Partida Rol por web

El proyecto de John Hammond va viento en popa. Está creando un fabuloso parque con el que espera, en no mucho tiempo, sorprender al mundo con sus criaturas jurásicas. Mientras que el futuro emplazamiento del mismo es la Isla Nublar (Zona A), en la isla Sorna (Zona B) se están criando diversas especies de dinosaurios a modo de granja de producción para luego transportarlos a isla Nublar. Sin embargo, una parte de los científicos de InGen está trabajando en un método de control de dinosaurios para casos extremos (como la huida de las islas): la creación de una falla endocrina que los hace incapaces de generar lisina, por lo que si no la consumen en sus alimentos entran en estado de coma y mueren.

InGen está ensayando estas pruebas en numerosos dinosaurios transportados desde la Isla de Sorna a la Isla Muerta (Sitio C) a través de un programa de control de comisarios de las Naciones Unidas (ya que esta isla no es propiedad de la empresa de Hammond). Durante los experimentos, los científicos de InGen están obligados a informar por radio a Isla Sorna de las pruebas con lisina en dinosaurios cada cinco horas. Lo hacen desde el puesto avanzado de las Naciones Unidas, al norte de Isla Muerta. Sin embargo, desde hace un día no ha habido comunicaciones por parte de los científicos o los comisarios. InGen ha decidido contratar y enviar de manera discreta un pequeño equipo de exploración (entre los que están los PJ). Si este contratiempo saliera a la luz, el prestigio y su sueño del parque Jurásico se irían a pique.

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El grupo en cuestion estaba formado por Roy Miller y Calvin White, dos militares norteamericano que serán el brazo armado del grupo; Helen Reed, una palentóloga especializada en fósiles de saurios, lo cual es la científica lógica en cuestión; Casey Barbolla, un experto alpinista mexicano que ayudará a recorrer el terreno con más seguridad, y finalmente Emma Dawson, una científica experta en la crianza y clonación de seres vivos.

  
Roy Miller  |  Helen Reed  |  Casey Barbolla  |  Calvin White  |  Emma Dawson

Los tres viajábais en un helicóptero de la compañía de InGen que os había recogido en las afueras de San José, capital de Costa Rica. En aquella madrugada de verano, viajábais a La Isla Muerta, la isla más grande del Archipiélago de las Cinco Muertes. Estaba situada a 200 millas de la costa de Costa Rica, y era una reserva de tierras altas y llanuras cubierta por bosques de coníferas, rodeada en sus costas por grandes acantilados, excepto una cala en la parte sur. Sabíais también que estaba habitada por otros animales no saurios y está constantemente envuelta en niebla. Los distintos dinosaurios ocupan diferentes áreas en la isla. John Hammond os había contactado personalmente por distintas vías, insistiendo que esta misión no podía salir a la luz bajo ningún concepto. Para cerciorarse de ello, firmásteis un contrato de confidencialidad con duras cláusulas en contra vosotros en caso de emitir cualquier información de Isla Muerta.

Tras algo menos de una hora de vuelo, la Isla Muerta ya se divisaba en el horizonte. Realmente se dibujaba su contorno, pues por la noche no se podía apreciar en todo su esplendor.

El piloto del helicóptero, a medida que os acercábais, os recordó entonces vuestro plan, tal y como os lo habían detallado desde InGen unas semanas antes:

Una vez en tierra debíais dirigiros hasta el puesto avanzado de las Naciones Unidas, situado a unos 10 km al sur del helipuerto. Teníais que comprobar si los científicos y comisarios de la compañía seguían allí. En cualquier caso, estábais obligados a informar de la situación por radio a InGen y volver todos hasta el helipuerto, donde el helicóptero os recogería tras esperar un máximo de 4 horas. Despues de ese tiempo amanecería, y el piloto ya no estaría allí, puesto que la salida del sol implicaría también el comienzo de las horas de cacerías de un guardián muy conocido: el Tyrannosaurio Rex.

InGen nos había enviado como equipo de exploración para saber qué había sucedido en Isla Muerta. Según nos habían informado, los científicos tenían la obligación de informar vía radio a la Isla Sorna en un período de cada cinco horas. No obstante, habían pasado ya veinticuatro horas y no se tenía noticia alguna por parte del personal de InGen establecido en la isla. Era una situación de lo más extraña. ¿Se trataría de algún sabotaje por parte de alguna organización u otra empresa que pretendía parar el proyecto de John Hammond?

