Partida Rol por web

Zoex se puso a la cabeza del peculiar grupo de aventureros, quienes, ante la promesa de un tesoro más interesante (¿Sabiduría? ¿Dones? Ja, paparruchas), decidieron abandonar los subterráneos de aquella desconocida Precresta, dejando al último gigante gris flotando en su peculiar poza candente. El elfo tenía clarísimo cuál era el camino de vuelta y Skarlkja parecía coincidir con sus instrucciones. Fette se emperró en que había un giro equivocado en su ruta, pero la mujer serpiente y el de las orejas apuntadas consiguieron contenerlo y abducirlo mientras Lagakh se dejaba guiar.

Cuando creían estar alcanzando el punto en el que debían de haber abandonado su propia dimensión para terminar en ese otro lugar, los aventureros encontraron pequeños charcos de tono anaranjado, humeantes en el suelo. Al seguirlos (Ya que coincidían con su camino) encontraron una enorme larva retorciéndose en el suelo, grande como un perro, iluminando la estancia con el fulgor del aceite de sus entrañas. Esta debía ser una de esas larvas del apocalipsis de las que les había hablado Nibolcs, una de esas criaturas a las que los lugareños ordeñaban para obtener su preciado aceite flamígero. Pero aquella cosa parecía... APUNTO DE ESTALLAR!!!

El fulgor casi imperceptible de la cortina telúrica que les separaba de la Tumba estaba a unos pocos metros de distancia, pero era difícil saber si lograrían llegar trotando antes de la explosión o cómo proceder ante el explosivo sufrimiento de aquella criatura.

El elfo comenzó a caminar y todos los demás le seguimos en el más absoluto de los silencios. Desde luego, esto de conocer al gigante había sido un poco raro y ahora, teníamos que deshacer nuestros pasos para poder tomar otro camino. 

- ¡Pff! Esto de tener que ir hacia atrás de nuevo es un coñazo... - Refunfuñé mientras caminaba en último lugar, como solía hacer la mayoría de las veces. 

Por unos instantes nos detuvimos a ver a aquel bicho y a todos nos quedó claro que estaba a punto de estallar. 

- ¡Joder! Creo que nos toca echar una carrerita... 

Y como si no acabara de decir aquello, siendo la jodida suicida que acostumbraba a ser cuando la cosa se ponía un poco chunga, eché a correr en la dirección a la que teníamos que ir, sin saber si me iba a dar tiempo o no a pasar antes de que aquella cosa explotase. 

- ¡VAMOS! 

Fette iba a correr detrás de Lagakh, pero una corazonada le dijo de intentar una cosa. Así que corrió hacia la larva mientras extraía la aceitera de la lámpara, se arrodilló y buscó por donde ordeñarla.

Le costó mucho porque el mediano se quemaba sus rollizas manos, pero de alguna forma intuyó cómo hacerlo y empezó a llenar el recipiente con lava procediente de la larva.

—¡Que no explote, dioses! ¡Que no explote!—se podía oír decir a Fette.

Si sale bien, le llevamos esto al gigante. ¡Seguro que nos da algo más interesante que esa sabiduría de palo!, pensaba esperanzado y avaricioso.

-¡Ánimo Butlerss! Tú puedesss - animo a mi rollizo y atrevido compañero de aventuras.  Por supuesto, ya estaba junto a Lagakh en la entrada a la otra dimensión pero, al contrario que la musculosa y sexy semiorca, yo me había quedado a mitad de entrar. Con la cabeza en el lado de Fette, animando al mediano y con el resto del cuerpo....ni idea de dónde.  Pero no era peligroso, porque eso de que los portales que iban seccionando cuerpos era mentira, por lo menos cuando se hablaba de portales quasipermanentes.  Y es que éstos siempre tenían una latencia bajísima y, por supuesto, una bolsa o sala interdimensional.  -Ordeñalá y tráela por aquí.  Oye, imagínate que pusssiera huevoss, podrismosss hacernoss ricosss con el aceite de fuego.  O dar los primeros pasos havja una horrible catástrofe ecológica, pero para eso estaban los clérigos.  Para las catástrofes.

