Cruzaron el bosque de regreso a la aldea tras la muerte de Eric. En cuanto les vieron llegar, los padres de Daphné se acercaron a sus hijos interesándose por ellos. Sus rostros serios se relajaron al comprobar que se encontraban bien. Jacques aconsejaba a todo el mundo encerrarse en casa y ellos coincidían con su criterio. Daphné sin embargo no tenía prisa por retirarse e insistió a sus padres para que se adelantaran, prometiendo que no tardaría en reunirse con ellos. A pesar de no estar de acuerdo, sus padres se marcharon con los pequeños y Fabien, aún deseando saber qué voluntad retenía ahí a su hermana, pidió a Elouan que no la dejase sola y les acompañó a casa. Ella negó con la cabeza pensando que exageraba y se encogió de hombros mirando a su amigo con cara de circunstancias.
-Me gustaría saber más acerca de lo ocurrido. Encerrarnos en casa no servirá de mucho si no descubrimos la identidad del asesino -comentó cómplice a Elouan cuando su familia se hubo alejado, intentando hallar en él al compañero perfecto que le ayudase en esa empresa- por favor, cuéntame lo que sabes acerca de lo que le ha ocurrido a Eric.
El regreso a la Aldea es silencioso y tenso, nadie abre la boca más de lo necesario para advertir de alguna rama baja o una raíz que sobresale demasiado. Por más que le doy vueltas al asunto, no veo de qué manera puedo retar a Reynaud para deshacer este bochornoso empate. Al salir del bosque, le dedico un cariñoso gesto mientras acompaño a Daphné a reunirse con sus padres, la antítesis del mío.
Observo, un poco separado de escena, a Daphné hablando con sus padres para quedarse un poco más. Al menos mi padre aún no se ha ido a dormir, ya que veo la luz de la vela temblar desde aquí. Noto la mirada de Fabien clavada en mí, así que me encojo de hombros despreocupadamente sin siquiera mirarle. "Sí, sí, tranquilo, la princesita llegará sana y salva. Y a mí que me den, ¿eh?".
- ¿Eeeeh? Pero tengo sueñooo... -Protesto teatralmente. Cierto es que tengo ganas de dormir, pero también siento mucha curiosidad y tengo CLARÍSIMO que me ganaría muchos puntos delante de todo el pueblo si capturo al asesino.
Lo medito durante un momento. ¿Qué haría alguien responsable y maduro?
- Bueno, vale. Encontré a Eric detrás del altar en un charco de sangre, atado de pies y manos, casi como un cerdito, tendrías que haberlo visto, era grac... -Empiezo a burlarme, animándome hasta darme cuenta de que, joder, que no está bien reírse de un muerto. Adopto la seriedad que merece: - digo... y tenía marcas en el cuerpo, como si alguien se hubiese pasado un buen rato cortándole con el cuchillo para hacerle sufrir. También le habían arrancado los ojos...
Me cruzo de brazos, pensando en que aún no sé nada de lo que opinan los adultos. Además...
- ¿Crees que es para comérselos o algo así? Una vez escuché que había gente que se comía los ojos de la gente, porque así veían lo mismo que tú habías visto.
Miró a Elouan frunciendo el ceño, sorprendida. ¿En serio iba a poder dormir con semejante intriga pesando sobre el pueblo? Bien era sabido por todos lo dado al sueño que era, pero no pensaba dejarle ir.
Cuando empezó a describir la escena, Daphné prestó mucha atención. Era fundamental saber dónde y cómo le había encontrado. En la iglesia, atado de pies y manos... Hizo un gesto de reproche cuando le comparó con un cerdito. ¡Estaba muerto, por el amor de Dios!
Luego él continuó y Daphné comenzó casi a arrepentirse. ¡Le habían torturado, hecho sufrir por puro capricho! ¿Quién sería capaz de cometer una atrocidad semejante? ¡Era terrible! Una inesperada flojera empezó a apoderarse de ella al imaginar al pobre muchacho sufriendo todas esas horribles penurias con las que su asesino se había deleitado haciéndole más larga y cruel la agonía. Sintió un terrible escalofrío. Las piernas le flaqueaban y un incipiente mareo amenazaba con hacerle perder completamente el equilibrio.
