Partida Rol por web

Dediqué una sonrisa encantadora a aquellos que me miraban con extrañeza y curiosidad, era lo que mi pequeña artista interior me pedía al fin y al cabo. Seguí correteando por la ciudad, intentando encontrar otra manera de llegar a mi destino. Pero me encontré de frente con un callejón sin salida... aparente. 

En un principio bufé por la mala suerte que tenía, sin embargo, otras dos opciones aparecían ante mí. La cornisa me pareció la opción más fácil y rápida, por lo que opté por llegar hasta ella. Sin embargo, algo me decía que no iba a ir nada bien.

Saltaste, y en mitad del salto te diste cuenta de que tus pies no iban a llegar adónde tenían que hacerlo. Alcanzaste la cornisa, pero al intentar sujetarte a ella tus pies resbalaron, enzarzándose en si mismos, y terminaron por hacerte caer. Te aferraste a una bandera de la ciudad a tiempo para amortiguar tu caída y que no te hicieses papilla contra el asfalto.

Tras caer, abandonando aquel símbolo de tela, notastes el suelo ovalado bajo tus pies. No iba a ser fácil caminar por una superficie así, una cúpula por tejado. No sólo resbalaba, sino que además no te daba apenas superficie de sujección. Podías deslizarte y saltar al tejado contiguo, más cómodo, o ahorrarte el salto y caminar directamente por esa superficie, nuevamente, aún a riesgo de tu integridad.

Adiós, mundo cruel...

Pensé mientras caía al vacío... en un tono bastante cómico y ácido dada la situación, pero no podía evitarlo. Sin embargo, mis reflejos felinos me ayudaron a atrapar una bandera entre mis manos que evitó mi caída sobre el duro asfalto. Me balanceé hasta caer en una nueva superficie, esta vez ovalada y algo resbaladiza a decir verdad. Las opciones eran claras... o caminaba sobre la cúpula o volvía a saltar. Dado que hoy mis saltos no eran de lo más eficaces, opté por la opción de caminar sobre la inestable cúpula, que me iría mejor.

Te moviste a la velocidad que tus pies y la cúpula te permitía, equilibrándote con las manos, pensando constantemente en no caerte por el amor de un Trent. Desde ahí podías ver las calles laterales, con sus ciudadanos paseándose tranquilamente. Sin lugar a dudas, estabas atajando un buen trecho usando tus propios caminos. Ilegales, sí, pero transitables aunque fuesen sólo para una artista circense como tú.

Cuando llegaste al final de aquella cúpula, podías ver ya a lo lejos la academia de Magus. Te faltaba nada, un par de atajos más para poder colarte por la puerta, por una trampilla o por un portal. Pero ahora, tus opciones estaban más que claras. Estabas en las lindes del territorio de la academia, es decir, sus edificios secundarios y sus zonas abiertas que rodeaban la academia como tal. O trepabas desde esa cúpula a lo que tenía aspecto de ser un invernadero... o tendrías que pensar algún atajo basándote en tu mapa mental de la ciudad, según lo que recordabas de ella.

  Puntuación: 8/35. Estamos en la séptima base.

Andando tanto con brazos como con piernas, fui atravesando poco a poco y con cautela la cúpula que era ahora mi superficie. Una vez llegué al otro lado, me acomodé en el borde, que me proporcionaba la suficiente altura como para hacerme una idea de las calles de la ciudad y así refrescar un poco la memoria sobre lo que recordaba de aquella ciudad.

Podía ir hasta lo que parecía el tejado de un invernadero, trepando hasta allí... o bien podía hacer caso a lo que me dice mi tío muchas otras veces y "pararme a pensar". Dado que estos últimos intentos no me ha ido muy bien, prefiero sentarme a descansar en él mientras pienso dónde podría ir ahora. Poco a poco, mi mente comienza a funcionar y a trazar caminos y atajos que poder tomar ahora. 

Encontraste sin demasiada dificultad un camino auxiliar que hacía las veces de atajo. Tras deslizarte cuidadosamente por una bandera, descendiendo de la cúpula, te balanceaste lo suficiente como para caer en lo que parecía una escalera secundaria de mantenimiento. Nada difícil, el caso estaba en saber cómo llegar hasta ahí.

