Partida Rol por web

Alejado el peligro, Kyora usa su arte, su conexión con lo vivo para evaluar el estado de Joshua.  A pesar de la intensa llamarada, sus heridas se limitan a unos muy fuertes golpes*, casi mortales, pero sin rastro de quemaduras.

Hayt gruñe, se aproximan pasos por las escaleras.  Pero resultan ser los rebeldes, ancianos, mujeres y niños, que alejada la nave-demonio, al fin se atreven a ascender a los alto de la meseta.  Se acercan para atenderos y ayudaros a andar, a Uren y Joshua al menos.   En sus ojos, veis la necesidad de unas palabras, de ördenes sagradas que seguir.

En los instantes que precedieron a la detonación Joshua pensó, con extraña calma, que la vida habría sido muy aburrida si hubiera acertado todos los disparos. La única pregunta era por qué tenía que haber fallado justamente ese. Su músculos apenas tuvieron tiempo de responder a la señal desesperada que les imploraba moverse: Para cuando se quiso dar cuenta el mundo había adquirido un tinte verde. Solo sus brazos se habían movido lo suficiente como para ocultar parcialmente su rostro cuando sus pies ya no estaban sobre la nave.

Después llegó el choque, de seguido la caída y por fin... el golpe. Su vista se oscureció, pero algún Dios cruel decidió que no era iba a tener la fortuna de desmallarse. Nunca había sentido tanto dolor y había poco más que pudiera hacer que rezar por no volver a sentirlo. Y aunque habría sido fantástico llevar su dolor estóicamente, en silencio, lo cierto es que gritó y gruñó como si la vida le fuera en ello. Al fin y al cabo, quizá era así.

Para cuando Kyora se colocó frente a él, las heridas de Joshua ya eran obvias. Pese a que ninguna deidad se había dignado a salvarlo del dolor, desde luego sí que debía haber sido un milagro que hubieran decidido salvarlo de las quemaduras. Magullado como estaba, su rostro seguía siendo tan angelical como siempre, aunque por una vez sus labios no estaban marcados por una sonrisa.

Lo verdaderamente malo era la posición antinatural de su brazo derecho, además del montón de magulladuras y moratones que cubrían su cuerpo por prácticamente todas partes. Y eso era a primera vista. Un análisis más atento dejaría claro que se había roto algunas costillas, y si hubiera caído siquiera un poco peor eso podría haber sido un desastre. Y de no ser por la rauda intervención de Kyora quizá lo habría sido.

Estaba claro que en ese estado no podía andar sin ayuda, ni tampoco era el mejor momento para que hablara. Sin embargo, miró a sus compañeros. Si ninguno de ellos tomaba la palabra, lo haría él por más que le torturara.

Joshua hizo una mueca ante el silencio. No estaba en estado como para hacer grandes discursos y, si acaso, estaba demasiado mareado y débil como para siquiera poder terminar de racionalizar la situación. Si le hubieran preguntado en qué calle vivía se lo habría tenido que pensar.

Pero supuso que nada podía ser peor que el silencio. Así que, sencillamente, dijo lo primero que la cruzó la mente.

—Uno de esos... —tosió adolorido— ... Hombre-Cobra ha huído. Y puede... que algún día... vuelva. Pero ahora sabéis... lo más... importante: Se les puede herir. Se les puede combatir. Se puede... derrotar —Intentó sonreir—. Nunca más permitáis... que el miedo... os arrebate no solo la libertad... si no la humanidad.

Tosió una vez más.

—Que la luz del futuro extinga la sombra del pasado.