Apoyó su mano sobre el hombro de Elouan en parte para no caerse, en parte como gesto de amistad. -¡Por Dios, Elouan! ¡Debió ser terrible! Lamento que fueses tú quien le encontrase, y de ese modo -dijo con sinceridad con expresión de preocupación.
Le miró realmente alarmada cuando le preguntó acerca de la finalidad de arrancarle los ojos. ¿Comérselos? Otro escalofrío sacudió su espalda con violencia. Prefería no pensar en esas cosas, aunque era algo que no podían obviar si querían descubrir el objetivo de tan injusta muerte.
-¡Espero que no! Aunque nada podría extrañarme después de lo que has contado. Desde luego, parece cosa de brujería. ¡Nunca había pasado algo así en Sérézin! -se lamentó. Se acercó a él y susurró en su oído- Creo que sería prudente ocultar nuestras intenciones, no hacer preguntas incómodas ni que nos delaten. Cuesta creer que alguien del pueblo pudiese hacer algo así, o que tuviera algo que ver con la muerte de Eric, pero es algo que no podemos descartar. Prométeme que tendrás cuidado! Ah, y otra cosa. Por el momento no nos fiemos de nadie, absolutamente nadie a parte de nosotros!- su corazón latía a un ritmo acelerado. Sentía una gran inquietud y responsabilidad. Si la identidad del asesino permanecía oculta, ¿qué le impediría volver a sacrificar a otra víctima? ¿Y si se trataba de algo más que de los delirios de una persona?
Decenas de ideas se agolpaban en su mente, como flashes, rápidos, cegadores, confusos. Debía calmarse en la medida de lo posible y ordenar sus ideas. Inspiró aire y substituyó las imágenes por datos. Elouan había dicho que le encontró tras el altar. Miró pensativa hacia la parroquia.
-Eric fue a la iglesia porque el Padre Claudio le pidió colaboración. No recuerdo haberle visto después. ¿Tú viste a alguien entrar o salir de la iglesia, a parte de Eric? ¿Y... recuerdas si durante la misa al aire libre, resposaba sobre el altar el Cáliz de la comunión?
Intentó hacer memoria, transportarse a ese momento. Tal vez Elouan tenía la respuesta.
-Vayamos a la iglesia, quizá encontremos algo relevante.
¿Hay que/ se puede tirar algún dado para intentar recordar si hemos visto el cáliz?
No hace falta tirada; efectivamente, durante la misa al aire libre no había cáliz.
Reacciono rápido para agarrarla cuando parece que se va a caer. ¿Cómo se puede ser tan torpe como para tropezarse estando quieta? Me sorprende su gesto compasivo de después, lamentándose por el hecho de que yo haya encontrado a Eric.
- Bueno... tampoco es para tanto... he visto cadáveres de animales en peor estado. -Sonrío, quitándole importancia. La intento animar de la manera más torpe que hay, dándole un par de palmaditas en los hombros y diciéndole: - Es peor ver un carroñero con mitad de su cuerpo dentro del cadáver, devorándolo, te lo aseguro.
Observo a Daphné pensando seriamente en el tema. Tal vez se lo está tomando demasiado a pecho, viendo cómo frunce el ceño. ¿Brujería? Aaah, realmente me gustaría ver una bruja de verdad. Estoy a punto de decirle que no se preocupe, que hay una flecha destinada al entrecejo del asesino, cuando se acerca más a mí. ¡Eh, eeh, ¿qué haces?! Ah... eso...
- Oye, ni que fuera tonto. No pensaba ir aldeano por aldeano preguntando si es el asesino... -Miento a baja voz. Mierda, ese era mi plan original. Supongo que tendré que dejarla a ella el tema de pensar, siempre se le ha dado mejor que a mí.
Apoyo mi espalda contra la pared de una casa mientras Daphné habla. Intento hacer memoria de la misa, pero entre que momentos antes estaba durmiendo y que estaba pensando en irme al Bosque en cuanto acabase, no recuerdo gran cosa. Salvo...
