Paso del Lutz
Dia 37, mediodía
El temporal duró más de lo esperado y el grupo se vio obligado a permanecer dentro de la cueva más de lo que habían supuesto. A Zib poco le importó pues sólo se dedicó a dormir y comer cuando había qué. El problema de la carencia de alimentos y el espacio reducido donde los pequeños podían moverse, sumando a la monotonía de los días y tensa inquietud que poblaba los rostros y actitudes de los mayores hicieron que poco a poco los niños comenzaran a sentirse molestos. Bathory se enojó con Zib porque este dormía la mayor parte del día y no le prestaba mucha atención haciendo que los juegos fuesen desapareciendo poco a poco. Grumman se hallaba taciturno y buscaba la constante compañía de Dragón, alejándose así poco a poco de los demás. Miriel y Elena parecían haber hecho muy buenas migas, sin embargo la sombra de una vida pasada ocultó su forma alegre de vivir y las sumió en una especie de pena penumbrosa que las impelía una y otra vez a volver al recuerdo de sus familias, de sus padres y amigos, de aquellos seres que, según entendían, no volverían a ver nunca más.
Pese a que se resistía a hacerlo, una parte de Elena daba a sus padres por muertos y se enfrentaba a aquella otra mitad que le insistía que todavía se hallaban con vida.
-Si una niña pequeña como tu ha podido sobrevivir, seguramente la mayoría de la aldea lo ha hecho- decía una de sus voces interiores –Tú tienes la bendición de los espíritus del agua, no todo el pueblo contaba con ella- respondía aquella parte pesimista de su ser.
Miriel por su parte se apenaba por haberse marchado, extrañaba a su familia, deseaba poder abrazar y ser abrazada por su padre y su madre, extrañaba aquellos brazos protectores que tantas veces la habían mantenido a salvo y, pese a que se sentía muy bien junto a Mara, ella era incapaz de suplir a papá y mamá.
Así, con más discordia que concordia el grupo se las arregló para aguantar quince días encerrados en aquella caverna, los niños lloraron mucho, por hambre, por sueño, por aburrimiento y también por simple capricho y aquellos llantos fueron oídos por las criaturas que moraban en las profundidades, por criaturas que servían a aquellos poderes obscuros que les perseguían, lo supiesen ellos o no. Un murmullo, una voz sombría se extendió por toda la montaña y llevo la descripción del extraño grupo a oídos atentos. Llevaban ventaja, eso era cierto, pero aquellos que servían al Gran Negro podían moverse rápido, sin la necesidad de descansar podían viajar miles de kilómetros en muy poco tiempo. Si Sarah y los suyos no llegaban al Paso del Lamento antes de una semana toda esperanza para Feralis se habría perdido definitivamente.
Ignorante de que ya habían sido descubiertos, Sarah continuaba evitando el uso de sus dominios y exigía a Urokron hacer lo mismo. Por fin el clima se había puesto a favor de los viajeros y la tormenta había menguado lo suficiente como para permitir nuevamente el viaje. La marcha se hizo todavía más dura y difícil, los ampalas apenas podían cargar con adultos y niños dada la cantidad de nieve caída. Mara y Sarah desmontaron alivianando la carga de los ampalas y permitiendo que estos sólo cargasen con los niños, Vara se mantuvo a lomos del animal pues de otro modo el viaje sería insostenible para la anciana.
Los Gnolls semejaban a los licántropos hiena en su forma híbrida, pero los Gnolls eran incapaces de cambiar su forma. Por eso se los consideraba una especie diferente a los licántropos y, por ese mismo motivo, se los despreciaba y combatía. Muchísimo tiempo atrás, antes incluso de que los demonios avanzaran sobre los planos, los gnolls habían sido una raza noble y pacífica, habían compartido con los bárbaros licántropos sus avanzados conocimientos en metalurgia y chamanismo e incluso habían tenido contacto con los humanos en el plano del hombre.