Naturalmente, bajar los escalones resultaba mucho más rápido que corretear por el abrupto y empinado tejado del invernadero. Te separaste progresivamente del mismo, llegando a lo que parecía una pequeña fuente dorada en mitad de una plazoleta. Había varios caminos hacia los lados, pero el único que parecía llevarte hacia adelante era un laberinto de setos altos. Al fondo, tras el mismo, la Academia de Magus.

No había otra entrada desde donde habías llegado. Habías de cruzar el laberinto, pero, ¿cómo hacerlo con velocidad? Descubriendo los trucos del laberinto. Se tratase de su truco mágico o de su truco lógico. La trampa o el cartón.

  Puntuación: 10/35.

Hijos de...

Eso fue lo que pasó por mi cabeza al ver el nuevo desafío que se me presentaba. Tenía que llegar lo antes posible y voy y me encuentro con un laberinto. Resoplo, cansada antes de entrar en su interior... ese sitio olía a magia por todas partes. El problema era que... yo sabía hacerla, pero la parte teórica no la llevaba del todo bien, por más que mi tío se esforzase en enseñarme. 

Decidí adentrarme en el laberinto, aún a riesgo de perderme... De un modo u otro tenía que llegar a la academia. Comencé a andar con una mano apoyada sobre una de las paredes. No, desde luego, no se me daban bien estos laberintos... Miré arriba, tal vez si pudiera trepar... Aunque seguramente se hundiría bajo mi peso, al fin y al cabo eran setos. 

Los patrones del laberinto escaparon al escrutinio de tus ojos. En su lugar, intentaste tirar de instinto y te aprovechaste de apoyar la mano derecha en la pared. Era simple, si ibas siempre con la mano derecha pegada a la pared derecha, antes o después llegarías a la salida del laberinto sin pasar por la entrada. Era un viejo y funcional truco. Además, tu cerebro de callejera y habilidad para el escape bien te valieron para suponer, conforme avanzabas, qué zonas llevarían a senderos sin salida.

Finalmente, tras lo que te pareció demasiado tiempo, llegaste a otra plaza, de ámbito más reducido, donde por fin se alzaba la dichosa Academia de Magus. Ya sólo te faltaba una última barrera. La puerta. Cerrada a cal y canto, sin nadie guardándola ni con quien hablar. Un pequeño oasis sin gente. Si no querías esperar a que alguien saliese de dentro y aprovechar para colarte... sólo tenías dos opciones. La primera, resolver el puzzle arcano grabado en el portón. La segunda... ¿no habían dicho el año pasado algo de una entrada secreta?

No sé cómo llegué hacia el final del laberinto, pero lo conseguí. Tardé demasiado, lo cual no iba a gustarle un pelo a mi tío... Pero tendría que haberme advertido que es muy difícil acceder a la dichosa academia, así que técnicamente no es culpa mía, sino suya por no avisarme. 

Llegué a la puerta y la miré fijamente, intentando recordar cómo poder entrar. Me acaricio la barbilla mientras pienso, no voy a sacar el hechizo para entrar... peeeeeero sí, puedo encontrar otra entrada. Recuerdo que hace unos años descubrí una entrada secreta por aquí, y creo recordar el lugar, así que... allá vamos.

Frente al portón del símbolo arcano indescifrable, tu cabeza comenzó a humear como una tetera caliente. Finalmente, tras unos tensos segundos, algo echó chispas en tu cabeza y recordaste algo. Sí. Sí. Y sí. Lo único malo era que te ibas a mojar un poco. Echaste a correr hacia la fuente y la observaste con atención.

En la cara interior del anillo de piedra que encarcelaba el agua, es decir, de la pared, había pequeñas esculturas de cabezas. Un hurón, un león, una serpiente, un águila. Pero también un lobo, un cuervo, un gato y un sapo. Te arremangaste y zambulliste la mano en el agua, metiendo los dedos en la boca de la serpiente. Deslizaste dos entre los colmillos de piedras y tanteaste hacia arriba. Sí, había un relieve. Un pequeño interruptor.

Click.

Siete veces más en el orden correcto y... escuchaste el crujir del portón a tus espaldas. Premio.

  Puntuación: 14/35. 40% Completado.

 Obtienes 400 PX por la escena.

 Obtienes 100 PX adicionales por tu éxito en la carrera de obstáculos.