El ruego de Daphné pareció surtir efecto en la muchedumbre, y el griterío inicial bajó de volumen hasta que se convirtió en un murmullo nervioso, que envolvía el corazón de la aldea con delicadeza, casi con dulzura, a pesar de que el miedo era patente en todos los rostros.
Casi inmediatamente después de que Elouan preguntara a la anciana por la historia de la bruja, os vino a la mente una viejo cuento que os solían contar de niños, en la plaza, alrededor de una gran hoguera.
Antes de que nacierais, vosotros o vuestros padres, rondaba por estos mismos bosques una bruja malvada, que hacía tinieblas allá donde andaba y volvía locos a los hombres.
Una niña pequeña llamada Anette siempre preguntaba: "¿por qué hay tinieblas, allá en la arbolada?", y siempre le respondían: "en el fondo del bosque, siguiendo el río, es la bruja malvada".
La pequeña, después de muchos días, no podía seguir conteniendo su curiosidad, y una noche de invierno cogió su capa de piel de ciervo y se adentró en el bosque, más allá de las lindes.
Nunca más se volvió a ver a la pequeña Anette, pero todos los inviernos, la víspera de su desaparición, dicen que aún puede verse rondando la arbolada, llamando a su madre, en noche de invierno cerrada.
La historia podía significar cualquier cosa, pero os vino con fuerza a la mente en aquél momento, a pear de que hacía años que ya no se contaba a los niños de la aldea.
La anciana pareció derrumbarse levemente en los brazos de Daphné, repentinamente exhausta, agradeciendo las amables palabras de la joven, y su calidez. Pareció envejecer de golpe una década, si acaso aquéllo era aún posible en la mujer, la más longeva que se recordara de cuanto habitaban en Serézin. Antes de romper en un llanto sordo, sólo dijo, apenas susurrando:
- Es la bruja. Ha vuelto. La bruja de la arbolada...
La mujer de Jacques, el alcalde, apareció entre la muchedumbre. Había dejado a su hijo con su abuelo y se acercó rápidamente a la anciana, rodeándola con sus brazos, consolándola, mientras la gente de alrededor seguía la escena con la mirada, sin dejar de murmurar. Estaba claro que las palabras de la anciana habían afectado a todos los habitantes de la villa.
- Venga, ya ha pasado todo, Liutgarda. Venga conmigo, le prepararé una infusión caliente para que descanse. No se preocupe, ya verá como todo se arregla.
Las palabras de Éve eran cálidad y reconfortantes, quizá gracias a su dulce tono de voz. Arrastraba las palabras de forma melosa, reconfortante. Incluso aunque notabais un timbre de nerviosismo, escucharla os calmó al instante.
Tirada oculta
Motivo: F.V. (Especialidad)
Dificultad: 5
Tirada (5 dados): 6, 2, 4, 4, 2
Éxitos: 1
Ok. Juguemos ^^
Te dejo aquí la tirada oculta (porque aun sabiendo el resultado no sabré interpretarlo) y dejo en abierto una respuesta a tus post.
Me quedé cerca de los jóvenes y de la tan conocida mujer en la aldea. Ella continuaba con sus desvaríos y cuentos de viejas y mi mente se volvió a perder en aquel dibujo de aquella mujer, Lilith. Esta vez no estaba frente a mi, pero era como si esa mirada me hubiese atrapado y cautivado. No era capaz de sacármela de la cabeza, ni la imagen ni como me hizo sentir. Eso me inquietaba de sobre manera.
Escuchar la dulce voz de la esposa del alcalde me relajó un poco. Aún así mi cuerpo buscó la seguridad y protección que me daba Jean-Paul. Parecía que esa imagen no iba a dejarme tranquila ni aún estando frente a mi. ¿Qué quiere decirme mi cabeza sobre ella? pensé mientras miraba a mi alrededor, pero sin fijarme en nada ni nadie en concreto.
Cuando me encontré con la mirada de Jean-Paul mis ojos se clavaron en los suyos y permanecí unos instantes mirándolos en silencio. Que haría yo sin ti. Le susurré y apoyé mi cabeza sobre su hombro, mientras la imagen de aquella mujer, su mirada.. seguían dando vueltas en mi cabeza.
