Dos días después, el grupo se presentó en el despacho del profesor Billings. El centro de astronomía de la Universidad de Miskatonic parecía tan abandonado como siempre (salvo la vez que se reunieron los voluntarios de la expedición).
Mientras esperaban que el profesor los atendiera tuvieron tiempo para escuchar rumores, el resto de los grupos había vuelto sin nada en las manos y la noticia de que un grupo había encontrado una piedra se había esparcido como combustible por la universidad, de todas formas nadie sabía que habían vivido para encontrar esa piedra y quizás era mejor no saberlo.
Billings los recibió muy contento, incluso los invitó con un té a su última reunión, el hombre estaba fascinado con su descubrimiento y cuando lo tuvo en sus manos no pudo controlar su alegría.
Señores, esto es increíble y probablemente sea la única oportunidad que tengamos de conocer si hay vida en otros planetas o en algun lado del universo...
El hombre acerca la cara a la piedra y pierde un poco su emoción.
Esta muestra está manchada con sangre, si la sangre toca el centro del meteoro podría estropear cualquier información que contenga, de todas formas no lo sabremos hasta que lo investigue más a fondo.
El hombre los mira orgulloso.
De todas formas solo con tener la piedra es un logro científico y por eso hay que felicitarlos, muy buen trabajo.
Asentí a Billings.
Lo que habíamos sufrido por culpa de ese pedazo de roca no lo sabría nadie. Por lo menos si queríamos permanecer sin conocer las interioridades de un psiquiátrico, las cuales me constan que no son mejores que las de una cárcel, máxime con la clase de prácticas médicas que se llevan allí a cabo.
Tenía la boca seca, y el té no me saciaba.
- La ocasión merecería un brindis, profesor. - Le insinué con toda la intención del mundo, pues un trago de wisky, después de todo lo sucedido, sería una buena recompensa para mí.