Partida Rol por web

El enano no se amilana lo más mínimo ante las amenazas de de Fornax, y se mete de nuevo en el puesto de guardia, ahora tenéis libre acceso a la ciudad y podéis moveros por cualquier lugar, podéis continuar con vuestra misión o explorar un poco la zona.

Al final había optado por quedarme una de las capas élficas, dado que nunca estaba de más una ayuda cuando pretendes pasar desapercibido, luego procedimos a entrar en la ciudad e intentar vender la otra antes de ponernos a buscar ese tal Berguen.

- Podría habernos dicho a que se dedicaba en concreto...

Murmuro sin sabes por dónde empezar a buscar.

Arraman apartó rápidaemente todo recuerdo o pensamiento sobre el incidente con el enano y dedicó su portentoso cerebro a analizar y examinar la ciudad. Le gustaba llegar a nuevas localizaciones, indagar, saber de su funcionamiento, jerarquia e idiosincrasia pero en aaquella ocasion quizás no tuviera tiempo para hacer de turista.

-Creo que lo primero debería ser vender la capa. Con mi parte seguramente me pueda hacer con algun nuevo pergamino que copiar en mi libro de conjuros.

Fornax observaba aquí y allá, curioso y desconfiado. A veces era como un niño pequeño con el potencial destructor de una manada de elefantes.

El forjado estaba incómodo en aquellos lugares en los que portar armas no estaba bien visto y la conversación entre las personas parecía la forma natural de moverse. Se sentía extraño como un pez en tierra.

Decidió que sus compañeros tomasen las riendas.

Finalmente, Arraman cogió la capa que nadie quería y se encargó el mismo de venderla en el mercado. Estaba acostumbrado al parloteo y el regateo de los bazares y en parte se sintio como en casa con el proceso.

Arraman encuentra un mercader de objetos mágicos, pero el mago al hacer un crítica sobre la falta de información de lo objetos vendidos hace que la actitud del vendedor no sea la más amistosa y vende la capa por 1000 mo.

Una vez cobrado el dinero, ya sólo queda encontrar a vuestro contacto.

Arraman se marchó enojado del mercado. Sabía que su carácter cínico a veces le complicaba las transacciones económicas pero aquello era ridículo! ¡Si el tipo tenía la tienda llena de porquería, tenía que decirlo!

En fin, con el dinero en la bolsa, el mago se reunió con los demás y comenzó a preguntar en busca del tal Berguen. Sólo sabía que tenía una tienda de artículos de exploración en Nuevo Trono pero no podía ser tan difícil de encontrar.

Fornax siguió de cerca a Arraman durante todo el camino. Con el tiempo había descubierto que era aquel con el que más afinidad encontraba. El mago siempre parecía saber qué había que hacer y dónde y eso, para un tipo como Fornax, era lo más importante.

Había confiado en que la sacerdotisa negociara por la capa, pero el mago se adelantó, metiendo la pata como cada vez habría la boca, por lo que a la hora de localizar al contacto, decidí ir por mi cuenta en busca de información. A malas siempre podría aludir que no les conocía si acababan en la prisión por meterse en algún lío.

Encontrar la tienda de Berguen en Nuevo Trono no os lleva mucho tiempo, no hay mucha oferta comercial en tiendas de exploración, de las paredes cuelgan cuerdas, discos solares, picos y un montón de objetos para acampar y supervivencia.

- Bienvenidos señores, no me suenan vuestros rostros, asi que seguro que sois nuevos, que puede ofreceros este viejo comerciante?- os habla un humano de unos sesenta años, canoso y nervudo.

Arraman empezaba a enfadarse con la clérigo, que se supone era la voz cantante pero no abria la boca.

-Salud. Buscamos a Bergen. ¿Sois vos? 

Después, en caso de que asienta, le paso una nota escrita que dice

Nos envia Arlan Ir'lon, agente de la ciudadela. Servimos al conde Duran ir' Bakker en el ejército de Breland. Debemos encontrar a Verden.

Fornax se entretenía mirando diferentes objetos aquí y allá con aparente desinterés. En realidad, los forjados como él tenían poco interés por todo lo que no fuera armamento.

