Partida Rol por web

-Interprete - el viejo se inclina ante Kyora, sus ojos sorprendidos por la revelación. -Os pedimos disculpas, no pretendíamos recriminaros vuestro valor. La bestia mató a uno de los nuestros y entre todos apenas pudimos herirla. Los otros cuatro se apresuran a imitarle en el saludo, desorganizados, como si no estuviesen muy seguros de cual era el saludo apropiado. Se decía de los guardabosques que eran, en su inmensa mayoría, individuos que habían sido expulsados de la ciudad, ya fuese por infringir la ley o por ser extremadamente antisociales.  Que las convenciones sociales no estaban hechas para ellos.  Aunque aquí, frente a frente, os parecen gentes sencillas y rústicas, algo desconfiada, eso sí.

-Soy Chege- dice el anciano rastreador - perseguimos al reptil desde hace tres días, cuando cruzó el río.  Los tótems en la curva del río Bweze.. no detienen a las bestias desde hace dias, no sabemos cuantos, ni la causa. Nos hemos reunido y hemos levantado un campamento ahí y hemos abatido numerosas criaturas. 

Orgulloso, añade - Mi hijo, Mwoge, puede olerlas cuando cruzan a éste lado de la barrera. Es mejor que su padre rastreándolas.

El joven se sonrojó un poco, pero se recompuso lo suficiente para contestar a Joshua.  Evitaba mirar directamente a Kyora, pero sus ojos de desviaban continuamente hacia ella.

-Estamos a dos días de la curva del Bweze, los tótems de allí han perdido su brillo. Se sonroja de nuevo - No huelen igual.  Y sabíamos que los dioses mandarían a alguien, aunque no sabíamos qué esperar..- sus ojos se desvían de nuevo hacia Kyora - O a quien.  

Uno de los acompañantes, que estaba inspeccionando el cadáver del reptil llama la atención del anciano.  -Mira, Chege - muestra un fragmento de piel tras la cabeza de la criatura.  Desgastado e ilegible por el tiempo, apenas visible, un símbolo sagrado. -Una criatura de los dioses. Un guardian sagrado. 

Esto parece contrariar al viejo, que frunce el ceño y se envara, tenso.-Será mejor que volvamos al campamento. La estrella cayó fuera - quería decir más allá de la frontera que señalaban los tótems - tras las colinas. Allí hay un poblado de salvajes. Grande - hace un gesto que imita el horizonte, como si el poblado abarcase todo su campo de visión. - Una vez estuvimos cerca, explorando, cuando mi mujer y yo éramos jóvenes.  Hemos visto luces. Verdes y azules, reflejadas en las nubes por encima de las colinas.   

¿​​​​​​Nos acompañáis? - pregunta al fin, mirando a Hayt y a Uren alternativamente.  Como si hubiese recordado quién era ese cazador que tenía enfrente.  Aunque no dijo nada.

"Luces verdes y azules".  Eso contaba tu madre que había visto tu antepasado mientras surcaba el mar, antes de que perdiese el rumbo y una tormenta de fuego hundiese su bajel.   Y siempre dijo, tu antepasado, que eran los colores de la brujería y los demonios.

- Entonces debes ser muy bueno, Mwoge, ya que el nombre de Chege es conocido como el de uno de los mejores rastreadores que conoce el Norte. Chaddick del Este me habló de ti, Chege. 

Luego se acercó al reptil para ver el símbolo sagrado en la piel de la bestia, aunque estaba seguro que Kyora sería más útil en la inspección. Él de todas formas quería ver por si mismo aquel símbolo. 

Uren pensaba que sería bueno ir al campamento, después de todo por eso habían elegido este camino. La información que podían darles Chege y su gente podía ser indispensable para la misión que tenían entre manos, pero de alguna manera sentía que la decisión pasaba por sus compañeros más que por él, así que los miró a ellos cuando fue interrogado por el guardabosques.

Muy tranquila escuchó las palabras de aquellos hombres mientras observaba a la criatura que ella misma había herido y toda la información que iba llegando reflejó la situación actual de Khtytya y se preocupó por ello. Aunque también se preguntaba por el hecho de ser elegidos en este destino en común para resolver una situación que a simple vista les superaba con creces. 

—Encantada, tienes un don preciado y podrías acompañarnos en este camino—dijo al muchacho, sin ánimo de seducirlo de momento—. Quizás deberíamos echar un ojo a esos tótems, puede ser que alguien pudo haberlos dañado intencionalmente ya que dudo ese asunto suceda sin más. 

La sospecha de la intérprete quedó expuesta, aunque le restó importancia a los gestos del muchacho porque en su mente tenía un único pensamiento: bestias ingresando a Khtytya. Y esto, sin dudas era muy inquietante para ella ya que no estaban preparados para esto y podía resultar ser una catástrofe incontrolable. 

