Nuestros protagonistas se reúnen en la dársena del puerto de Nueva York a primera hora de la mañana, apenas dos horas después, el barco (un buque de línea, el barco más rápido posible que hace el trayecto Nueva York- Glasgow) zarpa rumbo a Glasgow.
El viaje que dura algo más de séis días discurre bastante tranquilo, los billetes pagados por el señor Hancock resultan ser en primera clase y el grupo viaja con todas las comodidades posibles: comida y bebida, buen servicio, buen tiempo y bellas muchachas a bordo...
Tras séis días de viaje el barco entra en el puerto de Glasgow, el barco ha sido extremadamente rápido y el tiempo ha acompañado bastante, todo sea dicho.
Después del amarre los pasajeros descienden tranquilamente mientras los negros descargan el equipaje. Esperáis tranquilamente tomando un café hasta que os descargan el equipaje, cuando ya está en tierra, os acercáis a hacer la cola de la aduana.
Cuando os llega el turno, tres policías registran vuestro equipaje y a vosotros mismos. Encontrando todas las armas, el sargento de la policía escocesa, sorprendido se dirige a vosotros.
- Caballeros, está prohibido introducir armas en todo Reino Unido, como son yankees, no les multaremos ni les abriremos expediente de expulsión. Pero deben dejar las armas aquí mismo en el puerto hasta su vuelta.
- ¡Oh! Claro, agente, faltaría más - "Voy a matar a ese Henry, menos mal que iba a ocuparse de esto".- Verá, resulta que soy investigador privado, he sido contratado para buscar a una persona en Escocia y, ya sabe, este es mi herramienta de trabajo - le mostré el revólver.- Se sorprendería de la cantidad de veces que una simple investigación acaba en un tiroteo, si no fuera por mi arma seguramente estaría muerto... entiendo su preocupación y, desafortunadamente no tengo ningún tipo de acreditación que corrobore que soy investigador privado y actualmente no estoy vinculado con la policía de los Estados Unidos, aunque trabajamos juntos ocasionalmente... Quizás pueda hacer algunas llamadas y comprobarlo.
El viaje por fín había terminado y la espantosa resaca del primer día de navegación quedaba ya lejos. Aunque pudiese parecer increible, durante el viaje, el despistado de henry no había tenido tiempo de explicar a Lew y a David como iba el asunto de las armas. Henry se llevó la mano a la cara con expresión exasperada cuando oyó hablar a Lew y se dirigió tranquilamente al policia pasando frente al detective mientras le lanzaba una mirada que trataba de decir "dejalo"
-Tenga mi pistola, señor agente. Espero que haya tenido un buen día ¿El resto en orden? Podre recogerla a la vuelta ¿no?
- Creo que no lo entiende señor investigador, la policía de su país no tiene ninguna jurisdicción aquí*, así que aunque fuese usted un policía yankee tendría que entregarme la pistola. Y eso va por todos- dice esperando a que los demás le entreguen sus armas.
- Gracias caballero -dice recogiendo el arma de Henry -por supuesto que le será devuelta, firme el impreso que está en aquella ventanilla -señala una garita bastante rústica con una ventanilla a vuestra izquierda -y recuperarán sus armas cuando se vayan. Y hagan el favor de darse prisa que están retrasando la cola- en efecto, había un par de docenas de personas que se impacientaban a vuestra espalda.
- Vale, vale... tampoco hay que ponerse así - dije dejando el revólver a regañadientes, mal empezábamos.- No se preocupe que no voy a retrasar más la cola...
David meneó la cabeza mientras pasaba por el control. Menudos macarras de pacotilla estaban hechos y nada mas llegar ya habían llamado la atención. Necesitaban ser discretos todo el tiempo posible y esperó que aquella escena no se repitiera mas veces. Y que a poder ser el bocazas tuviera un plan para lograr conseguir armas en escocia.
Jim sonrie al policia mientras es registrado, y aún más cuando no le encuentran nada.- ¿Puedo pasar agente?, por cierto, ¿sería tan amable de indicarme donde podemos conseguir un auto?- Espera pacientemente pasa el control esperando al otro lado al resto de sus compañeros.
Milo no pudo evitar recordar su flamante escopeta guardada en el maletero de su flamante coche en el aparcamiento del puerto de Nueva York... literalmente a miles de kilómetros de él. A decir verdad nunca llegó a creer que en Escocia fuesen tan picajosos con el tema de las armas... en Estados Unidos era algo tan habitual que costaba imaginar la vida sin el peso de un revolver bajo el abrigo. De cualquier modo decidió no entorpecer el transcurso de los acontecimientos y le entregó la pistola al agente de aduanas sin mediar palabra.
En realidad era Henry quien llevaba la voz cantante y, a pesar de que cada vez que abría su enorme y fea bocaza daban ganas de hacerle saltar todos los dientes, no lo hacía nada mal. A fin de cuentas estaban todos allí, tenían acreditación para rearmarse en Escocia y, además, habían conseguido convencer a aquellos dos tipos tan raros que les acompañaban. De haber sido al revés, Milo no se hubiera dejado convencer. Al carajo...
Cuando estáis ya pasando el control en dirección a la salida el policía dice a voz en grito a modo de despedida
- ¿ME HAS VISTO CON CARA DE TAXISTA MUCHACHO? ¡ FUERA DE AQUÍ YA! - era cierto lo que se decía de la rudeza de los escoceses.
Si todos eran así, os partirían la cara varias veces antes de iros. Estos escoceses y sus cosas... ¡Y eso que el policía estaba aparentemente sobrio!
Escena cerrada.