Durante las horas que siguieron al ataque, los cuatro supervivientes saquearon los cuerpos de los caídos para ahcerse con municiones. Luego apilaron los cadáveres junto a la escalera destrozada y usaron los trozos de las naves que se habían desprendido con el paso del tiempo sin ningún mantenimiento para levantar barricadas en las dos puertas.
Montaron el arma pesada apuntando a la puerta por la que se habían retirado los traidores y comprobaron el estado del lanzamisiles. Por desgracia este estaba en las últimas y decidieron mejor dejarlo donde estaba, no fueran a tener un accidente. Luego establecieron turnos de guardia y se prepararon para aguantar hasta el final.
Los días pasaron. Días de escaramuzas contínuas. Los traidores aparecían sin previo aviso y se lanzaban contra ellos como bestias para ser rechazados sin piedad.
Durante los primeros días fueron llegando nuevos aliados que se unieron a la defensa: los restos de la compañía que liberó los motores, compuesta por más muertos o moribundos que vivos, un grupo de supervivientes que habían quedado aislados hace tiempo en el morro de la nave y recientemente recuperaron las esperanzas y el espíritu combativo ante la visión de un final, etc.
Sin embargo el ánimo no mejoró. Ellos tenían más efectivos, pero el enemigo seguía teniendo muchos más. Y lo peor ocurrió a la semana de resistencia. Precedidos de gritos de dolor que desgarraban el alma a los defensores, los traidores realizaron una inmensa incursión acompañados por un trío de engendros. El poder destructivo de las bestias atravesó las líneas defensivas como si nada y causó semejante número de bajas que hicieron perder la esperanza a los pocos supervivientes.
Los días siguientes ocurrieron combates casi de forma continuada, como si todos los traidores restantes se hubieran reunido para asaltar el hangar, y el número de engendros fue en aumento. Y por si todo esto no fuera suficiente, al 9º día un xeno atacó por la retaguardia.
Todo parecía perdido, y las plegarias al Emperador y los gritos de júbilo fueron apagándose para dar paso al constante canto de las ametralladoras. Los defensores estabn en sus últimas, y el enemigo parecía saberlo...
Si quieres rolear algo bien, si no mañana te sigo poniendo lo que pasa.
Lo siento por tardarte en actualizar, pero es que os he bajado el ritmo a los que casi habéis termiando para que Artellus os alcance.
(Es que tú puedes terminar ya en un par de posts, solo dime si quieres hacer combate por dados o narrativo, ya que en batallas campales me da igual que sistema usar siempre y cuando no te pases y de repente puedas despedazar gente con pensarlo xD)
Thadius despertó otro día más en aquel infierno que era el hangar. Ya había perdido la cuenta de los días que llevaba allí, y también la de compañeros que habñia visto caer bajo los ataques enemigos. Poniéndose en pié y asegurando que si pistola segía donde debía, escuchó el alboro que le había despertado.
Todo el jaleo parecía provenir de un grupillo de hombres al que no dejaban de acercarse más, y por curiosidad Thadius se acercó hasta ellos. En el centro, dos exploradores que intentaban coger aire para hablar traían un mensaje:
-Están... Ellos están... ¡ESTÁN POR TODAS PARTES! ¡Xenos y traidores están luchando a apenas 20 minutos de nuestra posición, y parece que todos quieren venir hacia aquí! ¡Son demasiados! ¡ES NUESTRO FÍN!
Los soldados que escuchaban esto reaccionaban de diversas maneras: unos se ponían pálidos y se apartaban del grupo, otros rezaban sus plegarias y otros, como Morgul, revisaban sus armas. Y posíblemente, tal y como estaban los ánimos, si no hubiera sido por lo siguiente no estarías ahora vivo para contar lo que pasó.
Los sitemas de comunicación, que habían estado callados desde que el capitán destruyó la consola de acceso manual en el puente, cobraron vida de nuevo. Era un mensaje preprogramado, automático, en el cual la metálica voz de una mujer leía unas intrucciones básicas. Sin embargo, ese mundano mensaje abrió una puerta por la que la luz de la esperanza llenó a los soldados.
