Según avanzais, vuestros temores se confirman, llegais a una sala circular, en la cual parece haber excavado un pozo, de al menos 20 metros de profundidad. Solo hay una rampa de bajada, pegada al borde de las paredes del foso. Pequeñas velas siguen alumbrando débilmente, aunque el fondo del pozo, no se ve con claridad.
1- Tirada Conocimiento: Tierras sombrías Dificultad 10
2-tirada Percepción+investigación. Dificultad 10
3-A ver que haceis, una vez tireis.
Aquel lugar le recordaba algunas de las historias que había oído en el pasado en tierras Cangrejo sobre ritos y brujería llevados a cabo por los siervos del Caido, pero Murasama no podía permitirse que algo así lo detuviese. Miró en dirección al suelo, si habían llevado a Jotaro hasta allí seguramente pudiera encontrar pisadas profundas de quien hubiera tenido que cargar con el peso del Escorpión o un surco si lo hubiesen llevado a rastras. Sin detenerse volvió la mirada al Kokatsu quizás el pudiera ver algo más, pero tampoco quería esperar más de la cuenta en un momento tan crucial, así que el jabalí retomo sus pasos en dirección al pozo tratando de hacer el menor ruido posible por si su compañero hubiera sido tirado allí.
La mirada que lanzó Kôkatsu a su compañero fue aterradora. No porque diera miedo en sí misma, sino porque traslucía un pánico tan extremo que en la cara de un Cangrejo sólo podía significar una muerte inminente.
El cerebro del Hiruma fue golpeado duramente por las pasadas palabras de su senséi. Había fallado.
- ¿Para qué has nacido Hiruma-san?
- Para proteger al imperio, sensei.
- ¿Qué harás entonces, cuando otro samurái quiera tu cabeza?
- Proteger el imperio.
- ¡Yosh! Recuerda que el imperio puede prescindir de algún jovencito perfumado pero la muralla no puede prescindir de un solo Cangrejo. Y no te olvides de los "perdidos". Aunque la mancha los haya corrompido su entrenamiento sigue siendo el de un samurái.
- Entiendo.
- No siempre será tan fácil. Puede que llegue el día en el que proteger el imperio signifique abrazar la muerte intencionadamente. En pie. Coge la katana de tu hermano.
Había fallado a su sensei, a Murasama, a Sanosuke y a todo el imperio. En su obsesión por salvar a Jotaro, al que acababa de ver respirar en el fondo de aquel foso lleno de huesos, había perdido de vista su misión principal. No. No la de investigar aquel maldito pueblo en busca de pistas. La misión que todos los samurai de su clan llevaban cumpliendo desde casi el principio de los tiempos. La misión de defender el Imperio Esmeralda.
Jotaro estaba irremediablemente perdido al igual que lo estarían los 2 samurái conscientes de aquella guarida.
Kôkatsu partía hacia el sur de la muralla Kaiu para pasar su prueba de Gempukku. Un explorador Hiruma le acompañaba. No sería su compañero sino su vigilante. La única ayuda que recibiría de él sería la decapitación de su cadáver si Kôkatsu fallaba en la ceremonia y caía en combate.
En la muralla había oído varias veces una palabra que repetían sus primos Hida. Maru.
- ¿Maru? - preguntó sin dobleces a su compañero. - ¿De qué hablan?
El explorador contestó con reticencia. No quería que el miedo echara a perder a aquel joven de su familia. - En la muralla, es el tiempo que tarda un Oni invulnerable en matar a un guerrero Hida acorazado. Cuando se usa esa palabra generalmente se hace para referirse al sacrificio de tropas a cambio de tiempo. -
- ¿Cuánto?
- ¿Cuánto "qué"?
- ¿Cuánto dura un Maru?
- Una inspiración... no muy profunda.
Un Oni con una guarida como aquella y semejante secta de seguidores dentro del imperio no podía ser algo a lo que un Cangrejo recién graduado pudiera enfrentarse... ni siquiera con Murasama a su lado.
El Hiruma se preguntaba cuantos Maru necesitaría el jabalí para ponerse a salvo.
En el susurro más apremiante que Murasama jamás oyera - ¡Esto es la guarida de un Oni. Huye Murasama. Informa al Escorpión!
Un Maru dura 2 segundos.
Esta información está sacada del Libro Los Grandes Clanes de L5A
¿Que vas a hacer finalmente, Murasama?
Ver a Jotaro en el fondo de aquella fosa no hizo más que terminar de encajar la última pieza de un puzzle del que Murasama llevaba bastante tiempo sabiendo la imagen que ocultaba por mucho que se hubiera resignado a creerlo, aquella era la guarida de la bestia que les habían encomendado encontrar, las cosas estaban bien claras, sacar al Escorpión y huir los tres de allí para informar a Sanosuke ¿No? Quizás el planteamiento fuera sencillo pero llevarlo a cabo no lo iba a ser tanto, empezó por valorar si pese a su talla le sería posible subir y bajar para sacar a su compañero de allí tratando de reprimir su rabia cuando la voz de Kôkatsu lo hizo levantar la cabeza y mirar hacia él con la lanza en ristre para comprender el porque de aquel grito preparándose para lo peor.
si Oni-baba no se me va a tirar encima y la fosa no es muy profunda pienso bajar sacar a Jotaro y salir echando hostias, si no solo ponme una breve descripción de lo que veo y respondo en cuanto vea el turno, hoy por la noche o mañana por la mañana a más tardar
Es una fosa muy amplia, de casi 20 metros de diàmetro por casi 20 de hondo tambien.solo hay una escalera de bajada o subida, y el fondo apenas se ve. Muchos huesos y Jotaro encima. No se podria decir si esta vivo o no. Recuerda que una onibaba no es un oni. Digamos que una es una bruja y lo otro un demonio.
