James era una persona muy educada, pero eso podía dar una falsa impresión. Era profesor y ello requiere de un carácter fuerte, el adecuado para poner a jóvenes y adolescentes en su lugar. Y el comportamiento de aquel mamarracho le termino por enfadar.
-Es usted un miserable, sin ningún respeto por las damas ni por nadie. De buena gana le daba una buena paliza que le colocase a usted en su sitio y le recordase que hay que tener unos mínimos de educación y decencia.- Y mientras esto le decía a aquel sinvergüenza, se iba hasta arremangando las mangas como si en realidad fuese a propinarle unos buenos puñetazos. Pero trató de serenarse, tenía que comportarse.
-¡Díganos inmediatamente lo que sabe! Así como para qué o para ir a donde necesitamos un barco. Y cuando abramos el cofre, ya veremos si le damos su contenido y el dinero. O una buena paliza, si de nada nos sirve lo que nos pueda decir.- Y se aparto un poco del soplón, porque corría el riesgo de sacudirle con todas sus fuerzas.
La treta y la presión de todos medio funcionó. Lo malo es que Mason era un hueso de roer acostumbrado a lidiar con situaciones propias de las gentes de mal vivir. Se mordió un labio y retrocedió un paso, dejando a sus amigos continuar con los tratos.
Cabeceó ante la ladina insistencia de William, estuvo de acuerdo con la acción de Alexis arrebatándole la caja al soplagaitas este y se lamentó en su interior al notar la ira creciente en James. Esa forma de reaccionar lo que haría es envalentonar al Tom, pero cada uno es como es.
Puso una mano, conciliadora, en el brazo de James. -Vamos, cálmese. Este hombre no vale la pena, es un miserable, cierto, que no sabe comportarse. No caiga en su juego. -Frotó, suavemente, el brazo del hombre- No tiene importancia.
Alumbró una tímida sonrisa en su boca con notas tristes.
Consideró que no debían ceder ante las exigencias de semejante elemento, sin embargo esta vez se mantuvo callada, bastante había dicho antes, a saber lo que pensaban de ella sus compañeros. Pero sí agregó algo más.
-¿Qué insinúas con eso del capitán Anderson, qué has visto? No te inventes cosas ni insultes a los muertos, ya tienes un pie en el infierno, Thomas Mason. -su expresión era seria, tratando de ocultar su temor creciente. Bajó los ojos al suelo un par de segundos, luego miró al borrachín.
-Yo...yo tengo una barquita... ¿para qué necesitamos un barco? -repitió la misma pregunta de James.
William observó sin demasiada sorpresa como la actitud canalla del Mason alteraba sobremanera a James y a Locke. Estaba claro que ellos dos no solían tratar con gente de su calaña, y las barbaridades que soltaba el soplón les sacaban de sus casillas. Pero así eran las cosas entre borrachos y marineros. William lo sabía, y al parecer la señorita Belt también.
- Habrá que ver si tu información vale lo que pides por ella, Timmy - dijo William, mientras se levantaba de su silla y abría un cajón para sacar otra botella de ginebra por empezar. Cuando Mason fue a echarle mano a la botella, William la apartó y volvió a su asiento -. Ya seguirás bebiendo cuando acabemos de charlar, ¿sí? No querría que te empezase a entrar el sueño en medio de tu historia.
Thomas había bebido mucho, deambulado más todavía y esta gente estaba haciendo demasiadas preguntas. Abrumado, respiró hondo hasta llenar sus negros pulmones y se dejó caer en la silla.
—Está bien, está bien —cedió al fin, llevándose las manos a la cabeza—. Pero bajad el tono, cojones, que no dejáis de gritar. ¡Qué puto agobio, joder! —se echó hacia atrás—. A ver, el capitán suele estar en alta mar todo lo que puede, ya lo conocéis. Pero cuando está en tierra, suele estar o encerrado en su casa o encerrado en esa puta biblioteca —expuso, farfulleando un poco pero con una elocuencia envidiable para alguien con tanto alcohol en sangre—. Siempre entre papiros durante el día. Por la noche, a veces salía de casa como a escondidas, alerta, como vosotros hace un rato —se reclina hacia adelante, traga saliva y se pone la palma de la mano izquierda en el lado derecho de la boca. Se podía escuchar la pastosidad en sus labios—. Consejo: salir así llama más la atención, ¡ja, ja, ja!