<Mensaje de seguridad: Comunicamos a toda la tripulación que acabamos de entrar en el cuadrante espacial de Escintilla. Procedan a identificación de la nave para obtener permiso de navegación>
Y Pocos instantes después, otro mensaje retumbó por los oídos de los presentes.
<¡Atención, atención! Todo el personal destinado en los siguientes sectores: Armamento principal, armamento secundario, propulsores y hangar. Se comunica que los radares muestran una flota del Emperador a punto de entrar en contacto con nosotros. Por favor, todo el personal de servicio vuelva a sus posiciones de espera y despejen el hangar. No abran fuego y esperen instrucciones.>
Morgul se quedó mirando a los altavoces como si viera un milagro, y se quedó así varios minutos. Luego se acercó a Thadius y poniéndole una mano sobre la cabeza dijo:
-Al fín volvemos a casa. ¡El Emperador ha venido a buscarnos!
Con unas lágrimas cayendo de sus ojos, se giró y gritó a toda la multitud que murmuraba entre sí:
-¡EL EMPERADOR HA VENIDO A BUSCARNOS! ¡ESTAMOS SALVADOS!
¿ Una nave?¿Del exterior? Estamos salvados... estamos salvados... Estamos Salvados... ESTAMOS SALVADOS.
¡Estamos salvados!
Thadius estaba pletórico de alegría. Pero era consciente que aún tenían que resistir el último ataque de sus enemigos. Ya habían sido muchos, estaban cansados y si no hubiera sido por las fuerzas renovadas que le había inspirado esa trasmisión era seguro que hubieran muerto entonces.
Pero estaban vivos, y demasiado cerca de la salvación como para dejarse matar ahora. No. Ese era el momento de resistir. De aguantar, de proteger la posición. No era el momento de fallar.
Con fuerzas renovadas los soldados restantes se unieron a los gritos de júbilo, y reuniendo todos los escombros que encontraban a su paso levantaron un par de palmos las barricadas ya maltrechas por el castigo del combate ininterrumpido a lo largo de la semana.
Todos los soldados, incluyendo los que habían acabado su guardia o los que estaban heridos cogieron sus armas y se colocaron en sus posiciones. Si la flota iba a venir a buscarlos, debían proteger el hangar con sus vidas para poder salir de allí.
Apenas habían pasado unos minutos caundo unos gritos procedentes del túnel puesieron a los hombres alerta. Eran voces humanas, y parecían gritos de soldados. Ellos ya estaban aquí.
La primera línea de fuego se colocó perparada para hacer frente a una horda de soldados humanos, pero lo que apareció por la puerta dejó sin respiración a los guardias durante un instante. Un instante que resultó ser fatal.
Tres hombres vestidos con blindajes rojos entraron al asalto, guiando a dos inmensas moles de carne y garras complétamente deformadas que se avalanzaron sobre los defensores destruyendo la primera línea defensiva. Tras dispersar a los supervivientes, cada una de las criaturas tomó una dirección: una hacia la derecha y otra hacia la izquierda de la puerta.
Tienes iniciativa, y estás a la izquierda de la puerta. Morgul está en la otra punta de la habitación.
No te preocupes de los 3 traidores que aparecieron, eran carne de cañón y si no se los comieron los propios engendros al cargar estarán agonizando por los disparos recibidos durante la carga (a fín de cuentas, eran el escudo).
Oye, ¿no faltan posts? ¿Pero muchos?
Resumen de la parte jugada en mesa:
La batalla que se sucedió fue larga y sangrienta. Cada vez que los defensores lograban rechazar una oleada, una nueva ola de atacantes aparecía por las puertas, incansables, acabando con las escasas fuerzas de los leales y causando cada vez más y más bajas. Finalmente las barricadas cedieron bajo el peso de los muertos (literalmente, ya que un engendro muerto se desplomó sobre la última línea de defensa destruyéndola en el acto) y lo que parecía ser las últimas tropas rebeldes entraron en tropel. Sin embargo, no tuvieron tiempo para alegrarse por su victoria, pues una inmensa máquina viviente apareció tras ellos, destrozando todo ser vivo que encontraba en su camino con sus poderosas garras aceradas y reduciendo a una masa humeante y sanguinolenta a todo aquel que apuntaba con sus armas de fusión. Los xenos se habían unido a la batalla por el hangar.
