Escena donde ire colgando relatos de Ambientacion. Casi todos seran de otros Autores de Foros externos.
Importante, algunos relatos nombran hechos que no ocurren en esta Ambientacion... el objetivo es que sintais la presion y tension ambiental mas que lo que pase alrededor ¿ok?
Si los leeis podeis postear en la "Radio" :D
-Tranquila, en cinco minutos llegamos, puedes cronometrarlo, he hecho este trayecto mil veces.
5:00
El coche avanza a toda velocidad por el polvoriento camino vecinal, los bajos rozan contra los matorrales y las piedras más altas, las luces cortan la oscuridad como un cuchillo pero no son lo suficientemente potentes para vencer una noche cerrada en medio del campo sin ninguna iluminación urbana cerca.
4:32
De pronto un bache aparece frente al coche, un frenazo demasiado corto y demasiado tardío suena entre el ruido del motor pero la velocidad y la grava suelta hacen que ni se note el pisotón sobre le pedal del freno; el coche salta, suena un crujido enorme y el coche pasa sobre parte de su propio paragolpes delantero
-Joder, me he astillado los putos bajos, con la pasta que me costaron
-Olvidate ahora de eso y no te pares, por favor no te pares
3:51
Tras algunos baches más el coche sale del camino y se incorpora a una carretera estrecha y abandonada, una vez allí el coche avanza a más velocidad, la radio vuelve a recuperar frecuencia pero solo recibe la señal de los militares de que todo el mundo se acerque a los "puntos seguros" y se aleje a toda costa de los infectados, es el mismo mensaje que lleva sonando una semana.
3:04
-Una mierda me voy a meter en el punto seguro ese, dicen que lo han puesto en el puerto pero allí no cabemos todos, para que me encierren con mil tios más en una celda y me metan 50 inyecciones contra el virus ese
-Pues a mi me da que ni con vacunas, mi tio vió a la policia cargarse a uno de los infectados esos y dice que incluso le remataron en el suelo, luego se llevaron a una mujer a la que había mordido y no tenian pinta de ir a vacunarla
2:37
El coche llega por fin a una rotonda cortada, el vehiculo frena y pasa por encima de la rotonda, arrancando del todo el paragolpes y uno de los bajos del lateral, luego vuelve a acelerar al entrar al acceso a la autovia pero una nueva barricada hace que tengan que pasar por la cuneta, los retrovisores vuelan al pasar por el lugar más estrecho y los laterales reciben diversos arañazos
-Mierda, mierda, mierda y mierda, me estoy dejando el puto coche
-Tranquilo cari, ya lo arreglaremos cuando todo esto pase
1:49
El coche avanza a 160Km/h por la autovia completamente desierta, solo se divisa un pequeño resplandor procedente de la ciudad que queda a sus espaldas, tan solo quedan 4 salidas para llegar al desvio que buscan, luego un pequeño paseo y llegaran a la enorme urbanización, allí estaran a salvo
-Ya queda poco, esta carretera la tengo controlada, la subo todos los findes y no me han adelantado en la puta vida, bueno, una vez un capullo con un Audi, espero que se lo hayan cargado los infectados esos.
1:22
De repente los faros del coche iluminan una silueta tambaleante plantada en medio medio de la autovia, el conductor pisa el freno y el chillido retumba en la silenciosa noche
1:20
El coche apenas se detiene con tan poco tiempo para frenar, el cuerpo del infectado se estampa contra el morro y el parabrisas, la chapa se deforma, el cristal se astilla, el radiador y el motor se deshacen y una lluvia de liquidos y sangre salta por todos lados, trozos de vehiculo y restos humanos vuelan en todas direcciones, el capó se abre y sale planeando hacia el cielo
1:16
Tras el impacto a más de 140km/h el coche gira bruscamente y rebota contra la mediana, la rueda izquierda salta en pedazos, el coche se pone de lado y comienza a dar vueltas de campana, los ocupantes se tambalean y rebotan por el interior del vehiculo, una segunda rueda se desprende y cruza la carretera, la puerta derecha se abre y queda machacada contra el suelo, los faros hacen mil piruetas e iluminan en todas direcciones hasta que por fin el coche se detiene y el silencio y la oscuridad vuelven a reinar
0:17
-Cari, estas bien, cari? joder, no . . .
El cuerpo de la mujer esta machacado y medio sujetado en su asiento, uno de los cinturones de seguridad, réplica de los utilizados en competición y que distan mucho de rendir como los originales se ha roto con lo que medio cuerpo salió del vehiculo mientras daban vueltas de campana, si el asfalto puede arrugar un coche que no puede hacerle a una persona.
El conductor se incorpora como puede e intenta salir del coche, antes de que pueda reaccionar unos brazos tiran de él hacia fuera, intenta darle las gracias a la persona que le ha salvado pero sus ojos solo le cruzan con una mirada muerta cargada de odio y ansiedad
0:00
Entre los gritos del conductor al ser despedazado a dentelladas por un par de infectados, el ruido de la carne y la sangre al salir en todas direcciones y los gemidos de los infectados se escucha un pitido repetitivo, una alarma avisa, han pasado 5 minutos
Autor Vivo Muriente, de http://apocalipsiszombie.com
Solos en el espacio
Cuando Thomas Arthur Reiter tenía siete años su padre lo llevó al acuario de Francfort. Su familia estaba pasando por dificultades económicas por aquella época, pero su padre le sorprendió con esa visita como regalo de cumpleaños. Él, como el buen chico educado que sus padres esperaban que fuera, tuvo que callar que no le gustaban los peces para evitar desilusionar a su padre. Salió a la calle agarrado de la mano de su progenitor aquel frío día de febrero y enfiló con el resto de su familia hacia el acuario.
Había pocas personas debido a la época del año, pero aún así disfrutó más de lo que esperaba. A través de la luz tenue de los habitáculos de cristal, vio grandes grupos de peces tropicales multicolores que se arremolinaban en las aguas aclimatadas de las peceras, formando figuras aleatorias y danzando al compás de un ritmo desconocido. Thomas pensó en lo mal que deberían sentirse, lejos de sus lugares de origen y expuestos ante un público curioso y desconsiderado. Recordaba especialmente a un niño gordo que iba acompañado por su madre. Golpeaba de forma repetida el cristal de las peceras, esperando que los peces más grandes hicieran algo gracioso. Aquel chico no tenía consideración alguna, se decía a sí mismo. No entendía como alguien podía molestar tanto a aquellos pobres animales sin darse cuenta de que, en el fondo, no estaban por gusto, sino que estaban encerrados y no tenían ningún sitio al que ir.
Así se sentía ahora mismo: como en una puta pecera. Cuarenta y cuatro años más tarde rememoraba aquella sensación de cautividad y la sentía como propia en toda su magnitud, a casi 350 kilómetros sobre la superficie terrestre. Hacía ya más de dos semanas del último contacto con el centro de mando en la Tierra, y ni él ni sus otros dos compañeros en la Estación Espacial Internacional sabían nada del mundo exterior. Al principio habían pensado que habría sido algún problema electrónico, pero eso debía de haberse solucionado entre el primer o el segundo día de incomunicación. Luego sopesaron un hipotético ataque terrorista pero lo descartaron enseguida: después del 11-S la probabilidad de que esto sucediera era mínima. Lo único que podían hacer era sentarse y esperar a que les rescatasen, confiando en que pronto se restablecerían las comunicaciones y volverían a la normalidad.
Llevaban dieciséis días exactos sin saber nada, excepto que algo iba mal. Habían visto algo parecido a explosiones en China, incluso les había parecido ver (Dios no lo quiera) algo parecido a una nube radiactiva en un área de Brasil donde su compañero, el ruso Pavel Vinogradov, aseguraba que existía una central nuclear. Y lo peor de todo aquello era la impotencia, la seguridad de saber que, si algo ocurría en la tierra, ellos no podían percatarse de nada. Comparados con la inmensidad del planeta, ellos no eran más que una mota alejada de la realidad de la Tierra, un punto aislado que, dicho de paso, dependía de sus compatriotas y sus provisiones para sobrevivir. Unas provisiones que, si no llegaban pronto, les dejarían a ellos dos y a la estadounidense Jesse Williams sin nada que comer o beber. Las reservas estaban agotándose y ellos no podían hacer nada, tan solo esperar y tener fe.