Y su risa se convirtió en una fea tos que expectoró flemas y algo de sangre en su mano. Con una mueca y un fugaz atisbo de preocupación en su demacrado rostro, se limpió la mano con el mugriento pantalón.
—¿Me puedes dar un vaso de agua, por favor, viejo? —era la primera vez que pedía algo de forma medianamente amable. Suspiró—. Bueno, como decía, el capitán salía por las noches a escondidas de su casa con una capa oscura que le cubría hasta parte del rostro... —se quedó un rato pensando, hurgando en su memoria—. Tenía especial cuidado al pasar por delante de la iglesia, y muchas veces se quedaba mirando a escondidas a través de los ventanales. Extraño, cuanto menos —arqueó una ceja—. Después, en el puerto, cogía su pequeña barca, sin ningún farol, y se perdía por los riscos del norte, pasada la Bahía del Muerto. No alcancé a ver más, no he llegado a seguirle nunca por la mar, llamaría mucho la atención. Hace mucho que no navego —sonrió de nuevo con sus dientes negros y picados de forma siniestra—. Pero no debía ir muy lejos, porque antes del amanecer ya estaba en casa el muy pájaro. Hace poco volvió con este cofre a cuestas, ya le tenía yo echado el ojo de antes que vosotros.
Se quedó un rato callado tras tanto hablar. Miró a todos.
—¿Qué, contentos? —preguntó secamente, de vuelta con su amargor habitual.
Lucy logró calmarle, y acabó viendo que se estaba dejando llevar por la ira. No podía permitir que un tipo como aquel, sacase sus más bajos instintos. Se aparto un poco, respiro con cuidado, hasta ver que la calma regresaba de nuevo a su mente. Justo a tiempo para escuchar lo que el soplón tenía que contarles. Y la historia era de lo más curiosa, el capitán por las noches en su barca iba hasta un lugar no muy lejano, en el que había encontrado aquel baúl.
Estuvo pensando en las posibles implicaciones de aquellas palabras, y en lo que se podría conseguir si tratasen de seguir los pasos del capitán. Y no terminaba de verlo claro. Pero estaba claro que tenían un problema con el soplón, como podrían quitárselo de encima.
-Lo que nos dices, no es que sea mucho. Que va hasta algún lugar en su barca en mitad de la noche, un lugar del que trajo este cofre. Pero ni sabes, ni tienes idea de cual pueda ser el lugar, y con lo que nos has contado, no es fácil que demos con el.- Tenían que ver que era lo que contenía aquel cofre, pero que hacer con Thomas. Desde luego que si le daban el cofre, sería tras ver su contenido, pero no tenía ganas de hacer tal cosa. Prefería esperar a ver que pensaban sus compañeros, que tal vez estaban más serenos que el.
—No, para nada — la voz de Alexis sonaba fría, la calidez que solía emanar de el se había perdido, más no su lacónico timbre , con el cofre bien aferrado a sus manos estaba claro que la idea de entregarlo no cruzaba por su mente. Por la posición de sus manos se notaba que había tratado nuevamente de abrirlo a la fuerza, aún no se lo había manifestado a nadie, pero una insana necesidad de atisbar su interior se había apoderado de él—, usted ha dicho que había visto el dibujo del ancla y la serpiente en alguna parte y ahora no nos lo ha mencionado. ¿Entiende que si no podemos abrirlo nadie puede tener lo que adentro de el.
Se acercó a una de las ventanas y contempló el embravecido mar que lamía la playa.
—Señor Whorf, en las cartas de navegación que vimos en casa del capitán ¿Había alguna que coincidiera con lo que esté canalla nos ha indicado? ¿Algo que precise la ruta que deberíamos llevar?
Lucy sirvió, diligente y adelantándose a William, una vaso a Tom. Pero de nuevo con ginebra.
