El funcionario tenía que estar alucinando, puesto que había perdido mucha sangre. Definitivamente tenía que estar soñando. De otra forma no podría explicar el ¿ser? que se hallaba ante ellos. Miró a esa criatura directamente a los ojos: a esos ojos rojos y sangrantes que tenía por todo el cuerpo.
La inesperada lluvia le hizo volver en sí, depurando toda la sangre de su cara y humedeciendo las vendas que muy profesionalmente acababa de colocarle el doctor. Se levantó como pudo, cogiendo al doctor de la chaqueta y la escopeta en la otra mano.
—Tenemos que salir de aquí —dijo con firmeza a su salvador. Miró alrededor, nervioso, buscando una vía de escape. ¿No había ningún vehículo cerca? ¿Acaso habían subido todos estos locos, la mayoría ahora cadáveres, andando? Miró con desesperación hacia el templo, donde el extraño acababa de salir de la grieta que olía a muerte—. El templo, el templo... —balbuceó—. Tal vez destruyendo ese altar podamos hacer que retroceda.
Entrecerró los ojos para sobreponerse de su vista cansada y de esas 0,75 dioptrías para las que rara vez se ponía gafas. Pero oh, qué bien le habrían venido ahora. ¡El altar era enorme, no podían destruir eso! Comenzó a desesperarse cada vez más, hasta que recordó la piedra negra en la playa. ¿Qué sentido tenía? Era el mismo material, pero absolutamente todo carecía de sentido.
—No, no, no. Vamos, vamos, doctor —dijo a la vez que estiraba de su chaqueta de tweed. Se dirigía a toda velocidad hacia donde habían venido, hacia donde había dejado a Adéle. Con un poco de suerte, encontraría a esa loca. Aunque, tal vez al final fuese la única cuerda de toda esta isla—. ¡Adéle! —gritó a pleno pulmón—, ¡Adéle! ¿¡Qué hizo George!? ¿¡Cómo trató de derrotar a la bestia?! —miró a su alrededor—. ¡Caballeros, huyamos! ¡Todo el mundo a Cala Betsy!
Había que bajar la montaña cuanto antes. Los alemanes estaban aquí —o los que quedaban vivos—, así que la base militar estaría vacía. Con un poco de suerte, podrían hacerse con un barco para alejarse de toda esta locura.
Motivo: Estabilidad
Tirada: 1d6
Dificultad: 5+
Resultado: 3(+4)=7 (Exito) [3]
Si Desmarais encuentra a Adéle por el camino, la agarra y se la lleva también, intentando salvarla. Ahora la comprende y, con un poco de suerte, podrá darle algún tip de lo que haya podido descubrir su difunto marido.
Tengo 8 puntos de Atletismo, me los gasto todos si es necesario para salir por patas hacia Cala Betsy. Desmarais ultrafondista.
Por otro lado, tengo 5 puntos de Estabilidad, así que gasto 4 para pasar la tirada automáticamente y me quedo a 1 sin perder Cordura.
Mientras se peleaba con el moribundo Desmarais para tratar sus heridas mientras este no paraba de manotear hacia el cielo, unos sonidos horribles penetraron los tímpanos de todos los presentes. Poco después, aquella monstruosidad, aquel ser grotesco, aparecía por entre una especie de falla de la realidad. Irónicamente, por algún motivo que desconocía, aquello no le afectó más de lo que le habían afectado otras cosas más mundanas de aquel viaje. Simplemente reforzó su deseo de abandonar aquel lugar para siempre.
Desmarais se incorporó, aún a medio vendar, arrastrándose lejos de allí. Una sabia decisión.
—S-si, larguémonos de aquí, ¡rápido! Vamos Lederman... —le dijo al judío a su lado, y buscó a Bullard con la mirada— ¡Teniente!
Motivo: Estabilidad
Tirada: 1d6
Dificultad: 5+
Resultado: 5 (Exito) [5]
Juas, pasé la estabilidad.
All-in al plan de salir por patas, a ver si nos dejan.
Yo también gastaré el Atletismo que haga falta.
Irving miró la dirección que apuntaba el dedo de Desmarais. La gota negra. Dudó de si trataba una ilusión lumínica o un efecto meteorológico pero pronto su duda dejó de tener sentido. Algo enorme y amorfo surgía de la oscuridad de la ordenación planetaria. Una criatura que no podía existir. Algo que no tenía ningún sentido para la racionalidad del profesor.
- Por dios santísimo. Era verdad. - Consiguió balbucear recordando las palabras de la tarada aldeana.