- Diría que el cáliz no estaba. Y si tuviese que apostar por algo, estoy seguro de que lo mataron durante la misa. Lo único que recuerdo es a Reynaud llegando tarde, de ahí que pensase que fue él... y lo sigo pensando, en realidad... Reynaud es el más fuerte del pueblo, si hay alguien capaz de algo así, es él.
Aunque, en realidad, preferiría que no fuera así. La idea de que Rey sea un asesino... me hierve la sangre.
- Vale, vamos. De todas formas, quería hablar con el Padre Claudio. -Comienzo a caminar hacia la Iglesia mientras hablo. - Por cierto, si sigues frunciendo el ceño de esa manera, te saldrán arrugas y parecerás una anciana de 40 años.
Le miró con ojos achinados. Solo a él se le ocurriría ver que lo que explicaba le causaba impresión y de forma inconsciente explicarle más detalles sobre el mismo tema, aunque fuese con animales. Suspiró. Sabía que no lo hacía con mala intención.
Algo sonrojada, se rascó la cabeza cuando Elouan pensó que le tomaba por tonto. No le tenía por tal, pero sí le creía capaz de hacer alguna pregunta que les pusiera en un compromiso. Aunque bueno, ella también podía meter la pata en cualquier momento.
Permaneció pensativa un instante. Él no había visto el cáliz, y ella tampoco. Bueno, que no estuviese allí era lo más lógico al fin y al cabo, lo que significaba que era más difícil hallar al culpable.
-Mmm... no sé Elouan. Pasó mucho tiempo desde que Eric fue a la iglesia hasta que se celebró la misa. Recuerdo que Olivie y yo fuimos a servirnos comida, después comimos y luego fui al río y más tarde llegaste tú. Allí estuvimos un buen rato, incluso te dormiste. Y no fue hasta el atardecer que comenzó la misa. Eric no es muy listo, pero no tardaría tantas horas en coger el cáliz y un puñado de velas.
Escuchó a su amigo cuando dijo que sospechaba de Reynaud.
-Lo cierto es que Reynaud estuvo bastante extraño, no sé por qué. Cuando estábamos junto al río andaba cerca. Se comportaba de un modo como... tímido, diría.
Ella también quería ver al Padre Claudio. Era especialmente con él que temía que Elouan hablase más de la cuenta. Dudó un instante pero al final le comentó lo que pensaba.
-Me cae bien el Padre Claudio, pero se me hace extraño que celebrase la misa sin el Cáliz de la comunión. Es indispensable para celebrar la misa como es debido, no se puede prescindir de él, pero aun así, empezó el oficio de todos modos. ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué no iría él mismo a buscarlo o enviaría a alguien para que lo trajese? ¿Acaso no se extrañó de que Eric tardase tanto en regresar? Al verle tan nervioso creí que le preocupaba la llegada de los soldados, pero tal vez le preocupase algo más.
Se encogió de hombros y se dirigió junto a Elouan hacia la iglesia. Le dio un codazo amistoso cuando le sugirió que no frunciera el entrecejo. El párroco estaba agachado, totalmente pálido, parecía que una losa hubiese caído sobre él. Le consideraba buena persona, pero sospechaba que sabía algo que ellos desconocían. Cuando se acercó a él pudo ver su mirada perdida, incapaz de asimilar ni aceptar lo ocurrido.
-Padre, ¿se encuentra usted bien? -se interesó al verle en ese estado.
El Padre Claudio no reaccionó inmediatamente ante vuestra presencia. A un lado, pudisteis ver a Justine, que se alejaba en dirección a la taberna. EL Clérigo tenía la mirada perdida, casi vidriosa, en su dirección. Después de unos segundos, que se os hicieron eternos, se giró lentamente hacia vosotros. Os dio de nuevo la sensación de que había envejecido de golpe al menos una década y de que, en el mejor de los casos, estaba ausente.
Por fin pareció enfocar su mirada neblinosa en vosotros y alzó las cejas, como viéndoos por primera vez, algo sorprendido, aunque no desapareció ni un ápice de su estado de abatimiento.
- Estoy bien, hija mía. Debo ir a la Iglesia. El pobre Eric... debe recibir los ritos como es debido, y santa sepultura. Sus padres no pueden verlo así ahora mismo.
