El Dorwinrim había permanecido en silencio durante la ceremonia, pero ahora que esta había terminado y Dimrod había comenzado a hablar sobre el viaje que aún les esperaba había cosas que merecían ser mencionadas. Ahora que tenía en su poder el tesoro del túmulo aún no había decidido cuanto iba a acompañar aún a Dimrod y su compañía. por el momento la ruta a seguir no le resultaba opuesta a sus deseos, y tras comprobar de primera mano los actos de los soldados del lugar no era mala idea continuar acompañado un tiempo más; más aún si le pagaban el alimento diario, pero el algún momento no demasiado lejano sus caminos se separarían.
- Dimrod, aún no nos has dicho hacia donde vamos, siempre hablas de cual es el siguiente pueblo y te guardas el resto ¿no va siendo hora de soltar prenda de una vez? -
Por otro lado, no pensaba continuar caminando para siempre, y menos ahora que tenía una buena cantidad de oro a su disposición. - Oye, tu. - preguntó al tabernero en cuanto llegaron a la posada - ¿con quien puedo hablar por aquí para conseguir un buen caballo? -
Hunkel se mantuvo sumido en sus pensamientos desde el desenlace de aquella batalla, no había mucho que decir y todo aquello que hubiese que hablar, bien se podría decir con un simple gesto o una cortante y franca palabra. El enano rara vez era callado, pero en aquel momento lo era. No dijo nada durante la ceremonia ni después de ella, pero se mantuvo allí firme y ceremonioso en todo momento y aun después, como un tributo a aquel elfo que había dado su muerte. Una muerte a manos de unos simples bandidos, una muerte que no servía de nada y que había quedado sin venganza.
Si, en aquel momento estaba con Aeth aunque no lo externase, aquel viaje parecía no tener ningún motivo, y si ya había costado la muerte de uno de ellos, sin duda alguna la paga no valía la pena. Aquellos bandidos no eran bandidos y él lo sabía bien, y seguramente también Dimrod. Pues, ¿por que robarse a la joven y el cofre cargándolos por toda la ciudad’; aquello era estúpido, era torpe y no tenía sentido.
La hechicera había permanecido en silencio después de la canción, observando cómo la pira se consumía poco a poco y esperando que así lo hiciese el dolor. Pero las penas, así como los recuerdos, no desaparecieron. Solo volvió a hablar cuando lo hicieron Dimrod y la dama Melyanna.
—Rómendacil y yo debemos partir de inmediato de regreso a Lothlórien, para entregar la lira de Mithdúlin a su familia y comunicarles la triste noticia— respondió, con unas palabras que le sonaron tan extrañas que le parecía que todavía estaba soñando y nada de aquello estaba pasando relamente —. No obstante, anoche no pude dejar de pensar en las circunstancias de su caída. Marcharnos ahora sería dejar incompleta la última voluntad de nuestro amigo y jamás me perdonaría algo así.
Yulma tardó unos instantes en continuar, mientras buscaba la mirada de su escolta y amigo. Rómendacil era un guerrero de pocas palabras, pero sus ojos eran muy elocuentes. Parecía estar totalmente de acuerdo.
—Si prometéis custodiar su lira como un tesoro y entregárnoslo una vez termine vuestra empresa, aceptamos unirnos a vuestra compañía. Haremos lo que esté en nuestras manos para que la muerte del ruiseñor no haya sido en vano.
No es que el bardo le cayera especialmente bien al enano, pero como soldado, el entregar a la familia los bienes especiales o distintivos, era un acto de honor.
Tras descubrirse la cabeza con la capucha que habitualmente ocultaba su rostro avanzó con paso firme. - Mi primera misión era escoltar y creo que el fallo está en mi honor, así que ... he de ser yo, por mi error, el que ha de cumplir con esta parte, y enmendar mi falta. Se giró hacia el resto. - No pondré impedimento a quienes quieran acompañarme, pero es mi honra la mancillada y he de ser yo quien cumpla con este paso.
Si hay que PNjotizar al personaje de HEINOSUKE adelante, que está de recaida.
-El destino de esta compañía es Fornost Erain. -Le respondió al dorwinrim. -Nuestros contrato actual une nuestros pasos hasta allí. -Dijo en referencia a las últimas palabras de Gramj, no esperaba que el enano fuera a romper su compromiso con la compañía, pues los enanos tenían fama de no quebrantar bajo ninguna circunstancia los contratos de los que eran partícipes. Sobre si ese era el destino final o no de la dama, y cuales eran los motivos que le llevaban hasta allí, no dijo nada. Pero era presumible que si había contratado una escolta para cruzar hasta ese lugar a salvo seguramente Fornost marcaría el final de aquel viaje en compañía para todos.