Partida Rol por web

No hubo mucha necesidad de buscar, pues en las barracas de los oficiales había un puesto de radio operador con una antena conectada en la cima de la torre noroeste. El aparato era plenamente funcional y solo necesitaba un poco de habilidad para hacerlo funcionar.

Esa noticia le llego a Brannagh cuando Vincent le alcanzó un té con leche caliente y algo de pan y queso. Luego el jugador de casino siguió llevando las viandas a los prisioneros alemanes y posteriormente a los ex prisioneros eslovenos que habían decidido trabajar un turno completo en la fábrica para los liberadores.

El modesto vehículo alemán encendió al primer intento y quedó ronroneando cual gatito. Billy escuchó atentamente y sonrió al oír el resultado de su trabajo sobre el Kubelwagen. El  automóvil todoterreno podría llevarlos muy lejos si lo cuidaban y conducían con habilidad sobre las nevadas rutas de Holanda.

Ahora el “polaco” podría almorzar y dormir. Su trabajo estaba completo.

Steve volviendo a la acción ofrece un buen lugar de vigilancia para él. Una claraboya sobre el tejado de la fábrica, que al tener casi la misma altura que las torres también sirve para sitio defensivo.

Incluso su sugerencia sobre el “camuflaje” para los blindados destruidos es secundado por Boris y Aaron, que de inmediato es puesto en obra por los ayudantes civiles. Al finalizar todos pueden descansar y almorzar tranquilamente. Boris, que estaba acostumbrado al trabajo más pesado en su madre patria, ni siquiera estaba cansado. Sentía que incluso podría salir a explorar el perímetro si lo deseara.

Luego, con la visita de Walter a la fábrica, un grupo de civiles se distribuye por las torres de vigilancia a dar una mano a los soldados. Posteriormente al dar con la radio, solo resta darle un uso y permitir quizás que todos tengan su momento de descansó.

Ocon se encarga de coordinar los trabajos en la fábrica para que Mike y Frank puedan hacer otra cosa. El centurión no necesita descansar. No de manera tan urgente como sus compañeros. Por eso mismo los despide con énfasis, no sin antes restar importancia a las palabras de ambos soldados. Era momento que esos dos cambiaran de aires y descansaran, porque el próximo paso era mucho más complicado que la captura de Oldingham.

Libre de sus obligaciones autoimpuestas en la planta de fabricación, Franklyn decidió subir a una de las torres del edificio para otear el horizonte para prevenir una posible reacción del enemigo. A falta de binoculares, intentó ver si alguno de los nazis que estaban en los puestos de vigilancia dispusieran de uno. Luego, una vez comprobado que estaban libres de peligro, se iría a descansar. Estaba fatigado y dolorido. 

Antes de retirarse informó a Sanderson y sugirió mantener turnos de vigilancia para extremar las precauciones. 

El Kubelwagen me devolvió ese mágico sonido cuando accioné la manivela de arranque. Si, no había perdido la magia. Bajé del vehículo y, con el motor al ralentí, volví a comprobar todo. El estado era perfecto, casi con seguridad el vehículo en mejor estado. Tal vez no fuera el más potente, ni el más grande, ni siquiera el más cómodo… pero nos ahorraría muchas millas de andar sobre el barro. Así que apagué el motor y lo cubrí con una loneta que encontré ahí tirada. 

Me dirigí a la pequeña cocina que había montado Vincent y tomé algo del guiso.

Espléndido… Jesucristo, Vincent, te has superado… o eso o el hambre ciega nuestros sentidos, jajaja. Gracias…

Y, tras decirle a Vincent mis intenciones de descansar en el interior del Kubelwagen por si se me requería en algún punto, salí de regreso a los garajes. Ahora que tenía el coche arreglado, no quería alejarme demasiado de él. Por si acaso.

De camino, volví a encontrarme con uno de los polacos con los que había mantenido una conversación un rato antes. Me dijo que la fabricación de las balas iba por buen camino, y que les habían dado descanso a algunos de los que empezaron en primer lugar.

Lo paré y, a modo de agradecimiento (y por qué no decirlo, evitar la tentación de emborracharme que era bastante golosa) le tendí la botella de aguardiente que le había quitado al cadáver del alemán de la torre noreste.

