Partida Rol por web

Resopla por la nariz, una profunda exhalación que llena de vapor blanco la noche.

-No sabes lo que dices. Ya tengo mi sendero y no me llevara a esconderme en sus brazos otra vez. En cuanto a los Flechanegra, nunca fueron realmente de mi incumbencia, pero ya han perdido demasiado; será mejor que sigan huyendo si pueden hasta aquí, o más al sur inclusive.

Se iza sobre el caballo con un firme empujón.

-Esa ya no es una opción para mí. Estoy cansada de hacerlo… No te preocupes por el bosque; ya vi sus peligros, pero estoy más familiarizada con él de lo que piensas. Quédate y ayuda a esta gente; es lo mejor que puedes hacer para mantenerte a salvo. 

Fenrir dudó apenas un momento, pero ni bien se recompuso ante la negativa rotunda de Niamh, volvió a hablar.

-Niamh, yo creo que los Dioses guían mis pasos, y éstos me han llevado hasta aquí, buscándote- comenzó a decir convencido de lo que decía -Realmente no pensé que te encontraría aquí, habían pasado mucho tiempo y debía rastrearte, pero tú has regresado. ¿Acaso no crees que los Dioses tendrían algo que ver con eso?- preguntó -Yo creo que algo así no es menor, y podríamos estar desaprovechando una posibilidad única- miraba a los ojos a la mujer -Haznos al menos ese último favor, acompáñame y que los Niños te vean, que nos cuenten qué está viniendo, y allí podremos decidir mejor. No me interesa mantenerme a salvo, si los Dioses quieren que haga otra cosa o que me ponga en riesgo... y si debo morir, así será, es parte del ciclo. Pero no evitaré las señales que me dan por mantenerme a salvo. Un lobo no se queda a pelear mientras la manada huye por mantenerse a salvo, sino por cumplir su rol en este entramado perfecto que es la naturaleza. Nosotros somos parte de eso también-

-Tus dioses no guían mis pasos, Fenrir. Ninguno lo hace. Soy yo la que decide mi destino. +replica con voluntad inconmovible+ Si ves a los Niños, diles eso. Ya no soy de ellos tampoco. No tengo una manada como tú lo ves; estoy sola. Más por eso mismo, soy libre.

Su mirada revela una firmeza sorprendente de encontrar hoy día en nadie. Quizás no hubiera nunca realmente forma de convencerla… Espolea levemente el animal que monta, el cual exhala un gran vaho blanquecino. 

-En esa libertad escojo luchar. +continua+ Tú haz como te parezca. Lo que los dioses te manden o tu conciencia. Yo ya hice mi elección… Adiós.

Tras esto apura el paso para salir del patio, en dirección a la puerta. Puede que la suya no sea la elección mas inteligente o la mas compasiva, pero no cabe duda que sea cuales sean sus motivos, le pertenecen exclusivamente. Sigue un estandarte que la representa solo a ella misma… y a nadie mas.

Fenrir no supo qué más responder. Niamh estaba claramente convencida, y ni los Niños la harían cambiar de parecer. Él no haría nada violento para llevarla, así que su tarea acababa allí.

-Que los Dioses te acompañen- dijo el viejo -Si alguna vez necesitas ayuda, no dudes en acudir a mí-

Realmente él sentía que ella tenía algo para enseñarle, pero ahora no podía hacer más nada.

Ahora yo tengo que forjar mi destino... con los Dioses como guías.

Sus pasos retrocedieron hacia el lugar donde descansaría. Tenía que hacerlo. No podía hacer más nada aquella noche. Escapar, con el cansancio que llevaba y sin provisiones, hubiera significado la muerte para un hombre como él. No, tenía que planearlo bien.

Mientras se dirigía a su jergón, Fenrir iba pensando cómo haría. Lo primero que decidió fue que tendría que ir escondiendo algunas provisiones entre sus pertenencias, alguna bota de vino, y agua. Y en la noche salir al bosque, si antes no lograba convencer al Lord que lo dejara ir. El nuevo día traería los detalles, ahora el cansancio era demasiado para su resistencia.

De regreso en el salón y con tus pensamientos, el coro de ronquidos te acompaña, cada tanto intercalado por los gemidos y llantos apagados, así como los pasos suaves de los que velan a los heridos esta noche.