-Toma. Esto sentará mejor a tu cuerpo que no el agua. Thomas Mason, ya solo tienes un camino de ida. -la joven piadosa se sintió resbalar hacia un lugar desconocido de su corazón. Quería emborrachar del todo a aquel hombre repugnante.
Al contrario de James, Lucy consideró que el soplón sí que les dijo bastante. La actitud de Tom estaba haciendo mella en los dos caballeros, no tanto a ella como a Will. Echó una mirada comprensiva a este último. Pero habló para todos.
-No se si...este buen hombre de Jonesport se está liando, pero creo que lo que dice puede ser verdad. Tiene cierto sentido: la biblioteca, donde investigaba el capitán Anderson. La iglesia...algo o a alguien temía de que lo pudiera ver en sus correrías nocturnas. -sus claros ojos buscaron los de sus compañeros- Por último, tenemos algún lugar que conocía muy bien, navegaba a oscuras, con la única ayuda de la luz de las estrellas, hasta más allá de la Bahía del Muerto. ¿Una cueva, tal vez?
Lucy reflexionó. -Hay tres sitios de donde tirar, amigos. Quizás descubramos más sobre ese dibujo en la biblioteca.
¿Qué podía haber en la iglesia para que el capitán Anderson actuase de esa forma? Sintió, una vez más, escalofríos que acabaron por enfriarle las manos y el pecho.
William escuchó con atención a Timmy, y no rechistó cuando Lucy cogió un vaso y le pidió la ginebra para llenarlo. Para cuando su relato acabo, la mirada de William estaba fija en el crepitante fuego que alumbraba el salón.
Distraído, William negó pesadamente con la cabeza ante la pregunta de Locke. Sí recordaba que los mapas marcaban varios puntos en el mar, algunos más cercanos a tierra que otros, pero ninguno le había dicho nada útil (más que el que marcaba la isla de White Head, que seguía en su bolsillo).
Con un suspiro, el viejo pescador se levantó de su silla y caminó hasta una de las ventanas de su casa, desde la que se podía ver Jonesport. A penas quedaba ya alguna luz solitaria que indicase que allí había algo entre la oscuridad de la noche. ¿Era aquello un manchurrón en la noche o la cúpula de la iglesia? Era difícil saberlo.
- Dices que a veces veías al capitán salir de su casa - dijo William, con voz grave -, pero que una capa le cubría el rostro. ¿Estás seguro de que esa figura que veías salir de noche era la de Anderson?
Desde que salieron de casa del capitán, a William le venía rondando una duda por la cabeza. En el barco encontraron el diario de Anderson, diario donde había estado plasmando sus idea y las vivencias de esa última travesía. Pero en su casa, claramente desatendida durante mucho tiempo, encontraron su cadáver. ¿Cómo era posible? ¿Cuándo había vuelto el capitán a Jonesport? ¿Cómo? No tenía ningún sentido. No, salvo que el cadáver que encontraron y el hombre que subió a el barco no fuesen la misma persona.
—Pues es lo que vi, qué más quieres que te diga —le respondió a James—. Ya hace mucho que no me lanzo a la Mar—. Gracias guapa, tú sí que sabes —agradeció entonces el vaso que le tendía Lucy, rozando intencionadamente su mano. Su voz comenzaba a sonar cada vez más lenta, y es que el alcohol ya lastraba sus palabras—. ¿Que había un diario en el barco? —preguntó contrariado—. Pues no le vi la cara, pero suponía que era él —estaba realmente sorprendido, eso sí que no se lo esperaba—. Interesante.
—¿El símbolo de la Serpiente de Plata? —se echó a reir muy lentamente, cerrando los ojos. El cansancio estaba haciendo mella en él y sus ojos se cerraban inconscientemente. Se bebió entonces casi toda la ginebra de un trago, emitiendo un sonido asqueroso cuando el destilado licor de nebrina quemó toda su tráquea una vez más—. La Serpien... Serpien... —en sus últimos esfuerzos, miró el vaso extrañado—. Esto no es agua...
Y se desplomó sobre la mesa con un gran estruendo, al lado del cofre, inconsciente. A la de unos segundos, comenzó a roncar con un gran estruendo. Su aliento apestaba.
