Derfel se quedó mirando como la muchacha echó a andar de manera automática. Actuaba como si se encontrase sola en la habitación, como si el joven fuese invisible. Cuando la joven estaba abandonando la sala Derfel comenzó a seguirla siendo consciente de que no iba a ser un simple y tranquilo paseo, algo dentro de él le decía que todo lo que había visto hasta ahora no era nada comparado con lo que estaba por venir.
Dejaron atrás la sala de torturas y se adentraron en el amplio espacio en el que se encontraba el altar. Cuando llegaron a él observo como la muchacha iniciaba lo que Derfel supuso que sería el ritual o el hechizo al que se había referido antes. Los pelos de la nuca se le erizaron cuando Lady Alhana comenzó a cantar en una lengua que Derfel no había escuchado en su vida y que no creía que fuese a escuchar nunca más. Al principio el cántico no era más que un susurro, pero poco a poco subió de volumen hasta alcanzar una energía que parecía imposible que saliese de un cuerpo tan menudo y gastado como el que hasta entonces había tenido la muchacha.
Ensimismado en lo que estaba presenciando, Derfel no reparó en la presencia que surgió por la puerta de la que habían venido hasta que notó una poderosa voz que les instaba a detenerse.
Como si le hubiesen derramado un jarro de agua fría en la cara, la orden del extraño puso en guardia al joven guerrero que sin saber muy bien qué hacer se colocó entre el encapuchado y la joven sacando su espada y escudo. Esperó alguna reacción de la joven, pero mientras tanto su idea era intentar que nadie pudiese evitar que el hechizo siguiese adelante.
El recién llegado se paró a una distancia más que prudencial del acero de guerrero que se interponía entre él y la hechicera que no había dejado de entonar su cántico ni un instante.
-Debéis detener ésta locura- dijo con tratando de calmar al beligerante joven -¡Si continúa con esa brujería no estará condenando a todos!-.
Para enfatizar sus palabras, una porción de techo, no mayor que el puño de Derfel cayó entre los dos haciéndose añicos con un sonoro estruendo.
Las palabras del extraño sembraron la duda en Derfel -¿Y si tuviese razón? ¿Y si no estaba ayudando a la parte correcta? ¿Y si la joven le había engañado?- La cabeza del muchacho era un galimatías de suposiciones, y lo que estaba claro es que nadie de los allí presentes le iba a sacar de él. Cada uno intentaría convencerle echando mierda sobre el otro. La decisión de a quién ayudar era únicamente suya.
Finalmente, paró la tormenta de pensamientos que enmarañaban su mente y tomó una decisión... Ayudaría a la joven.
-Lady Alhana, ¿Le queda mucho?- Se dirigió a la joven mientras mantenía su postura defensiva ante el recién llegado. -Tenemos visita y no parece muy amigable-
-Estáis cometiendo un gran error joven guerrero- dijo en el mismo tono monocorde.
Lady Alhana ni siquiera se había molestado en mirar de reojo al recién llegado. Mientras su cántico continuaba y el aire a su alrededor aumentaba de temperatura mientras vibraba en una altísima frecuencia. Las grietas del espejo seguían reparándose lentamente, dejando la superficie resplandeciente como fuere antaño.
Más pedazos del techo y de las paredes se fueron desprendiendo por doquier.
-Ese hechizo está destinado a colapsar ésta dimensión sobre sí misma y hacerla volver al caos de Mormo. Son las artes en las que fue instruida por su señor- explicó lord Abarax sin moverse del sitio -Ella no quiere ayudaros, quiere destruir todo lo que he creado, incluyendoos a vos. Tenemos que detenerla, ¡haceos a un lado!- pidió vehementemente.
En cuestión de segundos pasaron por la mente de Derfel cientos de pensamientos, cientos de ideas en su mayoría contrarias unas a otras.
Sin dejar de apuntar al encapuchado con su espada fue reculando poco a poco hasta encontrarse a unos centímetros del altar, al lado de Lady Alhana. En ese momento, con un rápido movimiento mil veces ensayado se deshizo de su escudo colocándolo donde solía llevarlo para dejar así esa mano libre y giró sobre si mismo avalanzándose a por el espejo que se encontraba sobre el altar.