Dicho lo cual, se giró, muy lentamente, en dirección a la entrada de la Iglesia, donde los hermanos Chastel seguían montando su particular guardia, tan o más turbados que le propio Padre Claudio.
El Padre Claudio estaba abatido.
-Permita que le ayudemos, Padre -dijo con tono apesadumbrado pero decidido mientras brindaba apoyo al párroco, entrelazando el brazo con el suyo, para que pudiera asentarse. Miró a Elouan esperando que haría lo mismo en el lado opuesto.
La iglesia no estaba lejos, y los hermanos Chastel aguardaban junto a ella. De haber sido muerte natural, Daphné no hubiese pretendido entrar, pero siendo a manos de un asesino, no podría dormir tranquila hasta que no fuese capturado, así que estaba dispuesta a cruzar el umbral y dar poco margen a réplica.
Me quedo mirando al Padre con expresión ausente, pensando en lo que había dicho Daphné de que era bastante raro que celebrase la misa sin el cáliz. Hmmm.... sin embargo... hmmmm... como que no puedo ver al Padre Claudio como culpable de asesinato. Quiero decir... ¡Por el amor de Dios, es el Padre Claudio! Un hombre de fé...
- Venga, Padre... -Le animo, agarrándole por el otro brazo y aupándolo para que se levante y camine. Me pienso si hacer la pregunta o callarme, pero ya que hay riesgo de que me vuelva a olvidar, pregunto sin embudos: - ¿Qué es lo que el señor Fiacre no va a tolerar más tiempo? Os escuché ayer, hablando, antes de la misa. ¿Qué es lo que usted debe terminar, Padre Claudio?
El Clérigo aceptó, agotado, el brazo que le tendía Daphné y después Elouan. Apoyándose en ambos recorristeis el corto trecho hasta la entrada de la Iglesia. Al principio, los hermanos Chastel se pusieron un poco firmes, intentando negaros la entrada al templo, pero una mirada exhausta del padre bastó para hacerlos cambiar de parecer.
El interior de la Iglesia olía a velas e incienso, mezclado con el ferroso e incumfundible hedor de lasangre y la muerte. Los hermanos Chastel habían colocado el cuerpo de Eric en una posición más digna, aunque no había tenido tiempo de taparlo debidamente*.
En medio de la oscuridad religiosa del interior, el clérigo pareció sorprenderse por las palabras de Elouan. Por un momento pareció que una chispa cruzara su mirada, pero se desvaneció un instante después.
- Me temo que tiene que ver con ese forastero, ese Lestrange. Pero no es momento ahora de hablar de eso. Venid a verme mañana, después del entierro, si aún tenéis curiosidad.
* Me ahorro poneros la descripción otra vez, que ando con la tablet y me es incómodo. Baste decir que veis el cuerpo perfectamente, con las marcas de las cuerdas y los símbolos rabados en su carne. El símbolo principal es bastante visible.
Los custodios de la iglesia irguieron sus espaldas mostrando una actitud protectora. Sin embargo, bastó una mirada del Padre Claudio, quien avanzaba apoyado en los dos jóvenes, para que los hermanos Chastel volviesen a adoptar una posición relajada y les permitiesen entrar.
En cuanto cruzó el umbral le invadió una sensación harto desagradable. El vello de punta, los nervios a flor de piel y el corazón encogido por lo que sabía les aguardaba. De inmediato, al pisar suelo sagrado, un olor metálico disfrazado de cera e incienso se hizo presente, provocando que Daphné se preguntara si estaba preparada para algo así. Vio la silueta del pobre Eric unos metros más allá, recortada en la penumbra, y por un instante se quedó inmóvil.
Escuchó las palabras de Elouan rompiendo el silencio. Le miró sorprendida, con un destello vibrante en sus ojos. ¡Que hábil había sido formulando una pregunta tan interesante!
Ahora que su amigo lo había mencionado, recordó haber visto a Fiacre y al Padre Claudio hablando con gesto severo a la sombra de los árboles, pero desconocida que Elouan hubiese sido parcialmente testigo de su conversación. ¿Algo por terminar? ¡Ah! La curiosidad le podía, pero la ató. Creyó que no era momento de insistir, no fuera a ser que el párroco les mandase a casa.
