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Quinta aventura de las Cronicas de Morcar

Una vez habian entregado el diario y cobrada la recompensa. El Rey les invito a abandonar el castillo. No tenia animos para soportar visitas, por mas que estas, estuvieran al servicio del reino.

Asi pues, Mentor, les otorgo unos dias de descanso, que aprovecharon bien. Cada uno como mejor supo.

Al octavo dia, despues del permiso, fueron llamados por Mentor. Acudieron a su templo y este les hablo.

- El dia temido ha llegado. Los titeres de Morcar empiezan a bailar a su son. Las huestes del Caos descienden del norte. Vuestro momento ha llegado y en esta ocasion, no viajareis conmigo.
 Mi lugar esta aqui, protegiendo al reino, frenando el avance del terror que se nos echa encima. Viajar, partir de inmediato al norte. Encontrar la fortaleza de Morcar y darle muerte, terminando asi esta lamentable situacion.

El grupo partió con las primeras luces de la mañana. Llegaron hasta una aldea al norte, donde contrataron un guia para explorar la zona.
Este les condujo hasta una grieta, la cual se decia que era el paso para llegar al rieno de Morcar. Desconfiados, pero sin alternativa, se adentraron en ella y una vez dentro, el guia, conjuro un viento que apago las antorchas y se perdio en la profundidad de los tuneles mientras la grieta se cerraba tras ellos. Solo el eco de su malevola risa les aviso de que habian caido en una trampa.

La risa del guía se desvaneció en la oscuridad mientras los heroes se afanaban en encender de nuevo las antorchas. Una vez lo consiguieron, vieron que se encontraban en una habitación aparentemente vacía, salvo por tres puertas en las distintas paredes.

Ungrim miró a su alrededor para asegurarse de que todos sus compañeros se encontraban bien, y al ver que no estaban heridos, decidió que era hora de ponerse en movimiento.

- Bien, no sabemos donde estamos ni que clase de peligros nos esperan. Sugiero que nos separemos en tres parejas y exploremos al otro lado de estas puertas en busca de una salida. Si alguien se encuentra en problemas que grite y los demas iremos a ayudar.

Yo voy a empezar por la puerta norte. ¿Quien se viene conmigo?

Conociendo a sus compañeros, no dudaba en que alguno se presentaria voluntario para seguirle, así que con decisión abrió la puerta y entró en la sala al otro lado.

Arramus se adelantó de la línea que formaban sus compañeros. Había estado entrenando muy duro después de su encuentro con los guerreros del caos y sabía que sus capacidades ofensivas habían mejorado notablemente. Tras preparar sus conjuros habituales, se unió al enano.

¿Tu y yo otra vez, Ungrim? Hacemos un buen equipo.

Ahora ya va en serio. El encargo de entrar en la fortaleza del propio Morcar y acabar con él es toda una prueba de fuego para el grupo, y no puedo evitar sentirme un poco nervioso. Y más aún cuando, a las primeras de cambio, ya hemos caído en una trampa.

- Yo en cambio, no dividiría el grupo; es bien seguro que la fortaleza de Morcar estará abarrotada de sus servidores, y el separarnos sólo nos hace más débiles.

Ya he expresado mi opinión, pero no insisto más, no vayan a pensar que tengo miedo. Que lo tengo. Así que me quedo esperando la reacción de los demás, antes de decidirme por qué puerta salir.

Tras cerrarse la grieta tras nosotros el primer instinto es echar mano de mis armas y conjurar sobre mi persona el piel de piedra.

Con las armas en la mano y fortalecido por mi magia  al ver que los compañeros comienzan a dividirse digo:

Dividiéndonos cubrimos más espacio pero deberíamos formar dos grupos , dividirnos mas sería dispersar demasiado nuestras fuerzas.

 Y acto seguido me voy tras el matador.

 Cuando llego detrás de el digo susurrando:

 Estoy contigo.

Tras el engaño del guía no me siento nada cómodo hemos sido un poco ingenuos y nos prodría haber pasado algo, pero no es momento de lamertarse, está misión es la verdaderamente importante, la fortaleza de Morcar, quien nos lo iba a decir hace unas misiones.

Con mi nueva espada me veo capacitado para acabar con cualquier criatura y a pesar de la trampa mi ánimo está por las nubes. He entrenado muy duro para dominar mi espada y mejorar mi defensa, así que estaré bien, no tengo de que preocuparme.

Mis compañeros comienzan a trazar la estrategia a seguir. Yo también creo que ir en dos grupos es lo mejor. Como ellos ya van por la puerta norte yo voy a ir por esta otra. Digo señalando a la puerta que tengo a mi lado. Venid los que querais. Dicho esto atravieso la puerta y comienzo a investigar.

Durgin aún estaba pensando en su última compra-venda cuando se dio cuenta del engaño.

- Por las barbas de Grumnir!

