Partida Rol por web

Quedaba muy poco trecho para llegar a Atuña cuando, en un instante, hízose de noche. Mientras te acercabas al pueblo, veías ya la pequeña aldea, y notabas como revuelo desde la distancia: un brillo algo prominente, jaleo, voces, y rumores. Una vez que tu montura llegó a la entrada del mismo, víste que, efectivamente, ese jaleo no correspondía sino algo que pasaba con unos soldados y los vecinos del lugar: una mesnada de, según contaste, diez soldados estaba ajusticiando a un hombre mayor. Lo tenían atado a una pira construida en pleno centro del pueblo, y era más alta que los tejados de las pobres casas.

Ante la atenta mirada de los vecinos, la mesnada prendió fuego con una antorcha a la base de la pira, llena de ramas y maderos bien secos... Los vecinos, sin dudarlo, insultaban a los soldados, pidiendo además su liberación, al grito de "no ha hecho nada" y retahílas similares...

Y que pena, con lo mal que huele un cuerpo cuando se quema, y el que hoy ya llevaba el cupo de buenas acciones al completo, para que me terminen quemando a mi, si me meto en medio, quita quita, se quitaba de esta manera los pensamientos de hacer de buen samaritano que le pudieran nacer, aparco el carro, y a sabiendas que le costaría encontrar a alguien dispuesto a arreglar el caballo, fue el mismo el que quitare las correas y con el carro aparcado en un remanso del camino, llevare las riendas a la espalda y este siguiera a su jinete, con la montura ya resuelta, se acerco a ese tumulto.

¿Que se cuece? preguntaré a uno de los soldados que parecía disfrutar con lo que estaban haciendo, y ¿con quien he de hablar que pueda representarles?

Uno de los soldados que vigilaba que nadie se acercara más de la cuenta a la hoguera te miró con cara de pocos amigos, e incluso levantó una ceja al verte. Por supuesto, no e contestó, sino que se limitó a levantar las manos para que ningún vecino traspasara el pequeño perímetro que ellos mismos habían creado rodeando la pira ya en llamas.

Nada que si habían de quemar a ese tipo, que lo quemarán, mala suerte por el anciano, el estaba allí con una misión y el sustento dependía de llevar buenas piezas a su hermano, así que no dudó en empezar a observar a las jóvenes de la aldea. Un buen sitio para dormir también seria ideal para pasar la noche.

Y en teniendo la meta por la que llegaste a Atuña bien presente (que no era sino encontrar buenas mozas), que veías cómo el quemado gritaba de dolor, al igual que los pocos aldeanos allí congregados, como súplica de piedad. Los soldados no hacían gesto alguno. Claro que, en uno de estos lances, cuando divisabas todo con cautela en busca de tu "género", viste a una joven que observaba en silencio el ajusticiamiento, la cual, reflejada en su cara por la llameante pira, estaba a punto de
llorar observando al condenado.

Cuando no pudo aguantar más la mirada proyectada hacia el fuego, se escabuyó entre la gente y se metió en una de las casas de la aldea. Tú viste en cuál fué.

Una moza, bien ahora parece un buen momento, debe de estar asustada, pasó entre la gente sin hacer nada raro para no despertar sospechas, una oportunidad de conocer y valorar las posibilidades de una moza, sin gente pendiente de si esto y lo otro, decidido entro detrás de ella, procurando pasar por detrás de esas gentes sigilosamente ¡Joven, conoces al pobre que están... no pudo terminar la frase incluso a él le parecía ruin lo que pretendía hacer. soy Don Felipe Perez de Leon et vengo cercando alguien que quisiera irse de este pueblo et emigrar a la capital, vos parece ser una chicaaa... arrastro la a pensando un adjetivo adecuado. abierta dee... miras. Pero por favor no me tenga en mala consideración, no nos han presentado ¿su nombre es?

Te escabulliste entre la gente sin apenas ser detectado. La chica, que estaba al otro lado de la puerta cerrada, entreabrió un poco la puerta, y pudístele ver la cara por la rendija.

