Partida Rol por web

No puede evitar sonreír de forma algo inquieta. Tal vez el conocimiento le brindara saber ese aspecto de Alec, tal vez fuera muy obvio en sus intenciones. Eso último lo dudaba, era cauto y siempre cortés. Además de estar replegado siempre a un segundo plano. ¿Quién se fijaría en él?

- Las mentes más agudas son capaces de captar esas intenciones - responde, diplomático - Aunque mis intentos no sean más que los primeros pasos de un principiante, aunque sea en el juego de poder

-El juego del poder suele llevarse por delante a los novatos que no aprenden rápido, muchacho.

El anciano esbozó un sonrisa de satisfacción

-Se que eres buen observador, que has visto a los mercaderes y que sabes que no son todo lo que dicen ¿no es cierto muchacho? Tal vez quieras ayudarme...

Aquella propuesta le coge desprevenido. Confianza, lealtad, servidumbre. Tal vez fuera el momento en el que su trabajo diera frutos finalmente. Lucha por contener su emoción, que no entusiasmo. Aquello podía dar la imagen errónea. No era un muchacho alterado por la confianza que se le concedía. Era un hombre dispuesto a servir y a luchar por sus propósitos

- Os escucho, mi señor...

El anciano se tomó su tiempo mirando al horizonte distraido. Un silencio pesado se instaló entre vosotros hasta que al final el Patriarca de la casa habló.

-Necesito alguien que sea mis ojos, mi joven amigo- el anciano hizo una pausa- alguien que miré por mi y sea la mano que defienda la casa...de forma discreta eso si.

- Mientras esté aquí - le asegura, agachando la cabeza, a pesar de su no visión - esta casa no peligrará. Con vuestra sabiduría y los medios a mi alcance, los Stormchild prevalecerán

Aquella era una señal de respeto. ¿Tal vez el patriarca no confiara en los que manejaban y dirigían la casa? Aquella sería una idea interesante, que aunque peligrosa, no pudo sino despertar una sonrisa de cruel satisfacción en sus labios. No se alegraba del infortunio, sino de imaginar quién sería. El por qué de que acudiesen a él. Tal vez fuera una herramienta, pero solo se recurre a ella cuando no puedes hacerlo con tus propias manos, tus propios medios

El anciano asintió solemne a tus palabras, el anciano necesitaba algo que tu podías darle, ojos y juventud.

-Eso está bien muchacho, me gustaría pedirte algo -el anciano tanteó su hombro y se acercó- ¿Has visto a los comerciantes? No les pierdas de vista...Sabré recompensarte y ahora...¿Por qué no volvemos dentro, mis viejos huesos no llevan bien el fresco de la noche