No sabía de qué manera, pero estaba claro que ese objeto era decisivo en la batalla de magia y hechizos que se había comenzado a librar, por lo que intentó hacerse con él para intentar tener controlada algo más la situación y no ser un mero espectador.
Ante la atónita mirada de los dos personajes, Derfel se acercó lentamente hacia el altar y alargó la mano para coger el espejo. Ni Lady Alhana dejó de entonar su cántico, ni Lord Abarax se movió de donde estaba.
A cada paso la temperatura iba en aumento, hasta el punto de que los pulmones del guerrero apenas eran capaces de retener la cantidad suficiente de oxigeno. Era una sensación similar a la de meter la cabeza en el horno del panadero de su aldea.
Las yemas de sus dedos tocaron el brillante metal que, pese a no haber variado un ápice su aspecto, ardía como si hubiera salido de un crisol.
Tirada de Constitución + Coraje a dificultad 27 para ver si puedes hacerte con el espejo.
No las tenía todas consigo, incluso es posible que estuviese haciendo una tremenda tontería, pero se dejó llevar por el impulso que había sentido en su interior y se lanzó a por el espejo como si fuese su propia vida la que tenía que tratar de asir.
Según se acercaba al objeto fue notando como le envolvía un halo invisible pero asfixiante. Le recordó a cuando de niño se acercaba a la fragua de su tío para ver cómo moldeaban el hierro fundido.
Esa sensación se intensificó cuando pudo tocar el espejo con su mano desnuda, pero no se amilanó y cerró sus dedos con fuerza alrededor del objeto atrayéndolo hacia si.
Motivo: Coger espejo
Tirada: 1d12
Dificultad: 27+
Resultado: 7(+21)=28 (Exito)
¡Uf! ¡¡¡Por los peliglios!!!
Los ojos de la hechicera se abrieron como platos mientras se giraba en dirección al osado joven que había cogido el espejo. Su letanía se detuvo durante apenas el latido de un corazón, pero fue lo suficiente como para que un estruendo sonase en el grupo de habitaciones en el que habían estado anteriormente, en lo alto de la rampa.
Una inmensa nube de polvo barrió la cámara del altar indicando que aquella zona había sido completamente destruida. Con esa misma mirada, Lady Alhana indicó a Derfel que dejase el espejo donde estaba, mientras su boca continuaba articulando aquellos extraños sonidos.
-El espejo no es importante. Hay que detener el hechizo o acabaremos todos sepultados por toneladas de roca y enviados al caos que creó este espacio dimensional. ¡Rápido! Yo trataré de contener su magia- dijo el recién llegado y comenzó a entonar su propio cantico destinado a combatir el de la joven dama.
Mientras, la mano del aventurero ardía como si la hubiese metido en el interior de aquel brasero.
Pierdes 3 PV por mantener el espejo en la mano.
Derfel comenzó a echar de menos encontrarse en medio de una lucha encarnizada pero de las que el conocía, en las que sabía desenvolverse, las que tenían como principales componentes acero y músculo. En esta situación en la que se encontraba estaba más perdido que un campesino en un baile de gala en la corte.
Mientras los dos ¿Brujos? ¿Magos? o lo que quiera que fuesen entonaban sus cánticos y hacían fluir energías desconocidas para el joven, él se encontraba en medio como un pasmarote sin saber qué hacer.
De repente algo volvió a bajarle de la nube de pensamientos en la que se encontraba... un dolor, un fuerte dolor en la mano con la que sujetaba el espejo. Lanzando una maldición lo levanto por encima de su cabeza y lo estrelló contra el suelo con todas sus fuerzas. Una vez se deshizo de él, comenzó a alejarse de la batalla mágica que se estaba librando a su lado mientras miraba a su alrededor buscando una vía de escape.
Contra todo pronóstico y evadiendo la dictadura de la física, el espejo no llegó a tocar el suelo, si no que se paró en seco a escasos centímetros del duro empedrado como si poseyera un instinto de conservación propio.
Mientras los dos contendientes arcanos continuaba entonando sendos canticos Derfel intentó encontrar una tercera vía para salvar el pellejo. Volver por la rampa era imposible, toda aquella estructura había quedado sepultada por el derrumbe de hacía unos segundos, la única alternativa era desandar sus pasos hasta la entrada.
