El techo en cúpula del edificio era tan alto que podía caber un árbol centenario. Y temías que había un segundo, y quizá un tercer, piso. Echaste a trotar, pues no veías a absolutamente nadie corriendo, y la realidad era que las túnicas de diversos colores con sus respectivas capuchan llegaban a ser intimidantes. No sabías muy bien cómo reaccionaría esa gente a tus pies levantando eco al correr.
Tras preguntar discreta y educadamente a uno de los guardias si había visto a una humana rubia, joven y de aspecto inocente con pintas de campesina, feriante o artista de troupe, recibiste pautas para llegar a la única habitación del cuarto piso, la sala de demostraciones.
Tres escaleras, unos cuantos cruces y pasillos más adelante, conseguiste ascender las últimas escaleras y darte cuenta de que estabas en una, en comparación, ínfima cúpula de, quizás, unos veinte metros de ancho. Una esfera perfecta. Angosta en comparación con el resto del edificio, grandiosa por si misma. Y de entre los presentes, dos elementos resaltaban entre los espectadores.
Una niña, en el centro de la sala, estaba realizando un espectáculo menor. Con una mano llenó un odre de agua por arte de magia, y vertió el contenido sobre la tierra de una pequeña planta posada sobre una maceta en el suelo. Después, extendiendo los dedos hasta tocar las hojas secas, emitió una débil luz blanca. Poco a poco las hojas fueron recuperando verdor, y vida, sanando hasta relucir un aspecto mucho más vivaracho.
Una Clériga.
Entre los espectadores estaba, sin duda alguna, Cassandra. Y a juzgar por el brillo de sus ojos y la atención absorta que ponía, sin reparar en que habías aparecido, le seguía gustando ver magia tanto como siempre. Como cuando la hacías tú.
No sé cómo logré dar con la clave para entrar, pero al menos la averigüé y por fin estoy dentro. La verdad es que es un edificio bastante impresionante, no puedo dejar de mirar todo lo que hay a mi alrededor, la decoración, las luces que entran por las ventanas, la gente pasar... La verdad es que desentono bastante con el ambiente, por lo que es mejor apresurarme si no quiero que pillen mi truquito para entrar... o podrían descubrirlo ellos y eliminarlo y se acabó la diversión para mí.
Pregunto a la gente que hay por allí y todos saben indicarme dónde puedo encontrar a la atolondrada de mi amiga. Sala de demostraciones me han dicho, por lo que, sin más dilación me dirijo hacia allí para poder sacarla de aquí cuanto antes o mi tío me echará la bronca del siglo.
Allí dentro no me cuesta verla, admirando un truco que... bueno, no es para tanto, yo también sé llenar un odre con agua y no voy vacilando de ello... Aunque he de admitir que eso de revivir las hojitas ha estado bastante bien. Mientras me dirijo hacia Cassandra, contemplo el espectáculo hasta llegar a su espalda y taparle los ojos desde atrás.
- Cucú, ¿Quién soy? Pista: Soy la elfa más atractiva, divertida y genial del universo, y tienes la suerte de que es tu amiga y que se traga cualquier marrón para ir a buscarte-le digo cerca de la oreja, con una sonrisa divertida-. Vengo a buscarte, mi tío está preocupado.
Cassandra pegó un respingo que casi se muere del susto. Tras escuchar tu voz, bajando sensiblemente los hombros y respirando por la boca, refunfuñó un poco por lo bajo de forma suave.
— Suerte cuando no me mata apareciendo por la espalda— apuntilló la humana, en voz baja por respeto a la demostración de magia—. Siempre haces lo mismo— aunque no era un reproche—. ¿Qué sucede?
Cassandra Hawklight: +1 Amistad.
Reí por lo bajo al ver cómo se asustaba, me encantaba hacerle ese tipo de bromas... era taaaaaan fácil sorprenderla que siempre me resultaba divertido. Destapé sus ojos y deslicé mis manos hasta sus hombros para estrecharlos con cariño antes de colocarme a su lado. Miré un momento la demostración de la clériga... no era para tanto, por más que lo mirase, pero Cassandra no podía apartar la mirada de ella.
