Ben-Jhezeri pareció trastornado ante las palabras de Asteirm, soltó un sonoro “oh” y acto seguido se tapó la boca ruborizado por su actitud. Ghàlib sonrió ante la descarada actitud de su invitado. El joven rey sin trono se levantó y se acercó al extranjero, siempre guardando las distancias, sabía que era un hombre peligroso y no quería probar nuevamente el sabor de sus dagas.
- Las cosas no son tan fáciles amigo. Yo lucharía por el trono pero el “Emperador” – Pronunció con tono sarcástico el título del gobernante – es actualmente demasiado poderoso, y todos los sultanes le son fieles a su manera. Yo no podría vencerle, prácticamente no puedo mantener a nuestro pueblo… Robamos a las caravanas por tal de conseguir víveres y otras necesidades básicas… Yo no estoy destinado a reinar… - Habló Ghâlib.
- Si presumís que no estáis destinado a reinar, tal vez sea por que realmente no sois el rey. - hizo una pausa y sonrió vagamente. - Como todo Imperio, el poder se sostiene en una sola persona. Si esa persona cae, la lealtad cambiará en favor del vencedor. Ocurre igual en las cofradías de ladrones. Cuando el líder de la cofradía es vencido, el resto de asesinos se vuelven leales al nuevo líder, aunque este haya matado a sus propias hijas, matado a sus propias esposas o asesinado a sus propios hermanos... Creo que tú y tus hombres podríais hacer más cosas que asaltar caravanas como vulgares rateros. – Contestó el asesino y sin dar tiempo a una respuesta se marchó.
Ghâlib agradeció la marcha de aquel extranjero ya que al escuchar aquellas palabras bajó la cabeza sin saber muy bien que debía responder. En el fondo tenía muy claro que era lo que aquello que acababa de decir Asteirm era cierto, y si no habían comenzado ya una revuelta era por simple cobardía, o miedo a la corona. Ghâlib se dio media vuelta y regresó junto a Ben-Jhezeri, junto a quien se sentó.
- No le haga caso mi rey, es sólo un extranjero, no sabe que ocurre en este desierto. – Logró escuchar Asteirm antes de salir de la habitación y se detuvo para escuchar la respuesta del rey.
- Mi buen Ben, ese joven será un sanguinario asesino pero en esta ocasión tiene razón. – El rey fue interrumpido por Ben con un “¡Pero…! – Pero, nada Ben, tiene razón. Además a mi hija le ha caído en gracia, y no suele equivocarse con las personas. – Concluyó Ghâlib.
Asteirm se marchó con una sonrisa en los labios a sus aposentos, pero su marcha no pasó desapercibida para nadie, y la chica que había rellenado su jarra durante la cena se levantó de su asiento y le siguió hasta su habitación.