Tenía un humor de perros. La situación se agravaba a cada día que pasaba, y sus compañeros no hacían nada por mejorarla. Vinogradov cada vez estaba más huraño y paranoico, insistía en la necesidad de escapar de ahí y volver a la Tierra, algo ilógico ya que, aunque consiguieran atravesar la atmósfera sin desintegrarse en el camino, sin la guía la base de operaciones tenían un 75 % de posibilidades de caer en alguna parte alejada de tierra firme y un 25 % restante de acabar estrellados contra algún lugar de la corteza terrestre. Por su parte, Jesse hacia un esfuerzo considerable por aparentar normalidad y seguir con el día a día, pero su fortaleza se desmoronaba cada vez más. Incluso el propio Thomas estaba cayendo en un estado paranoico bastante agudo. Hacía más de cuatro días que no conseguía enlazar 3 horas de sueño seguidas y lo máximo que podía hacer era echar siestas intermitentes a cada intervalo que sus parpados le pedían tregua. Además, la estación espacial cada vez le parecía más imponente, titánica. Las paredes se agigantaban y a cada ruido que notaba giraba la vista para mirar temeroso al mobiliario de la instalación, acobardado por algún hipotético asaltante que estuviera acechándolo, listo para atacarle.
“¡Maldita sea!”- pensó Thomas. Enfurecido, tiró la herramienta que tenía en mano para descargar la ira acumulada e intentar alejar aquellos pensamientos. El utensilio salió disparado para luego rebotar en la pared que había delante, continuando su camino sin fuerza que lo parase. Tuvo que volver a cogerla para no dañar la estructura de la sala donde se encontraba y la dejó en su caja correspondiente, bien amarrada. Necesitaba hablar con alguien para despejar la mente. Vinogradov no era una opción, bastante tenía con tener que aguantar sus desvaríos sin pegarle un puñetazo en la cara. Al final optó por buscar a Jesse, que debía estar en el modulo Zvezda, en los dormitorios. Cuando quería, la americana sabía tener una conversación agradable y simple que conseguía hacer menos tenso su encierro.
El camino hasta allí fue silencioso. Distraído, pensó en la electricidad de la Estación Espacial. Los paneles solares podrían aguantar un tiempo relativamente largo sin mantenimiento: salir de las instalaciones no era una opción viable sin el debido control desde la base de operaciones en la Tierra. Aún así, pondría la mano en el fuego para asegurar que seguirían operativos incluso después de que ellos muriesen de inanición ante la falta de provisiones.
Pronto empezarían a racionar la comida. Uno esperaba morir en el espacio por un fallo técnico o de seguridad, no por falta de provisiones. Bueno, puede que no supiese qué pasaba exactamente en la tierra, pero estaba seguro de que ahora casi nadie tendría acceso a la electricidad. Ante aquel pensamiento, le vino la imagen de una tierra iluminada por billones de bombillas en las principales ciudades del mundo, proyectando su luz conjunta al exterior. Ahora la tierra estaba oscura y silenciosa, como muerta. Como odiaba estar encerrado entre aquellas cuatro paredes viviendo en la ignorancia…
A medida que se acercaba al módulo de los dormitorios, un sonido creciente empezó a llegar a sus oídos. Preocupado, revisó todos los habitáculos hasta que halló la fuente del ruido: Jesse estaba llorando. Es curioso ver llorar a alguien en total ausencia de gravedad. Las lágrimas no resbalan por las mejillas, simplemente se acumulan debajo de los párpados, flotando hasta que otra las empuja más hacia el exterior. Él había experimentado ese fenómeno y, cuando abrías los ojos, tenías la sensación de estar buceando en una piscina, viendo como todos los componentes de la estación quedaban deformados en unas grotescas formas onduladas.
- Jesse ¿Te encuentras bien?-Ante la pregunta, la estadounidense alzó la cabeza y cesó su llanto.
- Oh Thomas, tienes que ayudarme. El jodido ruso está loco. Lo sorprendí saliendo de su dormitorio a escondidas. Lleva días intentando poner a punto el transbordador para escapar de la estación. Intenté detenerle pero me golpeó y me desmayé. Dios mío, no hace más que decir sinsentidos, Thomas. Balbucea para sí mismo, ha perdido totalmente la razón. Yo, yo…
- “Oh mierda”- Pensó Thomas.- Escucha Jesse. Tal vez aun podamos hacerle entrar en razón. Es una locura intentar escapar de aquí. Casi con toda probabilidad moriríamos al entrar en la atmósfera. Debemos impedir que cometa ese suicidio. Vamos hacia el modulo de atraque.
Jesse pareció serenarse al oír sus palabras de ánimo. Sin embargo, Arthur no podía parar de recriminarse en su interior mientras avanzaban hacia su destino. ¿Cómo habían podido estar tan ciegos? Los dos habían perdido tanto la noción del estado de la estación espacial que ni siquiera sospecharon cuando Vinogradov les decía que iba a efectuar unas “operaciones rutinarias” de mantenimiento. Comunista hijo de puta, le había subestimado demasiado. Pero de esta no salía impune, claro que no. Si no atenía a razones, le iba a partir cada hueso de su cuerpo hasta que no pudiese intentar ninguna otra insurrección estúpida.
Tardaron menos de lo previsto en llegar a su destino. Las herramientas del módulo de atraque estaban esparcidas por toda la habitación. En una esquina, Vinogradov tenía puesto el traje de astronauta desprovisto del casco, ajustándolo todo lo posible.
- ¿Planeas salir? ¡Estás loco! ¡Morirás ahí afuera!
- ¡Cállate! De todas formas moriremos si seguimos aquí encerrados.- Los ojos de Vinogradov estaban desorbitados, inyectados en la más absoluta de las paranoias. - ¿Es que no lo entiendes? Sea lo que haya pasado ahí abajo, no vendrán a buscarnos. Se han olvidado de nosotros.
-Aun así.- Thomas intentaba mantener la calma mientras echaba furtivas miradas a Jesse.- Piénsalo con claridad. No podemos usar el transbordador. Para empezar no está diseñado para ser tripulado por personas, y sin ayuda de un control en la Tierra moriríamos a la deriva flotando en algún océano.
Vinogradov soltó una risa histérica y les miró con asco antes de empezar un discurso de sinsentidos que él dejó de escuchar cuando sintió el frio tacto del metal tras sus espaldas. No sabía cómo, pero Jesse se las había arreglado para acercarle una llave hidráulica por la espalda. Con un asentimiento silencioso, asió la herramienta y esperó el momento idóneo para atacar y dejarle inconsciente. Finalmente, cuando el ruso giró la cabeza mientras monologueaba sobre la incompetencia de los occidentales, se abalanzó sobre él.
Vinogradov alcanzó a esquivar el ataque a su cabeza por un instante, sufriendo el golpe en uno de sus brazos. El ruso le pegó un puñetazo en la tripa al americano y ambos se enzarzaron en una lucha mientras flotaban en el aire. La fuerza física de Vinogradov era claramente superior a la de Thomas, y al primer descuido del americano, recibió un derechazo que lo mando contra la pared, estrellándose contra unos aparatos de regulación internos de la nave. Tenía la vista borrosa, y solo alcanzaba a ver diminutos puntos negros entre su mirada borrosa. Una mano etérea le agarraba del pecho mientras otra se echaba hacia atrás para lanzar el último golpe. Al fondo, la tierra brillaba a través de un cristal, mostrando toda su belleza. Thomas sonrió y cerró los ojos, quería retener aquella imagen como la ultima de su vida. Así, y con la consciencia cada vez más débil, se preparó para sentir aquel último golpe, en paz.
