El fenómeno que los medios de comunicación han bautizado como “kaiju” no es algo nuevo: si atendemos al registro fósil y arqueológico, hay evidencias de criaturas de proporciones colosales campando por el planeta desde tiempos inmemoriales. Los tiempos modernos con su televisión, la comunicación intercontinental instantánea y la ciencia han permitido registrar sus actividades como nunca antes pero, a pesar de todo, todavía es mucho lo que ignoramos sobre estos seres.
¿Qué es un “kaiju”?
El “fenómeno kaiju” se define como la creciente tendencia a la aparición de grandes criaturas o constructos. Aunque su enorme tamaño los hace teóricamente fáciles de ver, los “kaiju” forman un grupo tan variopinto y heterogéneo que realmente no se les puede dar un único nombre: de los cientos de informes sobre avistamientos de kaiju sólo en contadas ocasiones se han descrito especímenes similares que podrían pertenecer a la misma especie (Ref: Macroprimatus). La comunidad científica emplea el término “kaiju” para referirse a una serie de organismos de proporciones masivas que aparecen periódicamente. Su enorme tamaño es el único factor común que comparten pero incluso eso varía muchísimo.
Los hay terrestres, marinos, subterráneos e incluso voladores. Algunos ni siquiera son “organismos” en el sentido estricto de la palabra pues están compuestos de materia inerte. Otros se forman por la acumulación de muchas criaturas como monstruosos enjambres de insectos que, de alguna manera, adquieren una conciencia común.
Otra característica importante de los kaiju es que raramente pertenecen a especies conocidas. Algunos animales como las ballenas o las sequoyas pueden ser tan grandes o más que los kaiju pero no se les considera dentro de la clasificación. Los kaiju tienden a ser móviles y, con frecuencia, dañinos para el ser humano.
El origen de los kaiju es tan variado como sus apariencias. Algunos son seres vivos comunes sometidos a mutaciones masivas. Otros tienen origen extra planetario o incluso extra dimensional. Los hay artificiales creados por la mano del hombre y luego escapados. Unos pocos se han identificado con seres mitológicos y dioses diversos pero la ciencia es muy reacia a ceder a este tipo de explicaciones.
Sea como sea, parece existir una ley o tendencia, todavía no completamente entendida o estudiada (conocida en la comunidad científica como la “Teoría K”), que determina la aparición de estos monstruos como una parte natural de la evolución: algo en la historia de una especie (el llamado “detonante K”) determina que, en un momento dado, aparezca un ejemplar completamente desproporcionado. Este salto evolutivo es, al menos en teoría muchísimo más rápido que los que hacen cambiar a los seres vivos a lo largo de millones de años. Se desconoce si todas las especies pueden generar kaiju (o qué los produce, de hecho).
La teoría K no explica el origen de muchos kaiju (como los que llegan a la Tierra desde otros mundos o los de origen artificial) pero permite entrever que, a partir de cierto punto en el tiempo, las condiciones naturales favorecen la aparición de monstruos gigantes. Todavía no sabemos si esto es una tendencia natural, si ocurre en el resto del universo o es un fenómeno exclusivamente terráqueo, ni cómo funciona pero la creciente aparición de estos macroorganismos no puede ser una mera coincidencia. Algunos investigadores apuntan que el fenómeno kaiju tiene un origen multifactorial: la radioactividad, la deriva genética, los seres de otros mundos, el desarrollo tecnológico e incluso la mera presencia de otros kaiju parecen jugar un papel determinante en la aparición de estas criaturas.
Distribución Geográfica
Los kaiju aparecen periódicamente en cualquier parte del planeta. Con frecuencia emplean el mar para desplazarse por lo que las zonas costeras suelen registrar la mayoría de avistamientos. El océano Pacífico registra por sí solo casi tres cuartas partes de informes de kaiju lo que ha llevado a algunos estudiosos a teorizar que existe algún tipo de “nido” o “brecha dimensional” en sus profundidades de donde surgen estos seres. No obstante, se sabe de islas remotas en las que viven kaiju en estado “natural” aunque es muy difícil saber si nacieron y crecieron allí o simplemente llegaron hasta sus costas y las convirtieron en su hogar.
Historia
Los primeros kaiju registrados aparecieron al principio del siglo XX. Varias expediciones en el Pacífico y en Africa Occidental descubrieron una nueva especie de simio (bautizada Macroprimatus Kong), similar físicamente a los gorilas pero de posición erecta y de un tamaño muchísimo mayor (sobre decenas de metros). Un ejemplar joven fue capturado y exhibido en Ciudad del Cabo pero la criatura escapó y causó una gran destrucción antes de ser eliminado. Estos hechos inspiraron la película King Kong (1933). El M. Kong es la única especie oficialmente reconocida y estudiada (aunque de forma fragmentaria) de kaiju pero las diferencias entre los especímenes implicados en diferentes incidentes ha llevado a teorizar que no hay uno sino varios tipos diferentes.