Corrió como un desesperado hasta el lugar donde se encontraban las puertas dobles por las que había accedido, pero al llegar al umbral pudo comprobar que al otro lado solamente se extendía un vacío insondable, probablemente efecto del mismo hechizo que estaba desestabilizando aquella realidad.
Sólo los dioses saben cómo Derfel pudo frenar en el último momento y evitar así caer al vacío que se extendía ahora frente a sus pies.
Había ido corriendo hacia las puertas por las que había entrado no hacía mucho, antes de su pelea con los caballeros, buscando una salida que le llevase lejos de la batalla mágica que se estaba librando a unos metros de él, pero como pudo comprobar, esa escapatoria quedaba descartada... Simplemente no existía. Un negro vacío ocupaba el lugar en el que antes estaban las paredes y pasillos por los que había llegado hasta allí.
–Encerrado como una rata, así es como estoy- Pensó para sus adentros.
Girando sobre si mismo dio la espalda a la nada que había estado a punto de abrazar y observó la situación que se presentaba ante él. La lucha mágica seguía junto al altar sin mostrar signos de victoria para ninguna de las partes, y el espejo seguía en el mismo lugar dónde se había quedado cuando intentó estrellarlo contra el suelo... suspendido a unos centímetros de este como si estuviese construido únicamente con humo.
Derfel tenía claro que el espejo jugaba un papel importante en todo aquello, había sido el causante de que Lady Alhana se pusiera en marcha y lo que la ayudó a comenzar el hechizo. Por otra parte había tomado la decisión de escuchar y de alguna manera ayudar al desconocido de la capucha que le había avisado del peligro que corrían si ese hechizo seguía adelante, por lo que decidió volver a intentar destruir el espejo.
Con esa determinación se abalanzó de nuevo hacia el altar blandiendo su espada con las dos manos dispuesto a descargar el acero con toda la fuerza de sus brazos sobre el espejo en cuanto llegase a él.
¿Tiro algo primo?
La estela plateada que dejaba a su paso el arma del guerrero descendió con toda la fuerza que quedaba en sus músculos y con aún más fuerza salió repelido cuando impactó contra lo que parecía un campo de fuerza invisible que rodeaba el objeto.
Los dos hechiceros seguían enzarzados en su enfrentamiento cabalístico y no prestaron atención a los movimientos de Derfel que se encontraba situado entre ambos a una distancia lo suficientemente grande como para que la vibración del aire no resonase en sus huesos causándole un profundo dolor.
Desde su posición pudo ver como gotas de sudor discurrían entre los ceños fruncidos y aquellos dos pares de ojos que refulgían con un poder que escapaba al entendimiento del joven, sin duda, aunque ninguno de los dos se había movido ni un milímetro, estaban empezando a encontrarse fatigados y sus hechizos se deshilachaban generando una perturbación en el caos y desgarrando pequeños fragmentos de realidad.
Derfel tenía una cosa clara... sus armas y su fuerza no servían de nada en la batalla que se estaba librando. Lo había podido comprobar en su reciente "ataque" al espejo, el cual ni se había inmutado ante el terrible mandoble del guerrero. Las fuerzas que se estaban desatando en ese enfrentamiento se escapaban al raciocinio del muchacho.
La disposición de los contendientes no había variado en lo que llevaban de contienda, por lo que Derfel se dirigió a la parte trasera del altar y con la idea de intentar detener el hechizo de Lady Alhana intentó volcarlo sobre ella.
Tienes que hacer las misma tirada que hiciste al tirar el brasero contra el otro caballero.
Motivo: Empujar Altar
Tirada: 1d12
Dificultad: 18+
Resultado: 12(+21)=33 (Exito)
Lo pensé... pero tampoco quería meter la gamba ;P
Durante las idas y venidas del aventurero el espejo había quedado reparado prácticamente en su totalidad, apenas una grieta interrumpía la lisa superficie justo en el centro, lo que indicaba que fuera lo que fuese lo que estaba haciendo Lady Alhana, estaba a punto de terminar.
Siguiendo el procedimiento que utilizó para acabar con la existencia del Caballero de la Muerte, Derfel se situó detrás del enorme brasero que quedaba en pie y empujó con fuerza, sintiendo el mordisco del fuego en su espalda y cuello mientras apuntalaba ambos pies y ejercía toda la presión de sus músculos.
