—De acuerdo, buenas noticias: ¡todos ustedes están sanos como una manzana! Al menos así lo cree la enfermera jefa, y yo no soy quien para discutir su profesionalidad. Ahora les diré lo que vamos a hacer —Hace una pausa, y se asegura de que Pierce esté junto a vosotros antes de continuar—: Tengo todos sus datos de contacto por si volviera a ser necesaria su colaboración, pero mis años de experiencia, y en particular con este tramo de carretera, me dejan bastante claro que lo que ha ocurrido aquí es un accidente, por desgracia, demasiado común. El conductor del vehículo estaría a punto de aplastar algún animal, quizá un erizo o un mapache. Les sorprendería saber que, a veces, las personas ponen en peligro sus vidas de forma instintiva para salvar la de un animal. Absurdo, pero ocurre constantemente... —Sacude la cabeza, compungido—. Han dicho que se dirigían a Coppercreek, ¿no es así? No queda muy lejos de aquí. Si yo fuera ustedes, continuaría su viaje y pasaría la noche allí, porque ahora mismo estamos realmente lejos de cualquier lugar medio decente. Coppercreek es un lugar muy agradable, y seguro que los ayudará a tranquilizarse después de lo que han visto esta noche. Además, conozco a la doctora Beckett. Una mujer muy especial, muy... energética. Sabrá hacerse cargo de ustedes.
A todos os parece bastante buena idea la recomendación del teniente; después del estrés al que acabáis de veros expuestos, vuestros respectivos Factores de Riesgo os piden a gritos acabar lo que habíais empezado. A fin de cuentas, vosotros seguís igual que al principio. Nada ha cambiado para vosotros... O al menos, eso creéis. Deberíais actuar conforme a ello. Los Factores de Riesgo son un poco esos rasgos de personalidad que hacen que los protas de las películas de terror hagan cosas poco sensatas (además de que ayudan a mantener la partida sobre ruedas). Eso sí, si alguien quiere rajarse, estáis a tiempo. Pero tendrá consecuencias...
Después del último incidente, mi interés por ir a la mansión Coppercreek se renueva. Quedan muchas preguntas en el aire: ¿Realmente venía de allí el coche que nos embistió? ¿Por qué ubicar un centro de psicoterapia en un lugar tan apartado e inaccesible? ¿En qué consistirá el revolucionario método de la doctora Beckett? ¿Y de qué se conocen el teniente Chesterton y ella? ¿Ha sido todo esto algo más que una simple coincidencia?
Sin expresar mis dudas (y de hecho, sin hablar en lo más mínimo), me dirijo al coche con paso rápido y vuelvo a entrar en él, dedicando una mirada sombría al resto de mis compañeros antes de volver a ponerme los auriculares y desconectar del mundo. «Próxima parada: mansión Coppercreek».
Tras el acaecimiento del que hemos sidos testigos, el remanso de paz en las montañas se me antoja más acogedor que nunca. No me importa lo que opine el resto de mis compañeros; después del largo viaje que nos hemos pegado, solo necesito descansar, y mañana será otro día. Casi me da un escalofrío de placer al pensar en una cama caliente y mullida, el restallido de las brasas de una chimenea y el canto de las aves nocturnas... Bueno, tal vez Coppercreek no sea así, pero hacerse ilusiones no hace daño a nadie, después de todo. Lo cierto es que lamento profundamente el fatal desenlace del accidente de hoy, pero una parte de mí no puede evitar sentir que se lo buscaron. Por culpa de anormales como ellos, yo perdí a mis padres y mi capacidad de dormir bien por las noches.
Y luego, aquello otro...
—Bueno, si eso es todo, supongo que nos podemos ir ya, ¿no os parece? —pregunto, no carente de cierta impaciencia por abandonar esta espantosa escena. Sin embargo, antes incluso de que haya terminado mi frase, Bill ya está metiéndose dentro del coche, lanzándonos a todos una mirada llena de presagio. Debo admitir que, de todos mis acompañantes, quizás Bill sea el que más me intriga. Es descarnadamente capaz de actuar sin ninguna clase de filtro, como si no necesitara la aceptación de los otros o demás convencionalismos varios. En ese sentido, creo que nos lleva ventaja. Quizás sea el que más ha llegado a aceptarse a sí mismo y ya no necesite fingir...
