Partida Rol por web

Berenice se rascó la cabeza, confundida. Estaban pasando demasiadas cosas a la vez y ellos solo eran  un grupo de aventureros. No podían avanzar en una misión y que los problemas fuesen brotando como setas después de la lluvia, no podrian con todo a la vez. Se frotó la barbilla pensativa, mientras sus alas se descolgaban un poco las plumas rozaban el suelo.

-Uhm... ¿Y quién querría hacer algo así?

¿Y si eso tenía que ver con los drows que estaban robando objetos mágicos?

-Pero... ¿mago cualquiera o mago que sabe hacer objetos mágicos? Porque creo que no todos son capaces, ¿no? Aunque, bueno, supongo que a vosotros eso os da igual. ¿Qué fue del gato?

Sacó su libro y empezó a anotar en él la información nueva. Eso de la magia a ella no se le daba muy bien, de modo que confiaba en que Rya entendiera lo que estaba pasando.

Ensayó una sonrisa de dientes colmilludos en dirección a Galatea.

—La magia de los elfos¹ es impresionante... hasta que os llegan doce orcos por la noche y os sujetan y os amordazan antes de que podáis lanzar vuestras magias.

Se encogió de hombros en dirección a Berenice.

—"Cualquier mago" —repitió—. "Cuánto más poderoso, mejor." No nos dijeron nada más que eso. Del gato no sé lo que fue.

1: Los orcos suelen referirse con ese término a la magia arcana, la esgrima quien la esgrima.

—Está vivo —contestó Pinna con apenas un hilo de voz, frotándose los brazos como si tuviera frío—, y muy enfadado.

—Claro...

Galatea era de la opinión de que si esa docena no explotaba nada más intentar tocar alguna cerradura en la casa de un mago poderoso, podría terminar siendo atacada hasta por el mobiliario. Pero aquel tema era lo más irrelevante en todo lo que había dicho el orco de modo que no le dio más importancia.

—Otra cosa más que añadir a la lista de problemas... —suspiró al ver anotar a Berenice—. Y confieso que no me extrañará si cuando terminemos con el asunto de Velarburgo se han añadido otras tres o cuatro más. 

Era agobiante pero no tenían otra que ir resolviendo los problemas de uno en uno. Si trataban de abarcar demasiado no lograrían nada salvo perder valiosos días yendo de un lado a otro. Aunque resultaba preocupante la tendencia creciente de aparición de sucesos conflictivos en el valle, era como si alguien hubiese dejado abierta la caja de los deseos de Beshaba o algún disparate así.

—Bueno, esta vez tiene razones para estar enfadado—comentó dándole unas palmaditas a Pinna—. Cuando quieras indica por dónde y vamos a por él ¿Tienes dónde quedarte esta noche? ¿La posada?

Probablemente también le interesaría ver cómo había quedado su tienda y qué podía recuperar de ella. Pero no quería atosigarla recordándoselo. Miró a sus compañeros.

—Y por cierto, ¿os parece si dejamos a lo que ha quedado de estos tipos en manos de los Jinetes Grises? Después de lo sucedido creo que estarán interesados.

Sí, respondió a Galatea. Dudaba que Roble Muerto tuviese dependencias adecuadas para prisioneros, y el jinete gris, tras la muerte de su compañero, debía estar solo, pero no podían ocuparse ellos de los prisioneros cuando se les apilaban los problemas.

Rya volvía a experimentar la angustia que la había atenazado cuando, unas horas antes, el conjuro se había disuelto en sus manos. Morann era una maga de cierto poder, y aunque era bien capaz de defenderse, no era una aventurera acostumbrada a jugarse la vida.

Se dijo que sería demasiada casualidad que dos grupos atacaran la misma noche, pero justamente, esa noche Morann estaba sola, y la marcha de Rya a lomos de Sésperis, junto con los Escudos, no había sido discreta.

¿Cuántos más trabajan para esa mujer? preguntó. ¿A qué otros magos planeabais capturar?

Rya se masticó el labio inferior, incapaz de mantener a raya la preocupación.

¿Había alguien más con la mujer? Era evidente que, quienquiera que fuese, no actuaba sola, pero si el orco sabía a cuántos se iban a enfrentar, mucho mejor.

La sacerdotisa miró al drow, que no había comentado nada hasta ahora.

-¿Habías visto algo como esto antes? -preguntó casi con un suspiro-. ¿Por qué querrían secuestrar magos poderosos? ¿Por los mismos motivos por los que otros hacen acopio de objetos mágicos? Son muchos problemas para resolverlos todos a la vez, supongo que no podemos investigar lo de esa mujer y los secuestros, y comprobar si han capturado a alguien más...

Berenice se sentía un poco alicaída, habían resuelto el problema de Pinna y la habían salvado de los orcos, pero ahora se abría un problema nuevo que se superponía al que ya tenían. No podían resolverlos todos y eso le provocaba la misma ansiedad que los sueños en los que nada podía hacer.

-Vayamos a buscar a Misifú antes de que arañe a alguien.

—No sé si contrató a más mercenarios —le contestó el orco a Rya—. Cuando habló con nosotros éramos los únicos que estaban allí, aparte de sus guardaespaldas. Dos humanos, con armadura. Hemos oído hablar de otra maga en Velarburgo, Lariya la Bruja. Pero este pueblo era más pequeño y era más fácil sacar a la maga de aquí.

—Eu... no. La verdad es que no. Estoy tan perdido como tú, angelito. Lo primero que me ha venido a la mente es que sean esclavistas buscando a gente con poderes especiales, pero... —dejó la frase en el aire y se encogió de hombros, consciente de que era una conjetura inventada.