Pero el cansancio del combate mismo, hacía mella y ante la idea de ir al campamento, miró a sus compañeros. 

—Podríamos descansar, organizarnos y mirar ese tótem por la mañana. ¿Les parece bien?

—¿Qué haces del símbolo de la criatura, Kyora? —preguntó, mirándola con sus ojos verdes.

El semblande de Joshua se quedó inusualmente serio después del último comentario del viejo. Sus atentos ojos se detuvieron largamente sobre él, aunque parecía que estuviera mirando en realidad más allá, excarvando en sus recuerdos para encontrar algo. Y fuera como fuera,

—Será lo mejor. Uno se enfrenta mejor a lo desconocido mucho mejor cuando ha dormido lo suficiente —declaró mientras se estiraba perezosamente. No le vendría mal una noche de descanso sin guardias y con la seguridad añadida de tener gente en torno a ellos.

Pero aun así esperó a un momento en el que pudiera hablar lo suficiente bajito como para que sus palabras alcanzaran solo a Kyora y Uren.

—Mi madre solía contarme una historia. Cuando uno de mis antepasados atravesó los eternos mares fue precisamente eso, luces verdes y azules, lo que vio antes de que llegara una tormenta que consiguió hundir su bajel. Desde entonces y hasta el final de los días insistió en que esos colores significan brujería y demonios. Puede que la tormenta lo desquiciara un poco —admitió—, pero lo mantendría en mente.

Acompañáis a los guardabosques hacia el norte, descendiendo hasta la misma orilla del torrente, donde Chege comienza a seguir una senda entre las rocas y la exuberante  vegetación.

El gesto del nervudo veterano se había dulcificado un poco al hablar Uren de Chaddick, puede que ambos se conociesen de antes.  Mwoge, por su parte, sonrió halagado por las palabras de Kyora y resultaba tan obvio que al chico le había impresionado la intérprete, que su padre gruñó y le hizo marchar a la cabeza del grupo el resto del camino.  

Sin parar apenas unos momentos para refrescarse, beber agua o dar un somero bocado, bajo la incansable guía de Chege, la Jungla queda atrás justo antes de caer la noche, sustituida por una llanura fluvial, donde el río frena su ímpetu, y deambula perezoso en una gran curva, dejando a su paso el sedimento arrancado del corazón de las montañas.  

Es al final de esta larga llanura repleta de aves, pequeños mamíferos y en cuyas aguas se bañan y reposan hipopotamos no mucho más grandes que Hayt, que se halla el campamento de los guardabosques.  

Situado sobre una pequeña elevación del terreno, a salvo de una posible crecida del rio y desde el cual se puede otear todo el borde de la jungla, tres chozas hechas de caña, atadas hábilmente con fibras vegetales y con techados de grandes hojas verdes y palma.  

-Ahi está el campamento - dice mientras se acerca. Señala la otra orilla del río. -​​​​​​Tras del río, esa engañosa llanura verde que en realidad son plantas flotantes y sólo se puede cruzar a nado. Y luego, entre los árboles al pies de las colinas, los veis.  Ahí hay uno, un totem.  Es del tamaño de tres hombres, y aunque parece frágil, se sabe que ni siquiera la caída de un árbol puede hacerles mella.  

-Os dejaremos una choza para vosotros -​​​​​​-exclama - os ayudaremos en todo lo que necesitéis, aunque no abandonaremos Khytya... A menos que no haya más remedio.  Y es que se sabe que atravesar la frontera de Khytya, la barrera que forman los tótems, es una experiencia desagradable para cualquiera que haya nacido dentro de ella y que todos habéis sentido con anterioridad.  Uren curioseando en la frontera del éste, siguiendo los antiguos túneles, Joshua en uno de sus viajes a las islas del Sur, cuando un golpe de viento desvió su bajel y  Kyora en la costa oeste, como parte de su entrenamiento de intérprete.  Debilidad, mareos y la necesidad imperiosa de alejarse, de huir, son las sensaciones que provoca atravesar la barrera.​​​​​​

Ante la pregunta de Joshua, la intérprete bajó la mirada un tanto pensativa y se limitó a responder desde su conocimiento. 

—Como ha dicho, criaturas sagradas. Bendecidas por esta obra, pero corruptas ahora al ver todo esto... Nadie me informó demasiado sobre esto, sin dudas hallaremos las respuestas a medida que avancemos más—dijo en un tono sincero y al escuchar la historia del arquero, asintió—. Todo tiene relación. 