Las ascuas blancas saltaron y se esparcieron por encima del altar y las escaleras lanzando una rociada de chispas al aire y alcanzando la parte baja del vestido de la hechicera al tiempo que el último resquicio de la grieta que quedaba en el espejo desaparecía, quedando éste como si nunca hubiese sido roto.
Las llamas blancas empezaron a ascender lentamente por aquella sustancia de la que estaba formada Lady Alhana Garra de Halcón y a consumirla mientras lanzaba terribles alaridos de dolor.
Lord Abarax seguía impasible, solamente había retrocedido unos cuantos pasos para mantenerse fuera del alcance de las llamas. Su canto también había cesado.
Motivo: Quemaduras
Tirada: 1d6
Resultado: 3
Pierdes 3 PV por las quemaduras sufridas.
El sonido de los cánticos había sido sustituido por los gritos de Lady Alhana al ser devorada por las llamas. En el fondo, Derfel sintió lástima por la joven... No por el ser que se estaba consumiendo entre las blancas llamaradas, sino por la muchacha que algún día fue. Sólo esperaba que Lady Alhana pudiese al fin descansar.
Mientras se separaba de las llamas observó de reojo el espejo totalmente reconstruido, y dirigiéndose al extraño que se había quedado en silencio dijo: -Bien... ¿Y ahora qué?-.
El espejo dejó de emitir aquella luz plateada al mismo tiempo que se extinguía la última llama blanca que terminó por consumir el espíritu de Lady Alhana y reducirlo a la nada.
Un halo verdoso empezó a rodearlo mientras se elevaba y acababa depositado en la palma de la mano del encapuchado que lo asió con fuerza mientras un estremecimiento recorría su cuerpo.
-¿Ahora? Ahora empieza mi reinado- dijo una voz desde el fondo de la capucha. Una voz familiar para Derfel y que no era para nada la de Lord Abarax. El embozo que le cubría la cabeza cayó hacia atrás dejando al descubierto un rostro de sobra conocido por el aventurero.
El joven miró fijamente a los ojos de su interlocutor, y Ashid al-Yasati, Lord Abarax, le devolvió la mirada.
-Cuando esa maldita bruja decidió desobedecer a Mormo, decidió enviar a un grupo de sirvientes hasta el plano en el que habitáis los humanos para castigarla, entre ellos me encontraba yo mismo, como imagino ya sospecháis- explicó.
-Pero cuando hubimos cumplido nuestro cometido, ese bastardo rompió el vínculo que nos conectaba con su reino infernal dejándonos aquí encerrados. No fue una casualidad, llevábamos años urdiendo un plan para derrocarle y acabar con su mandato, así que aprovechó para acabar con todos sus problemas de un plumazo- tanto la mano que apretaba el mango de espejo como sus dientes se apretaron con rabia.
-Un hechizo de protección estaba vinculado al alma de Lady Alhana, por lo que ninguno de nosotros podía tocar el espejo y mucho menos reparar el vínculo. Ahí es donde aparecéis vos, joven amigo- dijo con una sonrisa y una leve inclinación de agradecimiento.
-Si hubieses acabado con ella antes jamás podríamos haber recompuesto el espejo, yo no soy mago, solo fingía serlo- se encogió de hombros divertido –Gracias a vuestras dudas disteis tiempo a la hechicera a terminar su trabajo y por supuesto gracias a vuestra acción nos habéis permitido hacernos con él- lo levantó hasta verse reflejado en su pulida superficie.
Comenzó a pasear acariciando el preciado objeto.
-Ahora volveré al reino de Mormo a reclamar su trono. ¡Mi trono! Y comenzará una nueva era conmigo a la cabeza, y nada de esto hubiera sido posible sin vuestra intervención- se giró muy serio hacia Derfel –Casi lamento que después de prestarnos vuestra ayuda tenga que dejaros a merced de los habitantes de ésta dimensión- dijo en un tono que pretendía ser de lastima, un sentimiento que desconocía y que no sabía fingir.
El muchacho había escuchado atentamente la explicación de Ashid y no salía de su perplejidad... Pero un sentimiento más hondo y más fuerte estaba empezando a emanar de él.
-¿¡Cómo!?- Grito Derfel furioso -¿Así es cómo me pagáis la supuesta ayuda que os he brindado?- El cabreo del muchacho iba en aumento -¿Me habéis utilizado y no me ofrecéis ni si quiera la posibilidad de salir de aquí?