¿La capital...? ¿Qué decis? ¿Qué queréis? -preguntaba como indignada- ¿no veis lo que acontece en la aldea?

A tu espalda continuaba quemándose aquel desgraciado tipo, acompañado de la mirada de soldados y vecinos.

No quería parecer grotesco y quizás haya una explicación que no conozco yo para todo este sinsentido, si pudiera su merced hacerme saber, dudo que pueda ayudar ya a ese pobre anciano, pero quien sabe si alguien más necesitare algo. ¿Por cierto su nombre era? Todo ello lo iba diciendo mientras observaba el interior de esa casa por si algo de dentro le diera alguna información.

Brixida es mi nombre-te respondió la mujer-.

El interior de la casa, una vez te dejó entrar, no era especialmente sorprendente: era una vivienda típica de aldea, con una sala principal y una pequeña chimena donde se cocinaba, y luego había una habitación contigua muy pequeña, que seguramente sería el dormitorio. En la sala también había un par de sillas, en una de las cuáles se sentó la mujer.

El hombre de ahí fuera -se refería al hombre que estaban quemdando-, se llama Pere, es el herrero del pueblo. Tiene su casa aquí al lado, justo delante de donde lo están quemando... Lo que están haciendo esos soldados es... ¡horrible! Pere siempre ha sido un buen hombre, pero desde que perdió a su familia, se volvió un poco huraño y se daba largos paseos monte arriba él solo -la chica se refería al monte Alcilla, el que estaba junto al cruce de caminos donde te encontraste con el oso-. Aquellas jornadas en el monte incluso duraban varios días; sin embargo, pese a su carácter, Pere se llevaba muy bien con mi hermano Inazio...

¿Inazio? Un presentimiento o quizás algún parecido con el loco de la montaña.  De llegada a Atuña me tope con un joven que era atacado por un oso, tras ahuyentar a la bestia, este en vez de agradecer mi gesta me soltó un guantazo, ah y se le cayó esto. Y le mostro el objeto.

¿Y de que se le acusa a ese herrero?

No sé de qué se acusa al herrero, nadie lo sabe en Atuña, por eso los vecinos estamo molestos con esos soldados -respondió-: llegan, matan y se van.

Brixida tomó el tosco cuchillo, y se fijó a conciencia en el mango, en el cual había un dibujo de huella de mano. Su cara no dijo realmente mucho, sino incluso que fue de indiferencia.

Mmm... -decía mientras se fijaba en el dibujo de la huella-, no lo sé..., no he visto esto nunca, pero... ¿Has visto a Inazio? No le he visto desde por la mañana, señor, y con el tema de los soldados y Pere me temo que también le haya pasado algo, que haya sido capturado igualmente... ¿Con quién se topó vos? -te preguntó con incertidumbre-: mi hermano lleva pelo largo, ojos negros y mirada profunda. Lleva barba y bigote... ¿era él? -describiéndolo así, por supuesto que era él-.

Vaya, parece que tu hermano no esta muy cuerdo, tras exponer el asunto del guantazo y el desconcierto que eso le había causado. Y que será que hiciere este por el monte solo, huyendo de un oso. Mira en rededor y busca algo que meterse en la boca, un fruto o un mendrugo"_escamotear*", las tripas le rugían y intentaría aprovechar esa ocasión para colarse en casa ajena y ya que estaba echo el primer paso seguir.

mmm Incluso podría seducir a esta dama, adular y prometer el oro y el moro, si con eso me sigue, una vez en la capital ya se apañará hermano para ponerla a trabajar...

"_elocuencia*"Veo que, no llevas alianza, y como es que una mujer tan bella y en una edad ya dispuesta, no goza de un marido con el que compartir cargas y trabajos. Bien fuere el destino que me trajo a ti y estoy yo más que dispuesto a conocer de sus penas y escuchar sus inquietudes, con cada frase intenta acercarse un poco más a ella y con su corpulencia hacerla sentir una chiquilla.