Se acercó lentamente al altar, deteniéndose a una distancia prudencial. Se tapó la boca con ambas manos, con un gesto rápido, mientras las lágrimas se desbordaban de sus ojos bañando sus mejillas. ¡No podía ser cierto! ¿Quién sería capaz de hacer algo así? No podía haber alguien tan despiadado, tan perturbado, capaz de hacer tanto daño, de ver en lo ojos de su víctima el miedo, la súplica y el dolor y continuar con esa barbaridad. ¡Sólo un monstruo! O tan siquiera. Algo peor, ¡mucho peor! Lo que sí era evidente, es que había sufrido la agonía de cien muertes en una, pues quedaba de manifiesto que había sido cruel y salvajemente torturado.
Las piernas le flaquearon. El estómago se le revolvió. No sólo era por la sangre y el hedor a muerte, y por adivinar los ojos vacíos. Todo ello le producía una fuerte impresión, incluso náuseas. Pero todavía había algo que iba más allá: un nombre. Y es que le conocían desde niño. Era terrible verle así, inmóvil, inerte y saber que ya nunca volverían a verle correr por el pueblo.
Cerró los ojos, apretándolos con fuerza, y se sentó en un banco, entrelazando sus manos mientras rezaba una silenciosa oración.
-Pobre Eric… -sollozó con un hilo de voz.
Y pobres también sus padres. ¿Acaso había algo peor que perder un hijo? No lo creía. Ambos habrían dado su vida por él, pero nada podían hacer. Sus corazones estarían por siempre heridos, desgarrados, tan sólo llenos de dolor, pero en el de Daphné, en esos momentos, crecía el odio y la ira, impulsados por la terrible injusticia cometida. Debían encontrar y detener al asesino, para que los Tavernier hallasen un pequeño remanso de paz y porque un demente así, seguramente no se detendría.
Se puso en pie y se acercó observando todo. Aunque le costaba esfuerzo mirarle, quería averiguar quién le había hecho eso al inocente muchacho y qué propósito le había conducido a Sérézin. Había varios símbolos, pero se fijó en el que estaba marcado en el pecho, que ocupaba mayor superfície y parecía hecho con más violencia. Primero vio un círculo, una línea dividiéndolo en dos mitades y media luna. Pero de haberlo dibujado, no era natural hacerlo así. El círculo no estaba en el centro, sino desplazado, la línea vertical era demasiado larga para pretender tan solo dividir el círculo y la media luna era demasiado redonda, más con forma de sandía que de melón, además su tamaño era demasiado importante. No, no le convencía. ¿Y si comenzaba por la línea como eje del dibujo? Luego el círculo inacabado...
Se estremeció al creer adivinar lo que aquello representaba. ¿Estaba hecho… en nombre del diablo?
-¿Un tridente con un círculo? -dijo con voz quebrada. Miró preocupada al Padre Claudio esperando una respuesta reveladora. Él debía conocer los símbolos marcados en la inocente piel del muchacho, y apostaba a que también el motivo que había impulsado al verdugo a realizarlos.
El párroco os miró con gesto abatido, como si las propias preguntas supusieran un enorme peso para sus viejos hombros.
- No lo sé, hija mía. Es indudable que el mal puede adoptar muchas formas, pero jamás había visto nada igual. Pobre Eric. Y pensar que fui yo quien le envió a la Iglesia... Que Dios me perdone... - os miró, casi con lágrimas en los ojos - Hijos, id. Id y descansad. Ha sido un día muy largo para todos. Seguro que Justine podrá prepararos algo para ayudaros a dormir. Yo me quedaré velando a Eric. Es lo menos que puedo hacer por su alma.
-No se atormente por eso, Padre Claudio, usted no podía saber lo que ocurriría -le consoló con un tono de voz dulce viendo que la culpa que se atribuía iba a inundar sus ojos. Volvió a girarse. El verdugo no solamente había mostrado una total falta de piedad hacia la vida de Eric, sino también de respeto hacia él. Le había marcado de una forma brutal y descuidada. ¿Sería por las prisas o sería su manera de hacer cotidiana? En todo caso, su falta de respeto todavía lo hacía más despreciable.