Fette se arrodilló junto a la temblorosa larva, que brillaba en un ciclo constante desde el amarillo más vibrante hasta el rojo más encarnado, parecía acelerarse y gotear desde sus entrañas, amenazando con estallar al más mínimo estímulo, pero curiosamente el mediano, echando mano de un cacharro vacío de aceite para linterna, dedujo en qué puntos presionar, cuánta fuerza emplear y cómo proceder para que aquella bestia, de la que nunca había visto igual, descargase su inflamable contenido sin chamuscarle demasiado los dedos. Por un segundo brilló más intensamente que antes, y Fette sudó la gota gorda y casi dejó caer unas lágrimas pensando que la había cagado, pero aquello había coincidido con el paso, a toda velocidad, de Lagakh a su lado, corriendo y saltando hacia el portal, como si con ese ímpetu pudiese impedir que aquella mierda mística la cortase en dos o la mandase a algún otro mundo en el que gobiernan vengativos dados que ejecutan a todo aquel que ha forzado a sus congéneres en algún juego de azar o en el que los sonidos son armas arrojadizas.

La semiorca fue engullida por el chisporroteo violáceo que conducía de vuelta a la tumba mientras la larva del apocalipsis perdía por completo su brillo, dejando al mediano con un tarro de aceite tan brillante como el sol, nada que ver con el opaco amarillo oscuro del convencional aceite de su otro contenedor. Comprendía que aquellas gentes del pueblo desconocido pudiesen cimentar su forma de vida negociando con tan peculiar y peligroso líquido. El recipiente que ocupaba se tornó blanco, brillante, pero no quemaba al tacto, iluminando más que la antorcha que llevaban.

Fette, orgulloso de su extraña hazaña, contempló maravillado lo que tenía entre manos. No sabía muy bien qué hacer con ello pero valor tenía. Con una risa pícara, siguió a la semi-orca a través del portal. A falta de negociar con el gigante, ya pensarían qué hacer con esa lava.

Esta vez los exploradores sí que fueron más que conscientes del momento en el que cruzaban el portal dimensional, curiosamente, al rebasarlo en el sentido inverso, este era imperceptible, pero su energía y un cambio de luz les indicaron que habían dado aquel paso, volviendo a estar en la tumba de los reyes serpiente, la mazmorra que tanto parecía habérseles atragantado.

Lagakh fue la primera en llegar, no viendo a sus compañeros a su espalada hasta que estos volvieron a cruzar, momento en el que parecían cruzar un telón invisible para dejarse ver una vez más. Zoex siguió a la semiorca con paso decidido, mientras que Skarlkja y Fette tardaron un par de minutos más, debido a la temeraria maniobra con la que habían conseguido una fuente de iluminación que iluminaba la mazmorra como si fuese una localización al aire libre y que seguramente también explotaría maravillosamente en caso de ser manipulada sin cuidado.

Todos continuaron el camino de vuelta hasta alcanzar la sala donde la mole divina serpentiforme había terminado con su anterior rival. La estatua invocada había desaparecido, pero el pétreo caballero caído seguía, roto, en el suelo de la estancia. Un pequeño sonido metálico alertó a los aventureros de que no estaban solos allí: un pequeño goblin estaba retirando los escudos de las paredes, descubriendo que estos se sostenían con una cadenilla de plata que recorría el perímetro de la sala.

- Oh... OHHH...- Masculló antes de echar mano de un silbato de barro que portaba colgado al cuello, el que hizo sonar con todo el poder de sus pequeños pulmones. Aquel chirrido molesto se vio seguido de un rápido trotar de piernecillas proveniente de las estancias anteriores de la mazmorra, por las que habían venido.

Me detuve en cuanto crucé aquel portal y no sé qué estuvieron haciendo mis compañeros al otro lado, pero desde luego, correr no, porque tuve que esperarles más de lo que sería eso, incluso pensando en las patitas que tenía el mediano. 

- ¡Cuánto habéis tardado! ¿Estás bien? 