El joven guerrero hervía por dentro. Pocas cosas odiaba más que la traición o el engaño. Ciego de ira sacó su espada y se lanzó a por Ashid con la intención de rebanarle la mano con la que sujetaba el espejo.
Motivo: Ataque a Ashid
Tirada: 1d12
Resultado: 11(+21)=32
Con un rápido movimiento, tanto que el ojo de Derfel ni siquiera lo vio, Ashid desapareció del lugar que ocupaba para reaparecer casi al instante a la espalda de joven. Continuando el violento arranque del guerrero le propinó una patada que le arrojó de bruces contra los escalones de piedra. Los afilados bordes de los peldaños castigaron sin compasión el cráneo del joven que no pudo hacer nada más que observar como el mundo que le rodeaba se fundía en negro.
-Cloc, cloc, cloc- un goteo constante detrás de él le arrancó de la mullida oscuridad de la insconsciencia. Intentó mover su magullado cuerpo pero no pudo hacerlo. Notó como unas anchas bandas de metal se mordían la piel en cuello, muñecas y tobillos. Entreabrió los tumefactos ojos y miro lo poco que cabía en su mermado campo de visión. Volvía a estar en la sala de torturas, tumbado en aquella mesa que le había provocado escalofríos ¿Cómo era eso posible? ¿Acaso no había colapsado aquel espacio mientras se llevaba a cabo el hechizo de Lady Alhana?
Un movimiento en la puerta de la izquierda según miraba le hizo salir de aquellos pensamientos. Ashid, o mejor dicho Lord Abarax, cruzó el umbral acompañado de un séquito de demonios necrófagos como los que había encontrado Derfel al acceder a aquel plano caótico. El grupo rodeó la mesa y se quedó observando ávidamente el cuerpo desnudo del joven, inmóvil sobre la sucia superficie de la mesa.
-Ha sido un placer conoceros joven guerrero. Sin vos esto no habría sido posible. Es una lástima que destruyeseis el alma de la hechicera, ahora vos ocupareis su lugar deleitando a los hijos del Caos con vuestros gritos. ¡Hasta nunca!- dijo mientras sacaba el espejo de un bolsillo de su túnica y trazando un símbolo arcano abría un portal en uno de los extremos de la habitación.
Sin volverse a mirar atrás, el creador de aquella pesadilla atravesó el portal que se cerró tras él.
En ese momento Derfel fue consciente de su situación y empezó a gritar y a tirar de sus brazos y piernas hasta que la sangre brotó de sus extremidades y de su garganta. Un aullido escapó de su boca al notar como aquellas ardientes garras se clavaban en su abdomen y desgarraban su musculatura dejando al descubierto las vísceras que se derramaban por la mesa y el suelo. La sangre inundó su garganta y encharcó sus pulmones asfixiándolo. Más garras y dientes, arrancaban trozos de su anatomía y dejaban al descubierto el amarillento hueso.
Casi agradeció dejar de ver como le mutilaban cuando dos objetos afilados y punzantes entraron en sus cuencas oculares y le sacaron los ojos.
Cuando el dolor llegó al límite soportable para un humano cayó inconsciente de nuevo.
-Cloc, cloc, cloc- de nuevo el goteo. Abrió los ojos, estaba en la sala de torturas. ¿Cómo podía ver? ¿No le habían arrancado los ojos? Miró su cuerpo, pero no encontró lo que esperaba. En su lugar una sustancia translúcida como de la que había estado formada Lady Alhana ocupaba el lugar de la carne y el hueso.
Se abrió la puerta y entró el séquito de demonios, ésta vez sin Lord Abarax y comenzaron a dar cuenta del cuerpo del joven como la vez anterior. Puede que ya no tuviera una envoltura mortal, pero el dolor era real, y aún más intenso, pues desgarraba su alma. De nuevo las vísceras derramadas, la sangre ahogándole, las garras cegándole.
En el momento en el que la oscuridad venía a recogerle, a rescatarle del terrible tormento fue consciente de la magnitud de su destino y gritó sin voz.
-Cloc, cloc, cloc-
Un goteo.
Abrió los ojos, seguía en la sala de torturas.
FIN