Toma, amigo, compártela con tus compañeros… si me la llevo yo, seguro que acabo cantando el kumbayá y alerto de nuestra posición hasta los japos.

El agotamiento empezaba a pasar factura, no habíamos parado des de la noche anterior cuando planeamos el ataque a la fábrica y antes de eso nos habíamos enfrentado al equipo de traidores, sumado eso a la batalla de la fábrica, empezaba a necesitar un descanso. Dije a los polacos que fueran cuando acabaran de comer se vistieran con la ropa de los alemanes que pudieran encontrar antes de evacuar la fábrica, era preferible que se vistieran como el enemigo que ir por ahí con ropa de reclusos. 

Seguí el olor de comida recién hecha que Vincent tenía en la olla y me cogí un plato para comer:-Tiene buena pinta, amigo.-le dije y cogí un trozo de pan para acompañar el guiso:-Si me dices que tienes por ahí algo de café caliente, te beso los pies:-añadí a continuación con tono humorístico para amenizar un poco la situación en la que nos encontrábamos:-Sabes si alguien le ha llevado comida a Brannagh? No te preocupes, le llevo un plato y que coma un poco.-dije al final. 

Comí junto al calor de la cocina para combatir el frío y con el estomago lleno, cogí un plato y me dirigí a la torre donde estaba Bran vigilando:-Toma amigo, espero que tengas hambre.-le dije al compañero vigilante:-Como está la situación por aquí?.-dije al final. 

Bran agradeció con un gesto de la cabeza y una sonrisa el que le trajeran algo .... "calentito" y que morder. Era todo un alivio poder disfrutar de eso en estos momentos. - A ver si tenemos suerte y podemos hacer la munición esa, antes de que todo se vaya al traste. Seguía con su ronda de mirar para dentro y hacer pequeños sectores de observación hacia fuera.

- Joder, ya se como se sienten los rádares esos que instalaban en los barcos estos días atrás.

Había estado con los artilleros de varios cruceros, por los indicativos y por lo de hacer de observador avanzando. No tenía porque dársele bien, pero, en su libretita anotaba todo,y si hacía falta, con su horripilante letra ... intentaría descifrar lo que había puesto, para cuando hiciera falta. Eso fue unos meses atrás. Ahora, la citaba libretita estaba tan pegada que no sabía si podría abrir las hojas sin que se desmoronasen o arrancasen trozos unas hojas de otras.

La situación estaba bajo control y una vez puestos en marcha Steve tomaría su posición, pero antes de ello era el mejor momento para llevarse algo al estómago y si estaba caliente mucho mejor.

Hay algo por aquí que huele bien y no me importaría catarlo dijo siguiendo el olor de la comida.

Una vez tomado algo caliente, Steve tomó posición en el tejado más alto de la instalación, desde allí tenía buena visibilidad a todos los flancos, se camuflo como pudo junto a una de las chimeneas de forma que le sirviera de parameto a su espalda.  Lo bueno es que desde esa posición también podía vigilar el interior del recinto sin delatar claramente su posición como lo era cualquiera de las torres.

Los polacos parecía que finalmente les podrían echar una mano para fabricar las municiones por lo que después de todo no les había salido mal la jugada si es que conseguían salir de allí con vida y con munición.

Mientras se repartían las vituallas y se terminaba de fabricar la munición, Walter ojea -algo distraido- los registros de comunicación y los libros de claves que hay junto a la radio.

Trata de buscar los últimos informes para hacerse una idea de si se espera algún envío o visita y de cuál es la situación de la fábrica (*).

Es cierto que los eslovenos -que no polacos, se obliga a recordar- les habían dicho que iba a ser abandonada, algo confirmado por el propio jefe de campo, pero Walter quiere asegurar que no haya sorpresas. Necesitan descansar unas horas antes de continuar su viaje... sea hacia dónde sea. Eso le recuerda que deben trazar una ruta de retirada para los ex-prisioneros, así que rebusca en la oficina mapas actualizados.