Las leyendas cuentan que fue allí donde uno de sus chamanes tomó contacto con un nuevo arte mágico, mediante este conocimiento pudo modificar sus rituales para abrir su mente no sólo al espíritu de la Naturaleza, sino que además pudo comunicarse con otras entidades. Aquellas existencias le obsequiaron nuevas habilidades con las que llegó a ser un poderoso brujo respetado y conocido en todas las tribus Gnoll. Aquel poder trajo consigo una avidez por lo terrenal, por la posesión y el reconocimiento que la cultura Gnoll rechazó. Fue así como con la ayuda de “las voces” sometió una a una a las aldeas de su civilización y convirtió a la suya en “La raza maldita”.
Los pocos que lograron salvarse se escondieron y desaparecieron de la vista de cualquier ser viviente. Los malditos, en cambio, desataron una guerra feroz contra sus anteriores protegidos, sometieron a muchos y a los que no pudieron los asesinaron apoderándose para siempre de las tierras del norte de Feralis donde, no por casualidad, comenzó la invasión que sumiera a Feralis en centurias de obscurantismo.
Aquella raza maldita, dormida durante milenios, volvía a agitarse presa de la voluntad del Gran Negro. Abandonando su territorio una tropa de doce se ponía en marcha para investigar más de cerca lo que las “voces de las profundidades” habían anunciado. Si las voces no mentían la avanzada se encontraría con un grupo de cinco crías humanas y cuatro adultos, tres hembras, una de ellas vieja y un hombre al que las voces habían definido como “extraño”.
-Con tres de nosotros hubiese bastado- pensó el capitán de la tropa aunque no se animó a hacer comentario alguno sobre el asunto y acató las órdenes como correspondía.
La unidad debería dar alcance y aniquilar a todos y cada uno de los integrantes del grupo en un tiempo máximo de dos semanas pues de lo contrario llegarían al paso de los lamentos y deberían arriesgarse a un combate con los guardianes, algo que por el momento era inaceptable.
La primera en percatarse de la persecución fue Sarah, pese a que había adormecido sus capacidades al máximo para ocultarse del enemigo, la cercanía de la raza maldita abrazaba su visión como si de un hierro candente se tratase.
-Rápido, debemos apurar la marcha. Mara, monta y avanza lo más rápido que puedas. Vara síguela, deben continuar por derecho hasta lleg...-
Aquello fue lo último que escucharon los pequeños quienes de pronto parecieron caer el más profundo de los sueños.
Continua en “Los dominios de Morfeo” (1)
Paso del Lutz
Dia 37, noche
Tres niños abrían sus ojos y expelían un llanto de dolor al mismo momento. Dos de ellos gritaban juntos mientras los adultos intentaban callarlos a lomos de los Ampala, el tercero se hallaba a miles y miles de quilómetros de distancia.
Habían tenido una pesadilla horrible, en ella eran adultos, fuertes, grandes y con la capacidad de convertirse en algo medio hombre y medio animal.
Dragón y Oso eran hábiles en la magia y tenían armas y peleaban y... Morían.
Había sido muy real, demasiado tal vez, todavía podían sentir el dolor que les había producido la muerte. Grumman podía percibir el calor en su cuerpo y las punzadas que le picaban y dolían, Zib tenía un fuerte dolor en su cabeza y se sentía mareado.
Poco a poco fueron despertando todos, aunque los demás lo hicieron de una forma más apacible pero no fue sino hasta varias horas después, cuando detuvieron la marcha para descansar y alimentarse, que los niños tuvieron la oportunidad de estar juntos de vuelta.
Paso de Lutz
Paso de Lutz
Cuando abrí los ojos las cosas fueron como antes. Mi cuerpo era chiquito y mis amigos estaban ahí. Vivos. Al menos parecían... me sentí con ganas de pellizcar a Zib para ver si de verdad estaba ahí.
Entonces escuché como Bathory lloraba. Le decía a Mara sobre la muerte, sobre esa cosa fea que se llevaba a la gente.
"Como se llevó a papá y mamá..."
También le preguntó a Miriel sobre el sueño.
-Yo también...- dije despacio - yo tuve ese sueño y tú estabas muerto y tú...- dije, señalando a Grumman y Zib. Entonces pellizqué a Zib.
-Pero no es verdad, ¿no?
