado acostumbrar a los paletos a convivir con gente de otras razas… se frotó las sienes abrumada por la ingente cantidad de tareas que cargaba sobre sus hombros aunque no le correspondiera.
Abrió el menú de su comunicador de muñeca para escribir a Toreno –De camino a Ítaca- decía el mensaje.
Conocer el plan la maravilló y avergonzó a partes iguales –Pensareis que soy una estúpida- dijo escondiendo la cara entre las manos –Dios mío que tonta, como no me di cuenta…- la carambola de “los Faisales” fue un momento de ruptura importante. Su hijo, el trago más amargo de su vida… con aquel disgusto quemó las últimas energías que le quedaban y cayó rendida en un profundo sueño. Breve pero reparador.
Las latas de gasolina le hicieron pensar en la era que acababan de dejar atrás, adiós a los combustibles fósiles, adiós a las carreras, al ruido del motor, la grasa, quemar neumáticos y tirar de nitros, adiós juventud… su colección de bólidos era un museo de dinosaurios. Con la cabeza echada en el respaldo, acariciada por la cálida luz del atardecer campestre , se preguntó que habría sido de Raúl.
Que hermosos eran los campos de Paleto Bay, con el lago a un lado y la montaña al fondo… ahora parecían salidos de un cuento.
Acercándose a Paleto empezaba a verse la frenética actividad de reconversión y revitalización de la zona. Había dejado todo aquello encarrilado antes de irse, pero ahora empezaba a verse el fruto acelerado por el ímpetu de los últimos acontecimientos. Le fueron señalando novedades, explicando el progreso de otras cosas, situaciones que se habían dado, esperadas e inesperadas y las soluciones al respecto. Golan, Jon y Meighan hacían un equipo increíble. Dentro de poco iba a costar reconocer el lugar, de un pueblecito iban a pasar a convertirse en una pequeña ciudad futurista! Las empalizadas y la torre que vigilaban los accesos al perímetro urbano dotaban al conjunto de un extraño aspecto ligeramente medieval. No podía creer que al fin llegara a casa ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Dos semanas? No… Había un abismo entre la Queen que abandonó y su pueblo y la que ahora regresaba
-Ten siempre Ítaca en tu mente. Llegar allí es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años y atracar, viejo ya, en la isla, enriquecido de cuanto ganaste en el camino…-* recitó aquellos versos en tono quedo, haciendo memoria. El matrimonio compartió una mirada profunda entrelazando las manos, él la besó en la frente y le frotó la espalda –Bienvenida de nuevo a casa mi amor… ¿Lo ves? Los has salvado, tú has hecho de este lugar un oasis y desde aquí devolveremos la esperanza al mundo. Todos juntos, contigo, gracias a ti- Golan intentaba apartar los pensamientos tristes dedicándole palabras dulces y extrayendo lo positivo que subyacía bajo la superficie del desastre.
Se puso muy nerviosa al cruzar el “check point” y llegar a la plaza donde, irremediablemente, todas las miradas se giraron hacia ella –Tu público te espera- bromeó Irina para darle ánimos –Ya los tienes en el bote, no tienes de que asustarte- le guiñó un ojo e indicó la puerta con un giro de cabeza.
Había tenido el acierto de, en el trance de encontrarse con el barco de Quint, cambiarse del uniforme japonés al americano, lo cual le daba un look muy acorde con el ambiente. El aspecto enjuto también. Irremediablemente coqueta se peinó el pelo con los dedos al salir, un poco avergonzada por lo descuidado que lucía. Era extraño el fresco que hacía para la época del año en la que se encontraban…
La visión del despacho le produjo un nuevo vuelco en el pecho, estaba tal cual lo había dejado, decorado con lo que ahora le parecían autenticas chuminadas. Tal parecía un espacio onírico o mágicamente preservado sin contaminación de la realidad exterior. Dentro encontró a “los irreductibles”, más duros que el acero para barcos, esperándola con una sonrisa y sobre todo cariño. Se soltó de la mano de su marido para saludarlos, frente a ellos volvía a sentirse como una veinteañera torpe e inexperta –Cletus…- abrazó al abuelo. Parpadeó ante Meighan, cuyo gesto desaprobación había desaparecido pues ahora comprendía sus extrañas decisiones del último mes. Ella sonrió cansadamente dándose cuenta de ello –Dossieres y cenas…- suspiró. Compartieron una mirada resignada y a la vez divertida –ni con el apocalipsis me libro!- rieron –estaré encantada- respondió a la invitación con un gesto y tono cariñosos. Encontrar allí a Spearman, el que había sido largo tiempo su rival y detractor, la animaba enormemente, al final sus esfuerzos por ganarse el corazón de todos habían dado fruto.
