Partida Rol por web

El plan de darle órdenes al bicho me gustaba más que el de tener que hacerme amiga de algo que podía convertirme en piedra así que asentí. Me parecía estupendo, aunque claro, cuando escuché las palabras del elfo, tuve que responder. 

- Voy a vomitar, Zoex... en serio. 

¿Serpentina mía? Aquello era lo más ridículo que había escuchado, pero bueno, no quería imaginarme lo que le diría en privado. Realmente, no me los quería imaginar en privado precisamente. 

Fette por suerte, decidió centrarse en el plan y yo, asentí. 

- Sí, venga... antes de que estos dos  empiecen a hacerse arrumacos. - Aquellas palabras fueron dichas con toda la cara de asco que puede poner alguien de mi especie, que era mucha. 

—Ssssssssssh — pongo mi dedo índice (el cual, como recordáis es, en realidad, un pequeño manojo inquietante de pequeñas serpientes que sisean muy bajito ) —Ssssilencio. Zoexxzs tira tú el casscabel que sssi no, no me da tiempo a leer el conjuro.  Porque al impávido faeriquito mío lo quería un montón pero no más que a mi tornasolada y ssuave piel reptiliana.

—¡¡Abracacierracadalosojosdra!!!

Zoex se adelantó tan sigilosamente como pudo con el manojo de cascabeles que le había dado Skarlkja, llegando a pisar el montoncillo de polvo que aparentemente antes había respondido por Roderick, aprovechando para darle una patada y generar una nube de polvo que aprovechó para penetrar en la estancia sembrando confusión entre los guerreros que se escondían contra las columnas y la peligrosa criatura que los acechaba, de letal miraba.

Arrojó parte de las campanillas entre las columnas centrales, atrayendo la curiosidad del monstruo, quien se aproximaba hacía allí cuando Skarlkja siguió al elfo, abriendo su grimorio y leyendo las palabras en él recogidas, que comenzaron a desaparecer de la página tan pronto como las iba leyendo.

- ¡GGGGG IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIARG!

Se quejó el basilisco, ahora a la vista de los exploradores que habían entrado en la sala. Era un cruce entre gallo y reptil de enormes dimensiones, pero, aparte de que ahora estaba ciego, por efecto del hechizo recitado, mostraba una larga cadena que lo mantenía amarrado al techo, la que emitía el tintineo que llevaba acompañando a los aventureros un buen rato.

Los compañeros del difunto Roderick todavía no sabían qué pasaba, pero en pocos segundos se darían cuenta de que algo... había cambiado.

El bicho se había quedado con los ojos cerrados, así que era nuestra oportunidad de pasar por ahí antes de que nos diera caza. Claro que teníamos a los otros aventureros en la sala, que podían hacer que aquello fuera un problema. Quizás, si no eran demasiado tontos, se podrían dar cuenta de lo que había sucedido. 

- Pues esto es lo más viejo del mundo... - Dije encogiéndome de hombros. 

Sí, hasta a alguien con mi inteligencia le daba como para hacer una distracción, al menos, una simple que esperaba que colase. 

- Lanzo una piedra para el otro lado y corremos como putas... - Dije a mis compañeros. Tampoco es que fuera un plan demasiado elaborado, pero a veces, lo más simple, era lo mejor. 

Busqué una piedra que fuera lo suficientemente grande como para hacer bastante ruido y después, miré a mis compañeros antes de lanzarla. Así, el otro grupo podía aprovechar el mismo jaleo. Pero vamos, eso era cosa suya, yo bastante tenía con salvar mi verde trasero y el de mis compañeros. 

—¡¿Retruécanos, que va en serio lo de entrar!?—exclamó Fette entre sorprendido y animado—Pues vamos dentro. Como sigamos esperando los nervios me sacarán canas, o peor... ¡perderé parte de mi cuerpo serrano!

—¿Lo mass viejo del mundo? — susurro mientras les sigo. También es de lo más previsible.  Pero nada digo, alucinada con la insultante facilidad con la que la escultural semiorca lanza un pedrusco del tamaño de su cabeza y fascinada, como siempre, por el acolchado y sigiloso caminar del siempre achuchable —y serrano —Butlersss. 

Valoro si nombrar el conjuro de Silencio entrelazado en las páginas de mi otro grimorio, pero ¿Y si los aventureros resultan ser los capullos que nos fastidiaron durante uno de los descensos anteriores, primero o segundo?  