La advertencia de Kôkatsu tenía su razón de ser pero el corazón de Murasama le impedía aceptar el simplemente darse la vuelta y abandonar de aquella manera a sus dos compañeros, sabía que de algún modo la deuda que había contraído con Sanosuke estaba siendo violada si hacía lo que pensaba hacer y eso provocaba que su sangre hirviera con aún más rabia, todo el asunto de la onibaba le estaba consumiendo las entrañas, aquel pueblo había sido manchado, las muertes de tantos inocentes, la captura de Jotaro y ahora esperaban que aceptase sin más darse la vuelta y marchar de aquel lugar.
-Entiendo lo que dices Kôkatsu, pero no puedo darle la espalda de ese modo...- "Y seguir diciéndome a mi mismo que soy un samurai" sabía que el tiempo era vital y discutir ahora la manera de actuar solo les traería problemas, bajar a la fosa sería traicionar a Sanosuke, traicionar al Hiruma y aseguraba aún más el fracaso de la misión y de muchos de los própositos que esperaba cumplir cuando escapo de La Guarida pero no hacerlo sería traicionarse a si mismo. -Marcha tú ahora que el oni todavía no ha aparecido, eres el mejor de nosotros y no te costara mucho regresar, yo me arriesgaré a coger a Jotaro y darte tiempo si la bestia decide venir a por nosotros.- Su diestra se cerró como una tenaza en torno al puño de su Mai-Chong, sabía lo que aquellas palabras implicaban y que el Hiruma no las aceptaría pero confiaba en que el poco tiempo que les quedaba evitara una discusión con la que solo perderían más tiempo. Y sin más el Heichi fue en busca de la escala que lo llevara al interior de la fosa.
Doy opción a una respuesta más, si no hay, mañana noche prosigo.
El jabalí no entendía la gravedad de la situación. Al propio Kôkatsu se le había pasado por alto. Un oni con tamaña secta dentro del imperio era algo de suma importancia. Aquel pueblo debía ser purificado sin tardanza. Ningún superviviente que pudiese estar infectado con la mancha debía escapar y, para ello, había que tomar medidas inmediatas.
El cangrejo se había resistido a abandonar a Jotaro-sama con tozudez y era posible que el imperio entero sangrase por su error. Con su voluntad de salvar al escorpión o perecer en el intento había obviado sus tareas y había infundido un valor suicida en el honorable ronin al que llamaba amigo.
Resoplando por la insubordinación de Murasama, le señaló la rampa que bajaba al agujero en el que el Bayushi luchaba por seguir respirando... si es que seguía siendo Jotaro. - Sea. Saldremos juntos o caeremos juntos - pensó.
Después, el Hiruma afianzó los pies al suelo, pidió valor al espíritu de su hermano y fuerza al espíritu de su senséi. - Te cubro, date prisa. -
Murasama bajó por aquella escalera lateral con mucho cuidado, no podía darse prisa debido a lo resbaladizo del suelo, aunque en vez de escalera, realmente era como una rampa que bajaba pegada al lateral del foso. Finalmente llegó donde Jotaro, no sin antes hacer crujir los huesos del fondo con su enorme peso. El crujido se escuchó por toda la cueva...
Entonces, el suelo tembló, y varios trozos de piedra cayeron del techo. Fue entonces cuando se dieron cuenta de su error.
El foso no era una construcción natural, pues se estaba ¡¿cerrando?!. El jabalí agarró al escorpión para intentar salir, pero la rampa por la que había bajado, se había convertido en una viscosidad carnosa, que en el momento del despertar de la criatura, había perdido su forma de rampa, imposibilitando cualquier salida.
Kôkatsu dio un paso atrás para no caer al estómago de aquella abominable cosa, mientras contemplaba a la perfección como cientos de dientes asomaban por las 'paredes del foso', tenían el tamaño de la mano de un Hida, y continuaban cerrándose...
No había posibilidad de escape para el jabalí ni el escorpión, eso lo sabían los tres.
Últimas palabras/acciones. Murasama y Jotaro, os aviso de que vuestra muerte es inminente. Comenté en su dia, que había pocas posibilidades de muerte absoluta con imposibilidad de escape. Esta era una de ellas.
Ya puedes escribir si quieres, Jotaro.
- No... ¡No! - el Hiruma no podía creerlo. ¡Aquel agujero en el suelo era la boca de un Oni! Murasama iba a morir por su culpa y sólo él sería responsable de ello. Le había indicado el camino hacia su final... ¡No! El cangrejo no abandonaría a su compañero. Antes de que se cerrase aquella inmunda hilera de dientes, Kôkatsu metió y sostuvo su tetsubo entre las fauces de aquel demonio de Jigoku con la mano izquierda. Pidió a todos sus ancestros que el arma soportase la presión el tiempo suficiente para lanzarle un extremo de la cuerda que llevaba en su furoshiki. Y si el tetsubo no resistía... bueno, no necesitaba conservar las dos manos para avisar a Sanosuke-sama.
Kôkatsu intentó que aquella monstruosa boca permaneciese abierta, a riesgo de jugarse su integridad física en ello. El invento aguantó.
Al menos durante diez segundos, el tiempo que tardó aquella criatura en hacer fuerza para superar el obstáculo interpuesto por el cangrejo. El tetsubo se partió en mil pedazos, y el Hiruma perdió algo más que el arma. Medio brazo y a sus dos compañeros. Un triste final para tres buenos samurais.
Colocándose un trozo de la manga de su kimono en el muñón sangrante, Kokâtsu salió de allí lleno de ira, rabia y dolor. Ni siquiera aquellos aldeanos corruptos parecieron darse cuenta. Su trabajo había finalizado.
Cierro la partida. Buen trabajo a los tres.