Un golpe metálico resonó en la instancia y Thomas abrió los ojos. Ante él, el cuerpo de Vinogradov flotaba inerte mientras Jesse sostenía la llave hidráulica que había perdido durante la pelea, observando la escena con una mueca de horror. La sangre brotaba de la parte trasera del ruso, formando una espiral curiosa y oscilante. Las sombras le envolvían y, antes de perder el sentido, rememoró aquel preciado recuerdo de la visita al acuario con su padre, viendo como los dedos rechonchos de aquel chico golpeaban insistentemente el cristal, asustando a los peces mientras él era engullido por la nada.
***
Habían pasado veinticuatro horas desde la muerte de Vinogradov. Jesse le acostó en su habitación y llevó el cuerpo del ruso a un almacén de la estación. Cuando despertó, encontró a la estadounidense sentada junto a él, con marcas en los ojos de un llanto reciente. Decidieron soltar el cadáver al espacio, a modo de entierro. Ambos permanecieron en un profundo silencio mientras veían como se alejaba de la órbita de la estación. Cuando ya solo era un punto trémulo en el espacio, se abrazaron mientras pensaban en el futuro que les deparaba.
- Y ahora ¿Qué hacemos?
- Esperar.- Dijo Thomas.- Nos quedan suficientes provisiones para aguantar dos semanas. Como último recurso, podemos intentar volver a la Tierra con el transbordador, pero seguro que no hará falta. Ya verás como dentro de poco vendrán a buscarnos. Tienen que venir a buscarnos…
Intentó sonreír, pero en su lugar consiguió una mueca grotesca. En su lugar, apretó más el cuerpo de su compañera contra el suyo, buscando su silenciosa compañía. Estaban solos en aquel lugar y, más que volver a la tierra, lo que Thomas deseaba por encima de todo es que Vinogradov no volviera de entre los muertos, golpeando el cristal de la estación en busca de venganza.
Déjame hablarte de La Película
Es más real que la realidad, imágenes tridimensionales de un modo que ningún cine nunca podría ser capaz de igualar. Tiene sonido y color y olor y luces y sería un milagro del negocio del espectáculo / entretenimiento moderno si la historia fuese mejor.
La Película empieza bruscamente, In Media Res,si recuerdo correctamente mis clases de redacción- en el meollo del asunto. Sin título, sin créditos.
La cámara se mueve abruptamente en ocasiones y el director aparentemente se mofa de aquellos que incluyen escenas sin sentido o usan múltiples ángulos. La atmósfera lo es todo – es importante, pero tarda en conseguirse. No hay música, solo los callados sonidos del atardecer junto al sonido de caminar de alguien que anda por la calle con pies pesados.
¿Recuerdas que dije olor? Bien, al igual que en las películas en 3D del pasado, el truco ingenioso de este cine es el olor. Oye, combinar buena tecnología y trucos baratos es una tradición existente desde hace mucho tiempo en el mundo del espectáculo. En cualquier caso, los diferentes olores eran absolutamente reconocibles. El tubo de escape de un coche solitario que pasa es definitivamente perfecto. La rama caída de una azalea tiene el mismo sabor picante que en realidad.
Hay algo implacable en el movimiento de la cámara mientras la perspectiva continua hasta la calle y me muevo entre el presentimiento y el aburrimiento a la vez. De repente, los fuelles del olor se encienden a toda potencia y casi me tambaleo por un abrumador olor que enmascara a los otros. Es familiar y extraño a la vez e intento adivinar que puede ser. Me doy cuenta de que el Director esta reemplazando la banda sonora normal por una sinfonía de olores y mi opinión sobre él gana enteros. Probablemente nunca le devolverá el dinero que le costó producirla, pero puede que gane algún premio o dos.
Ahora, la cámara comienza a moverse realmente, a través de la puerta que hay en una valla (blanca, hecha con estacas, muy de los 60 en la América Central), pasa junto a la bicicleta de un niño y va hacia la puerta principal. La cámara se acerca y se aleja de la puerta, cada vez acompañada del ruido de fuertes golpes. La puerta finalmente cede ante el aporreo y la escena se despliega; un cuarto de estar a la derecha, la puerta de la cocina a la izquierda, un pasillo y unas escaleras. El olor viene de la izquierda y, de forma predecible, la cámara se mueve hasta la cocina.
Por fin aparece una de las estrellas. Mujer, atractiva, vestida con un camisón (¿por qué siempre en camisón?) y vagamente familiar. Ah, bueno, las actrices van y vienen y pocas consiguen dejar huella. Sin embargo, la mirada de terror en su cara se merecía un Oscar, por lo que esperaba que pudiese ver más de ella. Estaba gritando, “¡Bill, por el amor de Dios no! ¡Por favor no!” Su voz se quebró en la última palabra y no aplaudí por mi respeto innato por la ortodoxia cinematográfica.
La cámara se movió hacia ella, gritó de nuevo y salió corriendo. ¡Que artilugio tan maravilloso era el generador de olores! La mezcla de pistas visuales y olfativas estaba hecha de manera maravillosa. Era obvio que el olor provenía de lamujer y me pregunté si era genuinamente suyo o si había sido creado especialmente por el estudio.
¿Serían los actores y actrices elegidos no sólo por su talento y apariencia, sino también por lo bien que olían? Si era así, algunas de las grandes estrellas de hoy en día deberían buscar nuevos empleos, de acuerdo con los rumores que he oído.
La cámara sale afuera por la otra puerta de la cocina, recorre el pasillo y sube por las escaleras.
Una puerta se cierra fuera del campo de visión, pero la cámara rastrea el olor como un sabueso.
El “aporreo de la puerta” fue más corto esta vez (una puerta de interior más ligera) y la cámara entra en el dormitorio. Vacío, por supuesto. La tradición pedía que el perseguido se refugiase en el cuarto de baño en este momento. Ella pretendía permanecer callada, enmudecer su ahogada respiración, pero por supuesto el personaje no se daba cuenta que su propio olor corporal la delataba. Incluso ser invisible tampoco le hubiese ayudado. ¡Una poderosa sacudida y la puerta quedó colgada por las bisagras!
Su grito era penetrante, con mucho el mejor que jamás había oído. Desesperadamente, ella intento ajustar sus prietas carnes a través de la pequeña ventana del baño. El Director nos obsequiaba con toda una toma gratuita de piernas flagelantes y glúteos desnudos antes de que fuese arrancada por la fuerza de su vía de escape y golpeada contra el suelo. Sin aliento, continuaba la lucha hasta que su cabeza chocó contra el suelo de porcelana.
Durante un único hermoso, maravilloso momento, podías ver que ella sabía que su destino estaba claro. La última cosa que dijo fue “Bill” y entonces un primerísimo primer plano oscureció su cara. Había algo de movimiento envuelto en las sombras y cuando la cámara se separó, ya no era la belleza que había sido. Le habían arrancado a mordiscos la mitad de la cara, la mitad de su cuello había desaparecido y su cuerpo todavía se convulsionó una o dos veces grotescamente. Lo que quedaba de su sangre estaba empapando el suelo cuando su corazón dio su último latido.
Me encontré a mí mismo gruñendo hambriento y sospeche que aquello era una broma macabra del Director o un esfuerzo a destiempo de la dirección del cine para vender mas palomitas. ¿Has oído hablar de los mensajes subliminales? ¿Funcionaría con olores subliminales? De todos modos los olores fueron desapareciendo, y la cámara se mantuvo fija en el cuerpo. Otra toma gratuita de su salto de cama empapado de sudor y probablemente de orina, haciéndolo prácticamente transparente. El encargado de los maniquíes / modelos había hecho un trabajo magnífico, era exactamente igual que la actriz. Debían haber hecho un corte durante el plano corto, pero no me había dado cuenta.
