Partida Rol por web

 Kyuden Bayushi se alza con todo su esplendor rodeado de casas y tiendas de mercaderes. Tras haber sido reconstruido recientemente, este castillo es perfectamente capaz de albergar desde un gran ejército a una fastuosa corte. El emblema Escorpión aparece por doquier, y el laberinto que rodea el castillo se yergue esperando para ser usado.

 Te encuentras en tus habitaciones, decoradas con un cierto gusto por los detalles Escorpión. Un sirviente acaba de irse, tras anunciarte que se te ha convocado, junto a un número importante de samurái, en el patio del castillo. Eso sí, tienes tiempo para prepararte si lo deseas.

Miho estaba dejada de caer en uno de los sillones que había para la lectura, aunque en este caso ella desconocía ese arte. Ojeaba uno de los libros que estaban en la estantería con unas ilustraciones muy cuidadas y coloridas, no todas las habitaciones contaban con ese lujo, solo algunos samuráis.

Llaman a la puerta y eso hace que se distraiga de su "lectura" improvisada, la molestaba en demasía ese tipo de intromisiones por lo que la contestación fue, en tanto a la interrupción - ¿quién se atreve a molestarme? - pregunta un poco enojada, aunque siempre con delicadeza, su postura en la corte no tenía que verse afectada por un pequeño altercado.

Mi señora, - dijo el siervo, la escala social de los samuráis está muy por encima de los henin, o personas, por lo que deben de tratarle con respeto o estos pueden matarles - hay una reunión que precisa de su presencia, es en el patio central, le ruego que acuda - después de una reverencia espera la respuesta de la Samurai, que se sorprende por la noticia - ¿por qué? - se pregunta para sí - ahora no estamos en guerra, ni esperamos invasión alguna... - continúa - está bien, me arreglaré y acudiré allí donde me requieren, ahora retírese - dijo con un gesto de mano acompañando sus palabras.

Miho estaba ataviada con un kimono de color rojo estampado con flores de sakura blancas, se pone de pie y mira que junto a su tocador se encuentra su armadura, no es muy resistente, pero aguanta lo que debe. Sin dudarlo muestra el mon de los Escorpión, su clan. Sobre una mesa baja, justo al lado está su preciada espada, una katana sobre un wakizashi, a lo que se le llama daisho. La Samurai sonrió ante la imagen, recordaba con orgullo como su padre blandía esa espada contra los ejércitos del mal y como con ella vengaría su memoria, acabaré con tu vida tarde o temprano Hida Ananda, se dice para sí con ira.

Se sienta frente al tocador mirándose al espejo coge con delicadeza el cepillo y con sumo cuidado se peina el cabello, su largo y sedoso cabello, cuando hubo terminado de cepillarlo se lo recoge en un moño y se lo pilla con dos palillos formando una especie de equis y colocando un tercero que cruzara a estos dos, todos tienen en la punta una especie de pata de escorpión. Se los aprieta bien y se coloca su máscara, todos los escorpiones tienen una, más pequeña o más grande, pero todos la llevan, por lo que ella no iba a ser menos. Se coloca la armadura, el daisho y, por último, la máscara que cubre su bello rostro, dejando únicamente al descubierto sus hermosos ojos.

Una vez lista se dirige con paso firme pero ligero hacia el patio del castillo, donde la reunión tendría lugar. Todos estaban inquietos, unos de aquí para allá, los otros en sentido contrario, tenía que estar todo listo y preparado, así que debían de darse prisa por avisar al resto de samuráis.

Según andas por los pasillos de Kyuden Bayushi, observas que hay movimiento. Los sirvientes andan más ocupados de lo normal, y los pocos samurái con los que te cruzas se mueven rápidamente también. Por si fuera poco, el ruido de gentío aumenta mientras te vas acercando al patio.

Al salir, te encuentras con un resplandor rojo y negro. Muchos samurái (en torno a unos 50) están en el patio, bajo la luz del mediodía derramada por Amaterasu. Afortunadamente, un viento otoñal hace que el calor no sea excesivo.

Observas rápidamente que no sólo hay bushi, sino algunos shugenja con sus hechizos y algunos cortesanos, comedidos. Parece que, sea lo que sea, requiere los recursos de los Bayushi. 

Al salir, después de estar varias horas en la oscuridad de sus aposentos, el sol casi evita su visión de la zona, eso ocurre unos pocos segundos, hasta que su visión se adapta a las circunstancias del clima.

Anda unos pasos hasta llegar a un conocido de su dojo - ¿has comido arroz hoy? - dice como saludo oficial haciendo una reverencia a su misma altura ni más ni menos, antes de continuar con su verdadera pregunta ya que sabía su respuesta - ¿por qué nos hacen llamar? - pregunta a la vez que señala el bullicio en el patio - ¿es que vamos a apoyar a algún clan aliado? ¿o por el contrario se trata de una simple escaramuza?

El sonido casi hacía que subiese más el tono de lo normal, aunque nunca dando voces o gritando, necesitaba saber la respuesta antes de que se la dijese el daimyo o quien fuese el que los había reunido, pero es que odiaba que la pillasen desprevenida, por lo que preguntaría a quien fuese antes de que su cara de asombro la delatase.

