Jonesport amaneció con los primeros rayos de sol que bañaban las desvencijadas fachadas de las casas cercanas al puerto. El cielo estaba sorprendentemente despejado en comparación a los últimos días, aunque sí se veían algunas nubes.
Las gaviotas graznaban, como siempre, dando vueltas alrededor de la lonja y de los barcos pesqueros para ver si se conseguían un buen banquete de desayuno. Tras la tragedia del Cuerno de Narval, cada vez quedaban menos marineros para proveer al pueblo de alimento. Sin embargo, en proporción, la cantidad de alimento cada vez era menor.
La taberna de Irving, donde todos los jornaleros y gran parte de los clientes del mercado paraban a desayunar a lo largo de la mañana, hoy estaba cerrada. Entre el shock del accidente del día anterior y que todo el mundo daba por hecho que iba a tomar un café caliente con algún tipo de pastel, los ánimos no estaban muy altos.
Sin embargo, la colina en la que se construyó el colegio Jonesport se encontraba bastante alejada del mercado. El término «bastante» era tal vez muy generoso, a juzgar por la extensión total de este pequeño pueblo costero, pero lo suficiente como para que la distancia y los gruesos muros del edificio permitiesen estudiar con un silencio sepulcral en su biblioteca. De hecho, el edificio se encontraba a las afueras del núcleo urbano, teniendo que andar por un camino rodeado de árboles.
A estas horas de la mañana, James y Alexis no encontraron a mucha gente allí además de Anna Warten, la conserje, quien les saludó con dulzura, como siempre hacía. Hacía muchos años que Anna no estaba para cuidar de nadie, pero pasar los días faenando en el la biblioteca los hacía más llevaderos. Y por eso, ella y su marido se encargaban del lugar todos los días. Se encontraba quitando el polvo a unas estanterías, que estaban desde luego impolutas. Pero la vista llevaba ya muchos años fallando a estas edades, así que la mujer no se fiaba de su sentido y prefería pasar el plumero por todas partes una y otra vez. «Mejor prevenir que curar», le gustaba decir.
—Oh, buenos días —les saludó Anna—. ¿Han visto a mi marido de camino hacia aquí? —preguntó algo preocupada—. Hace rato que tendría que haber vuelto.
¿Lleváis el cofre con vosotros o lo habéis dejado en algún lugar para llevarlo luego al herrero directamente?
No pudo dormir bien aquella noche, paso de un estado de tensión extrema en el que solo podía pensar en todo lo ocurrido en aquella extraña y fatídica jornada, a pesadillas en las que se encontraba frente a enormes monstruos marinos, u otras en las que aparecía una extraña criatura. No fue hasta bien entrada la noche, cuando tras tomarse un buen vaso de leche caliente, pudo acostarse y tener unas horas de reposo.
Pronto llegó la mañana, tras asearse y desayunar un poco de café, cogió la daga que había limpiado para quitar los restos de sangre, y salió al exterior. Era una mañana preciosa, y el largo paseo en compañía del señor Alexis, le hizo olvidar durante un rato las oscuras y amenazantes cosas que se cernían sobre ellos y el desdichado pueblo.
-¡Buenos días Anna! Pues no le hemos visto. Espero que se encuentre bien, en un rato volveremos al pueblo, y tal vez le veamos. De hacerlo, le recordaremos que le esta usted esperando.- Aquella pareja de ancianos era entrañable, de la poca compañía que podía esperarse encontrar en el colegio, fuera de las horas en las que había clases.
Luego fue hacía la mesa en la que se solía sentar a leer y trabajar el capitán Anderson, que había sido otro de los asiduos al lugar, como el mismo, y en menor medida el señor Locke. Así como a los estantes en los que se encontraban los libros que solía consultar, siendo el propio James un buen conocedor de algunos de ellos, como buen estudioso de temas ocultistas.
-Señor Locke esta era la mesa en la que pasaba largas horas el capitán, y estos los libros que solía consultar. Tratemos de ver, si podemos sacar algo en claro de todo esto. Bien que nos vendría, un poco de luz, que estamos sumidos en las tinieblas del absoluto desconocimiento.- Y se puso a revisar aquellos libros, así como la propia mesa, en busca de cualquier pista que podría aportarles algo de información para afrontar la compleja investigación que tenían entre manos.