—No os preocupéis por Misifú, acabará apareciendo. Pero yo... —dijo, mirando al suelo. Lanzó un hondo suspiro—. Me siento como una auténtica pedigüeña con vosotros. ¡De verdad, yo no soy así! Pero... ¿podría quedarme con vosotros a pasar la noche? No sé si voy a poder pegar ojo si me quedo sola. Tengo muchísimo miedo.

Escuchasteis en la lejanía el retumbar de los cascos de un caballo. El Jinete Gris había conseguido llegar, por fin, a vuestra posición.

—Cualquiera con un poquito de empatía puede entenderte, no te atosigues—dijo Galatea restándole importancia a lo de que pareciese una pedigüeña—. Y en cuanto a quedarte a pasar la noche, a mí al menos no me molesta.

Lo cierto es que de por sí no le gustaba mucho tener que pasar la noche en una posada, no era como el Círculo, siempre se le hacía algo claustrofóbico y más aún si las habitaciones no eran de una sola persona. Pero a eso nada podía hacerle.

—Lariya la Bruja... —se rascó la barbilla pensativamente mientras veía al jinete acercarse en la lejanía—. Ah, sí. Es la dueña de la herboristería de Velarburgo. Aunque no la conozco; nunca he necesitado entrar a su tienda. ¿Creéis que deberíamos avisarla de que tome alguna medida de precaución cuando lleguemos o será asustarla demasiado?

La guardia local era la otra opción a avisar, aunque también debían estar a manos llenas con el asunto de los ataques desde el bosque.

-Vaya -contestó Berenice a Savinian. Estaban en un punto muerto, como quien dice. Sus únicas opciones eran continuar con la mision y esperar a que no pasara nada malo-. Dejaremos aviso de lo que está pasando, para que se puedan proteger. Es importante avisarles de que van a por ellos, así que sí, creo que es mejor prevenir y decirle a Lariya que puede ser un objetivo. Aunque... creo que Lariya no es una maga arcana como Pinna, sino una druida como tú, pero sin contacto con los círculos. Y a lo mejor es un objetivo equivocado. Oh, qué desastre -exclamó frustrada alzando los brazos al cielo.

-¡Pues claro que no es ninguna molestia! -le dijo a la maga-. Puedes quedarte con nosotros el tiempo que quieras. -Se acercó a la muchacha para cogerla por el brazo, ni siquiera esperó a que los demás dijeran sí o no-. No te preocupes, estarás a salvo con nosotros, volveremos a tu tienda y te ayudaremos.

Berenice ya estaba contando las monedas que podía ofrecerle para invertir en su tienda cuando el Jinete Gris se acercó galopando por el horizonte.

-¡Buenas noches! Tienes trabajo por aquí, están secuestrando magos por la zona y llevándolos a las afueras de Lanfroe, a un molino.

Nadie te hará daño, aseguró a Pinna.

Esa noche, al menos. Partirían temprano hacia Velarburgo, y Pinna tendría que tomar una decisión que probablemente afectaría al resto de su vida. Tal vez, lo más seguro sería que fuera a la capital a refugiarse en el templo hasta que esa mujer fuera aprehendida. Pero si lo hacía, Rya dudaba que fuera capaz de volver a juntar las fuerzas necesarias para empezar de nuevo.

A Lariya y a todos los demás. Hay que avisar al templo, dijo a sus compañeros. Creo que Sésperis puede llevar una carta a Morann, descansar unas horas y estar de vuelta con nosotros antes de que acabe la próxima jornada. Mientras hablaba, miraba a su compañera dragonnel, pidiéndole en silencio que confirmara si era capaz de hacerlo. Morann misma podrá informar a Llewan, y que desde la Casa adviertan al resto de magos del Valle y las proximidades con discreción.

El jinete solitario alcanzó el campo de batalla. No le faltaba valor al hombre, que los había seguido sin tener la seguridad de que los orcos no habrían acabado con todos ellos.

Algunos han huido, pero no creo que estén en condiciones de volver, le dijo.

—¡Buf! Gracias. Por todo. Habéis salvado mi negocio, mi casa y mi vida —dijo la maga visiblemente emocionada—. No sé cómo os voy a agradecer todo lo que habéis hecho por mí, pero por Mystra que voy a intentarlo.

—Deja que yo me ocupe de eso, Rya —dijo Savinian, sacando una hoja de pergamino en blanco de su morral encantado. Se apoyó en las espaldas de la paladina para escribir una carta a Morann a sabiendas de lo poco que le gustaban a la paladina las letras—. Sésperis estará cansada después de haber viajado durante todo el día. En cambio Oswald ha dormido todo el viaje y ahora está despierto y descansado. Deja que sea él quien le lleve la carta a Morann.

—He llegado en cuanto he podido, pero ya veo que lo tenéis todo bajo control —dijo el Jinete Gris, sorprendido—. No os preocupéis, aventurero. Ya me ocupo yo de todo. Gracias, Roble Muerto está en deuda con vosotros.

Escríbele que se vaya al templo, o con mi familia, dijo Rya, que estaba demasiado preocupada como para molestarse por que Savinian estuviese usando su espalda como escritorio. Que no se quede sola.

El corazón le pedía subirse a la grupa de Sésperis y volar hasta Harrowdale Town a toda velocidad, pero no era seguro que Morann estuviese en peligro, y ella tenía los medios para defenderse, a diferencia de los aldeanos de Velarburgo, que se enfrentaban a una amenaza muy real.