Y no se dijo nada más, les tocaba una pequeña expedición rodeados de naturaleza y por fin Kyora respiró un poco de aire puro. Le encantaba estar inmersa entre tantos árboles, sentir el aroma de la tierra o el sonido de las corrientes, era todo más llevadero y le permitía conectar de una formas íntima, profunda. Gracias a esto es que no dijo nada más, se mantuvo acariciando lo que encontró a su paso u oliendo sus manos, como si estuviera más interesada en interpretar que en hablar. 

Luego al ver que se encontraba el tótem allí, no pudo evitar el mirar a Uren y a Joshua. Incluso desde aquel límite que nadie querría cruzar porque surge ese malestar que era un indicativo del peligro, el fuerte poder de ese abismo invisible que somete, empuja y persigue. Por ello Kyora, detuvo sus pasos y decidió interpretar un poco más. Descubrir que le podía decir el entorno. 

Tu mano toca una pequeña mata de hierba que hunde sus raíces en el fértil suelo.  Y tu conciencia desciende hacia allá, lentamente se extiende por la red de vegetación.  Percibes los peces en el agua, saltas a través de ellos, sus primarias necesidades y te deslizas de hoja a hoja hasta la otra orilla.  Ahí tus sentidos apenas perciben un débil eco, la vegetación, los diminutos insectos subterráneos moviéndose al son de la energía del tótem.

En tu mente, la barrera siempre había sido opaca y oscura, vibrante y cortante como una catarata de vidrios rotos.  Tus sentidos nunca han podido atravesarla, hasta ahora.

Y del otro lado te llega una sensación de desequilibrio, caos. De naturaleza violada, explotada, en peligro.  Y gente, gente sufriendo.

Uren siempre se había preguntado cómo era que los tótems mantenían unas criaturas afuera y otras adentro. Cuando llegaron a aquel, lo observó con reverencia. Se acercó hasta donde su prudencia lo permitía y examinó la base, la raíz circular que lo unía con el resto del mundo, y los contenedores. Luego se quedó observando hacia afuera del límite invisible que imponía, pensando que qué habría del otro lado, y por que se habrían construido. Y eso lo llevó a preguntarse si aquel motivo todavía seguía siendo válido.

Luego con sus compañeros consultó cual para ellos era el mejor plan a seguir. Parecía haber dos en principio. Uno que los llevaba a investigar la estrella que había caído del cielo, y otro era partir sin más demora hacia el norte. La primera alternativa implicaba alejarse de la frontera y enfrentarse al doble peligro, por un lado de abandonar la seguridad de Khytya, y por otro del asentamiento de salvajes. Pero si algo había del destino que les habían impuesto los dioses aquella estrella caída tal vez les diera algunas respuestas. Su voto fue para este camino. Esperaría a ver que opinaban Kyora y Joshua.

El totem no parece dañado en modo alguno, desde la prudencial distancia en que te encuentras.  Aunque parece palpitar u oscilar de alguna manera imperceptible, algo que no recuerdas de otros que has visto.  Notas los signos de la conducción subterránea que une los totems entre si en la forma en que la vegetación crece en la tierra por encima de las mismas. 

Por otra parte, las plantas del otro lado de la barrera parecen algo menos verdes, menos vigorosas. De algún modo extraño, pues nunca te habías fijado, te da esa impresión. 

Joshua no estaba tan acostumbrado a la naturaleza como sus compañeros; Atravesar la jungla le parecía difícil cuando estaba de buenas y engorroso cuando estaba de malas. Pero a su vez, tenía que admitir que tenía su belleza particular. Si bien al principio había pensado que era todo igual, poco a poco había ido detectan sutilezas y apreciando los pequeños detalles.

Seguía prefiriendo la vida urbana, pero al menos empezaba a aceptar que el exterior podía tener algunas virtudes. En cualquier caso, les había llegado el momento de tomar una decisión, y habría sido raro que él, de todos, no fuera vocal al mostrarla.

—La Estrella Caída está al otro lado de la barrera —comentó, en voz baja—. No es que me muera de ganas por cruzarla. Hubo una vez, y me pareció más que suficiente. Pero... ¿no tenéis curiosidad, aun así? Si hay una relación, ¿no es parte de nuestro deber descubrir qué es? —Parecía estar de acuerdo con Uren.

Sonrió ligeramente, aunque era una sonrisa ligeramente cansada. Estaba acostumbrando a una vida llena de movimiento, pero el movimiento de la ciudad tenía muy poco que ver con el movimiento de la jungla. Muy, muy poco.

—Aunque supongo podríamos echar un vistazo a los totems que están más cerca primero. ¿Vais a saber qué falla solo con... mirarlos? —preguntó.

Kyora se mantuvo en total silencio aferrada al suelo, sus manos estaban cerradas y sus ojos en blanco como si no estuviera allí, dando la impresión de que estaba interpretando los alrededores tras conectar con la naturaleza y su lenguaje. Por ello una vez terminó aquella simbiosis bajo ese don que es suyo y cuando las palabras de Joshua la devolvieron a la situación actuar, se incorporó desde un halo más misterioso, quizás organizando toda la información. 

