El título ya dice mucho. Hay una historia antigua de un flautista que, bueno, ya sabéis, epidemias. Siempre lo mismo. Tras la guerra, ¿qué os voy a contar? Además, en una ciudad tan cerca de unas marismas. Esto es difícil de evitar. Marienburgo es un lugar estupendo, en serio. La mayor parte del tiempo no ocurre nada. Incluso durante la espantosa cruzada del Caos por el Imperio, la ciudad del comercio mantuvo su nivel de negocios sin apenas notar los cambios. Rumores, eso sí, rumores iban y venían, pero no hubo hambre, ni enfermedades. Sólo canciones de ese tipo, la del flautista, amenazas para que los niños se porten bien. Ya sabéis.
Marienburgo es un buen lugar. En serio.
Partida para tres jugadores ya elegidos. Ritmo serio de un post cada 2-3 días, salvo aviso. Mucho compromiso y sobre todo, mucho ánimo.
Se aceptan VIPs.
Por cierto, la partida, por el tipo de lenguaje y el poco cuidado que voy a tener en ocultar la sangre, es para mayores de 18 años.
Aquí se realizarán las tiradas y todo lo relativo a la creación de los personajes. Dudas, etc.
Escena para el personaje Davos Fleawater. Lo que sabe y lo que ignora, sus reflexiones más profundas. Todo aquello de lo que espera respuesta y de lo que no lo espera, lo que preguntó al viento y lo que consultó a alguien más sabio que él.
Aquí Franz se encuentra con las raíces que cree haber dejado atrás. Nada escapa del pasado de un strigano, ya que pocas tierras hay más celosas, o que pidan tan puntualmente retribución por lo concedido. Lo que Franz sabe y lo que desconoce está todo escrito en la tierra, en un lenguaje que él sabrá reconocer a su debido tiempo.
Resumen de lo que está por llegar
Aquí haremos tu personaje y, de paso, resolveremos dudas, etc, al principio y a lo largo de tu participación en la partida :)
Aquí comienza el relato de las venturas que se transformaron en desventuras para el esforzado mediano.
No queda claro, como tantas veces, qué fue primero, si el pronto avecinarse del desastre o el lento morir de las buenas previsiones, pues no vuela el tiempo, sino que rueda, y en ese ciclo no queda más que esperar volver al lugar donde ya se ha estado, aunque uno no se dé cuenta.
La ciudad de Marienburg tiene muchos corazones. Para algunos, los mentideros conforman una red tupida de tejido que palpita y bombea por igual verdades y mentiras. Para muchos, el corazón más podrido de la ciudad, y a la vez el que más conviene vigilar, si sabes cómo hacerlo. Aquí (y aquí es un término muy amplio, desde una calleja oscura hasta la plaza atestada el día de mercado) se amontonan las noticias, los rumores, todo aquello que depende de quién lo cuente y quién lo escuche. Es el latido de la ciudad, viajero.
Hazle caso.
A menudo en cualquier obra, por ambiciosa o humilde que sea, el comienzo es lo más laborioso. La pluma desciende, a punto de rasgar el papel, pero duda y se separa. Otra vuelta a las ideas, otro enfoque. La tinta se seca a menudo antes de que, por fin, el autor se haya decidido.
Queda por saber, si hemos acordado que se piensa mucho en cómo comenzar una obra, qué fuerza golpeó la mente de este diletante de la literatura, cuando estimó acertado comenzarla en un burdel.
Un cambio sobre el programa, una parte que se separa del resto y adquiere cuerpo, consistencia, una melodía oscura, largo tiempo olvidada.
Un chillido. Mil chillidos.
Un grito.
El silencio.
Al fin, un acompañamiento musical más rico, elaborado, quizá, eso sí, sin el beneplácito de los instrumentos. Un capricho de la misma música, una araña, sin duda, que teje su propio hilo.