Asakura Tensho vuela en el Razor 407, avión de asalto militar japonés, hacia Rúsia.
Asakura Tensho sabía que algún día llegaría el día en el que marcharía a la batalla. Junto con un pelotón con los cuales había hecho su entrenamiento, les enviaron a una misión muy importante. La alianza Japón-EUA había proporcionado a los estados unidos la gran victoria, aunque sabían que al acabar la guerra deberían mucho a los japoneses. Los rusos poseían bombarderos que podían acabar con buena parte de sus tropas, debían aniquilarlos a todos. Sin embargo, también disponían de misiles antiaéreos, así que sería una árdua tarea en la que los soldados, desde el avión, se tirarían en paracaídas en la zona de combate y el piloto estrellaría el avión y los kilos de explosivos que éste llevaba contra los bombarderos enemigos, en un acto suicida.
Tensho estaba nervioso. Era una misión peligrosa, ya que una vez aterrizaran, aterrizarían en territorio enemigo. Una vez abajo, deberían posicionarse bien y tomar la zona en el menor tiempo posible, sin dar oportunidad de que lleguen los refuerzos para impedir el sitiamiento.
- Hey, tío -te dice Sorotami, un compañero que hiciste en los entrenamientos. Es un gran técnico informático, y un excetente francotirador- ¿Estás nervioso? Yo un poco, sin embargo lo haremos por nuestro país, y aunque hoy sea nuestro último día, moriremos con honor. -dice las últimas palabras con una sonrisa sincera. Él tiene claro que la muerte, si es por una causa, no es el fin.
Estáis en la parte de atrás del avión, donde estáis todos sentados en fila, dejándo un pasillo entre una fila y otra. Cuando la puerta a tu derecha, la puerta de desembarco, se vaya a abrir, os avisarán, momento en el cual deberéis estar preparados para saltar y hacer vuestro tabajo.
Suspiro pesadamente, reprmiendo un escalofrío. Una vez estabas ya metido en el avión, una vez sabías lo que el Teniente había dejado claro, una vez sabías que las palabras de tus compañeros no recibían más que pésames y actos de valentía suicida....todo era diferente. Era real. Demasiado real. Mi vida anterior era un espejismo: aun me cuestionaba mi decisión . ¿Ir a una guerra a luchar contra que? Yo vivía en un buen apartamento, tenía una carrera....podía estar como muchos civiles, ajenos a todos más que por las noticias. Pero no. La decisión había sido revocable antes, ahora era una realidad. Realidad. Podía pensar en numerosos sueños, palabras danzantes que atravesaban mi mente, como esas clases de caligrafía que mi abuela me daba cuando era chico. Recordaba con claridad sus lecciones, recordaba con claridad la palabra Realidad. El Kanji realidad, fácilmente confundible con Desgracia.
¿Acaso no era irónico?
Doy un pequeño respingo cuando escucho las palabras de Sorotami. Kenta Sorotami, el único que se había dignado a hablarme. Siempre pasaba desapercibido, y ahora de nuevo volvía a ser así, incluso entre los que íbamos a la muerte. Morir por tu país...Ah, que desgraciado era. Que real. Yo no quería morir por mi país. Quería enseñarme a mí mismo que podía, si quería, elegir hacerlo. Pero esto se me había ido de las manos. Ahora íbamos directo a territorio enemigo. Los rusos estaban hostigando, y la victoria ni mucho menos estaba asegurada. 50 millones de personas murieron, hacía casi un siglo, en la 2ª Guerra Mundial. ¿Que sería de esta? ¿Sería una cifra más?.
Eh, sí, estoy....nervioso. Sonrío tímidamente. No sabía que decir. No era capaz de tener una conversación. ¿Qué iba a preguntarle? Mi cerebro estaba bloqueado...
- Jejeje -ríe Sorotami, un poco para animarte, un poco para animarse a él mismo- Bueno, me he informado un poco del lugar donde aterrizaremos, y me se de un buen emplazamiento donde podemos atrincherarnos bien. -dice primero mirándote a ti, y después levantando un poco la voz para que los otros miembros del pelotón, 13 en total, también le escucharan.
- ¿En serio? -preguntó uno. Gunta Hideo, un hombre alto y fornido, aunque con poco cerebro para pensar bien sus acciones.
- Sí. -dijo Sorotami- Antes de subir al avión, cuando fui a despedirme de mi familia, como algunos de vosotros también hicisteis, entré en la base de dados del ejército para observar exáctamente dónde ibamos. Ibraskiov. Busqué un mapa de la ciudad y rápidamente di con él, y vi que la zona por donde se estrellará nuestro Razor 407 será la misma que la de un emplazamiento donde es muy fácil eliminar enemigos sin que siquiera adivinen donde estamos.
- ¿Dónde? -preguntó Hideo de nuevo con un tono interesado.