Cuando me pregunta sobre lo que ocurre, me encojo de hombros.
- Tío Tanavar dice que debemos volver con los demás, mejor te explico allí... aunque tampoco tengo mucha idea sobre lo que ocurre, así que nos lo explicará mejor a las dos-le digo, tomando su brazo y tirando suavemente de ella-. Sea lo que sea, parecía importante... y no he trepado media ciudad para poder llegar a tiempo como para que ahora nos retrasemos, que la bronca me cae a mí-bromeo, guiándola hacia la salida de la sala para poder volver a nuestro campamento.
Tu amiga, ante ti, sonrió ante el afecto que procurabas a sus hombros.
— Vale— dijo con su voz de niña buena, pero resignada—. ¿Podemos llevar a Keerla con nosotros?— preguntó, ilusionada, señalando a la niña clériga—. Le dije que le enseñaría nuestros trucos si ella me dejaba ver los suyos.
La clériga, tras terminar la pequeña demostración, asintió a un maestro ataviado con un uniforme gris y el símbolo de la ciudad. Tras ello, echó sus piernecitas cuan largas eran en zancadas hacia vosotras.
— ¡Cassandra!— llamó con voz chiquitita—. ¿Esta es Oriel?
Cassandra puso cara de circunstancias.
— Eh... sí— repuso azorada—. Oriel... yo... bueno... siento desilusionarte, pero... no te puedo acompañar trepando— explicó nerviosa, aunque ambas sabíais que era una realidad—. Sé que caminar es un engorro, pero... yo soy panadera, cocinera y feriante. No... circense.
Meh. No te decía nada nuevo. Pero su redundante humildad era adorable.
Me quedé pensativa cuando dijo si podía traer a la clériga, llamada Keerla... (qué nombres más raros ponen en las ciduades). No sabía si a tío Tanavar le gustaría la idea pero... era problema de Cassandra, no mío, además, había hecho una promesa y las promesas debían cumplirse... o eso dicen.
- Está bien, está bien...-accedí asintiendo.
En cuanto se nos acercó la pequeñaja, la miré sorprendida al ver que me reconocía.
- ¡Vaya! ¿Le has hablado de mí o me he hecho famosa de la noche a la mañana?-pregunto a mi amiga dándole un suave codazo en el costado, guiñándole un ojo-. Oriel, un placer-me presenté estrechando animadamente la manita de la clériga.
Miré a mi amiga cuando me dijo que no podía trepar, no pude evitar reírme.
- ¡Eres taaaaaaaaaaaaaaaaaaaaan adorable!-le dije mientras la abrazaba como un muñeco- ¡Claro que sé que no sabes trepar! No te iba a pedir que lo hicieras, boba...-le digo con cariño, sé de sobra que las habilidades físicas de Cassandra no eran su punto fuerte. Pero hacía un pollo asado que te morías de lo rico que estaba-Vamos al método tradicional y aburrido de andar... aunque yo podría ir andando con las manos para hacerlo más interesante... aunque un poco más lento.-bromée.
- Después de vosotras...-dije dejando paso a las dos muchachas para irnos ya.
— Cassandra me habló de ti— respondió la niña elfa—. Habla mucho de ti— añadió—. Haces magia de un tipo que no conozco— terminó. Pero parecía entusiasmada por el desconocimiento, no recelosa.
Lógico, tú y tu tío seríais, probablemente, los únicos druidas presentes en la ciudad.
A tu amiga se le subieron los colores. Para ella, probablemente eras su mejor amiga. Y además de atractiva, ingeniosa, extrovertida, divertida y con buen gusto, eras acróbata y druida. ¿Qué más podías pedir?
— Genial— asintió la joven a tus palabras, aliviada—. Entonces con las manos— bromeó.