El resto de compañeros parecía que habían tomado ya la decisión de qué hacer e Irving no la iba a cuestionar. Lo único que pensaba era en alejarse lo más posible de este ser de otra realidad. Miró alrededor en busca del camino de bajada del templo.
Motivo: Estabilidad +2
Tirada: 1d6
Dificultad: 5+
Resultado: 5(+2)=7 (Exito) [5]
Me apunto a la huida invirtiendo atletismo.
Estaba ojiplático, no podía creer lo que surgía del cielo.
Ni en sus años en la guerra ni en todos los armamentos horribles que había visto segando vidas sin piedad, podía imaginar ninguno que les ayudara a combatir esa cosa.
La pistola parecía ridícula en sus manos y en ese momento escuchó al Doctor gritarle que corrieran.
Le pareció una idea excelente.
Comenzó a correr a pleno pulmón, rumbo lo más lejos de ese ser pero entonces la isla se le antojó mu pequeña, diminuta. No iban a poder sobrevivir con ese monstruo en ese pedazo de tierra yerma. Necesitaban ir mas lejos, correr mucho, volver a casa, a su patria, a su queridísima EEUU. Sus bombas y honorable ejército podrían tener alguna posibilidad.
El barco de los alemanes apareció en su mente.
- El barco. - dijo dándose la vuelta con cara de loco para hablar al resto del grupo - Busquemos el barco y salgamos de esta puta isla de mierda.
Dicho lo cual la locura que le embargaba le llevó a salir corriendo buscando costa, buscando el barco y buscando cómo poder salir de allí. Muy lejos.
Motivo: Estabilidad
Tirada: 1d6
Dificultad: 5+
Resultado: 2(+2)=4 (Fracaso) [2]
Pues ni gastando dos puntos he pasado el tiro de estabilidad.
Tengo atletismo para correr la isla entera de punta a punta y no despeinarme, así que tiro lo que haga falta para buscar ese barco.
Aquella cosa. Aquel dios venido de a saber donde crecía mientras derribaba a su paso. El sonido que emite es terrible mientras devoraba al capitán alemán que había sobrevivido. Sin la diadema de extraños cristales y con la interrupción de aquellos psicópatas cultistas no había podido realizar el ritual para detener a semejante ser durante otros 30 años tal y como habían hecho sus predecesores. El grupo de investigadores comenzó a correr entre las rocas huyendo de allí.
Buschner no había logrado escapar a tiempo de la voraz criatura y de la infanticida que había perdido la cabeza, probablemente por lo que ocurría en aquel lugar y las extrañas joyas que la hacían llevar, se había perdido en algún lugar de la isla. No la encontraron en su carrera hacia Cala Betsy, si se detuvieron a buscarla. Huir, huir de aquel ser era lo importante. No había nada que pudiera confinar al Dios de la Piedra Negra. El teniente Bullard, que había tirado su arma al ver que de nada servía contra aquel ser comenzó a reírse. Un escalofrío recorrió la espina dorsal de sus compañeros, aquella risa les recordó mucho a la risa de Adéle. Pero alzó una mano y señaló al frente. Allí en la costa, en una pequeña cala podían ver un pequeño barco pesquero atracado. El Tenerife.
Entonces la lluvia se detuvo, pero el horrible sonido continuó durante unos minutos. Luego se desvaneció. Aquella cosa había roto sus ataduras. Estaba libre en el mundo...
No sabían el tiempo que habían tardado en llegar hasta un puerto. El viaje se había extendido durante semanas luchando contra los elementos, contra la lluvia y las olas que más de una vez estuvieron a punto de hacer volcar el barco. Y cuando por fin vieron tierra en el horizonte casi saltaron de alegría. Pero al llegar la angustia anidó en sus corazones una vez más.
El puerto estaba destrozado. Los muelles estaban destruidos y había varios barcos que habían volcado en la costa o encallado en tierra. Las casas estaban derruidas y algunas personas trataban de reconstruirlas como podían entre el barro y los restos de la calamidad.
-Un huracán arrasó la zona hace ocho días-les dijo un muchacho que se había acercado por curiosidad. Habían logrado llegar a Australia, pero los huracanes y las fuertes olas habían destrozado todo cerca del mar.
Ellos no lo sabían, pero habían tenido suerte. Los patrones meteorológicos estaban cambiando y lo mismo que había ocurrido allí estaba ocurriendo en el sur de Asia y en África. Habían muerto millones de personas por todo el mundo...
Pero ellos, un doctor alemán, un funcionario francés, un profesor judío y un soldado americano... ellos habían sobrevivido a la catástrofe.
-FIN-