Éste le abrió la puerta del balcón, el roce de las cortinas movidas por el aire le causó un pequeño escalofrío, fuera se escuchaba el bullicio de los lugareños que se habían ido concentrando en la plaza al extenderse el rumor de su llegada. Parpadeó con los ojos humedecidos y miró a Golan que estaba a su lado. Le agarró una de las mangas como una niña y juntaron las frentes respirando acompasadamente –Lo siento mi amor…- se le cayeron un par de lágrimas –esto no es lo que te prometí- recordaba su sueño compartido de una jubilación apacible. El israelí la tomó de la cintura y la miró de ese modo tan característico suyo que a ella la enamoraba como el primer día –Nuestra vida es perfecta como es, porque es contigo, y no querría otra- Queen pudo ver el trabajo y el cansancio en sus palabras y aun así el inmenso amor que le profesaba, se besaron dulce y pausadamente. Nunca dejaría de dar las gracias por el tesoro que el destino le había dado por marido, hombres como él eran más difíciles de encontrar que un unicornio. No podía esperar a llegar a casa y meterse en la ducha con él (su ritual post “misión”). Sonrió feliz por sentirse tan enamorada como siempre, de hecho hacía tiempo que fantaseaba con la idea de volver a ser padres aunque sabía que él no quería. Él ya estaba mayor, ella también, el mundo no era precisamente fácil en esos momentos, les esperaba mucho trabajo por delante y la diferencia de edad con sus hermanos sería abismal, no quería traer al mundo a otro Kwan. Kwan… necesitaba noticias suyas –Anda ve. El mundo te necesita*- le indicó el balcón emocionado. Ella arrugó la frente en un mohín y asintió empujando la puerta acristalada que daba a la balaustrada.
Había mucha gente, conocidos y desconocidos, no solo en la plaza si no por todas las calles que allí confluían e incluso las ventanas de los edificios cercanos. Apoyó las manos en la baranda girando la vista sobre el público, sonó un ruido de acople (desde el despacho habían activado la megafonía que solían usar en las festividades). Esperó que terminara el pitido –¡Por fin en casa!- resopló y muchos (los locales) hicieron una pequeña ovación. Hizo una cortísima pausa porque se le saltó la lagrimilla, momento en que algunos gritaron frases de ánimo y cariño como cuando ganaba competiciones de comida. Rió por el detalle, que después de semejante desastre sus paletos la siguieran queriendo le tocaba hondo. Se palmeó el corazón, respiró hondo –Caray, cuanta gente!- sonrió, le temblaban las piernas –Veo… muchas caras nuevas… espero que el los próximos días nos conozcamos mejor. Algunos ya me teneis muy vista pero, para los que no, deciros que conmigo teneis no solo una alcaldesa si no también una amiga.
Paleto más que un pueblo es una gran familia donde todos nos apreciamos, nos respetamos, nos preocupamos los unos de los otros y cuidamos los unos de los otros. Da igual en que creamos, de donde vengamos o de que color seamos. Si algo nos ha recordado esta catástrofe es que por encima de cualquier cosa somos humanos con los mismos sentimientos y necesidades y que, ahora, nos enfrentamos a los mismos retos.
La supervivencia de la raza humana está en entredicho.
Debemos por tanto asumir que el mundo despreocupado en el que vivíamos ha terminado y las nuevas circunstancias van a exigir de nosotros numerosos esfuerzos y sacrificios. Se que suena desalentador... por eso he procurado hacer los preparativos necesarios para amortiguar y superar esta crisis.
Sí, sabía que esto iba a pasar, y ha sido terriblemente difícil asumir que era inevitable. También ha sido muy difícil mantenerlo en secreto, pero… me reconoceréis que si vuestra recién elegida alcaldesa os hubiera hablado de que nos invadían los extraterrestres… me habríais tomado por loca ¿Verdad?- hubo risas generales –Tengo la suerte de que sois gente muy especial, pacientes y comprensivos, que habéis confiado en mi todo este tiempo.
Como decía vienen tiempos duros llenos de cambios, tiempos en los que esas virtudes, junto con vuestra honradez, espíritu trabajador, buen corazón y fe en el futuro, van a ser más necesarias que nunca. Espero saber estar a la altura de vuestras expectativas y necesidades. Yo…- tragó saliva –estos días… aunque lejos de vosotros mi pensamiento estaba aquí. Me ha sido imposible volver más rápido pero os prometo que ha sido por el bien de todos, para encarrilar la situación del modo más positivo posible, siento tener que ser otra vez tan misteriosa… este… in pass ha servido para constatar que cuento con el apoyo de personas increíbles que aman Paleto tanto como yo- hizo un gesto con la mano para los que estaban en el despacho se asomaran y señaló con la mirada a otros tantos que se mezclaban entre el público –Los habéis visto partiéndose el lomo trabajando codo a codo, incansables.
Todos somos importantes en este futuro que se avecina, todos nuestros talentos cuentan, por eso no debéis desanimaros si en estos primeros momentos os sentís un poco desubicados, a todos nos va a tocar aprender y adaptarnos, pero también todos podremos aportar.