Cuando sale al exterior ya está atardeciendo (**). Ve a algunos hombres, ex-prisioneros, en las torres y a su gente -se sigue sorprendiendo al denominarlos así, su gente, moverse por el campo.

Ve pasar a Vincent con provisiones para Sanders, que sigue encaramado en su puesto, y siente rugir su estómago.

Revisar las heridas de los prisioneros, establecer turnos de vigilancia y descabezar unas horas. Son las órdenes del doctor, se dice con sorna.

Así que se dirige hacia el barracón donde están los alemanes. Una vez debidamente inspeccionado, Riley les ha hecho entrar ya, hace frío y no se han quejado demasiado. No les quedan fuerzas. Están tan agotados como ellos, y desmoralizados.

-¿Cómo va la cosa, Riley? ¿Dan algún problema aquí, los amigos de Adolf? -Walter se permite una sonrisa irónica, el cansancio le hace bajar sus defensas, al pensar en un hombre de color custodiando a aquellos arios. Espera que Riley sea también consciente de ello. Es bueno para la moral.

Entra en el barracón y saluda al comandante.

-Se hace de noche, herr Rheingold. Les sugiero que descansen. Mañana será un día largo -Walter no da más explicaciones. Con gesto profesional se encamina a los heridos-. Voy a revisar a sus hombres.

Después de terminar, Walter regresa a la fábrica. En su mente está muy claro lo que deben hacer. Antes de dar la orden siente que debe exponérselo a Ocon, él les ha envuelto en todo esto y él es muy capaz de convencer a sus hombres de que cometan un asesinato a sangre fría.

Encuentra al centurión milenario ultimando los paquetes de munición.

-Ocon -llama Walter-. Los hombres necesitan descansar, hasta mañana sería lo ideal, pero imagino que no tenemos tanto tiempo, ¿verdad? No me gusta viajar de noche, pero lo haremos si es necesario. Los alemanes se quedan aquí, encerrados. Tapiaremos sus ventanas y condenamos las puertas. Para cuando se den cuenta de que están solos -nos vamos sin hacer ruido, primero los eslavos y después nosotros, empujaremos nuestros vehículos si hace falta- y puedan salir estaremos lejos, muy lejos.

No espera respuesta del legionario y continúa.

-No habrá asesinatos. Y esos desgraciados no saben nada de nosotros. No hay nada que pueda aprender de ellos tu ángel oscuro -concluye (***).

El día transcurre más deprisa de lo esperado, que entre tantos preparativos las horas se esfuman sin pensar. Al comenzar la caída del sol el clima parece idóneo para marchar cuanto antes. La luna creciente y el cielo despejado prometen un viaje con mucha visibilidad.

El automóvil todoterreno se encuentra listo, con el tanque lleno y listo a la espera del viaje. Incluso Billy dio con unas cadenas para la nieve en caso de necesidad.

Los civiles han terminado el turno y ahora los americanos disponen de decenas de cajas de munición, de calibre alemán*, para utilizar a destajo. Szarlota y los demás han optado por descansar un par de horas luego de la extensa labor. Posteriormente a eso podrían comenzar su viaje lejos de la fábrica y las líneas alemanas, aunque no les apetece viajar de noche.

Desde luego que rechazaron todo uniforme y vestimenta de sus captores. En cambio mostraron a sus libertadores un depósito con valijas y cajas con pertenencias de todos aquellos que habían sido recluidos en la prisión. Por lo tanto había vestimenta de sobra para todos.

Por parte de los americanos algunos durmieron todo lo posible y casi todos probaron bocado. Luego el viaje seria arduo y necesitaban recuperar energías.

Entretanto, la investigación de los registros y también por los testimonios revela que efectivamente la fábrica iba a ser abandonada por los militares, dejando las instalaciones a merced del fuego y a los prisioneros víctimas de las llamas dentro de sus propias barracas. Otras fuentes hablan de fusilamientos masivos, aunque fuera un derroche de munición que debía ser enviada en ambos camiones a la línea Sigfrido junto con la movilización de los soldados nazis.