—Cuidado, chicosss. Loss aventurerosss son el peligro número uno en loss primeross nivelesss de lass mazmorrass. Y no lo decía por decir.  Había estadísticas sólidas al respecto.

Lagakah tomó la roca mientras Skarlkja comenzaba a deslizarse por aquel suelo, como si no hubiese un mañana, en silencio, como solo una sangrefría era capaz de moverse. Fette y el elfo esperaban tras la semiorca hasta que esta lanzó la roca en la dirección opuesta y salió por pies, seguida por sus dos... Diantres... Seguida por el mediano, el tarugo de Zoex había tropezado y caído, quedando junto al lugar donde la roca se había deshecho, a solo dos metros de la bestia, que lo tenía justo en frente aun sin poder verle...

Los tres aventureros afortunados legraron llegar casi hasta la mitad de la gran sala, pero justo en las columnas que les quedaban por delante pudieron ver a un elfo cargado con una alabarda y un orco portando un martillo de guerra... Les daba la impresión de que aun así debía de haber al menos otro aventurero más, peor no sabían exactamente donde, si recordaban bien los gritos que siguieron a la muerte del otro energúmeno petrificado...

Llegué corriendo al otro lado y luego miré a mis compañeros. Lo habíamos conseguido así que ahora sólo teníamos que continuar que el resto de los que había allí y no conocíamos se las arreglaran como... En ese momento me detuve y entrecerré los ojos. 

- Uno, dos, tres... ¡Nos falta uno! - Pensé mirando hacia el lugar del que habíamos venido. - ¡El elfo!

Me puse la mano en la frente y negué con la cabeza. 

- Venga, ya voy yo a buscarlo. - dije en susurros. - Quedaos aquí y cuidado con los otros aventureros, que son capaces de liárnosla.

Así, con el hacha en mano sabiendo que no era buena idea lo que estaba a punto de hacer, me fui a buscar a nuestro compañero perdido. 

- Mira que el plan era fácil ¿eh? ¿Cómo se ha podido perder? 

Sí, no entendía muy bien cómo se había perdido el elfo... 

—¿Cómo que vasss tú? —una cosa era dejar morir a tu silencioso amado cuando era inevitable, pero ¿Dejar que otra le intentase salvar? Eso nunca. Además, no puedo dejar que Lagahk se arriesgase tanto, ni a que le pase algo.  Atribulada por sentimientos encontrados, comienzo a segregar veneno.

—Iremosss las dosss. Y quien lo sssalve, sse lo queda. ​​​​​​Era lo justo, según las ancestrales leyes matriarcales.  Si una hembra deseaba tanto a un macho como para arriesgarse por él, le pertenecía.

Dicho esto, me lanzo a por Zoex, a ayudarle a levantarse y correr hacia la salida, intentando no llamar la atención de nadie.

Esta mujer serpiente estaba loca. 

- ¿Cómo que se lo queda? A mí no me endoses tus juguetes usados.

No sabía a qué había venido eso, pero si quería deshacerse del elfo, por mi parte, podía enterrarlo en el jardín, pero yo no me lo iba a quedar. 

Además, ¿para qué narices iba a querer yo a un elfo? Yo necesitaba alguien grande, fuerte y resistente, es decir, todo lo que el elfo no era. 

- Estás loca si crees que me voy a quedar a esa birria de hombre... 

El caso ahora era salvarlo, luego que hiciera con él lo que le diera la gana, porque yo no lo quería para nada. Además, de tener que quedarme a todo lo que salvaba, el mediano ya sería mío en propiedad desde hacía mucho y no, tampoco lo quería para nada más que para explorar aquel lugar. 

A ojos del mediano, las valientes guerreras se disponían a salvar a Zoex, e incluso parecían luchar por ver quién tenía el derecho y el honor de acometer tan digna empresa. Sin embargo, Fette, en un profundo alarde de medianía racial, decidió aportar su granito apartándose para no molestar a ninguna de las dos. Confiaba en que tendrían éxito.

Eso sí, tensó su arco para evitar que terceras personas interviniesen.

Yyyyyyyyyyyyyyyyy... 

Justo cuando el basilisco se avalanzaba hacia delante, esperando dar con aquello que había ocasionado aquel molesto ruido, la única pista sobre su posible ceguera (Si es que un animal tan grande, con un cerebro tan pequeño, se podía parar a pensar en tales cosas)...