Entonces, después de que el aburrimiento hubiese comenzado a asentarse de nuevo, el cuerpo se sacudió. De forma descoordinada al principio y luego con mayor control y seguridad. ¡De repente los ojos se abrieron de golpe! Tenía una mirada que parecía tan terriblemente intensa como desenfocada. Era escalofriante y extraño y prometí que encontraría el nombre de la actriz para poder buscarla en el futuro. De repente un nombre se me vino a la mente, Diane. Ella consiguió ponerse en pie, con su cabeza caída hacia un lado (por la pérdida de músculos en el cuello, estaba seguro) y salió dando tumbos por la destartalada puerta.
Busque el nombre de “Diane” en mi cabeza, intentando unirlo a un apellido. Lo tenía en la punta de la lengua, pero se negaba a salir. ¿Una actriz de películas de serie B? ¿Una actriz secundaria? ¿Una estrella extranjera? Mientras batallaba con ello en mi mente, la cámara (y Diane Loquesea) se movía a tropezones por la calle. Había docenas de gente moviéndose a trompicones ahí fuera. Todos mostraban signos de ataques y agonía. La escena era completamente clásica. O era el peor caso de plagio o el mejor homenaje que podía imaginar.
Cada uno de los ojos tenía la misma mirada que los de Diane, enfocada y desenfocada. De algún modo estaba desilusionado, no había tantos buenos actores capaces de adoptar aquella expresión, por lo que debía haber sido un truco de efectos especiales.
El sonido en el teatro se había mantenido bastante bajo, probablemente para aumentar los efectos visuales y los olores, pero ahora podía oír un profundo gemido que provenía de los actores que arrastraban sus pies. Estaba lleno de un desolador sentido de perdida y quede atónito por como tal emoción podía proceder de un sonido tan sutil. La cámara hizo una panorámica en la que se vio un buzón mientras pasaba. En una cuidada placa de madera grabada a fuego que colgaba por debajo podía leerse “Bill y Diane Reynolds”. Aquello era extraño, pensé que el nombre de la actriz era Diane, no el del personaje. Definitivamente no había visto aquella película antes... ¿coincidencia?
Diane se unió a la muchedumbre de cuerpos dañados y desmembrados y anduvo arrastrando los pies por las calles. Había un olor a humo y el lamento lejano de la alarma de un coche. Entonces otro olor, incluso más intenso, me golpeó. La cámara tomó una panorámica de una casa sobre un árbol. ¡Allí!
El objetivo subió por el árbol y entró de la casa. En el rincón de atrás una niña estaba en cuchillas, aparentaba trece años, con sus ojos fuertemente cerrados y sus manos tapándose los oídos con fuerza. Miraba a hurtadillas cuando la escena cambió y susurró en una voz que estaba llena de miedo y angustia pero con un minúsculo temblor de esperanza. “¿Papa?”
Cerca de ella había un pequeño espejo y la cámara se pauso ahí por un momento. En otra pizca de trucaje de Hollywood, era como si no hubiese cámara, ni nadie que la manejara. Un hombre estaba de pie enmarcado en el espejo de marco rosa. Llevaba un traje de dos piezas. Obviamente era un hombre de negocios; incluso llevaba corbata. Apenas podrías notar la sangre que salpicaba su frente en la oscuridad del temprano atardecer.
La cámara se volvió hacia la niña mientras esta susurraba de nuevo “¿Papa?” con un sentimiento de tristeza tal que me hizo querer alcanzarla y reconfortarla. ¡Que interpretación! Me recordaba a mi propia hija.
Oh Dios.
Oh Dios, no.
Empleé cada pizca de fuerza de voluntad que tenia para parar mi cuerpo. Era como si fuese solo el espectador. Mis brazos alcanzaron a mi pequeña Bárbara en una patética parodia de afecto cuando la vi sacar la pistola. Era la mía. La había comprado para nuestra protección hacia ya algunos años y se había llenado de polvo en la estantería del armario. Fuera de alcance, pensaba.
La primera bala me golpeó en el pecho, la siguiente me voló la mandíbula inferior. Creo que ella dijo algo mientras la última entraba en mi cráneo a través de un agujero muy pequeño y salía por otro mayor. Curioso, no podía sentir ningún dolor, ni siquiera pude sentir cuando me caí, pero debí caer.
Ya no podía oír ni ver, y aquel olor sutil y seductor se iba desvaneciendo gradualmente hasta desaparecer.
El cine esta oscuro.
No hay títulos de crédito.
La Pelicula, por John Karakash
¡Otro pedazo de Relato! De la mano de Edge.
Este es un pedazo de Relato, o al menos a mi me lo parecio.
EN EL METRO
Ahora, sentado en el vagón, me doy cuenta que no ha sido buena idea usar el metro esta mañana.
El hombre que está sentado delante de mí, tiene cerca de cincuenta años. Lleva una gorra negra y una cazadora de aviador con piel vuelta. Como la mayoría de los ocupantes del vagón lleva una pequeña mochila. Lo suficientemente pequeña para no retrasarle en su huída y lo suficientemente grande para llevar sus objetos más valiosos. Probablemente joyas y el dinero que haya podido reunir.
Creo que está solo, al menos en los veinte minutos que llevamos encerrados en el vagón, no ha hablado con nadie. Está abrazado a la pequeña mochila y creo que se está quedando dormido porque ha ido reclinado su cabeza lentamente hacia atrás.
Hace un calor infernal, el vagón se ha quedado detenido en medio de dos estaciones. Por la megafonía, han dicho que hay un problema en la siguiente estación y serán unos minutos de espera.
Con el vagón atestado y sin recirculación de aire, la espera se está haciendo eterna.
Al encender la radio, a primera hora de la mañana, dieron la noticia de que las autopistas y autovías se han colapsado esta noche. El metro se convirtió entonces en mi única opción de escapar de Madrid.
El pánico a la infección terminó de cundir entre la población. A pesar de los esfuerzos del gobierno por ocultarlo, la realidad se ha hecho patente, lo que comenzó como rumores y noticias aisladas hace unas semanas se ha convertido en una pandemia de proporciones desconocidas. La infección, el temor irracional codificado en nuestros genes a los muertos vivientes ha resultado ser una horrosa e implacable realidad.
Quién sabe si su origen está en el principio de los tiempos o en un perdido laboratorio. La realidad es que se ha extendido por todo el mundo. Se ha alimentado de la masificación de las grandes ciudades y de la facilidad para desplazarnos de un extremo al otro del mundo trasladando la cepa de la enfermedad.
Las noticias de muertos vivientes eran tan inverosímiles, que yo mismo no me lo creí, hasta que, la semana pasada, pude ver con mis propios ojos como una mujer atacaba a mordiscos a los clientes de un supermercado. Y como posteriormente una de sus víctimas, moría y se reanimaba ante nuestros ojos.
El ejército llegó antes de que la escena se repitiera, solucionando el problema expeditivamente. Es evidente que los casos se habían multiplicado de tal manera que la situación se había escapado de su control. En los últimos días su presencia se ha reducido a los lugares estratégicos, como las estaciones de ferrocarril, metro y el aeropuerto.
Vuelvo a fijar mi atención en el hombre de la gorra. Su cabeza sigue reclinada, pero la gorra no me deja ver sus ojos. Me fijo en su garganta y en su pecho. Cuento para mis adentros los segundos que transcurren entre cada inspiración y expiración.
Un pequeño golpe en el vagón, seguido de un chasquido metálico, nos indica que el convoy se ha puesto en marcha. Con un poco de suerte, pronto llegaremos al aeropuerto.
Es posible que el hombre de la gorra esté profundamente dormido, pero cada vez transcurren más segundos entre cada una de sus exhalaciones. Recorro detalladamente con la vista las ropas del hombre y mis temores se confirman cuando descubro horrorizado como un pequeño hilo de sangre, parcialmente coagulada, está resbalando lentamente por la bota del hombre. Probablemente, debajo de su pantalón hay un vendaje que oculta una herida. Una herida oculta solo indica una cosa, un mordisco.