Thomas ha quedado KO. Puede que este sea un buen momento para recuperarse y recapacitar sobre todas las emociones del día de hoy en Jonesport.
Finalmente el soplón cayo al suelo, borracho como una cuba. Tardaría un rato en despertar, un rato en el que podrían descansar y pensar en lo sucedido.
-¡Menos mal! ¡Que persona tan desagradable! Tenemos que descansar y pensar en lo que hemos descubierto.- Dijo mientras se sentaba en una de las sillas. Se acercó a la mesa y trató de ver la forma de abrir aquella caja.
-No entiendo mucho de navegar, y no creo que fuese capaz de llegar hasta el lugar al que el capitán se dirigía en mitad de la noche. Y yo creo que era el capitán.- Y aquella era otra cosa que no tenía explicación, el cuerpo muerto en su habitación, como habría llegado hasta allí.
-No puedo explicar como es posible lo que hemos visto. Pero si que el diario del capitán estaba escrito por el. Por lo tanto subió a ese barco. Que su cuerpo aparezca muerto en su habitación, es algo que escapa a mi comprensión.- Y era en verdad algo que le había traumatizado, pero pensó que de alguna manera alguien o algo le habría llevado hasta allí. No tenía ni idea.
-Así como para navegar no podré resultar de gran ayuda. Si que puedo serlo en la biblioteca, la conozco muy bien y se los libros que solía consultar el capitán Anderson. Pero primero mejor que descansemos un rato.- Eran demasiadas las cosas que tenían que asimilar, y todas se habían sucedido en unas pocas horas. Más tranquilos, tal vez pudiesen ver relaciones que ahora se les escapaban, estaban alterados, acelerados, y aquello no era bueno para pensar con claridad. Y aun menos un tema tan oscuro como el que tenían entre manos.
Y siguió dándole vueltas a aquella extraña caja, buscando algún sitio en el que presionar, recorriendo toda la superficie con los dedos, en busca de algo. ¿Qué contendría? ¿Qué secretos guardaba?
- Puede que su contenido arroje un poco de luz a la terrible oscuridad en la que nos encontramos.-
-Al fin…- susurró la joven. Es verdad que querían que hablase y contase acerca de la caja, pero lo cierto es que Lucy prefería tenerlo durmiendo la mona –Con suerte no recordará demasiado mañana cuando despierte. No creo que pueda relacionarnos con el capitán y su casa. Todo el mundo sabe que de la cueva impía de su boca salen muchas mentiras y venenos en forma de serpientes y culebras.
Quiso darles confianza a los tres hombres y a ella misma.
Tomó asiento –Uff. Estoy derrotada, necesito dormir. Si no regreso pronto con mis abuelos empezarán a preocuparse.
-Se quitó uno de los botines y se masajeó el pie mientras escuchaba a Will y James.
-James, me da miedo cuando habla así…Yo no comprendo casi nada de todo esto, y me pregunto que hago aquí en un asunto tan turbio. Temo por el alma de los cuatro, todo esto es una trágica historia que me supera. Parece cosa de brujas demonios.
Sintió un escalofrío que le heló su cálido corazón.
-Yo puedo mirar en la iglesia. Auinque no se qué buscar. –se masajeó el otro pie- Y, en mi barca y de día, William podría manejarla. Yo le ayudaría con lo necesario.
Miró al viejo marino y luego a Alexis, a ver qué opinaban…*
*Pero Will tiene barco o barquita, ¿no?
—No será la primera vez que alguien piense mal de mí, tranquila Lucy —admitió Locke con la caja aún en sus manos. Soltó el aire y se apoyo en la pared más cercana antes de dejarse caer al suelo. Con la espalda pegada a la pared miraba a Thomas en su lugar inconsciente, dejando a medias aquella información que le había pedido revelar. ¿Por qué le importaba tanto saber que había dentro de aquella caja? Ese tintineo en su interior no hacía más que atormentarlo cada vez que está se movía. Por eso no miró con bueno ojos a James cuando esté hizo el ademán de tomarla. Pero la cordura se sobrepuso está vez y termino por pasarle el cofre negro al profesor. No por eso sin dejar de seguirlo con la mirada.
