La batalla fue terrible. Los pocos soldados que allí había se hicieron como en círculo e procuraron porque su habilidad les valiera de algo. Hicieron retrasar a muchos que con rastrillos, azadas y hachas les hostigaban, pero no pudieron hacer nada, et que murieron séis de ellos, no sin antes haberse llevado la vida de más de treinta vecinos de la aldea... Finalmente, viéndose acorralados los pocos soldados con armadura que quedaban, se disolvieron en pleno monte, et alguno d'ellos fueron perseguidos... Los aldeanos profirieron un gran grito de victoria sobre la ladera.
Tras de tí oías golpes de puñetazos y choques metálicos, como si alguien también estuviese enzarzado en pelea. Los sonidos venían de varios peñascos ya en la cumbre, que no te dejaban ver qué era...
Rápido Brixida, dos soldados han acorralado a Inazio en la cumbre, si no actuamos lo matarán. Sabia que no estaba en condiciones de escalar esos escarpados, pero por si luego alguien se preguntaba de que bando estaba creyó oportuno dejar claro su posición. Y se aproximió lanza en mano por si viera posibilidad de ayudar a Inazio.
Brixida no había visto a Felipe al estar en medio de la batalla, pero abrió sus ojos y se alegró enormemente de verle. Claro que su hermano no estaba, et que al menos sabía dónde estaba: acorralado en la cumbre por dos soldados, perseguido. La mujer, algunos aldeanos y tú con la lanza os encaramásteis a toda prisa a la coma del Alcillo. Sorteásteis con más o menos acierto algunas rocas y escalásteis un pequeño trecho hasta oir claramente gritos de disputa. Tras un ramaje, vísteis a los dos soldados dándole una paliza a un desvalido Inazio, mientras éste intentaba zafarse de sus patadas y puñetazos desde una posición tumbada en el suelo.
¡Soltadle! -gritó Brixida, y a la voz de la mujer, los aldeanos y tú mismo os lanzásteis en masa contra los dos tipos-. Uno de ellos, al retirarse del susto, se trastabilló con una piedra, perdió el equilibrio, cayó por el borde del monte, golpeándose el cuerpo severa y repetidamente, muriendo en plena caída. El otro fue linchado y cortáronle cabeza y extremidades, que luego corrieron la misma suerte (fueron Alcillo abajo...). Entonces la mujer abrazó a Inazio, que tenía el cuerpo magullado, heridas en cara, manos y pecho, y sangraba por la boca y la nariz (cuya cara estaba toda impregnada de tal sangre).
¿Qué te han hecho esos desgraciados? -retóricamente, pues la compostura de Inazio no era del todo buena, ya que andaba un poco fuera de sí de la pelea-. ¡Ayúdame Felipe! ¡Hay que llevarle abajo!
Con la ayuda de los presentes, bajásteis con cuidado al malherido Inazio. Sortear las rocas en descenso fue realmente difícil, sobre todo para no herir más de la cuenta al hermano de Brixida. Una vez estando en plena ladera, se acercaron otros lugareños de Atuña, los mismo que habían arrasado la tropa de soldados, anunciando que, tras un registro a la ermita del monte, habían encontrado un tipo allí, de enormes dimensiones, muerto..., aparte de los destrozos en el interior de la misma. Fuísteis a verlo, y tu sabías porqué (pues habías sido partícipe de los hechos).
¿Qué ha pasado aquí? -te preguntó atónita la mujer al ver al "gigante" muerto-. ¿Qué significa todo ésto, Felipe?
Ese ser entro a la llamada de la campana. Empezó a relatar los echos e intento captar la atención con gestos y alzando la voz. ¡Como poseído! quería matarme y lo hubiera conseguido de no haber sido por tu hermano. Hace una pausa y lo mira con ternura. Que aun sabiendo que nos podía hacer trizas, se abalanzó y le dio muerte, cuando yo estaba ya a su merced. Apoya la mano en el hombro del joven, y se inclina cerca de sus oídos, para que le pueda oír bien. Gracias Inazio.
Se gira hacia la hermana esperando haber impresionado algo con su relato. Es hora de sanar a este mozo, vayamos a la aldea.
Se acercó al gigante y rebusco entre sus ropajes. Con ganas de saquear el cuerpo.
¡No! -respondió tajante Brixida, mientras sostenía a su hermano y miraba al gigante- Nosotros nos vamos, ¡nos vamos ahora mismo! ¡Si el señor que gobierna estas tierras regresa con más soldados, estamos perdidos! ¡Saben que Inazio trataba con Pere!
Y lo que es más... -interrumpió Inazio-. Éste hombre desproporcionado fue quien mató a la familia del herrero. Su descripción no engaña. Y Pere pertenecía a la Cofradía de los Caminantes, los cuales buscan a éste tipo de seres grotescos y aberrantes. El señor del Feudo sabe ésto, et que por eso, como bien dice mi hermana, habemos de huir...
Los habitantes y aldeanos de Atuña estaban ya juntándose en la puerta de la ermita para regresar al pueblo, pero Brixida e Inazio tomarían el camino de la huida.
¿Vienes con nosotros, Felipe? Ciertamente, necesitaríamos a alguien con quien huir y guiarnos un poco. Además, vos tenéis carro... ¿Qué dices?
Haz un último post de partida.
Llevarse a la moza y sin que fuera a contra voluntad, finalmente se le allanaba el camino, otras veces los dineros, influencias o las malas artes habían conseguido ese destino.
Si claro mi carro y mi caballo os llevaran lejos de este pueblo, creo que una ciudad es uno de los mejores escondites, ¿no creen? Tengo donde esconderles y si hace falta ya les encontrare una ocupación.
Inazio no tenia por que ser un problema, al fin y al cavo el mozo bien se merecía un respeto, si no fuera por él, ahora criaría malvas. Y en cuanto a Brixida si al final resultaba ser frígida, ya se le ocurriría una forma de sacarle partido. Mientras pensaba en eso sus ojos se habían posado en el canalillo y al ser descubierto su sinvergüenza le permitió aguantar la mirada a la muchacha, si el camino sería largo y las noches frías, tenia por delante buenas oportunidades de catar la mercancía.
No demoremos mas la partida, no necesitan mas que lo que portan, si algo han de menester, ya mandaremos a alguien a buscar. Algunos soldados escaparon y seguro que deben ya haber avisado.
Vayamos pues.
Inazio y Brixida asintieron, y bajásteis toda prisa a recoger el carro de Felipe a Atuña. Una vez allí, Brixida anunció a varios vecinos que habrían de huir por lo sucedido, por ser ella una de las cabecillas de la revuelta contra los soldados del feudo. Si eran listos habrían de marchar sí o sí. Et menos mal que aquel pardo que tenía carnales deseos con la joven et negocios que hacer con ellas tenía un buen carro donde poder transportar sin problemas a ambos dos. Et en habiendo cogido los enseres enseciales partieron rumbo fuera de la aldea de Atuña, muy lejos del monte Alcillo, de aquel gigante et de aquellos soldados.
Días después, el señor del feudo, en queriendo castigar a los culpables, no hallaron respuesta de los cabecillas, puesto que el pueblo calló en totalidad, et sobre todo porque aparte de haber quemado y apaciguado su sed de redención con el herrero Pere días atras, hallaron al autor de la muerte de su familia: un gigante de aspecto temible que hallóse muerto en la ermita del monte.
Algunos, desde entonces, dijeron que aquel ser ser una criatura de páramos norteños, vascuences según los más entendidos y versados en leyendas: el MAIRUK
:: FIN ::