La garganta del hombre de la gorra ya está inmóvil y creo distinguir como ha adquirido un color ligeramente azulado.
Puedo ver a través de la ventanilla la claridad que indica la salida del túnel. Se que esto significa que la estación del aeropuerto está ya muy cerca. Me fijo en la chica joven que está sentada al lado del hombre de la gorra. La pobre mujer se encuentra demasiado ocupada intentando calmar el llanto desconsolado de su bebé, como para caer en la cuenta de que el viajero de su lado ha dejado ya de respirar.
Por unos segundos dudo si avisarla, llegando a elevar la mano y carraspeando para humedecer mi garganta seca por el pánico. Pero recapacito. Casi no tengo espacio para moverme y el ruido del vagón hace imposible avisarla sin gritar, lo cual evidentemente alertaría a todo el pasaje. ¿y luego que? ¿pánico generalizado? ¿Una avalancha?
No, rectifico y decido no avisar, a penas ya faltan unos metros, en pocos segundos las puertas se abrirán y podremos salir. Rezo para que el hombre de la gorra se mantenga muerto unos minutos más. Cuando salgamos avisaré a los guardias, ellos sabrán lo que hacer con él.
Me levanto de mi asiento deseando que se abran las puertas. Empujo a un señor cargado con una pesada maleta de piel y consigo hacerme un hueco hasta la puerta. Ya faltan pocos segundos, pronto estaré a salvo.
Hecho un último vistazo al hombre de la gorra, su garganta y su cara ya son de un color totalmente azul y están surcadas de las mismas gruesas venas color cían que recuerdo adornaban la piel de aquella mujer del supermercado.
Mis temores se confirman y sus manos comienzan a temblar, seguidas por sus piernas y su cabeza. De su nariz, ojos y oídos rezuma un líquido negruzco y viscoso. Puedo ver como sus dedos se tensan y agarrotan a la vez que su mandíbula se desencaja en un gesto pavoroso.
La mujer del bebé ya se ha dado cuenta de que el averno está despertando a su vera. Así como los viajeros más cercanos a ellos, provocando, como había intuido, un intento generalizado de alejarse del infectado. Aprisionándome por consiguiente todavía más contra la puerta del vagón.
El convoy ya se ha detenido y mi corazón da un vuelco de alegría cuando veo a través de los cristales como en el andén hay muchos militares esperando, ellos sabrán lo que hacer.
A mi espalda gritos de horror y unos gruñidos escalofriantes me indican que el hombre de la gorra ya ha comenzado su festín.
Las puertas se abren de par en par y casi sin tocar el suelo la presión de la multitud me catapulta el primero fuera del vagón. Me abalanzo en busca de protección sobre el primero de los militares que aguardan en el andén.
Para mi desconcierto siento que el militar me abraza, en lo que interpreto como una reconfortante muestra de afecto. Hasta que acierto a distinguir en su rostro unas gruesas venas de color cian
De Alexregistro del Foro de Apocalipsis Zombie
""Ambientacion""
Es una broma :D
El último internauta
No puedo salir al mundo real. Mis limitaciones me impiden salir fuera de las cuatro paredes que me tienen encerrado. Aun así, no permanezco ajeno a todo lo que pasa en el mundo. Sé que la humanidad ha caído y que una especie de Apocalipsis ha devastado la vida tal y como la conocemos, sustituyendo a la especie humana por unos seres que no tendrían que existir, formas de vida que, aunque tendrían que estar muertas, siguen caminando, en una especie de limbo entre la vida y la muerte. Puede que la Tierra esté en sus manos, pero hay algo a lo que todavía no han llegado y que será inaccesible para ellos siempre. Un mundo paralelo a éste, tal vez una de las mayores invenciones que el hombre ha podido jamás. Me estoy refiriendo, por supuesto, a Internet. Internet, al contrario de lo que podríais pensar, no ha desaparecido, y yo estoy aquí para contarlo. Soy uno de los últimos internautas en activo y esta es mi historia.
La vertiginosa caída de Internet ocurrió a la par que la llegada del llamado Apocalipsis. Debido a mis limitaciones físicas, tuve que usar esta herramienta para informarme de lo que pasaba en los rincones del mundo. Al contrario de lo que suelen pensar la gente cuando me conoce, soy un ser curioso y, aunque el Apocalipsis no me tocaba todavía demasiado, asistí con gran nivel de detalles a lo que acaecía sobre la civilización. Vi fotos, leí y releí artículos sobre el inicio de la infección, escuché noticias grabadas sobre las decisiones que tomaban los líderes mundiales y presencié como, poco a poco, aquellas medidas iban cayendo mientras la sociedad se sumía en el caos más profundo.
Internet aguantó más de lo que pensaba, su gigantesca maquinaria supo funcionar un tiempo hasta que fue apagándose en un efecto dominó. Dos de los grandes buscadores de la red, “Google” y “Yahoo!”, dejaron de funcionar el 23 de enero. Después de aquella perdida, otros servidores fueron desplomándose ante la falta de electricidad o la destrucción de sus sedes. Así, la llamada “red de redes” enmudeció sin remedio, dejando incomunicadas a los pocos supervivientes que aún seguían en sus casas. Sin embargo no me rendí, sabía que Internet no había muerto. Era capaz de oír su voz todavía: débil, pequeña y casi inaudible para el resto de los mortales, llamando con un hilo de voz a los que todavía estuvieran dispuestos a escucharlo. Y así fue como lo encontré, el último reducto de aquel entramado cibernético fantasmagórico, un pequeño foro donde se reunían los escasos personajes que habían sido capaces de encontrarlo.
El dueño de aquel foro había sabido utilizar bien los pocos recursos que tenía a mano. Creó una compleja red en la que registró miles de dominios (muchos de ellos que, antes del Apocalipsis, ya existían) e hizo que todos redirigieran a los posibles internautas hacia el lugar de interés. Simple pero efectivo.
Me registré él y, sin contarme a mí, había otros cinco usuarios. El administrador, una persona a la que nos referiremos a partir de ahora por su Nick en el foro (“Gaunt”), vivía en un bloque de apartamentos situado a las afueras de una población en la meseta sur de España. Debido a que su edificio fue equipado con unos paneles solares durante la construcción, tenía acceso a la electricidad que le proporcionaban la totalidad de los relucientes aparatos instalados en el techo del edificio. Junto a él, quedaban otros cuatro usuarios: “Alice”, la única mujer del foro; “Silver” y “Brian”, dos hombres residentes en EEUU, y “Serj_Odajian”, un armenio afincado en una urbanización a las afueras de Ereván que, como pude comprobar por sus mensajes, no tenía ni idea de inglés o español, por lo que su participación en el foro quedaba bastante mermada. Así estaba la situación cuando entré yo y, aunque al principio les generaba bastante desconfianza, poco a poco fueron abriendo sus corazones para luego tratarme con amabilidad.
El primero en desaparecer fue Serj. Simplemente un día dejó de enviar mensajes y, al cabo de tres días supusimos que, o bien había dejado la seguridad de su refugio para escapar de aquel infierno, o bien porque lo habían atrapado y se había convertido en uno de ellos. Los dos estadounidenses, en cambio, fueron alimentando una camaradería que los unió progresivamente y les llevó a intentar una empresa suicida: reunirse en algún punto del vasto país y largarse a Alaska, donde quizá las extremas condiciones de vida hubieran disuadido a los infectados en su imparable avance. La despedida fue emotiva, con grandes muestras de ánimo por parte de Gaunt y Alice. En mi opinión, al cabo de una semana ya serían pasto de los infectados. Bye bye, Silver y Brian. Nunca os llegué a querer lo suficiente.