—Quizas si el señor Whorf poseyese una sierra o algo podríamos tratar de aserrar la cerradura o los goznes de la caja... Aunque normalmente suelen estar hechos de un material más resistente que el resto —haber trabajado en un banco. Le daba un poco de experiencia en cuando a cerraduras—, pero creo que lo más práctico sería llevarlo a un herrero a primera hora.
Escuchó las ideas de James mientras reprimía un bostezo, las emociones del día comenzaban a pasarle factura.
—Podrías averiguar qué razones llevaban al capitán a espiar por los ventanales de la iglesia a altas horas de la noche Lucy, mientras el señor Whorf puede sondear las costas, dl Profesor Norris puede buscar en la biblioteca y yo puedo tratar de llevarla donde Brownsmith. Si hay alguien que puede abrirla sin la llave seguro es él. Seguro que si condición de freedman lo hará ser discreto.
Todos deberían conocer a Jhon Brownsmith, un afrodescendiente de los últimos esclavos que habían quedado en la región, hace años ya que la esclavitud había sido abolida en Nueva Inglaterra, pero no por eso la vida del herrero era fácil. Jack era un competente herrero y un forjador bastante decente, pero lo que más destacaba era su gran tamaño y fortaleza, seguramente la razón de que ciertos miembros de la ciudad más intolerantes no lo hubieran hechado aún del pueblo a la fuerza.
Creo que con Brownsmith se me va mi último punto de ímpetu ¿No?
Cuando todos acabaron de hablar, William se incorporó y recogió la botella de ginebra de la mesa, volcándola y soltando un gruñido al ver que estaba vacía.
- Hay herramientas en el cobertizo, pero no creo que sea muy prudente trastear más con esa caja.
Dicho esto, y sin más explicaciones, William incorporó a Timmy y se lo cargó a un hombro, mientras este musitaba algo ininteligible.
- Lo dejaremos a un lado del camino antes de llegar al pueblo - explicó mientras le entregaba la botella a James -. Con suerte, mañana no recordará la mitad de lo que ha pasado esta noche. Y si no es así, al menos le será más difícil darle credibilidad a la historia después de que haya amanecido borracho y con la botella vacía a su lado. Y como bien dice el señor Locke, sería prudente que mañana no nos vieran a los cuatro juntos. Al menos no de buena mañana. Cada uno puede realizar su "tarea" y nos podemos reunir a mediodía en la taberna de Irving - William hizo una mueca y se dirigió hacia la puerta, cargando con Timmy -. Si es que la abre... Allí nos podremos poner al día.
Dicho esto, William se quedó junto a la puerta y miró a sus compañeros, a la espera de alguna queja respecto al "plan".
Respecto al diario del capitán, quiero dejar constancia de que la última parte de mi último post son los pensamientos de William. Creo que no se ha dicho nada del diario en voz alta antes de que Mason se desmayase, así que él no debería saber nada del diario, ¿no?
Respecto a la pregunta de Lucy, William lo que tiene es una pequeña barcaza pesquera.
Si todos estamos de acuerdo, yo veo éste buen momento para hacer cortinilla de estrellas (suponiendo que no pase nada hasta abandonar al pobre desgraciado en la cuneta) y descansar por la noche.
Ya casi estaban a punto de salir para llevar al soplón a un lado del camino, y luego dirigirse cada uno a su casa. Cuando el profesor, se dio cuenta de algo muy importante. La daga, con que apareció en el pecho del capitán.
-Un momento, veamos si con la daga hay forma de lograr abrir el dichoso cofre.- Y trató de ver si había alguna parte del cofre que pudiese encajarse con los símbolos de la daga, o alguna de sus partes.
Se me había pasado que cogí la daga. Pido disculpas.
Cuando James acercó la daga a la doble cerradura, ambas se vieron repelidas por una especie de campo magnético, como dos polos opuestos de un imán. Cualquiera diría que la doble cerradura y la daga no quisiesen saber nada la una de la otra. Era la primera vez que ninguno de ellos acercaba un objeto metálico al cofre.