Supongo que el cofre lo lleve Alexis, ya que la idea era visitar más tarde al herrero para ver si puede abrirlo. Yo llevo la extraña daga, que he limpiado cuidadosamente en casa.
La anciana señora Warten parecía contrariada mientras seguía limpiando los impolutos estantes.
—Espero que no le haya pasado nada a este Mikael —expresó, preocupada, mientras agitaba el plumero nerviosamente—. Se cree que sigue siendo un chaval, ¡como si no hubiera un buen camino hasta el pueblo! —renegó con una bonita sonrisa que, a pesar de los años, se mantenía joven.
Mikael era un pescador islandés que un día atracó en Jonesport y se quedó prendado de la redera Anna, o «Annita», como la llamaban entonces. A ambos les gustaban los libros y Mikael atracó otras veces, trayéndole libros de allén de los mares, que ella releía una y otra vez.
—Bueno, ya será menos —se consoló—. Le veo mala cara, James. ¡Ayyyy, tiene que dormir más! Vaya, usted también, Locke.
¿Qué queréis buscar primero en la biblioteca? Os propongo varias cosas:
- Podéis gastar un punto y crear una verdad sobre lo que encuentras e improvisamos desde ahí con respecto a la trama.
- Podéis gastar un punto e "ir más allá de la verdad". Esto te permite hacerme una pregunta de la historia que yo tendré que responder.
- Si no queréis gastar un punto, podéis hacer una tirada de riesgo para encontrar información sobre lo que me digáis.
La noche estuvo cargada de sueños agitados sobre aguas inquietas, serpientes marinas que mutaban en criaturas fantásticas de garras afiladas y que desgarraban sin compasión a una ballena varada en una costa que no terminaba de decidirse cuál era la playa y cuál ers el mar.
Sobre estas cosas y más Alexis y James intercambiaron palabra mientras recorrían el tranquilo camino había la biblioteca del colegio Jonesport. Via que al poeta se le antojo profundamente solitaria cuando normalmente estaba plagado de infantes y gente de letras y saber. Hoy solo el viento reía entre las copas de los árboles que bordeaba el camino.
Tras llegar a la biblioteca dejó que el profesor Norris se hiciera cargo de la parte social mientras el mantenía su maletín bien aferrado a su cuerpo. Era un bolso pequeño, de banquero, con separaciones para los documentos. Dentro de el llevaba la caja que no se había atrevido a dejar sola en la casa... O de la que no había podido separarse. No estaba aún muy convencido de la razón que lo había impulsado a llevarla. Agradeció las palabras de la mujer mientras se miraba en un espejo. Debía de estar muy desmejorado para que ella, con su miopía, lo hubiera notado.
Sin embargo no era solo su rostro, todo su cuerpo acusaba de peso que cargaban sobre sus espíritus, en el caso de Locke, particularmente, era xol si ese bolso pesase diez veces más de lo que realmente lo hacía.
—Seguro que Don Mikael se encuentra bien, mientras siga pensando que es un chaval. No envejecemos hasta que nuestra mente lo hace —sentenció tratando de esbozar una sonrisa tranquilizadora y acompañó a James hasta la mesa donde el capitán había sus estudios. No era este el lado al que estaba acostumbrado, la sección de literatura lírica se encontraba en la otra mitad del modesto edificio.
Acercó otra silla a la mesa y antes de cualquier cosa pasó ceremoniosamente la mano por su superficie. Habían marcas, de lápices que habían marcado el papel con demasiado fuerzas, roce, cuántas historias escritas en el relieve y la suavidad de la madera.
—Deberíamos comenzar a buscar acerca de sectas antiguas y sociedades secretas ¿No? Por si pudiéramos reconocer los símbolos que hay en la daga y el el cofre. O podríamos preguntarle a la señora Sartén directamente que libros consultaba el capitán cuando estaba por aquí.
No sé si lo dije antes, pero recuperó un punto de ímpetu... Aún así me siento un poco reacio a usarlo aún. Voto por la tirada. ¿Profesor?
Motivo: Riesgo
Tirada: 2d10
Resultado: 7, 10 (Suma: 17)
James acaba de recuperar un punto de ímpetu, el único que tiene. Así que tal vez sea un poco pronto para gastarlo. Mejor una tirada de riesgo.