Zoex, el arquero piel de ámbar de las colinas de Fierra, vio pasar toda su vida ante sus ojos, como si de algún tipo de magia ancestral proyectase esta en el mismo hueco por el que iba a asomar aquella bestia ciega...

Y el pico lo aferró como un guiñapo, zarandeándolo y rompiéndolo contra todas las piedras con las que aquel muñeco chocaba, gritando...

... Bueno, lo habría hecho, esas eran sus intenciones... Pero, cierta mujer serpiente, dolida por su desafío con otra hembra verdosa no tan interesada en aquella posible ganancia en carne, se deslizó como lo haría Tom Cruise sobre la capota de un coche, pero sobre el polvo y adobe (Lo que lo hacía un pelín más lento y doloroso) tomando a Zoex por los sobacos para tirar de él volviendo a llevarlo hasta el lugar al que habían logrado avanzar, donde esperaba Fette y la confusa semiorca.

- Skarlkja... Te debo la vida... Una vez más...- El elfo estaba pálido como una sabana. 

Uno de los otros exploradores, los que estaban más cerca de la salida de la sala, salió corriendo hacia donde estaban nuestros héroes(?), callado para no delatarse ante el monstruo que allí reinaba, y con los ojos llenos de preguntas, más cuando vio que aquellos otros aventureros tenían menos miedo que él en hablar. Era un tipo de piel roja, de unos dos metros por dos metros. Portaba un sable en una mano y una antorcha en la otra, y les increpó por lo bajini. - ¿Pero qué carajo está pasando? ¿Qué le habéis hecho a esa bestia?

Tras él, guardándole las espaldas, una columna más allá, una elfa les apuntaba con su ballesta cargada.

La suerte estaba de su parte y todos habían salido mejor parados de lo que parecía posible. El mediano sonrió contento. Aunque poco le duró la alegría. Cuando se acercó aquel enorme tunante, y luego asomó la ballestera, apuntó primero al grandullón y luego a la otra, otra vez nervioso.

—¡Shhh! Debemos salir de aquí, luego hablamos.—susurró preocupado Fette.

Me iba a lanzar a correr a por nuestro compañero pero inexplicablemente, la mujer serpiente salió a toda mecha a buscarlo cuando ni se había dado cuenta de que faltaba hasta que yo se lo había dicho. 

- Pues vale... - Pensé sin molestarme en correr. Eso sí, como no lo sacara de allí, yo ya no iba a ir a buscar a nadie, que se las arreglaran como buenamente pudieran. 

No habían hecho más que volver con todo su rollo acaramelado que seguía dándome ganas de vomitar, cuando apareció el tipo delante del otro grupo haciéndonos preguntas. 

Me di cuenta de que una mujer nos estaba apuntando con la ballesta y solté una mano de mi hacha para enseñarle el dedo corazón de mi mano. Por suerte, Fette se hizo cargo de la situación. 

—Claro que sssi, Zoexs. —acaricio su lánguido rostro con dedos rasposos. Le palpo ansiosamente el torso a ver si está herido

—Skarlja no va a dejar que te devore un basssilisssco, no mi querido elfo inexpresssivo. Menosss mal que essstaba yo por aquí, que sssi no...Es que las semiorcas ya no eran como antes.  Se me cae un mito. 

Uno de los aventureros se acerca, un tipo duro. Aunque no tan duro como para acabar con esa lagartija hipertrófica.

—Pssst, Butlers— susurro, tapándome la boca, al oído del mediano.  Al elfo lo dejo caer como un saco de patatas, no se romperá. 

—¿No sseran esstosss loss hijossdefruta que mataron a nuessstro caballo, eh? eh?

El tipo del sable se quedó mirando a la tropa de exploradores que habían cegado al basilisco con duda, incertidumbre e incluso hilaridad, manteniéndose completamente quieto, mientras su compañera de la ballesta devolvía el saludo a la semiorca, en su caso levantando dos dedos formando una V que simuló lamer, antes de devolver toda la atención a su arma. La bestia ciega había caído, dolorida y confundida en el punto donde hace medio minuto estaba Zoex, peor ahora parecía tratar de agudizar el oído (SI es que tenía tal cosa) o al menos notar algún tipo de vibración, así que el parloteo no fuese la mejor idea. La criatura cerraba la retirada a los exploradores recién llegados, así que la única opción parecía ser hacia delante o hacerle frente, peor aquello era casi suicida, a no ser que tal vez trabajasen entre todos, colaborando con los desconocidos para rematarla. Eso si, sabían que tenían diez minutos para ello...