Mientras tanto, Thomas seguía roncando junto al cofre de ébano, imperturbable. La luna menguante brillaba en el cielo, delgada y cubierta de nubes, que aún en una noche tan estrellada no dejaban ver el horizonte con claridad.
Era bien entrada la madrugada y el cansancio comenzaba a pesar. Parecía que había pasado una eternidad desde el desayuno en la taberna de Irving...
Pues si estamos todos de acuerdo, aprovechamos para descansar y hacer cortinilla de estrellas como dice William. Recuperad todos una herida a escoger o un punto de ímpetu. Por otro lado, formulad una teoría sobre qué creéis que está ocurriendo. Si vais por buen camino, el dado del caos se mantendrá (vamos a hacerlo como en el reglamento la primera vez).
Por otro lado, aclarar que efectivamente, hasta donde sabéis, Thomas no ha dicho ni oído nada del diario por vuestra parte.
Habéis abierto varias puertas. ¿Cómo os vais a organizar? Entiendo que:
- Alexis quiere ir a la herrería de John Brownsmith para ver si puede abrir el cofre (efectivamente, réstate un punto Alexis).
- Lucy quiere ir a investigar en la iglesia.
- James quiere investigar en la biblioteca.
- ¿William quiere ir con la barca?
Lo único, para tema organización, me parece que lo mejor es separarse como mucho en dos grupos si os parece bien.
Había sido un día muy largo y complejo. Tras haberlo iniciado con un buen paseo, para poner en orden sus ideas. En el pub coincidió con el resto, y desde entonces eran muchas las cosas que les habían pasado, demasiadas, y el cansancio le hacía ansiar el momento de llegar a casa.
Tras dejar al soplón tumbado junto al camino, se despidió del resto. El próximo día iría con Alexis a la biblioteca para tratar de descubrir algo más sobre los libros que consultaba Anderson, luego se acercarían hasta el herrero, para ver que era lo que contenía el cofre. Y llevaría también la daga, por si era algo que pudiese ayudar a su apertura. Aunque la forma en la que habían reaccionado ambos objetos, le había dejado perplejo. Eran como polos opuestos que se repelían.
Más tarde se reunirían todos en el pub, para intercambiar información y ponerse al día.
Cuando llego a casa, se puso cómodo, apenas comió nada, no tenía apetito. Pero si se sentó un rato con un poco de vino, a darle una vuelta, y a poder ser algo de sentido a lo que había pasado aquel día. Paso así algún tiempo, pero no lo logró, eran demasiadas las cosas que no sabían. Y aquello era algo mucho más grande y misterioso de lo que habría podido esperar.
Así que se fue a dormir, cosa que tampoco fue fácil, y por la mañana tras un buen desayuno, se aseo, y acudió a la biblioteca para reunirse con Alexis.
Una vez Timmy fue abandonado en la cuneta, William se despidió con algunos monosílabos de sus compañeros y deshizo el camino de vuelta a su casa. Finalmente habían acordado que él acompañaría a la señorita Belt a la iglesia, mientras los otros dos visitaban la biblioteca y al herrero (aunque no tenía muchas esperanzas puestas en esto último). Con un poco de suerte, tendría algo de tiempo antes de la reunión para coger su barcaza y recorrer la costa. Tal vez encontraría ese misterioso lugar al que iba el capitán por las noches, aunque tampoco tenía muchas esperanzas puestas en ello: se había recorrido esas mismas costas centenares de veces, y no recordaba haber visto nada fuera de lo "común".
Al menos no durante el día. En más de una ocasión durante el camino de vuelta se vio tentado a embarcarse esa misma noche con la esperanza de descubrir algo. Pero no era ningún necio: ya no solo era que el cansancio empezase a hacer mella en él, es que además había bebido demasiado. Ningún marinero llegaba a su edad embarcándose solo, de noche, y borracho.