Para averiguar qué tipo de problema había tenido lugar en la Isla Muerta nos enviaban a nosotros, un pequeño grupo integrado por un par de militares, un alpinista, una científica experta en clonación y yo misma, paleontóloga desde hacía diez años y especializada en los fósiles de dinosaurios. Como paleontóloga, el hecho de pensar que alguien hubiera podido devolver a la vida a especies de animales ya extintos me resultaba excitante. Había mucho que aprender sobre aquellos animales si se tenía la ocasión de observarlos en vivo, por lo que no sólo deseaba que el proyecto de Hammond saliera adelante porque nos hubiera contratado, sino también porque sentía que aquel era un gran avance para quienes estudiábamos a los dinosaurios. Hammond había sido muy claro al respecto sobre que no podía salir a la luz ningún detalle sobre esta misión, e incluso habíamos llegado a firmar un contrato de confidencialidad.

Cuando diviso la Isla Muerta a través de nuestro helicóptero, no puedo evitar sentirme impresionada. Sin duda, se trata de un lugar perfecto para especies de saurios de gran tamaño.

-Es precioso -comento, en tono bajo, echando un vistazo hacia el horizonte.

A medida que nos acercábamos, el piloto nos recordaba cual era nuestro plan de acción. Debíamos de ser rápidos en llevar a cabo nuestra misión, dado que durante el amanecer era la hora en que el Tyrannosaurio Rex, uno de los dinosaurios carnívoros de mayor tamaño, iniciaba sus cacerías. Debido a esto, el piloto solo podría aguardarnos durante cuatro horas, pues después de ese tiempo sería muy arriesgado aproximarse a recogernos. Con suerte, tal vez no llegásemos a toparnos con ninguna de aquellas especies carnívoras de gran tamaño, aunque más valía estar prevenidos.

A nuestros pies estaba Isla Muerta, y ya desde las alturas y con esa nieblina la enorme isla daba respeto, impresionaba nada más verla. Estaba emocionado con nuestra misión para el proyecto de John Hammond. Realmente admiraba a ese hombre y a pesar de ser un militar, era un gran apasionado de los dinosaurios desde niño, apasionado de los dinosaurios y del peligro...con lo que no podía estar en mejor lugar. Pero no sabía nada de ellos, por eso me tranquilizaba llevar con nosotros a especialistas y cientifícos como Helen Reed y Emma Dawson.

Me había estado preparando casi desde la niñez para ser un buen militar y ansiaba un encargo como este. Era joven si, pero estaba capacitado de sobra para adentrarme en aquella isla, es más lo estaba deseando. Eramos un buen grupo, la misión a priori no parecía complicada. Debíamos de ser rápidos y sobretodo prudentes, pues nadie podría saber nada de esta tarea que nos había encargado Jonh Hammond. Ese era el plan.

El helicóptero fue descendiendo poco a poco. El aterrizaje controlado iba a hacerse en una zona de explanadas, libre de árboles, al norte de la isla. Una vez abajo, todos recogísteis vuestros equipajes y armas, comprobando una última vez que habíais traído todo lo necesario. Entonces, el piloto os recordó de nuevo que esperaría cuatro horas desde ese momento a todo el grupo, y acto seguido habría de marcharse por entrar en el horario de presa del gran Tyrannosaurio.

Sólo os quedaba marchar a pie. Ahora no veíais gran cosa, pero la luz de la luna ayudaba bastante. Cuando fuera de día tal vez vislumbraríais la belleza de la isla por completo. Los dos militares se encargaron de abrir y cerrar la comitiva colocándose en vanguardia (Miller), y en retaguardia (Calvin). Casey Barbolla iba tras Miller, inspeccionando el terreno constantemente, como rastreándolo todo.

Caminásteis durante una hora a través de una zona boscosa de tierras altas repleta de pinos y robles. Finalmente vísteis vuestros primeros dinosaurios, una de las mejores experiencias de vuestra vída. Se trataba de una camada de Stegosaurus descansando en una explanada al borde de una zona rocosa. Os detuvísteis un instante para observarlos.

¡Madre mía...! -susurró Calvin con su ametralladora en alto-. ¡Parece un monstruo... espacial!

Tranquilo Calvin, estos comen plantas...o eso creo- Dije para tranquilizar a Calvin. Era un buen amigo mio Calvin y buen militar, solo que estaba acostumbrado a otro tipo de misiones, más acúaticas y por el aire.

Por mi parte, iba calmado pero expectante, con mi arma preparada ante cualquier tipo de amenaza. Bajo la luz de la luna la isla se veía preciosa y jamás había disfrutado tanto, me sentía privilegiado de estar en aquel lugar. Casey me estaba poniendo nervioso, con su tarea de rastreo...me hacía estar a ratos irritado. Pero sin duda lo estaba haciendo para ayudar y por el bien del grupo.