- El hospital. -terminó Hideo dirigiéndose a ti con una sonrisa, aunque con voz altiva para que todos le escuchasen.- Así que podemos estar tranquilos. Los rusos han evacuado la ciudad, solo deberemos aguantar allí lo suficiente como para volver después al campamento americano.
Trago saliva. Esas palabras chocan en mi mente, como un jarro de agua fría. Maldigo en mi interior de nuevo, maldigo todo. Me rasco la cabeza con una mano enguantada, mientras que con la otra sujeto mi casco. Hablaban de posiciones, de nombres, de jerga que no entendía, pues aquello en lo que me formaron se me había borrado casi todo de la cabeza. Ah, cuanto daría por escuchar a Shinji Kishimoto, el profesor de Literatura del Siglo de Oro. Su voz melodiosa, lenta, acompasante, sumida en pensamientos banales que corrían por la mancha del siglo XVII, en España. Era un filólogo hispánico y no había ido nunca. Seguro que, de saberlo, se meterían conmigo los demás. Me preguntarían qué diablos hacía allí. O quizá no. Las preguntas eran concretas. Cortas. Pensadas. Nadie quería encariñarse: bastante muerte habría por el camino.
De momento, más por miedo y vergüenza que por otra cosa, decido no intervenir. Tenía muchas preguntas en mi mente, pero lo mejor era no decir nada. Podrían hacerse ideas de mí, y no quería, no quería tener que volver a pasar por eso...
Todos parecen ahora más tranquilos, aunque la inquietud sigue allí. El saber tranquiliza, sin embargo aún no sabéis qué os encontraréis al bajar. Faltan seis minutos para que se abran las compuertas y tengáis que saltar, y todos estáis en un sepulcroso silencio, esperando el momento.
¿Deseas hacer algo más antes de que se abran las compuertas?
Termino de revisar todo con ademán ausente. No estaba pasando, a veces pensaba eso. Otras, como ahora, me daba cuenta que era así. No había marcha atrás. Callar era la mejor opción. Cualquier atisbo de duda sería visto mal, como un cobarde. Los japoneses éramos égolatras, narcisistas...confiábamos mucho en nuestro sentido del deber y el autosacrificio. En todo el mundo tras la Segunda Guerra Mundial se nos consideraba como los peores enemigos...dispuestos a morir por nada.
Todo falso. Yo era la viva prueba de ello. Después de revisar que todo está bien, hago un asentimiento para mí mismo. Para darme fuerzas. Para darme cuenta que todo era real, e iba a pasar. Íbamos hacia lo desconocido. Y lo desconocido estaba con nosotros.
Listo.
- Soldados preparados. Venga, granujas. Nos veremos en el infierno, jejeje... Suerte. -dice el piloto a través de los altavoces, a la vez que las compuertas empiezan a abrirse. Se oye el sonido del aire comprimido que se libera, y la compuerta da a la vista nubes grises, a través de las cuales descendereis hasta tierra firme.
Sorotami te da un empujoncito de ánimo para que saltes y así irán saltando todos. Los soldados del pelotón que tienes enfrente ya han empezado a saltar.
Cuando saltes, haz una tirada de Destreza+Rapidez para usar el paracaídas correctamente, y después otra de Rapidez+Sentido común (esta otra es sorpresa, depende del resultado la información será diferente.
Temblando, me dirijo sin pensarlo hacia delante, hasta el mismo borde. La presión del aire me empuja velozmente hacia el vacío, y con mis tobillos bien firmes, intento mantenerme a la espera, mientras el miedo atenaza mi cuerpo. El avión era el único puente con alguna remota posibilidad de volver con vida. No había más. Sin embargo, una vez abajo, todo sería diferente, extremadamente diferente. Horroroso. La muerte andaría a nuestro lados, sería compañera y juez, como decía Garcilaso, ese autor americano del siglo de Oro español.
Reprimo un impulso, y cierro con fuerza los ojos. Solo había que dejarse llevar, dejar de resistirme al bamboleante viento, a la presión que atenazaba mis oídos. Solo había que sentirse volar, como decía el instructor en la Academia. Solo un paso. Un paso y un nuevo mundo se abriría ante mí. Un paso y todo comenzaría de nuevo, con un comienzo que seguramente, tendría un fin cercano. Pero a eso había venido. A eso y nada más ¿no?
Sabía que no era así. Sabía que no podía dar marcha atrás. Aflojo la resistencia y me dejo caer. En el aire, sintiendo mil cosas a la vez, acciono el mecanismo para abrir el paracaídas, mientras contemplo una escena que seguramente no vuelva a ver.
Tirada: 1d6(+3)
Motivo: DES+RAP
Resultado: 4(+3)=7
Tirada: 1d6(+3)
Motivo: RAP+SCM
Resultado: 1(+3)=4
Destreza+Rapidez = 7.
Resultado: 7
Rapidez + Sentido común: 6
Resultado: 4