Nos movimos lo justo para poder ver a aquel goblin con los escudos y al estar demasiado lejos, pudo usar aquel silbato y salir corriendo antes de que pudiéramos hacer nada. 

- Mierda de enano... - Gruñí. 

Claro que el problema que tenían aquellas ratas de alcantarilla era que nos podíamos juntar con un millón de aquellas criaturas y entonces tendríamos un problema, porque aquellas cosas enanas se reproducían como setas. 

- ¿Queréis esperarles o nos largamos antes de que lleguen? Igual se nos llena la sala de público. - Con eso quería decir que posiblemente vinieran demasiados para poder disfrutar de machacarlos como la primera vez. 

-¡¡Ssanta Ssibilina!! - estallo frustrada al ver al goblin tocar el silbato.  Pero mi frustración nada tiene que ver con verme rodeada por pequeños goblins -aunque debería recordar que un puñado de ellos me dejaron para el arrastre - si no con la creciente confirmación - había huido acobardada del asunto de la esfera de aniquilación - de que mi nivel no era lo suficientemente alto como para mazmorrear plácidamente en esta tumba.  -​​​​​​Tengo ganssss de matar, matar goblinsss.  Vamoss a un sssitio esstrecho que no puedan rodearnosss. Y señalo el pasillo que atravesamos hace unos momentos (12) - Como esse de ahí misssmo. 

Esta vez no me olvido, sin embargo, de lanzar una pedrada en dirección al cobarde goblin que decidió llamar a sus compañeros en vez de presentar batalla frente a tres aventureros desesperadamente necesitados de una victoria.   

-Blerg, odio disssparar con la honda! No daba ni una

Fette reía para sus adentros por mantener esa lava, que le iluminada el rostro, dándole el aspecto un de diablillo más que de un mediano.

Ufano él, se sorprendió al ver al goblin y, conteniendo un primer gesto de lanzarle el recipiente y sacar el arco, primero fue rápidamente a donde indicó la serpenteante compañera y depositó con cuidado la aceitera llena de lava. Sacó su arco, emulando a Salter y disparó al mismo goblin que ella con aún peor suerte...

Para bien o para mal, el grupo de goblins invocado por aquel primer diablillo verde con su silbato, venía corriendo desde los pasillos previos, los ya recorridos por los aventureros, así que, al introducirse en el pasillo que daba a la estancia de los escudos, iban hacia su encuentro, aun así Fette y Skarlkja trataron de alcanzar al goblin que habían dejado atrás desde su nueva posición, dejando caer un risueño canto rodado a sus pies y una bostezante flecha a dos metros de la retorcida figura, clavada torpemente en el suelo.

Zoex, escuchando el rebumbio de pies que se encaminaban hacia ellos, también tomó su arco, apuntando hacia el recodo del pasillo por el que deberían de aparecer sus rivales en cualquier momento, pero el nerviosismo hizo que se le escapase la cuerda entre los dedos antes de tiempo, clavando el proyectil en la pared poco antes de que aquellos feos paisanos decidiesen aparecer ante sus ojos y enfilar hacia ellos. Eran cinco, armados con armas cortas y herramientas, y a su espalda quedaba el del silbato, que había echado mano de su propia honda, esperando tener con ella mejor suerte que nuestra serpentinea asesina favorita.

Ya había recibido la respuesta de mis compañeros y yo me encogí de hombros. No tenía ningún problema por sacar mi hacha a pasear, total, esa vocecilla que siempre me decía que todas mis ideas eran malas, como posiblemente lo fuera ésta, se apagaría en cuanto comenzara la masacre. 

- Pues no se hable más... 

Así, saqué el hacha, la así con las dos manos y esperé a que llegaran nuestros nuevos amiguitos. 

En cuanto vi que la cosa se animaba, lo cual sucedió enseguida, me acerqué a los goblins y traté de golpearlos con el hacha, pero no calculé muy bien su diminuto tamaño y el hacha ni le rozó la cabeza. 

- ¡Malditos enanos espantapulgas! 

Sí, no pude evitar gruñirles, pero eso no me iba a detener.