-Hay que seguír adelante compañeros, no tenemos demasiado tiempo- Intenté acelerar un poco al grupo, pues no sabía lo que nos esperaba por el camino. Solo el caminar por la isla ya resultaba difícil...pero ninguno de mis compañeros se inmutó. Estaban todos concentrados y maravillados con los Stegosaurus, y no era para menos. Parecían lagartos enormes con puas, aquello no se veía todos los días.

-¡Tranquilo, Calvin! -exclamé, con una ligera sonrisa al escuchar el comentario de nuestro compañero-. Estos son herbívoros. Como ha dicho Roy, solo comen plantas, como helechos o piñas. No van a intentar comernos ni nada por el estilo, aunque pueden ser un tanto territoriales si se ven amenazados.

Observé a los Stegosaurus, fascinada. Desde pequeña, siempre me habían interesado los dinosaurios y me había preguntado cómo habrían sido en realidad. Ahora, gracias a los avances científicos, estaba observando a uno de esos grandes animales prehistóricos como si fuera una situación de lo más normal. Sentía un gran entusiasmo. Era una lástima que no hubiese traído conmigo una cámara de fotos, dado que la misión era confindencial. No obstante, estaba segura de que sería una experiencia que no podría olvidar a lo largo de mi vida.

-Eh... sí, chicos, creo que deberíamos continuar -indiqué, tras oír las palabras de Roy. Todos nos habíamos detenido para contemplar a los dinosaurios, aunque teníamos una misión por cumplir-. No disponemos de mucho tiempo...

Pese a que todos pusísteis vuestros sentidos una vez que dejásteis de observar aquella entrañable escena con los stegosaurus, no pudísteis evitar vuestro primer gran susto en isla muerta. Ni tan siquiera el otro militar, el explorador o la científica se habían percatado de ello (al igual que vosotros), cuando estuvieron a vuestra altura: ¡¡RAPTORES!! Ya no se trataban de los típicos ruidos de acecho, sino que veíais tras vuestros pasos, no muy lejos de vuestra posición, aquellas figuras características corriendo; ¡cola alargada, cabeza pequeña y patas extremadamente ágiles!

¡Velociraptores! -dijo la científica-. ¡HAY CUATRO! ¡HE VISTO CUATRO! ¡Pe...pero qué hacen aquí! ¿Ésta es la zona de los Tyrannosaurios?

¡Hay que huir! ¡Hay que huir! -Barbolla levantó el brazo y lo agitó, como dando a entender que el grupo tenía que moverse, ¡que correr!

Me quedé paralizada un instante al reparar en la presencia de aquellos dinosaurios. Eran velocirraptores, prácticamente los güepardos de entre los dinosaurios debido a su velocidad. Eran carnívoros y grandes cazadores, por lo que no nos convenía estar cerca de ellos.

-¡Corred! -exclamé, sabiendo que no estaríamos a salvo hasta dejar a aquellos raptores atrás-. ¡Tenemos que buscar un sitio alto en el que no puedan alcanzarnos!

Con esas palabras, decidí echar a correr, alejándome todo lo posible de los velocirraptores.

-Velociraptores oh noo, mierda- Miro a mis compañeros...bloqueado...sin saber que hacer. Las palabras de Helen me hacen volver en sí. Hay que correr todo lo deprisa que podamos. Tenía el arma en la mano pero estaban demasiado cerca y además eran cuatro. Solo podría disparar a uno. No, definitivamente disparar no era buena idea.

-Hay que irse de aquí, rápidoo...- Y junto a mis compañeros eché a correr, buscando algún refugio donde escondernos de aquellos raptores.

Emma Dawson comenzó a dar gritos mientras corría detrás de aquellos animales; sin embargo, no menos eran los aullidos de Casey Barbolla, que estaba acostumbrado a las alturas, el frío, los picos helados y los senderos rocosos más peligrosos del planeta. Pero ésto era otra cosas. Ambos corrían mientras avanzaban delante de ellos la paleontóloga y el militar Miller. Mientras éste optó por evadir fuego y tal vez sopesar acciones hostiles para más adelante, el soldado Calvin se paró en retaguardia a disparar.

¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! ¡BANG!