Tras unos minutos organizando la partida — preguntando una ruta para volver en lo que Keerla informaba de su marcha —, bajasteis todo el camino y todos los pisos. No obstante, cuando llegastes a la planta baja y su camino de vuelta a casa, te topaste con un nuevo obstáculo. Las puertas principales volvían a estar cerradas, pero habían instaurado un sello mágico en la puerta. Cinco magos ataviados con túnicas estaban terminando de sellarlo.
O conseguías pararlos, algo poco probable, o buscabas otra forma de salir de ahí...
La pregunta era, ¿porqué se sellaba la puerta?
— Mi nombre es Zaknafein Woodsoul, Capitán de la Guardia— dijo una voz.
En el centro de la sala se había alzado, a escala con el techo — de varias veces su tamaño — una recreación ilusoria de un hombre. Semitransparente, translúcida, vaga, pero una imagen mantenida por un par de magos allí presentes.
Era sencillamente imponente.
— Nuestra ciudad está siendo atacada— explicó con frialdad—. La Academia de Magus se considera un lugar seguro. Permanezcan en el interior hasta nueva orden. Todo conjurador que pertenezca a filas, que acuda a la Sala de Portales. Todo conjurador llamable a filas o voluntario, haga lo propio.
— Los Portales conectan la ciudad. Son como atajos— explicó la niña, visiblemente nerviosa y algo asustada—. Nunca... nunca nos habían atacado. Al menos, no así.
Y bajó la cabeza.
— ¿Deberíamos...— comenzó Cassandra de la misma guisa—... quedarnos o irnos?
Siempre podíais salir por una ventana en el primer piso... había mucha vegetación en los alrededores. Lo bastante como para que las chicas cayesen sin hacerse daño real. O la Sala de Portales, aunque eso requeriría tratar con elfos...
- Puedo enseñarte algún que otro truquillo, todo a su tiempo-le digo a Keerla con aires de maestra, imitando a mi tío cuando intenta enseñarme algo.
Cuando Cassandra dice que ande con las manos, me encojo de hombros y me lanzo al suelo con las manos por delante, una vez estabilizada y con los pies en alto, doy un par de pasos moviendo las manos. Es un truco sencillo, pero que siempre queda bien. Tampoco quiero dar mucho el cante, por lo que me freno rápido y vuelvo a estar con los pies en el suelo. Guiño un ojo a las dos muchacha y comienzo a andar.
Sin embargo, cuando salimos de la sala vemos como todas las puertas están cerradas y... selladas. Frunzo el ceño y miro a mi alrededor, la gente parece inquieta también al darse cuenta de ese hecho. Entonces, una imagen se proyecta en el centro, es un tipo al que no conozco, pero el resto parece que sí. No, yo no me metería con ese hombre... al menos no demasiado. Entonces, comunica que la ciudad está siendo atacada y mi mente abandona la academia para situarse donde está mi gente, mi tío. Si pretenden que me quede aquí, van listos.
Me giro a Cassandra, que me pregunta qué debemos hacer. La miro con seriedad y pongo las manos en sus hombros, mirándola directamente a los ojos.
- Cassie, quédate aquí con Keerla-le "pido", aunque parece más una orden-. Yo iré a buscar al tío Tanavar y a los demás, intentaré no tardar demasiado. Quédate con Keerla y cuidad la una de la otra, ¿vale?-miro a la clériga, a la que no conocía, pero no parecía ser mala persona... que Cassandra saliera conmigo era demasiado peligroso para ambas, pues ella no tenía mis habilidades y nos retrasaríamos. Si voy yo sola, puedo trepar, deslizarme y esconderme en cualquier rincón en caso de peligro, y mi amiga lo sabe-. Nos vemos en un rato, Cassandra-le garantizo dándole un beso en la frente antes de ir a buscar la ventana del primer piso. Los portales eran más rápidos, sí... pero no quería tratar con elfos, no estaba el horno para bollos.