Parecia el centro de atención, cuando era evidente que el no era ni mucho menos, el mas importante aquí.
-O yo solo lo suponía, queridas -Respondió a la pregunta de ifrit.-Alguien me lo confirmo y no repetiré su nombre, debéis estar atentos a las palabras de todos.
En ese momento el miedo de una persona llamo su atención, y sonrió unicamente como sabia, con un halo de malicia.
-Ese miedo al resto de los demás, al cariño o simplemente al contacto, es sublime Medusa. Es cierto no sois la de antes, tal vez porque en aquel entonces perdiste a un ser querido.
Observo su mano y con el pulgar acaricio sus dedos, aquellos que habían rozado a Medusa, poco despues se dio cuenta que la Centaura aun estaba temerosa de el, seguramente celosa, que agradable chiquillada.
-De mi no tienes nada que temer, teme a los que estaban aquí antes que yo, tu mortalidad no me interesa al igual que no lo hace la de ninguna de los presentes, estoy aquí como lo estuve la ultima vez, para esclarecer y encontrar a nuestros asesinos, ¿O acaso os sentís incomoda porque fuisteis vos quien me dio muerte?-Pregunto con voz suave e interesada.
- Ya he dicho el motivo por el que dejo mis flechas. Con menos peso podré correr mejor porque si me encuentro a alguien sospecho esta noche pienso perseguirle y atraparle, no dispararle flechas y mucho menos matarle. Además no me quedo desarmada en el peor de los casos puedo transformarme en león y como lo haga con el arco a la espalda me lo cargo. Por otro lado no creo que sirva de nada dejar las armas a la vista, si un gnomo mató a un dragón no creo que fuera con su sombrero, si no con armas o habilidades más dificiles de detectar a simple vista.
Mirando a Bargas, incomoda de que estés aquí porque según tu dices yo te di muerte, no. Si lo hubiera echo te lo hubiera dicho nada más aparecistes por aquí, porque no tengo ningún problema en decirlo si fuera verdad. Pero en cambio tu presencia no me gusta nada y más que estés nuevamente aquí.
Sus dientes amarillos nuevamente poblaron su cara, sin duda el nerviosismo era sintoma de un miedo que pronto afloraría y eso le encantaba.
-¿Quien te ha acusado? Tan solo hice una pregunta, mas tu forma de hablar a la defensiva es cuanto menos... perturbadora, cuadrupeda.-Camino hasta estar cerca de ella.
-Mi presencia es inofensiva a menos que estés intentando hacerte con los fuegos fatuos.-Comento tranquilo y sereno.-Dinos Centauro, ¿Tienes algo que confesar?-A Bargas le encantaban estos duelos, disfrutaba con ellos, los enfrentamientos hacían aflorar lo mas sabroso de cada ser.
Tus trucos de hacer creer que estoy incomoda por tu presencia y tu manera de hablar diciendo que si tengo hago de confesar no me intimida para nada. No me gusta que hables de la manera que hablas porque con tus palabras el resto de criaturas se las creen y acaban ellos perjudicados antes que tu.
Conmigo tus juegos de palabras no te van a funcionar, ahora vete de mi vista y ve a por otro que se siente más alegre por tu visita y olvídate de mi y sobre todo no manipules las palabras.
Sigo tumbado en un rincón escuchando atentamente. No vale la pena entrar en conversación aun pues están empezando a acusar sin pruebas. Menos mal que llevamos poco tiempo aqui, aun asi, mira todo lo que se ha acontecido... Es increible el poder de unas pocas criaturas...
Me doy la vuelta de espaldas al cónclave, a los demás y me pongo a dormitar. Pero sólo es apariencia. Escucho atentamente hasta el movimiento del último pelo de cada uno de ellos.
-Es curioso como una pregunta puede desencadenar en los mas mortales una férrea defensa. Con un simple No hubiera bastado.-Se dio la vuelta.-No obstante has preferido argumentar e intentar descalificarme. Aunque digas o no muestres nerviosismo tu verborrea te delata querida.-Dio un par de pasos alejándose de ella después, se dio la vuelta nuevamente.
-Puede que sea por miedo a mostrar algo o simplemente como dices, porque no te gusta mi presencia, sea cual sea la respuesta, son duras palabras shen, me duelen...-Se agacho condescendiente y callo para su beneplácito, aunque continuaba mirandola, ahora con mas interés si cabe que antes.
Atenta a las diversas conversaciones abiertas en torno al regreso de Bargas, las palabras de Medusa y las incertidumbres que despertaban entre los demás miembros del cónclave, incluida a mí. Estaba totalmente de acuerdo con la Centaura, me gustaba su actitud, no sé dejó amedrentar por Bargas y eso decía mucho de ella.
Su regreso no augura nada bueno, siempre me ha resultado un tanto misterioso, su aura no es buena....y la actitud de Medusa tampoco me tranquiliza.
Me percaté que el Arcángel Azrael se dirigió hacía mí y se ofreció a compañarme en la guardia de la noche que se avecinaba...
- Si tu deseo es acompañarme, que así sea, cuantos más seamos mejor y Atalanta es mejor tenerlas todas con nosotros así que no te desarmes sin necesidad...no eres tú precisamente quien tiene que dar más cuenta de sus acciones, las sospechas acechan a muchos de nosotros y sus comportamientos las alimentan.
No pude evitar, mientras hablaba, fijarme en Bargas y en Medusa, ahora alejada del grupo. Bargas me mantuvo la mirada y me sonrió de manera desafiante..... A veces pienso que sabe los que pensamos los demás, le gusta provocar ese sentimiento de defensa y de duda que tenemos hacia el.
Tras hablar con el Arcángel Azrael, dirijí mi mirada hacia mi hombro derecho, Anchimallén mirada a Bargas y Medusa con el ceño fruncido...a él tampoco les daba confianza.
- Anchimallén, ¿Te unes a nosotros en la guardia? o prefieres descansar, te dejaré donde tú te sientas protegido si así lo prefieres....
Por último me dirijí al grupo y pregunté:
- ¿Deseais que nos reunamos y decidamos algunas pautas de guardia?
El día se consumía. Pronto llegaría la recelosa noche. Con su delicada mano apoyada en uno de los gastados pilares, Medusa contemplaba la barrera mágica que los encerraba.
Comenzó a hablar a la vez que sus sinuosas piernas alteraban su forma, alargándose hasta tomar su reptiliano aspecto nocturno. Aunque aquella vez parecía algo diferente, pues un pequeño centelleo acompañaba la transformación.
Permitidme solo un consejo, de alguien que carga por siglos la marca de la traición en su cuerpo - dijo mirando la metamorfosis de sus piernas - No temáis a aquel que se muestra tal como es, temed más a quien se oculta tras inocentes actos y bellas palabras.
La piel de su rostro lentamente empezó a desprenderse, en diminutos trozos que se volatilizaban en pequeñas llamaradas de fuego rosado. Por momentos Medusa dejaba ver el horror que inundaba su interior, pues no era más que cuerpos de serpientes retorciéndose sin descanso.
Estaba mudando la piel, dejando ver su verdadero ser. Solo su deliciosa mirada seguía siendo humana.