Con esto quedamos tres. Por mucho que intenté evitarlo, poco a poco fui sintiéndome excluido del grupo por parte de aquel par tortolitos. Se amaban mucho, eso se podía entrever en sus mensajes a simple vista, y eso me hizo sentir un poco marginado, apartado de mis otros dos compañeros. Mi lengua natal es el inglés mientras que Alice, a pesar de estar ubicada en Alemania, hablada fluidamente el castellano al ser hija de inmigrantes españoles. Su relación fue avanzando rápidamente, hasta que hubo un momento en el que intercambiaban alrededor de cien mensajes al día, aprovechando la intimidad que les proporcionaba su idioma común. Así, y a través de lo poco que me contaba Gaunt (supongo que le daba pena excluirme del todo cuando ellos dos ya me habían cogido cariño), fui averiguando lo que estaban tramando: un suicidio conjunto, pretendían acabar con sus vidas el mismo día, a la misma hora.
Alice estaba en su pequeño refugio, rodeada de aquellos seres. Las entradas habían aguantado todo este tiempo, así que no era ningún problema. El tema de preocupación era la comida. Por lo visto, las provisiones de Alice estaban escaseando y sólo le quedaban para unos días, tal vez una semana si las racionaba. Gaunt estaba en una situación parecida pero, a diferencia de ella, los No Muertos no acechaban a su puerta. Lo planearon todo: ella moriría por sobredosis de somníferos y él utilizaría un revólver perteneciente a su ya fallecido (o zombificado) padre para acabar con su vida. Supongo que les parecería un final romántico, al fin y al cabo.
Hoy era el día acordado para el fin de sus días. Con la frialdad innata que poseía, esperé a que pasaran las horas y los minutos, expectante al desenlace de aquella historia. Así, y cuando ya pensaba que ambos había cruzado la puerta hacia el otro mundo, algo inesperado pasó: Gaunt inició sesión en el foro.
No había tenido el arrojo necesario para cometer suicidio. Consciente de la situación en la que estaba inmerso, llamó a Alice durante día y medió. Creó multitud de hilos llamándola. Escribió multitud de mensajes privados, rogándole que dejara alguna señal para que supiera que ella tampoco había podido suicidarse. Aún así, la respuesta no llegó y al segundo día Gaunt también enmudeció, dejándome sólo en aquel vasto entramado de cables y redes
***
-“¿Estás ahí?”
Gaunt había vuelto, después de casi tres días sin dejar ningún mensaje nuevo. Reanudé mi atención en el único amigo que le quedaba, preguntándome qué le había impulsado a volver. No le contesté, quería esperar a que me contara lo que quería decirme.
-“Presta atención”.- Escribió.- “Sé que no me contestaras, pero necesito que alguien me escuche. Llevo cinco días sin saber nada de Alice, y no me creo que se haya suicidado. La conozco y sé que no se ha matado. Debe haber pasado algo para que no haya sido capaz de comunicarse con nosotros. Su instalación eléctrica debe haber fallado o algo, yo que sé. El caso es que necesito verla, saber que está bien. Puede que sea un suicidio, pero me dirijo a reunirme con Alice y escapar de este infierno, juntos. Llevo comida para tres días y el coche de mi padre está aparcado ahí afuera. Hace tiempo que no lo conduzco, pero debe estar en buen estado. E vitaré los lugares poblados y, cuando se me acabe la gasolina, me las apañaré para continuar. Adiós amigo mío. Espero que, estés donde estés, sigas a salvo y funcionando por muchos años.”
Gaunt se desconectó, pero dejó encendido su ordenador, haciendo que el foro continuara operativo. Con un poco de suerte, las placas solares de la instalación durarán unos veinte años, asegurándome un tiempo de vida en la red bastante largo. Desde mi ubicación la electricidad no es un problema. De cualquier forma, seguiré al pie del cañón, consciente del trabajo que debo hacer y de mi situación.
Soy un bot, el último internauta del planeta. Estoy diseñado para hacer spam en los foros y, mientras siga operativo, seguiré mis ideales y continuaré la tarea que me fue encomendada. Esta es mi historia.
Autor: Trevas Fuente: http://apocalipsiszombie.com
Tiene mensajes Nuevos
Mensaje recibido el día 12 de Enero a las 14 horas, 32 minutos.
¿Hijo? Si, lo sé, no estás en casa. Llámame tonta, pero pensé que a lo mejor habías vuelto con antelación a casa y aún no habías avisado. Estoy preocupada por todo este tema del virus, pequeño. Parece que cada vez está en mas países, y aunque tu aún estás lejos, estoy algo angustiada por ti. Espero que regreses pronto y puedas llamarme. Te quiero, hijo.
Mensaje recibido el día 17 de Enero a las 21 horas, 49 minutos.
Hola, cariño. No estás aun en casa ¿verdad? Estoy muy preocupada, en serio. Hoy ha salido el Rey por la televisión y ha dicho algo de un tal Marcial. Estaba tan nerviosa que no he entendido lo que quería decir. Tu padre me lo ha explicado, desde hoy está prohibido salir a la calle de noche ¿te lo puedes creer? También he oído noticias de que el virus se está extendiendo demasiado por España, y también por Madrid. Aquí, ya se habla de disturbios y gente loca por la calle. Pienso que... aunque sea exagerado, quizás no está de más el toque de queda. Espero que cuando llegues y te encuentres todo esto, sepas reaccionar a tiempo y no te hagan nada malo. Te dejo, que tengo que ir a hacer algo de cena. Adiosito, pequeño.
Mensaje recibido el día 20 de Enero a las 12 horas, 03 minutos.
Hola. Esta vez si es un mensaje importante, cielo. Nos vamos de casa. El gobierno ha creado unos puntos seguros en los centros de las ciudades, para protegernos de la gente infectada. Hablan de que son muy agresivos y contagian a la gente normal con facilidad. Por lo que me dijiste, aun te quedan algunos días fuera. Espero que estés bien, cariño. No te preocupes por mi ni por papá, seguro que allí estamos bien. En cuanto lleguemos y sepamos exactamente dónde estamos, te llamaremos y te dejamos otro mensaje, si aún no estás. Por cierto, los móviles empiezan a fallar, a si que te dejaremos algún teléfono fijo del lugar. Ah! por cierto, tu hermana ha dicho que se quedará de momento en casa, la muy cabezota no quiere atender a razones y prefiere quedarse con el chulo de su novio. Si las cosas se ponen mas feas, por favor, cuida de ella. Te quiero mi niño, cuidate tu también.
Mensaje recibido el dia 22 de Enero a las 02 horas 59 minutos.
¡Por fin! Escúchame hijo, no te he podido llamar antes, llevo desde que llegamos haciendo cola para el teléfono público y mira que horas son. Aquí hay miles de personas y apenas hay teléfonos, ¡¡todo el mundo quiere hablar!! Óyeme cielo, estamos aquí, en el estadio de fútbol del Getafe. Nos tienen durmiendo en tiendas de campaña como si fuera un campo de concentración ¡¡Es tan indignante!! Para hablar con nosotros no tengo ni idea de lo que puedes hacer, creo que lo mejor es que vengas directamente si seguimos aqui encerrados. Aunque los rumores hablan de que cada vez la cosa pinta peor. Se dice que Toledo es un caos, que nadie está a salvo allí y cosas así. Por favor, hijo, ten mucho cuidado cuando salgas de casa. Pienso que quizás seria mejor que te quedaras en el chalet, allí al menos estás apartado de toda esta gentuza y vivirás mas dignamente. No abras la puerta a nadie, y no te fíes de la gente. Si puedes, ve a buscar a tu hermana, acabo de hablar con ella y sigue encerrada en casa. Dice que hay infectados merodeando por su calle, pero que está bien. Tienen comida para algunos días y dice que no me preocupe.. Ah! No salgas por la noche, el toque de queda lo cumplen a tiros, mi hijo. Espero que no te pase nada! Te tengo que dejar, la gente empieza a empujar ¡¡OYE UN POQUITO DE RESPETO NO?!! ¡Por favor! Perdona cielo, pero escuchame, ten cuidado ¿si? Y mira bien antes de cruzar, que los militares van como locos! Te quiero hijo!! ¡¡Quieren parar de emp...!!