¡¡Aaaaaaaaaahhhhh!! -aquel grito era emitido acompañado de una retahila de improperios para exhalar la tensión de su cuerpo. Los casquillos de balas caían justo a sus pies, y entonces uno de los velocirraptores saltó contra él. El animal fue acribillado a balazos, quedando sangrando en el suelo. Sin tiempo a comprobar que aún vivía, Calvin se giró y gritó de nuevo.

¡Corred! ¡¡Vamos, vamos!! -gritaba-.

Sin embargo, aquellos depredadores parecían estar cazando coordinadamente. Fijaron su vista en la paleontóloga, y uno de los mismos se adelantó al resto y saltó sobre ella. ¡¡ZRRRRRRRRRRAASSHH!! Un soberano zarpazo en su brazo la hizo gritar. El velocirraptor había hundido una de sus uñas de las patas superiores en su carne. Sin embargo, la joven no se detuvo, y siguió corriendo con Roy, quien tenía en su mano su pistola.

¡Allí! ¡¡Una valla de contención!! -gritaba el alpinista mientras señalaba delante de vosotros, a unos cien metros, una especie de recinto cercado alambrado y electrificado. Además, podíais ver aquella alambrada de seguridad tenía huecos en su base por donde podía caber una persona rodando a través de los mismos, no así aquellos tres saurios que aún os perseguían.

En esos momentos, mientras corríais hacia aquel lugar, otro de los velocirraptores se posó de un gran salto sobre la joven Emma. Ésta no pudo hacer nada más que caer al suelo y quedarse panza arriba a su merced.

¡¡¡Aaahhh!! ¡¡AYUDADMEEEE!! -gritaba deseperadamente-.

Sin embargo, aquellos tres animales lograron llegar hasta ella a la vez y comenzaron a devorarla mientras veíais aquel tremendo espectáculo de reojo, sin dejar de correr. Llegó un momento que no escuchásteis más la voz de la científica, y luego os lanzásteis a los huecos inferiores de la alambrada hasta rodar y pasar al otro lado. Cuando mirásteis hacia atrás, vísteis a los tres dinosaurios alimentarse. El instinto de aquellas bestias era simplemente: ATERRADOR.

Una vez que pasamos al otro lado de la alambrada, me llevé las manos a la cabeza mientras observaba cómo aquellos velocirraptores estaban devorando a nuestra compañera Emma. Era una imagen aterradora y tan impactante que estaba segura de que jamás podría olvidarla.

Percibí que mis ojos se empañaban en lágrimas de pura impotencia, incapaz de creer que nuestra misión hubiera iniciado de aquella forma. Me llevé ambas manos a la nuca mientras intentaba reprimir el llanto. Apenas acabábamos de poner un pie en la isla y Emma ya estaba muerta, devorada por unos peligrosos saurios. En esos momentos, me sentía destrozada, como si la aparición de aquellos velocirraptores y la atroz muerte de nuestra compañera hubiera sido una bofetada de realidad que nos estaba indicando la peligrosidad de nuestra misión.

-Joder... se la están comiendo... -musité, aún afectada por lo sucedido.

Estaba tan impactada que ni siquiera me había percatado de lo mucho que me dolía la herida que había recibido en uno de mis brazos. Me sentía aterrada. Yo sólo era una paleontóloga sin ningún tipo de instrucción para defenderme o disparar un arma de fuego. Calvin y Roy, ellos tenían la suerte de ser militares, pero yo... Estaba sentenciada.

Quería irme. De haber podido, me habría marchado de esa isla en el acto, pero teníamos una misión que realizar. No podíamos retirarnos ahora, o la muerte de Emma habría sido para nada.

-Los raptores... ¿Habrá más por toda la isla? -pregunté, temerosa.

Emma noooo....! Giré la cabeza. Esos bichos se habían comido a nuestra compañera Emma en un abrir y cerrar de ojos. Fue horrible y muy desagradable. Estaba rabioso, triste, enfadado...

Helen tenía una herida en el brazo. Me sentía culpable, llevaba el rifle en la mano, iba con ella...
-Tuve que disparar al velociraptor que atacó a Helen, en que diablos estaba pensado!!- HAHHAHAHAHAH- grité de rabia al ver el brazo de Helen.- No se si habrá más velociraptores, lo más probable es que sí. De modo que hay que salir de aquí cuanto antes. Iremos juntos y deprisa,  y nada de pararse a observar dinosaurios por muy inofensivos que sean, chicos.

Aquella preciosa isla se había convertido en una pesadilla de la que queríamos escapar, de la que debíamos escapar...pero teníamos que seguir con la misión, para eso estabamos allí. Viendo el panorama cogí el rifle más fuerte, decidido a disparar contra todo animal que fuese una amenaza.