Lo que nos acecha ahí fuera es… descomunal, brutal y aterrador pero viéndoos mi corazón se llena de esperanza porque el mundo no podía estar en mejores manos… vuestras manos...Puede que el Dominio sea muy poderoso pero no tienen ni idea de la fuerza, el ingenio y obstinación de lola humanidad unida, y ahí estaremos nosotros, encabezando no solo la resistencia si no el resurgir de la cenizas, como ahora. Con energía y optimismo, construyendo un mundo nuevo con sudor, sangre y amor…- no se había dado cuenta pero había empezado a llorar. Las luces del atardecer dotaron a la fachada del ayuntamiento de una magnificencia de cuadro a la vez que la brisa mecía la enorme bandera que pendía de lo más alto. Las barras y estrellas ondeaban acompasadas con los cabellos de una Queen que miraba con decisión épica a sus vecinos, amigos y familiares –Le doy gracias al cielo por haber guiado mis pasos hasta aquí y brindarme el privilegio de capitanear esta lucha. No se cómo será exactamente lo que vendrá, que vicisitudes tendremos que superar, pero sí se que podré decir con orgullo que el futuro empezó aquí. En Paleto, con vosotros-
Golan pasó un brazo sobre sus hombros confortándola . De pronto una ensordecedora ovación hizo retumbar toda la ciudad y el corazón de su alcaldesa. Paleto vibraba con toda la energía de su espíritu genuinamente americano. Inclinó la cabeza en su marido y saludó a todos desde el balcón, sonriente, emocionada, enardecida pero también un poco asustada. Quizás si supieran toda la verdad sobre el Dominio sus vecinos no aplaudirían con tanto entusiasmo, pero esa es la corona de espinas que ciñen los poderosos. Ahora entendía porque a todos los presidentes de la nación les salían tantas canas poco después de tomar posesión del cargo. Por suerte ella no estaba sola y contaba con el respaldo de mucha gente que la quería bien, que no escondía segundas intenciones, su colorida, peculiar y gran familia. Suspiró cansada aunque no podía dejar de sonreir, no podía hacerlo, sus paletos se merecían que ella les diera lo mejor de sí misma, pero entonces la tripa le rugió, y lo hizo de tal modo que pudo oírse por la megafonía. Los que se dieron cuenta rieron y bromearon como solían hacerlo durante las fiestas. Ojalá mantuvieran ese espíritu jovial cuando apretara lo más duro de la guerra.
Ahora si la dejaban, se moría de ganas de subir la colina, llegar a casa, abrazar a sus hijos, ducharse, pegarle un meneo a su marido, ponerse unos leggins y cenar, rodeada de los suyos, como si no hubiera un mañana.
*Volveremos a encontrarnos. Lo prometo.
*El famoso poema de Kavafis "Ítaca" http://www.pixelteca.com/rapsodas/kavafis/itaca.html
*Guiño a la serie Los Vengadores, cuando el personaje de John Steed se despide de Emma Peel
La vuelta a casa... ¡Tantas experiencias, tantas emociones! El mundo giraba deprisa, y cada día que pasaba lo haría a mayor velocidad. Terminaba una era, que sería considerada por muchos como decadente, y comenzaba otra. Pero, ¿Cómo explicar ésta transición sin acudir a la historia de Queen? Todo lo que había comenzado con un asesinato mafioso, con una guerra entre clanes, había sido el detonante del inicio de una nueva etapa en la historia humana. ¿Increíble? Quizá. Pero la vida está llena de éste tipo de casualidades imposibles.
Queen Choi, su familia, amigos e hijos, todavía tendrían un importante papel en los inicios de la nueva era. Es menester, pues, contar un capítulo más de su historia.
Pero volvamos a aquella fatídica noche. El reencuentro con sus hijos, especialmente emotivo en el caso del joven Faisal, la primera cena en familia desde el inicio del Apocalipsis, hacer el amor con su esposo... Todo parecía normal, pero nada lo era ya. Todo estaba cargado de un significado especial, emotivo. No sabían si el siguiente día sería o no el último. Pero su hora no había llegado, ni mucho menos.
Para la reina de Paleto Bay, aquella etapa suponía el principio del fin. Dejaría de ser, por así decirlo, la protagonista de aquel futuro. La obra, en lo sucesivo, se convertía en un reparto coral. Pero todo quedaría en familia.
A la mañana siguiente, despertó tarde y desayunó fuerte. Luego subió a lo alto del cerro del Apache, y desde allí contempló el pequeño lago a las espaldas del Monte Chilliad. El sonido de la muerte, de la guerra, de la destrucción, no había llegado a aquel paraje atemporal. Los animales, los peces, las aves, el viento que susurraba... todo ello era ajeno a los acontecimientos que estaban teniendo lugar. ¿Respetaría el enemigo la naturaleza de aquel mundo, o la terraformaría para siempre? Era interrogantes que se abrían en su mente, lacerando como un cilicio.
Y junto a ellos, algunas certezas. Paleto seguiría siendo Paleto, y sus amigos seguían adelante. Su familia seguía unida, y ella sabía a ciencia cierta (intuición femenina) que mientras eso fuera así, no deberían temer nada. Los Choi habían apagado las luces del pasado. Ahora, tendrían que encender la chispa del futuro.
-FIN-