PNJotizado.
Tras dejarme manosear por los ineptos técnicos sanitarios, el todavía más inepto oficial o lo que sea de policía nos dice que no nos pasa absolutamente nada. ¿Está de coña? Acabamos de presenciar un accidente, casi nos empotramos contra ese coche, prácticamente podríamos haber sido nosotros, y resulta que a pesar de todo nos consideran “tan sanos como unas manzanas”. No sé qué concepto realmente tendrá de las manzanas si se refiere a mí de esa manera.
Tras lo que creo que es una justificación de por qué el otro coche se nos ha echado encima y tras decir que es algo “habitual”, por mi cabeza pasan dos cosas. La primera es, que si es tan común, por qué no toman medidas. Y la segunda, si es un lugar tan peligros, ¿por qué nadie nos lo ha advertido antes de emprender el viaje? Es algo habitual como dice el policía.
Resoplo bastante molesta por cómo se ha resuelto el incidente y marcho, tras los pasos de Bill y la invitación de Luke, para volver a sentarme como copiloto. No sin antes decir:
- Vaya mierda… Nos podrían escoltar al menos hasta la puerta por si nos encontramos más pirados fugándose en coche y queriendo estamparse contra nosotros. Ah, no, espera, que están esquivando animalitos en la noche –creo que no puedo poner más sarcasmo a mis palabras. Tras ello, cierro la puerta del coche de un portazo. Espero al menos que lleguemos pronto y sin más incidentes.
Elisabeth acompaño al teniente allí donde la requería, contesto de manera vaga a todas sus preguntas y cuando el dijo al fin que podían irse un pequeño deje de felicidad se dejo entrever en su cara. Volvió andando hasta el coche mientras levantaba ligeramente la cabeza para ver por ultima vez el cielo oscuro iluminado de manera débil por las llamas. Se quedo unos segundos fuera del coche observando el escenario, dejaban tras de si muchas cosas... Que podían haber sido suyas. Un escalofrío recorrió su cuerpo, fuera hacía mucho frío, demasiado para ella.
Acabo por volver al coche sin mas tardar, se quedo en el mismo sitio que estaba antes. Con la mochila entre sus brazos, sujeta por un abrazo desganado. Puso su cabeza sobre ella y cerro los ojos, una acción que le ayudaría a dispersar su mente.
Pronto sus compañeros empezarían a comentar lo ocurrido, ella solo quería tranquilidad.
Finalmente, Pierce ocupa de nuevo su lugar como conductor, esperando que no haya ningún nuevo imprevisto en lo poco que queda de viaje. Abrocháis vuestros cinturones de seguridad y echáis un último vistazo a la escena del accidente. Os impresiona ver tantas bolsas de cadáveres juntas. Solo uno de los accidentados entra en una de las ambulancias con vida: la joven a la que Pierce consiguió salvar de convertirse en pasto de las llamas. Mientras el coche arranca, la chica os mira, al borde de la inconsciencia. De repente, justo antes de desaparecer en el interior de la ambulancia, su mirada se vuelve completamente lúcida y muy intensa, y sus labios se juntan y se aprietan, como si estuviese... ¿silbando? Sin embargo, desde el interior del coche no podéis estar muy seguros. Mientras los sanitarios continúan con su labor, Pierce hace girar el coche, devolviéndolo a su sentido de origen, y al fin, dejáis atrás la intermitencia roja y azul, retomando vuestro camino. Cansados y abrumados por la experiencia de esta noche, solo esperáis llegar a Coppercreek sin más percances y que se acabe el día de hoy. Con suerte, las actividades en las que participaréis os harán olvidar este amargo recuerdo, y podréis empezar a construir vuestras vidas a partir de cero. ¿Quién sabe? Las mayores oportunidades siempre llegan en las circunstancias más inesperadas...
Fin del capítulo uno