Creo que el profesor James por trasfondo podría tirar 2 dados y quedarse con el mas alto.
Se queda con el 10.
Motivo: Búsqueda de información
Tirada: 1d10
Resultado: 10 [10]
No había hecho mi tirada. Creo que Alexis solo podrá tirar uno está ve pues no estamos en su zona de confort.
Hey, eso debería darnos algo ¿No?
James y Alexis dejaron sus cosas en la larga mesa de nogal de la biblioteca. No solo eran hombres experimentados en la búsqueda de documentación, sino que además conocían ese lugar como la palma de su mano. Ambos habían pasado mucho tiempo entre esas paredes leyendo y disfrutando del silencio de la biblioteca. Un silencio que solo era interrumpido —o más bien acompañado— por el suave rugir de las olas chocando contra el acantilado cuando el mar estaba embravecido.
Pero esta vez, ninguno de los dos acudía a ese santuario de paz para relajarse, sino que tenían una misión. Por suerte, Jonesport no contaba con muchos aficionados a la lectura —algunos apenas sabían leer ni escribir— y, por descontado, a estas horas de la mañana estaban la sala se encontraba vacía. Por tanto, podían estar a sus anchas. El abultado y pesado maletín de Alexis sonó contundente cuando éste lo dejó en la mesa.
Comenzaron a buscar libros sobre dioses antiguos, sobre grupos religiosos, sobre sociedades secretas, esoterismo y demás. Pocos ejemplares tenía la biblioteca sobre ocultismo, puesto que no era algo que sus habitantes demandasen especialmente. La mayoría de libros en ese aspecto trataban de piratería, cartografía y leyendas de navegación. ¡Eso sí interesaba a los marineros! Lástima que los marineros, por lo general, no fuesen ávidos lectores.
Pasadas unas horas, James y Alexis habían encontrado leyendas sobre vudú en el que creían los haitianos, dominicanos y demás gente incivilizada del mar del Caribe, pero nada acerca de sociedades secretas. Así que ambos decidieron seguir investigando acerca del vudú.
Existían muchos dioses reconocidos dentro del vudú —conocidos como «loa»—, aunque no había un panteón oficial. Algunos nombres se repetían entre escritos, como Mami Wata, Papa Legba o el Barón Samedi, pero no parecían tener mucha relación con el caso. Todos menos uno, que Alexis encontró junto con la palabra «serpiente»: Danbala, el loa creador de toda vida y señor de los cielos, representado siempre como una serpiente dorada. Parecía una señal.
Buscando en otro de los libros, escrito por el aventurero inglés Henry Hampshire hace más de dos cientos años, se hablaba de que Danbala tuvo una amante, Wedo, la serpiente plateada. Como Danbala la veía como una amenaza, éste la hirió de gravedad y la arrojó al mar mientras dormía. Los haitianos tienen prohibido hablar de ella, puesto que creen que, de lo contrario, perderán el favor del loa creador y de todos los demás. El escritor cree que Wedo no murió, sino que naufragó en una isla del Atlántico y sigue habitando allí desde entonces, tramando su fría venganza contra su esposo.
Les costo mas de lo que había pensado, y eso que no había demasiados libros relacionados con lo que estaban buscando. Pero al final, parecía que lo que habían descubierto estaba relacionado con el vudú. Danbala y la serpiente plateada, aquello podía estar relacionado. El puñal y el cofre tenían esa serpiente. Una isla, y tal vez algo en la isla que era lo que había contactado con Anderson, y lo que le habría matado. O no, pero aquello era lo mejor que tenían, y no iban a lograr nada más alli.
-No creo que podamos encontrar nada más aquí. Si le parece bien, podemos ir hasta el herrero, a ver si podría ayudarnos, o al menos darnos alguna idea de como abrir el cofre.- Pensando en Danbala y la serpiente, tanto el cofre, como la daga, podían ser objetos con los que habría que tener mucho cuidado. Así como el cofre no parecía poder abrirse con facilidad, el forzarlo, podría destruir su contenido. Y eso, si la caída en la casa del capitán, no lo había hecho ya. Aun recordaba el ruido como de cristales rotos.