Jean Paul pareció corresponder al gesto de Justine como despertado súbitamente de un sueño largo y profundo. La miró a los ojos y cuando apoyó su cabeza sobre su hombro, la abrazó con fuerza, sin dejar de mirarla, en silencio.
¿En que pensabas? Estabas completamente ausente. Susurré a Jean-Paul cuando noté ese "despertar" sin separar mi cabeza de su hombro. Necesitaba sacarme esa imagen de la cabeza y hablar un poco quizás fuese una buena opción para ello. ¿Alguna vez viste algo así durante tu tiempo de soldado...? Ya sabes.. antes de llegar aquí... a mis brazos. Le pregunté con cierta ternura mientras le miraba a la cara desde tan cerca.
No pude evitar sonreirle a pesar de la situación que estábamos viviendo, del dolor por la muerte de los dos jóvenes. El pobre Eric, un niño atrapado en el cuerpo de un hombre. Pero mirar a Jean-Paul me hacía sonreirle de manera involuntaria.
La vieja loca parece estar demasiado trastornada como para responder, pero sólo necesito un vistazo a los ojos de Daphné para darme cuenta de que ella también lo ha entendido. Sí, a ver... no es que yo sea muy bueno con las historias, la verdad, siempre me olvido de cosas y cuento la mitad de los detalles mal. Pero algo me acuerdo, al fin y al cabo tiene que ver con mi amado Bosque.
Aunque sigo pensando en la idea de que la Bruja es Lilith. Tiene que serlo. Hasta me siento encaprichado por ese nombre "Lilith". Además, en el dibujo tenía grandes pe... pech... La erótica imagen se desvanece al escuchar a la melosa Justine. Saco la lengua con desagrado, fingiendo vomitar.
— Señor Alcalde, ¿no sería mejor hacer rondas de vigilancia con voluntarios? —pregunto, alzando mi voz sobre los demás y levantando la mano para que me vea. — Yo me ofrezco a patrullar esta noche, sea lo que sea no creo que corra más que yo.
Ah, sí, lo siento Daphné. Pero no soy de los que se quedan en casa, jaja. Por si acaso no la miro, no quiero que me asesine con la mirada.
Miró a Elouan realmente asombrada, incluso enfadada. No podía dar crédito a lo que acababa de escuchar. ¿Cómo se le ocurría preguntar algo así, en medio de todos, sin ningún cuidado?
Ahora no sólo la anciana no le daría ninguna opinión sobre el asesino ni tampoco sobre el Padre Claudio, sino que además Elouan les había puesto en evidencia. Le miró poniendo morros, haciéndole ver lo que pensaba de su deslenguada intervención, y luego forzó una leve sonrisa mientras se dirigía de nuevo a Liutgarda.
-No le haga caso... todos sabemos que no sabe leer.
Sostuvo a la pobre mujer que se desvanecía entre sus brazos. Sentía lástima por ella. El miedo debía calar en sus frágiles huesos y dudaba sobre cuánto dolor podría soportar un corazón tan longevo.
-Debería descansar -le aconsejó mientras la acompañaba caminando muy despacio hacia su casa, pero apenas tres pasos después se detuvo, tan pronto como la anciana comenzó a llorar. La arropó al escuchar esas palabras y su mente se ausentó de allí por unos instantes en los que viajó al pasado. Estaba pensativa cuando apareció Ève para hacerse cargo de la mujer. Transmitía paz con su dulce voz y consiguió calmarla también a ella.
Mientras se alejaban, volvió a pensar en lo que había dicho Liutgarda. Fue la voz de su amigo la que la devolvió al presente, y no para bien, precisamente. ¿Qué se proponía Elouan? ¿De qué servía hablar con ese cabezota? Le miró atravesándole el cogote, ya que el arquero evitó el contacto visual.
Daphné se dió media vuelta, visiblemente molesta, y siguió buscando a su familia entre los aldeanos. Si no la hallaba allí, iría en busca de ellos, comenzando por su casa.