—He percibido cómo está todo detrás de la barrera, hay caos, destrucción, muerte, es horrible lo que está sucediendo y hay que salvarlos—dijo en un tono sincero—. Y por ello considero que debemos ir hacia donde está la estrella caída. Es una oportunidad de terminar con todo esto...

Ya después a la otra pregunta de su compañero, desvío la mirada hacia Uren. 

—Quizás tú lo sabes—dijo al moreno. 

Ella había tomado una decisión, su corazón y la misma naturaleza le pedía a gritos que vaya a salvarla. No podía postergar, al contrario tenía que ir. 

Mientras Joshua y Kyora hablaban, Uren tenía la mirada perdida hacia el otro lado de la frontera. Los escuchaba con atención, pero no podía negar las ganas de cruzar que tenía. La advertencia de Kyora de lo que había del otro lado no le pasó desapercibida, sin embargo, pero parecían estar de acuerdo en cruzar.

La intérprete le preguntó por la falla de los tótems, pero no tenía respuestas definitivas.

- Comparados con otros que he visto, estos parecen estar menos...  vivos. Sus raíces -señaló. Creo que debemos seguir sus raíces para ver por qué no les llega alimento. Pero es sólo una conjetura, nunca me he planteado si podía reparar uno, sólo lo pregunté porque me pareció que era lo que veníamos a hacer.

Se quedó reflexionando unos segundos más antes de continuar.

- Creo que primero debemos ir a ver la estrella caída. Sería mucha casualidad que la falla y la estrella no tuvieran relación -concluyó.

Luego llamó a Hayt.

- Quédate aquí, compañero, de este lado -ordenó. No quería que le pase nada, y si él estaba de este lado sentía que tendría una conexión de alguna manera con el "adentro" de la frontera.

Miró a sus compañeros como buscando su aprobación*. Si ninguno ponía objeciones, sería el primero en cruzar.

—Antes de siquiera hacer nada, primero hay que descansar y comer. Lo que podamos enfrentarnos es lo suficientemente peligroso como para estar agotados ante ello.

Era una recomendación de la intérprete, considerando lo que había visto y como se sentía con ello. 

La tarde y la noche pasan sin sobresalto alguno, una noche perfecta, ¿La calma antes de la tempestad?.  El cercano arrullo del agua y el croar de las ranas se sobreponen a la suave melodía de las avispas ígneas y los lejanos aullidos de los lémures gigantes.

En el cielo las estrellas parpadean indiferentes a la inquietud de los tres elegidos, la vía láctea se muestra grandiosa pese al tímido brillo menguante de las lunas gemelas.   Os quedáis dormidos casi de inmediato, cansados por las largas jornadas de marcha y del combate con el gigantesco reptil, sabiendo que los guardabosques velan vuestro sueño. 

Un zumbido lejano despierta a Chege, y los murmullos de los guardabosques os hacen abrir los ojos y salir de la choza. En el cielo septentrional, luces verdes y azules iluminan la noche tras las colinas, fulgor enfermizo y frío que os hace reprimir un escalofrío. Un fenómeno que creéis una repetición de otros similares desde que cayó la estrella.  Y de repente, una estela de intenso fuego surge de ese lugar tras el horizonte, hacia el cielo, a una velocidad pasmosa, acompañada de un rugido similar al de una caudalosa catarata.   

-¡La estrella asciende de nuevo! -exclama Chege con temor. -¡Vuelve al cielo! - vuelve a decir, con la voz quebrada.  Y pronto la luz y el rugido desaparecen y la súbitamente silenciosa selva vuelve a retomar su ritmo habitual.  Y tras las colinas vuelven los fulgores antinaturales, azul toxico, verde ponzoñoso, como si nada hubiese cambiado.

Volvéis a dormir, más intranquilos ésta vez para finalmente despertar al alba, algo antes de que el sol comience a despuntar.  Caminais por una engañosa senda que cruza el río cubierto de plantas, sin tener que vadearlo, trepando a través de un par de grandes árboles que crean un puente natural entre ambas riberas.

Y ascendéis el valle excavado por el río hasta llegar a una nueva barrera de vegetación, tupida y salvaje cúpula selvática, en cuyo interior se alza uno de los tótem.  A la derecha e izquierda, a intervalos de exactamente cincuenta pasos, más totems se yerguen inquietantes, llenos de desconocido poder, el lubricado metal que los forma parece respirar.

Cuanto más cerca, más intensa la sensación de rechazo, de debilidad o miedo que sufrís.  Solo un ímprobo esfuerzo os permitirá llegar hasta él..