No son pocos que cuidar, en este recinto donde el asedio continúa. Además, si las noticias de Niamh son verdad, que no hay porque dudarlo, es nula la esperanza de refuerzos. Esta gente se encuentra por su cuenta; cada brazo es necesario en algún lugar. Lo que eso predice para ti es bastante claro… a menos que tomes las medidas por tu cuenta.

El día llega en un parpadeo. O quizás es que las noches de poco vino y mucho cansancio pasan demasiado deprisa. Es hora de levantarse, de tomar decisiones y continuar. Pero afuera las nubes tornan el paisaje ceniciento como los animos, especialmente a medida que los muertos durante la noche son contados...

Fenrir se despertó con las primeras luces del alba. Si por luz se puede llamar esa luminosidad mortecina de las nubes que vaticinan un oscuro futuro. El comienzo de su partida tenía que empezar ese mismo día.

El viejo tendría que, de a poco y a lo largo del día para no despertar muchas sospechas, conseguir algo de comida para su escape nocturno. Ayudaría en lo que tuviera que ayudar, como un día más. Mientras tanto, podría escuchar los rumores y cotilleos que las reuniones de un día como el anterior podían traer.

Con tus quehaceres ya es bastante para mantenerte ocupado, y entre los heridos no circulan muchos rumores. Solo en los breves descansos puedes oír alguna cosa de afuera, de sirvientes y soldados y no es bueno el ambiente; la noticia de que no habrá refuerzos ha circulado deprisa, y bajado los ánimos en gran medida. Todos son conscientes, ahora mas que nunca, de lo difícil de su situación.

Teniendo eso en cuenta el Lord ha convocado a sus capitanes para planear la resistencia a largo plazo y trazar nuevas estrategias. Tu pedido de una entrevista es denegado, al menos por lo pronto… Lord Umber tiene muchas vidas de las que ocuparse para andar atendiendo a un sanador.

Afuera el cielo es gris, el mismo color que las almas debajo. El único consuelo breve es que no hay un ataque a gran escala, pero un largo asedio tampoco representa gran mejoría. A saber como estarán sus reservas,… pero tienes que ir a visitarlas si quieres provisiones para tu viaje.

Con el estado de agitación que reinaba en la fortaleza, Fenrir desistió de conseguir algo de comida. Claramente ahora estarían protegidas a cal y canto, no fuera a faltar en caso de asedio. O este asedio particular en el que se encontraban. También supo que tenía que apresurarse e irse ahora mismo. No servía de nada quedarse si no era con un foco claro. Tenía que ayudar a los FlechaNegra.

Tomando todas sus pertenencias, esperaría a la noche para salir. Los vigías esperaban encontrarse con algo desde el bosque, no al revés, y eso tal vez le diera una pequeña ventaja. Llegado a ese punto, cualquier cosa a favor era un guiño de los Dioses.

En verdad la fortaleza en si tiene pocos vigilantes. La mayoría se enfocan en la periferia, en las distintas fogatas similar a aquella por donde llegaste. Y tu suposición es correcta, están mas enfocados en las amenazas del bosque, que en la posibilidad de que alguien se arriesgue a salir a solas del area segura. Niamh lo demostró también.

Aunque por un momento parece que las cosas se van a ir al traste, cuando uno de los guardias se aparta del fuego para orinar, cerca de donde estabas. No obstante logras quedarte quieto lo suficiente y hombre se retira, tras lo cual puedes seguir deslizándote suavemente hacia el bosque. A no tardar, estas en la arboleda; más eso dista mucho de ser una seguridad.

El helado mutismo de la misma contrasta muchísimo con el cálido interior de la fortaleza, pese a los gemidos y llantos. No hay animales, aves o insectos que turben el ambiente opresor que reina entre los oscuros troncos. Como un cerco de silencio que rodea a la casa Umber,... esperando cerrarse. Esta será la parte realmente difícil de atravesar.

Esto no está bien... hay algo más aquí... pensó el viejo sintiendo cómo respiraba el bosque de una forma que no era normal, como cuando un niño se enferma y su respiración suena diferente.

Pero solo no tendría forma de seguir. Buscó un buen lugar donde esconderse, algún árbol fácil de trepar. Desde arriba, probablemente pasaría inadvertido para cualquier depredador que pudiera haber, fuese humano o animal. Ya arriba se ató para no caerse, e intentó relajarse y concentrarse para entrar en comunicación con sus compañeros.