-Que la luz de Amaterasu brille sobre ti, Miho-san-dice tu compañero de dojo-. No hemos recibido más instrucciones que las de venir aquí, pero ahora nos hablarán sobre nuestro deber.

Según dice esas últimas palabras, se pone rígido, formal, y notas cómo varias conversaciones en el borde de tu umbral de audición son cortadas de repente. Dándote la vuelta, ves que por la misma puerta por las que has salido al patio aparece tu Daimyo, Bayushi Paneki-sama.

Miho se inclina un poco para demostrarle su gratitud y después nota como todas las conversaciones cesan por lo que se da poco a poco la vuelta y ve a su Daimyo, en ese momento se queda fijamente mirándole y esperando con ansia saber qué es lo que le reparan las Fortunas, estaba impaciente por saber qué era lo que les había traído hasta aquí y lo necesitaba.

 Bayushi Paneki se yergue sereno frente a todos sus samurái. Su armadura roja y negra reluce al sol, con los flecos de su máscara ondeando al viento.

-¡Bayushi! El Emperador nos ha encomendado una misión. Samurái de todos los clanes se dirigirán hacia el Castillo Kuni, en tierras Cangrejo, puesto que allí atacará en breve una gran horda de engendros de las Tierras Sombrías. Partiremos mañana al amanecer.

Tras repasar una vez más a sus soldados con la mirada, se da la vuelta y vuelve a entrar al Castillo. No le hace falta ver que, a pesar del temor que las Tierras Sombrías inspiran, sus samurái harán lo que se les ordena. La lealtad Escorpión es incuestionable.

Aun no puede creer que se trate de una misión en las tierras Cangrejo, sus sentimientos luchan en su interior, no sabe si debe tener ira o placer por la bien merecida venganza que tendrá lugar en breve, Hida Ananda, acabaré contigo antes de que tan siquiera puedas verme, piensa con una amplia sonrisa en el rostro aunque está tapado por la máscara sus ojos denotan ese sentimiento.

El poco viento que corre en el patio hace que ondee tanto su pelo como su kimono, ella está allí junto al resto pero se mente está mucho más lejos, en tierra de los Cangrejo. Sujeta bien el daisho que tiene sujeto por el obi tradicional y se va su cuarto para meditar sobre su sino, tiene que rezar a las Fortunas para que pueda llevar a cabo satisfactoriamente su destino. 

Que las Fortunas estén contigo Bayushi Hideki, tengo que prepararme para la partida - se despide haciendo una reverencia al mismo nivel con el samurai compañero suyo.

Ya en su habitación se quita el Obi y coloca en riguroso y correcto orden su katana y wazikashi después se quita la armadura y la máscara también siendo colocadas en su lugar correcto. Se mira en el espejo quitándose los dos palillos que habían formado su moño para dejar que el pelo le cayese por los hombros hasta llegar casi a la cintura, le gustaba su pelo y no le daba miedo decirlo aunque es una samurai-ko también es una mujer, poco tiempo pasa mirándose, prefiere prepararse mentalmente para lo que está por llegar. Se sienta en un cojín, cruzando delante de ella sus piernas y colocando sobre las rodillas sus manos para meditar.

Durante ese día los preparativos se realizan rápidamente. La eficacia Escorpión destaca, y todo se dispone para el largo viaje al sur hasta la Muralla Kaiu.

Los sirvientes traen y llevan comida, caballos, armas de repuesto, y todo tipo de utensilios necesarios. Los shugenja meditan, preparando sus hechizos y pidiendo el consejo de los Kami. Por su parte, los bushi llenan los dojo, repasando sus kata y sus maniobras avanzadas. Hay muchas despedidas, ya que muchos de los que se van no volverán.

Antes de partir va a ver la casa de su infancia, necesitaba ver el árbol de sakura antes de partir a una guerra que no sabía si volvería con vida, aunque su intención era volver.

Se sienta bajo el árbol ahora casi muerto, ya que nadie lo cuida, para recordar viejos tiempos. Esos tiempos en los que su padre le enseñaba viejos refranes, en los que jugaban juntos bajo la lluvia de pétalos de cerezo, eran momentos idílicos y que añoraba.

La tierna sonrisa que hasta el momento adornaba su rostro se torna sombría hasta el momento de desaparecer por completo dejando tras de sí un rostro hierático, físicamente no se sabía cuales eran los sentimientos de Miho pero en su interior la furia y el deseo de venganza estaban al rojo vivo, quemando por dentro, Ananda te encontraré, piensa para sí.

Intenta tranquilizarse, no quiere demostrar su ira porque eso la haría débil, para salir al dojo y entrenar un poco sus katas antes de partir a la batalla. Aunque estaba lista para salir enseguida.

El alba del día de la marcha ha llegado muy rápidamente.

A la hora convenida, los cincuenta samurái del castillo están dispuestos, en formación, para salir dirección a las Tierras Cangrejo. Queda un viaje de al menos una semana, en el que se unirán más fuerzas tanto del Escorpión como de otros Grandes Clanes. La llamada del Emperador debe ser obedecida por todos por igual.

Al salir del castillo, el silencio se apodera de los Bayushi. Saben que algunos de ellos no volverán, pero valorar el deber más que la vida es algo básico, definitorio, no solo para los Escorpión sino para cualquier samurái.