No toques nada- le recomendó la ya familiar voz de su docente.

- Grmrmm- grñó el constructo enfadado por la regañina.

No obstante, con un giro inesperado por el aviso, golpeó con el mango de su hacha que pendía del arnés un viejo jarrón de considerables proporciones que se bamboleó peligrosamente de un lado a otro, para pánico del forjado que se quedó tieso, incapaz de reaccionar, hasta que finalmente el objeto terminó quedándose quieto con un interminable repiqueteo.

- Perdón- se excusó.

- Efectivamente soy Bergen, estáis en el lugar adecuado - coge la nota y al leerla mira de soslayo a los laterales, al no haber nadie os habla con naturalidad.

- Hace tiempo que no venía nadie de la madre patria, espero que todo vaya bien por allí, este sitio no esta mal pero no es precisamente la cuna de la civilización - su expresión se torna más seria y se acerca a vosotros - no ha llegado nadie llamado Verden, pero hace algo más de una semana llegó a puerto un barco de recreo bastante vistoso, lo raro es que su dueño lo mal vendió al poco de pisar tierra, parece que tenía prisa por librarse de el, incluso el nombre había sido borrado, algo raro en un barco tan bello. No puedo deciros exactamente donde se ha metido el noble huidizo, pero aunque la venta del barco haya sido mala, tenía mucho oro, contrató a una cuadrilla e incluso guías lagarto y se adentró en la jungla.

- En la ciudad hay varios gremios de exploradores que os pueden ayudar para ir a la jungla, pero negociad duro u os sacaran mucho dinero por sus servicios, aparte aquí podéis equiparos con lo que necesitéis.

La jungla- pensó Fornax.

El forjado nunca había pisado la jungla. Había oído historias, claro. Se decía que en algunos puntos la vegetación era tan densa que era difícil incluso avanzar un solo paso, también que la muerte acechaba en cada esquina en bestias desconocidas y letales. Otros decían que podías encontrar enormes monstruos de decenas de metros de altura capaz de comerse a un hombre entero con la complicación de quien se zampa un garbanzo seco.

Fornax sabía por experiencias anteriores que el miedo solía hablar por el corazón de los cobardes y que la mayoría de los relatos no eran más que exageraciones creadas en un cerebro acobardado. No obstante, también sabía que, bajo todo aquellas historias, siempre había un poso de verdad. El peligro, exagerado o no, era absolutamente real.

El mago se llevó la palma de la mano a la cara.

¿Jungla? ¿En serio? Maldición. Yo soy un mago de ciudad... odio el barro. ¡Y los mosquitos!¡Odio los mosquitos! Ese maldito traidor! ¿No podía haberse escondido en un prostíbulo, como cualquier fugitivo decente?

En cuanto Bergen mencionó el tema del equipo, sin embargo, mostró más entusiasmo.

-Eso es otra cosa. Me viene de maravilla porque me estaba quedando sin manteca ni otros materiales de conjuro. ¿Que tienes? *

-Bueno, mejor hablar con el explorador primero para que nos recomiende lo que debemos comprar. Hay veces que es mejor fiarse de un paleto de campo que de un erudito de ciudad como yo.

Bergen, ¿Nos indicais donde podemos hablar con uno?

- Hay dos gremios importantes en la ciudad, los hacedores de senderos, formado por antiguos mercenarios son los que más tiempo llevan aunque se preocupan más de llegar a los sitios rápido que de la seguridad del personal. Luego están los buscadores del horizonte gente que mantienen las tradiciones druídicas, con ellos el avance será más lento pero menos arriesgado.

Mercenarios- pensó el forjado- ahora empezaban a hablar su idioma. A Fornax no le gustaban especialmente aquellos que vendían su lealtad al mejor postor pero había conocido a los suficientes mercenarios como para saber que esa era una absurda simplificación. Realmente los mercenarios defendían una causa por dinero, pero eso no quería decir que no eligieran muy bien dichas causas. Había de todo, claro, como en cualquier gremio, pero la fama exageraba mucho la realidad.