Ante la premura con que sus compañeros tomaron una de las puertas, el enano decidió que lo mejor era explorar todas las posibilidades iniciales así que se dirigió a una nueva puerta y la abrió con contundencia.

El grupo, habia decidio explorar todas las salas, para salir cuanto antes de alli. Pronto se dieron cuenta de que era un error.
El guia no los habia abandonado al azar en cualquier sitio. Los habia conducido a una emboscada y ellos habian caido en la trampa.
Los tres cazadores, se habian topado con dos fimirs y un orco armado con espada y ballesta. - Estos orcos son mas astutos que contra los que hemos luchado - pensó alguno de ellos.
La sorpresa de Durgin, fue digna de un cuadro, cuando al entrar se encontro enfrenta un orco que le estaba esperando y dos pequeños goblins, armados con arcos, preparando sus flechas para liquidar al Enano.
Agamenon, no fue mucho mas afortunado, aunque el pensó que si nada mas entrar. Vio al Goblin y se lanzo rapidamente a por el, para evitar que diera alguna alarma. Pero el pequeño adversario, dejo caer su arco, saco una pequeña daga y se rió cuando a su defensa, asomo la cabeza un Fimir trabandolo en combate. Solo cuando esquivo el primer hachazo del Fimir, se percato de que en la otra punta de la sala, uno de esos escurridizos pieles verdes, le estaba apuntando con su pequeño arco.

Los monstruos apreciendo gruñendo y rugiendo.

-¿Pensasteis que nos cagaríamos en los pantalones? Bueno, los mios son de cota de mallas.

Y dicho esto, Arramus golpea con la punta del escudo en el estomago del fimir y, a continuacion, descarga dos golpes seguidos con cu martillo en la nuca de la bestia, que cae muerta al instante.

Si los monstruos creian que por rodearlos iban a salir mejor parados, estaban en un gran error. El matador se lanzó rugiendo contra su enemigo, que, a pesar de parar los primeros golpes del enano, no tardó en caer al suelo entre un charco de sangre tras perder un brazo frente a la afilada hacha del enano.

- ¡La verdad es que estaba empezando a echar un poco de menos la accion!

Me desplazo hasta un ángulo muerto de la visión del orco para atacarle pero la precipitación del movimiento y el peso de mi nueva arma, hacen que falle estrepitosamente mi ataque , junto a un esquiva perfecta por parte de mi oponete.

Al entrar me parece ver una situación bastante sencilla de resolver, pero en un abrir y cerrar de ojos me doy cuenta de que no es así, que tengo tres enemigos con lo que acabar. Pero no me importa, quiero probar mi nueva espada y comprobar que soy capaz de hacer con ella, aunque un poco de ayuda quizás no me viniera mal.

Ataco con todas mis fuerzas al Fimir. Si acabo con él aunque queden dos enemigos, sólo son goblins. Mis ataque van bien dirigidos, pero él es bastante diestro para parar mi nueva espada, aunque no es capaz de parar el otro golpe.

Decidido a acabar con esto lo antes posible, el enano se parapetó de los arqueros goblin con el funesto orco. Al fin y al cabo temía más un ataque orco que la puntería de esos pielesverdes bajitos.

Sin embargo la sorpresa del enano fue compartida con el orco, que no tuvo tiempo de defenderse de la velocidad (?) de movimientos del nuevo martillo de Durgin.

Parece que al final no han hecho ni caso, y cada uno va por su lado. Debo elegir entre la puerta este y la puerta oeste y, tras una profunda y meditada reflexión, elijo ésta última.

Desde un rincón de la nueva sala, concentro la energía en mis manos y lanzo un hechizo que envuelve en llamas al Fimir, acabando con la poca vida que le quedaba.

La emboscada habia sido demasiado debil. La mala planificacion de un grupo de Fimirs, sin nadie que los guiara, habia resultado un fracaso. Todos los golpes fallidos. Toda espectativa, perdida...

Arramus asiente complacido ante el despliegue de su grupo. Han actuado como un tsunami de acero, salvaje e imparable. A continuacion registra los cuerpos caidos.

Buen comienzo, ¿eh?

Sorprendido por el vendaval de acero que hemos desencadenado  y su efectividad  al quedar limpia la habitación me pongo buscar puertas secretas.

Con el fimir tocado solo me quedaba esquivar ataques y aprovechar mi oportunidad para rematarlo, pero de repente una llamarada de fuego me sorprende y envuelve en llamas al fimir acabando con su vida. Está claro que ha sido Jandrus. Pienso sin girarme a comprobarlo.

Sin pensarlo ni un segundo aprovecho la confusión para intentar acabar con el goblin que tengo al lado. Ataco antes de que pueda responder rebanando su pequeña cabeza con mi espada larga.

Al acabar con el goblin me giro mientras agradezco a Jandrus su ayuda con el fimir. Gracias Jandrus, lo apuntaré en la lista de cosas que te debo. Rápidamente me lanzo contra el otro goblin.