El reporte de Vincent y Aaron indica a Walter que los prisioneros mantienen la moral por el suelo aunque ninguno corre peligro por las heridas. Tan solo no se encuentran en condiciones de viajar ahora mismo. Pese a esto el oficial y los pocos soldados con energías para escapar no tienen intenciones de hacerlo por el hecho de no querer dejar atrás a sus camaradas lesionados, lo que supone un momento ideal para su encierro prolongado.

Finalmente llega el momento de hablar con el centurión. A lo cual Marcus responde.

-Es vuestra decisión lo que hagan con los nazis, siempre y cuando nadie les pueda extraer información al respecto. Es por eso que ninguno de los sobrevivientes me ha visto. Hagan lo que quieran con ellos, me da igual ahora.

Solo que esperar diez o doce horas para salir de aquí me parece demasiado, porque si el Grigori llega antes que nosotros a nuestro destino todo habrá sido en vano.

El destino final es un sitio sagrado, un monasterio milenario, donde el mayor tesoro celestial debe ser protegido a toda costa de Zephon. Porque él con la espada de Imperius podría desatar el fin del mundo si llega hasta ese tesoro.

Justamente nuestra carga, las armas y la munición especial, puede dar fin a su ejército de caídos y también terminar de una vez por todas con sus intentos por crear caos y corrupción en este mundo.

Y recuerden que sin disparos certeros a la cabeza o al corazón los demás ataques solo los harán enfadar o ralentizar. A la cabeza o al corazón. – finaliza.

Franklyn se mantuvo en su puesto de vigilancia hasta que se hizo de noche. Había más gente vigilando así que pensó que podría retirarse a descansar. Guardó los binoculares que había conseguido pensando que le podrían ser de utilidad en el futuro y se retiró. 

Abajo todo seguía más o menos bien. Se presentó ante Sanderson e informó.

-Señor, parece que todo está tranquilo ahí fuera. Pido permiso para descansar. 

Las heridas de Lieber aún estaban muy recientes. Había sido un día muy largo y el soldado estaba deseoso de tumbarse a descansar.

-Es vuestra decisión lo que hagan con los nazis, siempre y cuando nadie les pueda extraer información al respecto. Es por eso que ninguno de los sobrevivientes me ha visto. Hagan lo que quieran con ellos, me da igual ahora.

-Entonces no hay motivo para matarlos, Ocon. Les encerraremos y que se las apañen cuando salgan -decide Walter-. Acompáñame a la oficina, he visto unos mapas, veamos el recorrido que nos espera hasta... ese lugar sagrado. Luego descansaremos lo imprescindible, cuatro horas, y nos pondremos en marcha (*).

Tras una corta deliberación y acordar el asunto con Ocon, Walter se despide.

-Lieber y Yakovlevich necesitan que cambie sus vendajes... aunque no puedo hacer mucho más, necesitan descanso y tiempo. Si tus... dones pueden hacer algo, serán bienvenidos -pero el doctor no espera a la respuesta de Ocon, no se siente nada cómodo con él y está demasiado cansado, su exquisita educación empieza a resquebrajarse-... En cuanto a acabar con la corrupción del mundo -la imagen de las fosas comunes al norte de la fábrica asaltan su mente-, creo que nos bastamos nosotros.

Con el campo en orden, a Walter sólo le queda echar un vistazo a los dos heridos (**), pedir a Brannagh una automática y un subfusil ligero -se fía de su criterio (***)-, reabastecer su botiquín, a ver si tienen algunas buenas pirulas los alemanes, y tratar de descabezar unas pocas horas. 

-Chicos, tenemos la ruta, descansad por turnos, en cuatro horas nos ponemos en marcha. 

-Señor, parece que todo está tranquilo ahí fuera. Pido permiso para descansar. 

-Las cuatro horas, Lieber. Te quiero roncando como una marmota, pero antes deja que revise los vendajes y te ponga una inyección, te garantizo que soñarás con Jean Harlow.

Mike quería ayudar pero enseguida vió que aquellos prisioneros sabían trabajar. Pronto tuvieron una cantidad importante de munición y aunque intentó echar una mano enseguida notó que molestaba más que otra cosa. Alguien sugirió que se tomaran un descanso y, aunque no era lo que esperaba hacer accedió.