Feralis
Día 300
El grupo continuó avanzando con paso fatigado, el hambre y el cansancio, propio de semejante travesía, hacían que el grupo avanzara con lentitud. Sus sentidos se habían embotado causa de la melancólica monotonía del paisaje y fue tan sólo Urokron quién se percató de aquella extraña fuerza vital que los seguía a paso constante y que poco a poco se acercaba acortando la distancia que les separaba. Le llamó la atención percibir en ella algunas fibras anímicas similares a las que ardían en el joven Bathory, aquello le hizo prestar más atención al pequeño y comprobó que desde hacía unos días el pequeño presentaba una importante merma en su poder que de seguro lo acompañaría de por vida.
El viaje continuó por mucho tiempo, en el camino hacia su destino pasaron por extraños lugares, uno de ellos fue una aldea conformada íntegramente por minotauros pertenecientes al clan de los Cuernos Largos, en ella reposaron durante una semana y recuperaron fuerzas, Bathory se hizo de amigos a los que le costó abandonar y tanto Miriel como Elena fortalecieron sus lazos con el pequeño niño dragón que, poco a poco, iba a integrándose más al grupo.
Fue cinco noches luego de abandonar el poblado de los Cuernos Largos cuando Urokron llamó la atención de Mara y Sarah, mientras señalaba con su cabeza hacia la obscuridad que reinaba detrás de ellos dijo.
-Nos sigue hace ya muchos días, poco a poco fue acortando distancia con nosotros. Le perdí cuando llegamos al poblado de los minotauros y reapareció dos días después de que lo abandonamos. ¿Notas algo extraño en él?- preguntó a Sarah.
-No- se apresuró a responder la mujer.
-Presta atención ¿No te recuerda a alguien su esencia?- instó el dragón.
La mujer analizó con más detalle a la criatura y sorprendida mientras sus ojos se abrían de par en par respondió –Tiene la misma esencia que Bathory pero. ¿Cómo puede ser posible?-
-¿Recuerdas aquel día en el paso del Lutz cuando sentimos esa auras mágicas desplegarse? Estaba concentrado en aquellas que percibí como magos de la raza maldita, sin embargo en un momento me pareció notar la Bath, incluso creo que hasta la de Elena. ¿Crees que los niños...? –
-No lo sé, aquello que propones escapa a mis conocimientos y me resulta imposible de comprender. Lo importante ahora es decidir como procederemos con aquella criatura- La cara de Sarah tomó una mueca de horror al mirar hacia el lugar donde percibían al intruso. El pequeño Bathory se había alejado mientras ellos hablaban y ahora corría hacia el lugar donde se hallaba el monstruo.
Las cosas sucedieron muy rápido, en un momento Bathory se encontraba jugando con los demás niños y molestando a Zib bajo la mirada vigilante de Vara y al siguiente corría hacia una extraña forma que se acercaba hacia el pequeño.
La criatura era completamente extraña, su torso y piernas tenían la textura de las rocas mientras que su brazo derecho brillaba con la fuerza del fuego, su brazo izquierdo, que había estado compuesto por agua en un primer momento, ahora se encontraba cristalizado conformando una robusta masa de hielo, su cabeza parecía estar formada por gélidas corrientes de aire y, suspendidas en su interior, dos esferas lumínicas parecían conformar ojos de penetrante mirada. Detrás, ajustada a su espalda en una funda rocosa, descansaba el mango de una espada.
Cuando ya todos se estaban preparando para la batalla, cuando Sarah comenzaba a urdir un hechizo intentando salvar al pequeño Bathory de aquel extraño golem, el niño se abalanzó a los brazos del monstruo como si de un viejo amigo se tratase, el golem tomó al pequeño en brazos y lo depositó sobre sus hombros rocosos sin afectarlo en lo más mínimo con sus llamas pues estas eran frías al tacto de Bath.
Así niño y golem continuaron su viaje juntos ante la atónita mirada del grupo y pese a que la criatura no emitía palabra alguna, parecía comunicarse a la perfección con Bath. Zib se sintió algo celoso y se preguntaba porque Bath tenía aquel juguete y el ni siquiera podía tener su miel.
Mucho fueron los peligros que afrontaron hasta finalizara su travesía, pero ninguno será relatado ahora.
Continúa en "El santuario [Partida]"