Primero Galadir. Comenzó a sentir cómo sus brazos comenzaban a achicarse, ponerse cada vez más livianos. Sus piernas parecían acortarse a pasos agigantados hasta asemejar unas poderosas garras. De su boca comenzó a emerger un pico. Y finalmente las plumas recubrieron su cuerpo. Eso sentía él, pero lo cierto es que su cuerpo no notaba ninguno de esos cambios. Pronto estaría a su lado.

Volvió a sentir su forma humana, sus pensamientos, su sentires y necesidades. Volvió a ser sólo Fenrir. Él se sentía mejor regresando primero a su cuerpo para tomar de nuevo prestado el cuerpo de otro de sus compañeros. Creía que así no olvidaría quién era, y tal vez era así.

Luego le llegó el turno a Karkaroth. Sintió como de a poco volvía a estar en contacto con el suelo, su boca volvía a transformarse, pero esta vez en un agudo hocico con poderosas mandíbulas, sus piernas y brazos se volvían robustas y alargadas, y el pelo surgió como el pasto en las tierras del verano. Tal vez llevara más tiempo que llegara a él, pero llegaría, su olfato era agudo y su lealtad inquebrantable.

Una vez pudieran estar los tres unidos, podría comenzar su viaje al Norte. Primero intentaría cruzarse con el ejército Stark, con quienes podría cruzarse con los FlechaNegra. Rezaría a los Dioses todos las mañanas, todas las noches, para que saliera todo bien. Aún tenía fe en los Dioses, aunque éstos parecieran no comunicarse con él como antes. Era lo único que tenía.

Las dos bestias te han esperado y al sentirlas puedes notar que se encuentran algo débiles; no han comido bien desde vuestra separación. Especialmente el águila, debido a su menor constitución, se encuentra resentida. No debe ser algo bueno si dos cazadores natos como ellos pasan hambre.

Galadir llega a tu rama primero, deteniéndose con un firme aleteo. Karkarot se toma algo mas de tiempo, pero es tan silencioso que solo lo percibes cuando rasca con su pata la corteza del tronco donde te cobijas. ¿Ahora que?¿ Hacia donde enfilar primero los pasos y,  mas grave, como evitar un encuentro posible con las patrullas de salvajes?...

Fenrir pasó unos minutos acariciando a sus bestias. ¿Qué estaba sucediendo allí? Si a ellos les había costado sobrevivir allí, ¿cómo haría él? Y más importante aún, por inmediatez, ¿cómo hacía para esquivar a los salvajes?

Tal vez tendría que hacerlo de a poco. Vigilar con Galadir y ver por dónde hubiese menos salvajes. Probablemente tendría que alejarse, desviarse para romper el cerco que tal vez estaban formando para luego dirigirse a su destino. No era una tarea fácil, nadie lo había dicho, pero los Dioses tendrían que ayudarlo. No había otra forma sino...

Amiga... tienes que ayudarme... tenemos que salir de aquí, para poder comer y sobrevivir... y empezó a sentir cómo su mente se trasladaba de cuerpo, lentamente, y luego abruptamente. Comenzó a elevarse...

El aire arriba esta helado, pero eso no es novedad. Solo cuesta algo más porque Galadir esta débil, y cada aleteo le consume un mayor esfuerzo de lo normal. El bosque en torno al castillo de los Umber es muy distinto al que hay mas al norte; la nieve es mucho menos espesa, pero eso en vez de mejorar las cosas las empeora, porque da un matiz mas oscuro y tenebroso a las grandes arboledas.

No es nada fácil mirar hacia ese abismo de madera. Son kilómetros y kilómetros de bosque, en todas direcciones, solo cortados al sur por el trazo del río. Aunque sabes que al Oeste se halla en alguna parte el camino real, en la tundra que media entre los bosques y las colinas. Y hacia el este, el mar, como así también tu hogar de antaño…

Pero lo que importa ahora, son las cosas más inmediatas. Como salir de este atolladero.

Se daba cuenta que a Galadir le estaba costando ascender. No era por el frío, no era por el viento: era el hambre. ¿Cómo podía hacer para ayudar a su fiel compañera? Necesitaba darle comida, buena, para que se recuperara.

Comenzó a revisar la zona aprovechando la visión extraordinaria del águila. El bosque no ayudaba, pero confiaba en ella...

Dioses... acompáñennos en esta travesía... guíen nuestros pasos... alimenten nuestros estómagos... desvían las miradas de nuestros enemigos...

El vasto bosque oscuro, salpicado de nieve, tiene puntos donde esta se mueve. Muchos puntos. No es difícil imaginar pues las ropas blancas de los salvajes que se desplazan en torno, formando un cerco completo que espera la señal de cerrarse sobre la ultimas luces de la casa Umber.