Resumen del final del capítulo:
Desesperados, los escasos defensores retrocedieron. Si los disparos de sus armas molestaban a la criaturas bajo su blindaje era algo que no llegarían a saber. La masa de metal se abría paso imparable a golpes lanzando soldados, naves y trozos del suelo al aire en cada paso.
Pero de pronto el ruido de la masacre se detuvo. Una silueta temeraria se había interpuesto entre el ente y las escasas fuerzas restantes de la Guardia, y el ser se paró para observarla. Ante él se alzaba Morgul, con su espada en alto, y le cortaba el apso sin hacer un solo movimiento. Lentamente el sacerdote fue cargando su espada, preparándola para el golpe mientras pronunciaba los antiguos rezos de las escrituras sagradas que leyó por última vez antes de embarcarse en esa nave.
Para los ojos de los presentes, la criatura se había detenido, tal vez curiosa ante la reacción del enemigo, o tal vez quería jugar con él antes de matarlo. Pero Thadius podía ver un extraño aura dorado alrededor del Padre. Y a juzgar por los cautos movientos de la máquina, ella también podía verlo.
Súbitamente comenzó el ataque. La criatura se avalanzó sobre el sacerdote para despedazarlo, pero en lugar de eso desvió el golpe con un tajo de su arma y contratacó aciendo retroceder al xeno. El sonido de sus golpes era sordo, y cada vez que la armadura del ser chocaba contra la espada de Morgul, miles de diminutas grietas aparecían y montones de diminutos fragmentos caían a su alrededor como una lluvia de metal ardiendo.
Tan absortos estaban todos los presentes en la espectacular batalla que no prestaron atención a las 3 naves de desenvarco que entraron en el hangar y comenzaron a descender rodeando tanto a soldados como a los combatientes. La batalla se prolongó durante casi un minuto, hasta que una de las poderosas garras del ser cayó sobre el anciano sacerdote y le aplastó la pierna izquierda contra el suelo con un visceral sonido de huesos rotos y carne destrozada. Luego la criatura levantó el cañón de plasma y apuntó a la cabeza de Morgul, pero en lugar de rendirse descargó un último golpe contra el arma, cortándolo en dos y haciendo que la letal munición lloviera sobre ambos.
Con un chirrido de dolor, la cosa se apartó del bulto humeante que quedaba en el suelo del cual manaba sangre a chorros por la pierna alpastada. Recuperó el equilibrio y se giró haciea el resto de sus víctimas, pero entonces un haz láser procedente de las naves recién llegadas lo desequilibró de nuevo. Entonces todos los vieron.
Dos escuadras con uniformes de la Guardia pero de rostros desconocidos habían rodeado a los presentes, y ordenaban a gritos qeu tiraran las armas y se rindieran. Una tercera escuadra, si se podía llamar así ya que nadie llevaba uniforme y sus armas eran una colección variopinta de artilugios, avanzaba directa hacia el xeno. Al frente de ellos había una silueta enorme, vestida con una servoarmadura plateada y con una capa negra ondeando a su espalda. En todos lados se mostraba un emblema distinto a la Guardia: un águila negra bicéfala.
Mientras nuevas cañoneras de desembarco iban aterrezando en el hangar, los soldados iban capturando a los leales supervivientes, y la extraña escuadra del águila reducía a la criatura con poderosa artillería. Finalmente el ser cayó, y un capitán de la Guardia ordenó que llevasen a todos los cautivos a la nave insignia y que se apoderasen de la fragata y de todo aquello que hubiera en su interior, incluyendo los xenos.
Un soldado apuntó a Thadius con su arma y se quedó mirándolo, preguntándose si era un leal o un xeno. Antes de que pudiera decidir, un cuchillo le rebanó la garganta y la extraña tercera escuadra le rodeó. El hombre de la servoarmadura le cogió y le alzó la cabeza para mierarle, antes de dar una orden:
-No hay duda, eres el psíquico que mencionaba el moribundo. Vienes con nosotros, el Emperador no me ha guiado hasta tí por nada.
Luego un saco le cubrió la cabeza y sintió que lo levantaban del suelo. Estaban llevándose a Thadius. Pero... ¿A dónde? ¿Y qué sería de los supervivientes?