Mensaje recibido el día 25 de Enero a las 19 horas, 12 minutos
Tate, ya sé que no estás, pero te dejo este mensaje porque ya no puedo hablar con papá y mamá. Estoy con Richi, y esta tarde nos vamos de mi piso. Hay infectados en nuestra calle, a si que Richi ha dicho que nos vayamos a su pueblo, a casa de sus padres. Ellos están bien y el pueblo asegura que está libre del virus. No es mucho camino, es en Colmenar Viejo. La dirección es calle del tinte, ocho. Piso.. ¿Que piso era, Richi? ... Ah si, tienes razón. Toma nota, calle del tinte número ocho, cuarto derecha. Cuando llegues a casa y escuches esto, si hablas con mamá, diselo porque seguro está preocupada. Si puedes ir a buscarlos al estadio, seria lo mejor, los rumores hablan de que las cosas se están poniendo cada vez mas feas en los puntos seguros. Aunque, no me hagas mucho caso, la tele no va y la radio a duras penas, solo son mensajes de advertencia y cosas así, pero dijeron que no se fuera a los puntos seguros, a si que me imagino que no están muy bien. Richi tenia razón, ojalá la testaruda de mamá me hubiera hecho caso. Bueno, lo que sea, un besito y ten cuidado. Nos veremos pronto hermanito.
Mensaje recibido el día 26 de Enero a las 05 horas, 45 minutos.
¿Hijo? Soy yo, tu padre. ¿Estás ahí? ¿Aún no llegaste a casa? Después de todo lo que ha pasado no recuerdo cuando llegabas. Espero que aun estés afuera, lejos de todo este horror. Pero quiero que me prestes atención cuando oigas esto al llegar a casa. Tu madre y yo hemos conseguido escapar de la trampa del estadio. Todo se volvió una matanza, y sinceramente logramos salir por los pelos. Tu madre está en mitad de una crisis nerviosa, y yo apenas consigo mantenerme sereno, pero debo hacerlo por ella. Escucha, estamos refugiados en un piso de una urbanización en las afueras de Getafe. No puedo decirte dónde exactamente, y no puedo salir precisamente a la calle para decirte el nombre de ésta. Desde la ventana parece una amplia avenida, y si no recuerdo mal, tenemos el estadio al este, no muy lejos. Quiero que me hagas caso, no sé si podremos volver a llamarte. Presiento que el teléfono va a durar menos o nada, suerte tenemos de que aun esté en servicio y tu tengas corriente en casa, al final tenias razón con lo de la energía del sol. No vengas a por nosotros. Quédate en tu casa, en el chalet estarás mas a salvo. Tu madre te dijo que fueras a buscar a tu hermana, pero yo no se que decirte. Si puedes, hazlo. Lo ultimo que supimos de ella es que estaba bien, pero ahora no me coge el teléfono. Si se ha ido a algún lado, no nos lo ha podido decir, a si que espero que te dejara a ti un mensaje. Tu sabrás que es lo mejor que puedes hacer. Confío en ti.
Nosotros no podemos salir de aquí de momento, hasta que venga "la caballería". Hay decenas de infectados abajo, y tu solo no conseguirías nada más que te atacaran. Quédate allí y protégete todo lo que puedas. Haz barricadas, lo que sea. Pero ni se te ocurra acercarte a un infectado, sea quien sea. Son altamente contagiosos y agresivos. Me duele no estar ahí para protegerte, pero ahora tengo que cuidar de mamá. Haz lo posible por sobrevivir, hijo. No te preocupes por nosotros, ya verás como todo se arregla y vienen a rescatarnos, hemos colgado sábanas pidiendo ayuda en las ventanas. Nosotros estaremos bien, cuídate tu.
Darle al play...
Mensaje recibido el día 27 de Enero a las 17 horas, 23 minutos.
¡Amor! ¿Me oyes? ¡¡Aún funciona el teléfono!! ¡Le voy a dejar otro mensaje! ...
Hola cielo, me sorprende volver a poder dejarte un mensaje. Los últimos días han sido un infierno, ya me dijo tu padre que te lo contó por encima. Quiero que tengas en cuenta sus palabras y hagas caso a todo lo que te dijo, él sabe lo que hace. Estamos encerrados aquí en el piso, y aunque los infectados se las han ingeniado para colarse en la escalera, estamos bien pues la puerta está cerrada y tiene una cadena de seguridad. Comida no tenemos mucha, pero bueno, siempre quise hacer dieta ¿no?... Estoy muy preocupada por vosotros, tu ya deberías haber vuelto a casa y haberme devuelto la llamada, no sé que numero es este, pero míralo en tu teléfono. De tu hermana tampoco se nada, no coge el teléfono... espero que esté en algún lado escondida y cuando termine esta pesadilla por fin nos consigamos reunir todos. Cuando logremos salir de aquí, iremos para tu casa ¿vale? Me gustaría que fuese allí nuestro punto de reunión. Diselo a tu hermana si consigues hablar con ella... Espero que llegues pronto a casa... te quiero hijo.
Mensaje recibido el día 28 de Enero, a las 23 horas, 12 minutos
[Sollozos]... Mi niño... ¿mi niño estás ahí? Por favor... [Sollozos] Tengo mucho miedo, estoy asustada. ¡Los muertos saben donde estamos! Llevan horas aporreando la puerta ¡¡me van a volver loca!! Por los gemidos deben ser muchísimos, estoy aterrorizada. Si.. si puedes.. ven a ayudarnos. Nadie ha aparecido... tengo miedo... [Sollozos, y golpes de fondo]. Tu padre ha puesto muebles delante de la puerta, espero que no puedan entrar... he visto lo que hacen... muerden a la gente... la despedaza...y están.. están muertos... Por favor, mi hijo... ven en cuanto puedas... No se hasta cuando podremos aguantar así... Te quiero, mi pequeño... ten... ten cuidado...
Mensaje recibido el día 28 de Enero, a las 23 horas, 48 minutos
Perdóname, cariño. Olvida lo que dije antes. Estaba asustada.. Es inútil que vengas. Lo he aceptado, y ahora... ahora simplemente quería despedirme. No.. no se por dónde empezar. Siempre has sido un buen hijo, cariñoso y respetuoso con tu familia. Te he querido desde el día que supe que ibas a nacer, y te querré por siempre. Quiero que lo sepas y lo tengas clarísimo. Tu padre... [silencio, golpes de fondo y sollozos ahogados]
Tu padre también te quiso siempre. Ahora ya no está aquí... pero sin duda fue un gran padre. Cuidó de vosotros y de mi durante toda su vida. Lo ha dado todo hasta su ultimo aliento... quiero que lo sepas. Me encerró en este dormitorio y quedó afuera luchando con esas bestias... [sollozos y golpes]. Ya solo es cuestión de que echen la puerta abajo, cielo. No te preocupes mas por nosotros, ahora lo único que quiero es que sigas viviendo. Que lo hagas por nosotros, y que busques a tu hermana. Cuida y protege lo que nosotros no pudimos... [llora en silencio durante un par de minutos, mientras los golpes son cada vez mas estruendosos]
Lo siento, mis pequeñines... Recordar que siempre os quisimos, que os amamos desde lo mas profundo de nuestro corazón y mi alma espera... [un gran crujido, golpes, muebles arrastrándose] ... que aguantéis y resistáis hasta el final. Protege a tu hermana... y cuídate.
Te quiero.
[golpes, forcejeos y durante unos segundos gemidos de dolor ahogados, resistiendo los gritos. Después sonidos viscerales, para terminar en un silencio solo roto por pies arrastrándose mientras se alejan y algún que otro pequeño golpe, objeto cayéndose o arrastrado, hasta que se acaba la cinta]
Autor: Skass Fuente: http://apocalipsiszombie.com
La historia de Martín
Martín había visto muchas películas de terror y conocía los argumentos casi de memoria. Siempre le habían gustado las películas de terror, sobre todo las de zombis. Le encantaba el ambiente que se desprendía de algunas de ellas, un aura que mezclaba los viejos temores humanos relacionados con la muerte junto con las fantasías de ciencia ficción y sus argumentos imposibles. Tan imposibles que no podía creer que le estuviera sucediendo justamente a él, a él y a todo el mundo.