Son líneas gruesas y dispersas, sin ningún patrón. No distingues fuegos o tiendas, extrañamente, ninguna clase de campamento. La mayoría de los puntos móviles están al Norte, pero también hay una presencia significativa al Sur, por el rio, donde fue la lucha.

Tercero están los que da al Oeste, al camino y donde se hallaban las granjas. Ese parece el mas fácil de recorrer, pero esta muy descubierto en algunas partes. Finalmente, la menor concentración es al Este, el camino al mar.  Pero allí el bosque es espeso y sin senderos, salvo por el que traza el río.

Ningún camino promete un escape fácil o seguro. Pero eso ya lo sabias de antemano.

Fenrir pensaba mientras a través de los ojos de su fiel Galadir percibía las concentraciones de salvajes. Había olor a muerte también, y el águila lo podía sentir. Finalmente le ordenó que bajara hacia donde él estaba... y volvió a su cuerpo.

Pudo sentir de nuevo el frío, en sus huesos, en su piel. Karkaroth se acurrucó junto a él para darle calor. Le acarició la gran cabeza con cariño y suavidad.

Son tan fieles... a veces pienso que no me los merezco, pero supongo que los Dioses tendrán sus planes si querían que convivieran conmigo...

Quedó pensativo un momento más, y cuando sintió el aleteo de Galadir, se levantó. Acomodó las pocas pertenencias que tenía, y se dirigió al Oeste.

Prefiero enfrentarme a la Naturaleza, que a un grupo de salvajes sedientos de sangre...

El camino al Este. Una extensión de millas y millas de bosque denso, casi hasta llegar al Mar. A los Umber no le ha preocupado desarrollarlo, prefiriendo extender sus dominios hacia el Oeste y el camino que conecta mas fácilmente a las demás casas. Por ende es una tierra de troncos oscuros y añosos, en muchas partes virgen inclusive, salvo por los pies de los Niños…

Sera un viaje complicado por decirlo suavemente. Lo mas extraño, es que resulta ser un regreso por donde viniste, al mismo tiempo un replantearte de tu misión y existencia. Faltan días, claro, y deberás esquivar las patrullas sin escolta más que el lobo y el águila. Son 300 millas hasta Bastión Kar, aproximadamente, las tierras que te vieron nacer. Pero no es imposible.

De hecho si alguien debería poder ese eres tú. Pero eso también te alejara de toda chance de auxiliar a los Flechanegra con su predicamento, o a Niamh con la empresa que sea ha ido a buscar al Muro. Estas solo una vez mas. Tal vez siempre lo estuviste, salvo por tus compañeros animales.

¿Qué será lo que te aguarde entonces?

De nuevo en los bosques. De nuevo sólo acompañado de su leal Karkaroth y su fiel Galadir. Tenía un largo camino, tal vez el más peligroso de los que había recorrido en su vida, pero tenía que hacerlo. La tentación de volver a sus tierras, dejar atrás todo el sufrimiento y muerte era sólo un engaño de una mente cansada. ¿Qué dejaría atrás realmente? ¿Por cuánto tiempo? No, no podía abandonar a los FlechaNegra, y éstos no podían abandonarse a morir en los bosques y caminos helados del norte.

Tenía que encontrarlos. Ayudarlos en lo que pudiera. Sólo los Dioses podían decirle que abandonara tal empresa. Mientras tanto, tendría que guiarse por el instinto y el conocimiento que había ido atesorando a lo largo de su vida.

La muerte acecharía, justo al lado de la dama del frío, fieles compañeras en el Norte inhóspito. Ellas serían dos compañeras silenciosas en su camino. Recordatorios constantes de lo que sucedería si abandonaba, si detenía sus pies, si esperaba a que la tormenta pasara y sobreviviera para contarlo.

Tenían que encontrar comida y pronto. En tierras como aquella no tener comida, ni fuego, era una sentencia de muerte para cualquiera. Sólo esperaba que los Dioses acudieran a él como tantas veces habían hecho en el pasado. Sólo esperaba que no se hubiese alejado de sus designios lo suficiente como para que ellos le quitaran su bendición. Sólo esperaba soñar de nuevo, sentir la vida de la naturaleza y sus Dioses correteando por su mente, ayudándolo en los momentos de desasosiego, orientándolo en la oscuridad y el miedo.