Después de la Segunda Guerra Mundial, nuevos kaiju empezaron a aparecer en las costas del Pacífico. Tradicionalmente, esta oleada de monstruos se ha atribuido a la radiación de las armas atómicas como agente mutágeno de especies comunes pero no hay evidencias sólidas que lo confirmen.
Clasificación
Casi cada kaiju podría clasificarse como una especie en sí mismo. En un intento de poner cierto orden a la materia, la comunidad científica sigue la llamada “Clasificación de Kobayashi”:
Kobayashi (Nagashaki, 1924) dividió a los kaiju en seis tipos: mamíferos (incluyendo primates gigantes), reptiles, artrópodos, mecánicos, vegetales y otros. La clasificación es deliberadamente vaga para poder incluir en ella a muchas criaturas que, biológicamente, no tienen nada que ver.
Biología
Aunque los hay provistos de cierto nivel de inteligencia, los kaiju se comportan de manera muy parecida a animales corrientes. Sus necesidades y sus enormes proporciones, no obstante, suelen hacerles entrar en conflicto con la civilización humana (como cuando uno de ellos llega a una ciudad buscando alimento o causa daños materiales al desplazarse).
Debido a su tamaño (desde 25 hasta 50 metros de alto en algunos casos), los kaiju han dejado siempre perplejos a los científicos debido a que, matemáticamente, no es posible que existan: la ley del cuadrado-cubo determina de manera muy exacta qué tamaño pueden tener las criaturas vivientes y las proporciones de sus miembros. Para poder sostenerse, un kaiju promedio (y, debido a su individualidad, es difícil imaginar tal cosa) debería tener unas patas de un diámetro tal que, sencillamente, no cabrían debajo de su cuerpo. Y no sólo eso, un organismo de esa talla necesita bombear sangre, generar calor y conexiones neuronales, todo lo cual es simplemente incompatible de acuerdo con la ciencia. Sin embargo, los kaiju son reales y aparecen con una frecuencia cada vez mayor.
El estudio de cadáveres de kaiju ha revelado poco que pueda explicar estas incongruencias. Se teoriza que su estructura anatómica se haya originado en otro planeta con unas condiciones muy distintas a las de la Tierra pero eso no explica cómo podrían sobrevivir aquí.
La mayoría de los kaiju tienen la capacidad de hibernar durante largos periodos de tiempo. A menudo, son descubiertos (y, a menudo, inadvertidamente) despertados por prospecciones mineras, pruebas armamentísticas o simples curiosos.
Gestión
El mayor problema que suponen los kaiju es cuando sus caminos cruzan áreas densamente pobladas. Para evitar daños materiales, las fuerzas armadas intervienen con resultados dispares. Algunos kaiju han sido abatidos pero el coste en vidas humanas es prohibitivo. En otras ocasiones, se intenta desviar su atención pero resulta muy difícil apartarles de su rumbo una vez está fijado.
Por si individualmente no fueran lo bastante peligrosos, los kaiju tienen una gran tendencia a luchar entre sí. Estos choques, lejos de solucionar el problema, normalmente tiene por perdedor al entorno inmediato de la pelea, que queda arrasado. Los daños colaterales de uno de estas confrontaciones son mucho mayores que los que causan los kaiju por separado y deben evitarse a toda costa.
Desde un punto de vista teórico, al menos, las acciones de cada kaiju están regidas por una motivación (alimentarse, reproducirse, etcétera). El conocimiento de esta motivación es una herramienta muy valiosa pues resulta obvio que los kaiju no pueden ser controlados por la fuerza y debe recurrirse a estos estímulos para lograr redirigirlos lejos de las áreas habitadas.
La Fuerza G
En los años cincuenta, las Naciones Unidas autorizaron la creación de una organización internacional exclusivamente con el objetivo de tratar el problema kaiju. Esta organización se bautizó como Fuerza G (en referencia a la inicial de Godzilla, uno de los kaiju más grandes registrados y que posteriormente protagonizó numerosas películas) y reunía especialistas de todas las nacionalidades.
El cometido de la Fuerza G era el estudio de los kaiju y la investigación de nuevas formas de tratar con ellos. Aunque no es una fuerza exclusivamente militar, numerosos miembros de las fuerzas armadas han pasado por sus filas y, frecuentemente, trabajan junto al ejército en la lucha contra esta amenaza.
La Fuerza G monta guardia permanente por todo el planeta a la espera de la aparición de nuevos kaiju. Gracias a sus intervenciones, innumerables vidas se han salvado pero, a pesar de sus esfuerzos, todavía queda un largo camino por recorrer en la búsqueda de una solución permanente a este problema.