-Tal vez si lo forzamos, se rompa lo que contenga. Tenemos que ser cuidadosos, o podríamos perder por completo su contenido, en caso de que no lo hayamos perdido ya.- Aquella repulsión entre daga y cofre, podría ser debida al antagonismo entre Danvala y la serpiente. Y ese podría ser el motivo de la muerte del capitán. Pero no tenían claro nada. Los dos objetos tenían la serpiente, por lo que los dos podían estar relacionados con esta. Y esa repulsión ser debida a otra causa.
Había muchas cosas que desconocía, y sabía que muchas de ellas no dejarían de ser un oscuro misterio, por mucho que se esforzasen.
¿Alexis? ¿Vais entonces a visitar al herrero?
—Temo que eso es algo difícil ya James. Usted ha escuchado como sonó cuando cayó al piso en la casa del ca... —Alexis guardó silencio, por un momento aquella atracción que ejercía había el aquel cofre había superado el propio sentido común, casi revelando lo sucesos de la noche inmediatamente anterior. Miró alrededor y le hizo un gesto de saludo a la señora Warten que limpiaba por ahí cerca..
—Tiene usted razón, poco o nada podremos encontrar ya acá seguramente. Por mucho que los marineros hayan traído ejemplares curiosos no deja de ser un pequeño pueblo. Vamos y ya podremos competir nuestros pensamientos por el camino. Pero antes.. se me ha ocurrido una cosa que hacer antes de salir de aquí.
Alexis se levantó y cogió el maletín de entre sus pies y acercándose a la señora Anne le hablo con sentida emoción.
—Sra. Anne.. disculpe, me gustaría poder decir algunas palabras en el funeral de las almas de los hemos perdido recientemente. Especialmente por el capitán al cual no siquiera hemos encontrado. ¿Tendría usted algún libro que el utilizará con frecuencia? Creo que a él le gustaría que leyera algún fragmento de su libro favorito en la ceremonia.
Independiente de lo que diga Anne, partimos ;)
La mujer dejó lo que estaba haciendo cuando vio salir al poeta y al profesor.
—Oh, qué lástima, pobre hombre—lamentó con verdadera pena—. Esperen un segundo, que voy a por... —dijo mientras se perdía en una de las estancias aledañas antes ni siquiera de terminar la frase. En menos de un minuto, volvió con un libro pequeño libro de tapas de cuero bastante usado. La mujer andaba con dificultad, pero aún así andaba bastante rápido—. Al pobre Jack le gustaba mucho Lord Byron, tiene algunos poemas marcados. Tenía una especial predilección por este poema de aquí —abrió el libro por una página que tenía la parte superior doblada.
Cuando nosotros nos separamos
Cuando nosotros nos separamos
con silencio y lágrimas,
con el corazón medio roto
para desunirnos por años,
pálidas se volvieron tus mejillas y frías,
y aún más frío tu beso;
en verdad esa hora predijo
aflicción a ésta.
El rocío de la mañana
se hundió frío en mi frente:
lo sentía como el aviso
de lo que ahora siento.Todas las promesas están rotas
e inconstante es tu reputación:
oigo pronunciar tu nombre
y comparto su vergüenza.
Ante mí te nombran,
tañido de muerte que escucho;
un temblor me recorre:
¿por qué te quise tanto?
No saben que te conocía,
que te conocía muy bien:
mucho, mucho tiempo te lamentaré,
muy hondamente para expresarlo.En secreto nos encontramos.
En silencio me duelo,
que tu corazón pueda olvidar,
y engañar tu espíritu.
Si te volviese a encontrar,
después de muchos años,
¿cómo debería acogerte?
Con silencio y lágrimas.
—Bueno, yo también acudiré al funeral, así que nos veremos allí. Hasta mañana —se despidió—, y si ven a Mikael, ¡díganle que su mujer está preocupada, hombre!
Y tras decir estas últimas palabras, siguió con lo suyo y los dos hombres salieron del Colegio Jonesport para proseguir con su investigación. Parecía que el cielo se había despejado y hacía bastante calor, en contraste con la temperatura que había estado haciendo durante todo el año, por lo que no pudieron evitar sudar en sendos trajes mientras bajaban la cuesta de vuelta al pueblo.
Continuamos en la escena de la herrería.