¿¡Un oso decís!? -dijo Brixida sobresaltada mientras se levantó de la silla-. Se llevo la mano a la boca y comenzó a ponerse nerviosa por lo que le había contado Felipe. ¿Mis inquietudes? ¡Mis inquietudes! ¡Mi hermano Inazio se llevaba bien con Pere el Herrero, y hasta lo tomó como aprendiz! Por eso se todo lo de la familia del ajusticiado... ¡Y ahora mi hermano! ¿En el monte dice vos que está? ¡Santo Dios! ¡Si vos decís que quiere cargar con la mia carga... ayúdeme a encontrar a mi hermano! ¡Vaya mañana al monte! ¡Ha de buscarle! ¡¡Por favor!!

¿Al monte?, ¡De noche! no, no, nnoo. Si acaso dejemos que pase la noche, o pasemos la noche juntos. Creo que lo mejor sera que descansemos y salgamos antes del ocaso, de esta manera estaremos en el cruce a primera punta del alba y. Detiene su explicación para comprobar que le sigue y que esta con el.  ¿Porque supongo que vendrás conmigo? Por que no si se tercia, cataré la mercancía mi hermano estará orgulloso.

No puedo ir con vos... -señaló Brixida mientras se levantaba-. No soy mujer que ronde el campo, et que no tengo cuerpo para ello, cansaríame en breves.

Entonces miró por la ventana: un pequeño jolgorio se produjo, y era que los soldados de ahí fuera habían acabado de quemar al tal Pere, el herrador, y se estaban yendo. Mientras, los vecinos estaban ya descolgando lo que quedaba del cuerpo de la pira, así como los maderos ennegrecidos.

Lo mejor será ir a la mañana siguiente sí -respondió coincidiendo contigo-. Si quiere vos, puede pasar la noche aquí al lado, en la casa del herrero. Total: ahora está deshabitada -decía apenada-, pues ya le dije que no tenía familia...

Una casa que poder regirar, quien sabe cuantas cosas puede esconder... Bien, cierto es que hay que ser decoroso y entiendo que no quieras compartir lecho, acepto el ofrecimiento de la casa del ya difunto herrero, espero que se calme la calle, y mañana antes que salga el sol me ayudas a encontrar a tu hermano, y tranquila que te llevaré  con el carro y no han de cansarse sus pies.

Bien, entonces debes de tener algún vino joven y bueno como un poco de algo que alegre mi ánimo.

Cuando habló de compartir lecho, Brixida se ruborizó.

Aquí no hay vino, señor... -como avergonzada-. Es una aldea pequeña y trabajamos para el señor de estas tierras, pero sólo en ganado y labranza. No hay vides... Le acompañaré a casa del herrero, al menos le servirá para descansar.

Et que en saliendo de allí, los aldeanos que habían presenciado la quema de Pere el herrero estaban retirando la pira y los restos del malogrado ajusticiado, quizá para darles entierro al día siguiente. Tras entrar en la pequeña vivienda (similar al resto de casas y sin nada excepcional) divisaste que la casa hacía las veces de hogar y vivienda, al mismo tiempo. De ahí que la puerta de entrada fuera un poco más grande de lo normal.

Aquí le dejo... -dijo Brixida, despidiéndose-. Me marcho. Mañana le veré señor.

Entonces la mujer se marchó a su casa.

Esta pueblerina me dará unos buenos ingresos, no arriesgaré con algo muy forzado y ya la iré mirando de convencer para que venga a Zaragoza.

Con que un herrero, vamos a ver que cosas tiene. Rebuscó durante un buen rato, en los sitios mas habituales y cuando se canso de buscar, se tumbo en la cama, el picor de las rozaduras de los calzones, le hizo rascarse bien los huevos y antes de dormirse tuvo que secarse las manos.

Antes de descansar en casa de Pere el herrero, rebuscaste bien* por los rincones de la casa-herrería. En un lateral, al lado de una pila de barro encontraste una buena espada (probablemente fuera algún encargo para Pere, o quizá fuera suya). El caso es que parecía en buen estado, y poseía un un grabado de huella de pie en el mango, similar al del cuchillo del tal Inazio.

Tras adquirir el arma, te dispusiste a dormir, que bastantes acontecimientos habían pasado ya tanto en el camino hacia Atuña como estando en ella ya.