Los superiores discutían el destino de los prisioneros, Mike estaba de acuerdo en que no debían matarlos pero hacerse cargo de ellos también les retrasaría así que, en realidad se desentendió del tema pensando que ellos decidirían que hacer y sería lo correcto.

Comió un poco antes de tumbarse en un ricón, enseguida notó lo realmente cansado que estaba por lo que no tardó en conciliar el suelo. Después de dormitar un poco se preparó, abandonó su Garand para hacerse con su equivalente alemán para el que tendría un buen montón de munición. Además también quiso llevarse una ametralladora, sería aparatosa pero al ver que contaban con transporte pensó que debían armarse todo lo que pudieran.

Cuando se acercó al todoterreno a cargar sus cosas ofreció su ayuda a Blachowicz:

-¿Como va este cacharro? ¿Es fiable?.- Mike tenía ciertos conocimientos de mecánica, no era un experto pero siempre estaba dispuesto a aprender.

Sin sobresaltos.

Si. Esa podía ser la expresión. Y no era poca cosa. No era capaz de recordar cuantas horas seguidas llevábamos de combate cerrado, misión espeluznante de ángeles contra demonios, marcha fatigosa por la campiña embarrada y helada del sur de Bélgica, sangre, sudor y lágrimas. Sin nadie que nos comande, obviando cualquier tipo de orden dada desde la base, dirigidos por el doctor, que todo sea dicho, demostró ser un tipo cabal y con más capacidad que muchos de los oficiales de mayor rango que había conocido…

Así que si, todo eso formaba un cocktail del que difícilmente podríamos escapar con vida. Y sin embargo ahí estábamos. Incluso descansados. Con un piti en la boca (maldición, solo quedaban siete en la cajetilla) y observando el futuro con cierto… optimismo. Solo teníamos que lamentar la baja de Tala, que dios lo tenga en su gloria.

Hice mi guardia, cuando me tocó. Con profesionalidad y buen talante, como no podía ser de otro modo. Uno de los liberados estuvo conmigo todo el rato. Hablamos de la familia, mayormente. Esa que algún día querría formar con mi querida Mia, la cual dejé atrás en Boston cuando me desplacé para combatir en la lejana y vieja Europa. Muchas anécdotas, muchas historias y… en fin… la vida. Al quedarme solo tomé muchas notas sobre lo hablado. Era buen material que me daría pie para narrar mis peripecias en la guerra. Eso si… si volvía de una pieza a casa.

Luego de tomar una nueva arma en la que usar los proyectiles fabricados, regresé al coche, donde esperaría al resto de mis compañeros.

¿Fiable, dices? Jajaja - respondí a la pregunta de Rookie Doherty - si, sin duda… este cacharro nos llevará a donde queramos, siempre que no esté más allá de cien millas, tal vez ciento veinte… ¿qué quieres que te diga? Es alemán, y esos cabrones saben hacer coches.

Entre todos se organizan y consiguen el equipamiento necesario para armarse hasta los dientes. El resto de la munición y armamento va a parar a las cajas que luego son acarreadas por un carro tirado por el Kubelwagen.

En el carro de tiro llevan armas para equipar a una treintena de hombres. Por pedido de Marcus, para llevar armamento al sitio donde se dirigen…

Luego el centurión y el médico se reúnen para conformar una ruta de viaje hacia el destino final, hacia una ubicación que por seguridad del preciado tesoro que existe allí solo Walter es el único aparte de Marcus en conocer el punto exacto en el mapa. Luego de eso todos descansan una ronda de cuatro horas antes de salir de la fábrica.

Finalmente el nutrido grupo se despide de los civiles, que lentamente comienzan los preparativos para irse al alba. Y al no caber todos dentro del automóvil todo terreno, cinco viajan en el Kubel, otros tres en el carro de tiro y los últimos dos restantes lo hacen en una motocicleta.

Lo hacen empujando cuesta abajo el automóvil con el carro y arrancando el motor en el linde del bosque para no ser escuchados desde Oldingham. Desde ahí un camino de tierra se interna en los bosques de las Ardenas y los guía al norte por terrenos zigzagueantes.

Para cuando el alba llega Boris, Walter y los demás han viajado poco más de tres horas por los bosques.