Al llegar a casa lanzó un suspiro. De repente la cabaña parecía enorme. Y vacía. Sacudió esos pensamientos intrusivos de su mente con un buen lingotazo del whisky que guardaba bajo la cama, y se tumbó en la cama, dónde se pasó casi una hora dando vueltas, rezando a un dios en el que no creía por tener una noche de paz. Era la misma rutina de siempre. Y cuando por fin sucumbió al cansancio, el sueño de siempre volvió. Un sueño que, al despertar, se tornaba en pesadilla. Ya apenas recordaba la voz de Sarah, y lo único que evitaba que su rostro fuese un simple borrón en sus sueños era la brújula que siempre le acompañaba. La sacó, la abrió, y la observó durante unos instantes. Tras unos segundos suspiró, y la volvió a guardar en su bolsillo. Le esperaban en la iglesia.
A duras penas se puso de pie del lugar donde se había acomodado. Recuperó la caja de las manos del profesor Norris y la escondió entre los pliegues de sus ropas. Después de todo el de habría quedado con la daga, era mejor que alguien más cogiera la caja.
Tras dejar a aquel borracho a un costado del camino se despidió de sus compañeros y volvió a su hogar, por suerte el pueblo entero dormís a esas horas y, al menos así lo creyó Alexis, no se cruzó con nadie en el camino.
Llegó a su casa y, dejando la caja en la mesa, se preparó algo de comer. Mientras lo hacía su vista se desviaba constantemente a la caja, a tal punto que se hizo un pequeño corte en un dedo mientras trabajaba con él.
Comió y, después de volver a intentar abrir la caja por la fuerza, comenzó a acercarles otros objetos metálicos a la cerradura. Para comprobar si esa extraña repulsión que había sucedido era solo con la extraña daga o era cosa de los materiales.
Satisfecha su curiosidad dejo la caja bajo la almohada y buscó papel y lápiz, como hacía todas las noches, para plasmar lo que, durante el día, le había acontecido.
Sobre las arena descansa un cuerpo,
destrozado y abierto.
Las hormigas lo cubren y recorren sus restos,
Rasgando sustento.
¿Se preguntan acaso de dónde ha venido aquel alimento?
¿Agradecen a sus dioses aquel milagroso portento?
Las moscas caminan entre ellas
Y se elevan en busca de lo que es cierto.
¿acaso han notado que esto es solo un fragmento?
¿Un fragmento de un enorme tesoro descompuesto?
Vuelan y se elevan sobre el cuerpo,
Y desde la altura obs...
El lápiz rodó por el piso tras ceder su agarre la mano que lo afirmaba. El sueño había terminado por alcanzar a Alexis. Durmió y soñó, con playas, mares e islas desconocidas y cubiertas. Un mar encerrado en una caja que se cerraba lentamente.
Bostezó. Y de nuevo lo hizo. Lucy era sencilla, no se escondió demasiado de tales bostezos. -Ahh...Lo siento. Estoy cansada -algo obvio - No se me ocurre nada más hoy. -Por mantenerse activa y despierta, se dedicó a recoger la asear la vivienda de Will. Consideró que tenía su permiso o, al menos, se hizo la tonta en tal sentido.
Acompañó a los hombres hasta el pueblo. Abandonaron al borrachín, ella procuró que el lugar estuviese al menos cómodo y a resguardo del viento. Cuando llegó a casa, su abuelo roncaba pero su abuela la esperaba despierta, dormitando. La recriminó por aquella escapada, por las altas horas de la madrugada, además en un día como aquel, con las funestos acontecimientos sucedidos y toda la población alterada. Lucy no respondió apenas, bajó la cabeza y se escabulló lo mejor que pudo del acoso de su preocupada abuela.
-Cosas, abuela. Tengo edad para salir. No ha pasado nada, he estado muy atareada, me voy a dormir.
Fue algo cortante, y su abuela no volvió a la carga. Con cara de extrañeza la vio meterse en su diminuta habitación y cerrar la puerta.
Al día siguiente lo primero que haría sería ir a la taberna. Quería saber como se encontraba su amigo y dueño de la posada. Después, con William, visitarían la iglesia. ¿Qué misterio entrañaba? También era una opción navegar, ¿pero de noche? No lo veía claro. Al fin, logró dormirse, agotada. Tanto, que no recordó soñar nada cuando despertó a la mañana del siguiente día.
Recuperada, menos asustada al sol del amanecer, más optimista. Como todas las mañanas.
Bien por nuestro poeta :D
Recupero un estado, me quito asustada.