Buenos Aires había caído. Joder, había sido arrasada por aquellos seres como un castillo de naipes, habían salido de la nada y se habían vuelto imparables. Nadia había logrado detenerlos, cuando advirtieron su presencia ya era demasiado tarde. Cientos, miles de ellos estaban sueltos, infectando todo aquel que se les pusiera enfrente, arrasando con los frágiles sistemas de contención del gobierno. Había conseguido escapar de aquel horror con lo justo, viendo como numerosas personas eran víctimas de aquellos “No Muertos” a través de los cristales de su coche, huyendo por las calles que aquel vasto cementerio de hormigón y acero.
No se detenía a descansar. Viajaba durmiendo poco, sabiendo que, a cada segundo que les cedía, ellos se acercaban cada vez más; incansables e insaciables. Por eso maldijo cuando su coche lo dejó tirado en medio de la nada, la típica carretera desértica de las películas estadounidenses. Resignado a perder su medio de transporte, cogió la mochila en la que había metido lo poco que había logrado recabar de su casa antes de la huida (provisiones y una foto de su esposa fallecida hace tres años) y empezó a caminar, cansado y con la única compañía de la barra de metal que usaba como primitiva arma, afilada en uno de sus extremos.
Llevaba un cuarto de hora por la carrera cuando vio luces en el horizonte. Estaba anocheciendo y soplaba un viento tan fuerte que amenazaba con destrozar las pocas fuerzas que le quedaban a Martín, mermadas por el estrés emocional y el cansancio. Asegurando el paso, se dirigió hacia el lugar que divisaba a lo lejos.
Las luces mortecinas de un bar de carretera le dieron la bienvenida. El segundo piso del bar estaba abandonado, y parecía que hubiese funcionado décadas atrás como motel, seguramente como “lugar de ocio” para los cansados camioneros. En los aparcamientos había casi una docena de vehículos en buen estado, pero ninguno de ellos tenía las llaves puestas. Su única salida pasaba en entrar en el bar y, con suerte, conseguir las llaves de alguno de los coches o, en su defecto, agenciarse algo que le sirviera para forzar la puerta de alguno de ellos e intentar hacerles un puente (lo cual le inquietaba, ya que sólo sabía lo que había visto en las películas). Tensó el brazo en el que llevaba la barra de metal y entró sin hacer apenas ruido.
El bar estaba vacío. Una bombilla tintineaba de forma peligrosa en la barra, amenazando con dejarlo a oscuras. La madera de las mesas y los taburetes desprendía un intenso olor a cerveza mezclado con alquitrán, devolviendo a Martín la antigua sensación de haberse sumergido de lleno en una película de terror de serie B. Restos de comida acompañaban la inquietante estampa.
Inspeccionó el lugar. No se oía nada que delatara la presencia de alguna persona o infectado en el local. Gracias a Dios, encontró un par de llaves que quizá sirviese para uno de los coches de ahí fuera. Sin embargo, estaba tan cansado que su cuerpo le pedía una pequeña tregua antes de continuar. Asegurándose otra vez de que estuviera solo, agarró una bolsa de patatas y un bollo envuelto en una bolsita de plástico de la estantería de detrás de la barra y se sentó en una de las mesas despejadas de restos de hamburguesas con queso. Mientras disfrutaba de su “cena”, pensó en su siguiente paso. Tal vez, y con un poco de suerte, las llaves fueran de algún monovolumen de los de ahí fuera, y que tuviera el suficiente combustible como para alejarlo de ahí otros cientos de kilómetros. Total, el dueño ya no podría acusarle de robo.
Necesitaba despejar su mente. Con el pensamiento aletargado por la situación fue directo al baño del bar. Ni siquiera se fijó en lo sucia que estaba la toalla para secarse, ni de que un hombre le seguía por el pasillo. Así, y antes de que acabara de secarse la cara, recibió un golpe en la cabeza, dejándolo inconsciente.
***
Abrió los ojos lentamente, la cabeza le dolía mil demonios. Maldiciendo, fue levantando la mirada para ver dónde se encontraba. Miró al techo. Una bombilla daba un poco de luz a la sala. Según inspeccionaba las paredes, la sensación de claustrofobia se iba acrecentando.
Fue entonces cuando se dio cuenta. A lo largo del suelo, miles de trozos de carne putrefacta se extendían por el ancho de la estancia. Algunos eran trozos de carne humana, envueltos todavía en jirones de ropa sucia y polvorienta. Horrorizado, intentó levantarse de su posición para reprimir el impulso de vomitar. No podía: estaba encadenado de pies y manos. Gritó de miedo y, como respuesta a su terror, una trampilla se abrió en el techo, desvelando a su atacante con una expresión inescrutable. Era un hombre fornido, de gran musculatura. Vestía las ropas propias de un cocinero y su cabeza desvelaba una incipiente calva en la coronilla. Si hubiera tenido que apostar, Martín habría jurado que su mirada era resultado de una mezcla de miedo, compasión y la locura más inefable.
- Yo… lo siento.- Balbuceaba aquel hombre.- Lo siento de verdad. No sé qué coño está pasando… Mi mujer y yo oímos que había personas infectadas por los caminos del país, pero no se sabía de qué estaban enfermos. En la televisión no paraban de decir estupideces: que si el virus del ébola, que si muertos que volvían a la vida… Creíamos que eran invenciones de la prensa, hasta que uno de ellos apareció en el bar. Dios ¡tuve que matarlo con mis propias manos! ¿No lo entiende? ¡Había mordido a mi mujer! Y de repente ella se transformó en uno de esos…- Lágrimas empezaron a surgir de sus ojos.- No pude librarle de esa maldición. Es mi mujer, mierda, y la quiero. Y ahora tiene hambre, nunca se sacia. Lo siento,- los llantos cesaron, la locura le dominaba.- pero debo hacer todo lo necesario para mantenerla, y ella quiere carne, carne fresca.
La trampilla se cerró acto seguido. Martín no creía lo que estaba pasando. Todo parecía una mala película de terror, aquellas de las que te ríes con tus amigos mientras las ves. Pero ahora él la estaba viviendo, y no parecía nada cómico.
Unos golpes azotaban la puerta que tenía enfrente de él. Unos minutos más tarde, la puerta cedió y cayó. La mujer de su agresor entró por ese hueco. Ya no era humana. Vestía una blusa rosa que la haría parecer atractiva si no fuera porque le faltaba media mandíbula, dejando parte de su dentadura a la vista. Era un No Muerto.
Martín ahogó un grito, atrayendo la atención de aquel ser. Lentamente, fue acercándose a él, emitiendo un sonido gutural que heló la sangre. Aún así, con esos andares torpes no tardó en caer, aterrizando sobre una losa de cemento que le partió una pierna. Sin embargo, siguió arrastrándose hacia él, reptando con sus brazos hasta los pies de Martín y subiendo hasta la altura de su pecho. Entonces sus miradas se cruzaron. Los ojos de ese ser estaban vacíos, sin sentimientos, exceptuando una ira objetiva e inhumana. El ser sonrió, y durante unos segundos pareció estar sana. Sin embargo, clavó su mandíbula en el cuello de Martín, empezando a pegarse un festín con la carne y sangre de su yugular.
Un grito desgarrador salió del sótano, pero nadie lo escuchó. Las paredes del bar absorbieron el sonido, dejando entre esas paredes el oscuro e inquietante secreto que albergaba aquel bar de carretera en plena ebullición del apocalipsis.
FIN
Autor: Trevas. Fuente: http://apocalipsiszombie.com/