Partida Rol por web

No se lo podía creer ¡un diente de oro en la boca de aquel vetusto esqueleto! Yimbo tiró de la pieza dental y con ella en el bolsillo se encaminó de nuevo hacia la cocina.

Yimbo echó la mano al diente de oro que relucía en la dentadura de aquel desgraciado. Tubo que realizar un fuerte tirón par ahacerlo y tuvo la impresión de que aquel esqueleto intentaba morderlo, sin embargo, estaba demasiado contento como para prestarle atención a un detalle sin importancia como los posibles mordiscos de un esqueleto animado y subió junto a los demás para mostrarles su descubrimiento.

Wash no pudo más que contraer el rostro al subi ral puesto de vigía. Allí, un cubo lleno de lo que parecía orina fermentada por el paso de los días. El sospechoso líquido amarillento ondeaba dentro del cubo de un lado a otro.

Amoníaco... -susurró Wash con un gesto de asco en la cara.

Yimbo volvió a entrar en la cocina, sacó la mano del bolsillo y se la llevó rápidamente a la boca.

Miró a todos los presentes y entonces la abrió, mostrandoles su blanca dentadura y su habitual sonrisa. Sin embargo esta vez, algo brillaba en ella. Un fulgurante detello les hizo notar que el muchacho sujetaba entre sus dientes una pequeña pieza de oro. Dándose unos instantes de importancia para saborear el triunfo, permaneció con esa pose estúpida hasta que recordó dónde había encontrado aquél diente.

Rápidamente lo escupió sobre su mano y se limpió los morros con la manga.

- E'taba abajo, en el almacén... en la boca de un e'queleto de algún pobre diablo... -explicó mientras se acercaba a la cazuela y lo echaba dentro.

Wash se descolgó por un cabo hasta donde estaba la cazuela y vertió dentro de ella el contenido de un cubo. -Para conseguir orines no hacía falta que trepara el palo mayor, señor Bobbins. Podía habérselos proporcionado yo bien fresquitos.- Al ver lo que había en la cazuela se giró y sentenció -Bien, parece que esta todo, ahora solo falta la sangre de la virgen. Tiene que haber alguna virgen por aquí-

Yimbo se frotó las manos satisfecho: segün sus cuentas ya estaban todos los ingredientes necesarios, así que aquel brebaje tenía que comenzar a funcionar de un momento a otro.

- Sigo insi'tiendo que pa mí, la sangre de virgen no debe sé imprescindible -volvió a decir, otra vez con su recetario vudú en las manos para demostrar que sabía de qué hablaba- Echa tú la' vitamina' y remuevelo tó, Pircam. Con gana', que e'to e'tá a punto de arrancá...

Errr... preferiría ahorrarme la experiencia de ver a un mono mear, la verdad. - respondió Greg con aire ausente. Su atención estaba puesta en el brebaje, a ver si cuando Pircam echara el alpiste empezaba a hacer algo o por contra le faltaba alguna cosa...

El líquido permaneció inmóvil ante la atenta mirada de todos los presentes. Poco a poco, estos comenzaron a acercarse a la posición de Yimbo. Habían extraído todos sus scuchillos cuando...

¡BLOP!

Una burbuja. La atención de todos los presentes se centró en la cazuela.

¡BLOP!

Otra. Parecía que empezaba a reaccionar.

¡BLOP! ¡BLOP!

El líquido comenzó a burbujear cada vez con más intensidad. Pasó de un sencillo "¡BLOP!" a un constante "CHURRURUU", y un ligero humillo blanco empezó a llenar la cocina, procedente de la cazuela. El humo se fue haciendo más intenso, pasando de pequeñas volutas que desaparecían en el aire, a una capa espesa de niebla inescrutable.

El grupo salió al exterior del barco y comprobó que el humo se había apoderado de los exteriores del barco dificultando el ver cualquier objeto. Enseguida, el barco perseguidor se perdió de vista entre la humareda, y llegó un punto en el que no lograban ver ni el propio agua sobre la que navegaban.

- Capitana, creo que lo mejor será cambiar de rumbo para estar lejos de nuestros perseguidores cuando se disipe la niebla.

Asintiendo ante las palabras de Bookan, Nerea ordenó el cambio de rumbo y navegaron a ciegas durante horas.

Las viejas historias de Guybrush Treepwood que todos conocían hablaban de su místico primer viaje a Monkey Island. En ellas se relataba cómo había tenido que preparar una complejísima receta vudú para lograr encontrar la isla. En aquellos días, sin embargo, las cosas habían cambiado en gran medida, y Monkey Island no era tan inaccesible como antaño.

La niebla se disipó al segundo día, y cuando lo hizo, no había rastro del barco que los seguía. Esa misma noche alcanzaron la frecuentada ruta comercial de Monkey Island, donde una infinita hilera de barcos avanzaban en una misma dirección. Empleando el sistema de antorchas intermitentes, se unieron a la fila y tomaron rumbo a su destino, Monkey Island™.