Todo aquello le superaba. Ojalá no hubiera pasado jamás algo así. Intentaba distanciarse, centrándose en descubrir acerca del asesino, pero era imposible para ella pensar en las marcas que le habían desgarrado con tanta agresividad al pobre chico y no pensar en la suave piel que tenía de bebé cuando estaba tan amorosamente protegido en los brazos de su madre.
Se mordió el labio y se apartó un poco, para unos instantes después, acercarse a Elouan.
-Hay tantas preguntas que se me acumulan y no hallo respuesta... -dijo algo nerviosa- Tiene los símbolos marcados por un arma afilada y luego a fuego. ¿Ésto último... cómo es posible que pudiera hacerlo aquí, en la iglesia? Desde luego no lo habría logrado calentado ningún instrumento con la frágil llama de las velas...
Miró a su amigo. Seguro que él entendía más de estas cosas.
-Es evidente que el asesino tenía planeado hacer esto pero... ¿crees que eligió la víctima de forma fortuita o que ya tenía seleccionado a Eric? O tal vez esperase al Padre Claudio y se encontró con él -susurró en voz todavía más baja, para que el párroco no lo escuchase.
-Padre, ¿qué Santo es hoy? -le preguntó unos segundos después, desde donde estaba, con un tono más elevado-. A parte de nuestra gran Celebración de la Fiesta de la Cosecha, ¿estamos en una fecha importante por algo más?
El Padre Claudio se quedó mirando un momento a Daphné, con gesto entre sorprendido y pensativo, hasta que finalmente contestó, con algo más de aplomo en su voz, como si aquél súbdito cambio de tema le ayudara, le sentara bien, alejando su mente del pobre Eric.
- Hoy es San Mateo Evangelista y Apóstol
... Patrón, entre otros, de los recaudadores de Hacienda XDDDDD
Entrar en la Iglesia siempre me pone los pelos de punta. Es algo que no puedo decir, ni siquiera a mi Padre, ya que se puede considerar pecaminoso... pero es la verdad. No puedo evitar sentirme fuera de lugar, como un cervatillo pastando en mitad de una manada de depredadores carnívoros. Ilógico, antinatural. Pues así me siento yo: como si este lugar no fuera apto para mí. O al revés: yo no soy apto para este sitio. Suspiro y sigo al Padre y a Daphné hasta el interior, observando en silencio.
Me siento un poco culpable al ver las expresiones de angustia de Daphné, ya que a pesar de sentir cierta pena hacia Eric y bastante odio hacia el asesino, mi indiferencia contrasta con los sentimientos de mi amiga. ¿Qué puedo decirle? "Daphné, a pesar de lo horrible de su asesinato, morir es ley de vida y ahora Eric está en un lugar mejor" suena frívolo. "El alma de Eric no ha muerto, sino que ha vuelto a la Tierra para crear otra vida" tampoco me parece demasiado confortante. Aaaagh.
Me rasco la cabeza, incómodo, cuando Daphné se acerca para preguntarme. ¿Cómo lo voy a saber yo? Me encojo de hombros.
- Bueno... si de verdad es un ente del Mal, tampoco es demasiado extraño pensar que su arma arda con el fuego del Infierno, ¿no? -Le digo, aunque en realidad estoy hablando conmigo mismo.
- ¿Quién querría matar a Eric? Quiero decir... ¿para qué? Hay gente mucho más apta para quitarlos del medio, como Reynaud o los Guardias. Y también gente más fácil, como niños o ancianos. Yo creo que Eric simplemente estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado...
Miro al Padre Claudio de reojo, viendo su dolor que... parece real. No creo que él sea el culpable, pero me molesta su conversación con Fiacre. Y, ¿Jean Paul? Por eso odio los extranjeros, sólo traen problemas.
Pongo una mano en el hombro de Daphné.
- Oye, quizá tenga razón y sea momento de dejarlo. Es tarde y mañana podemos... -Bostezo sin poder evitarlo. Me froto los ojos y continúo: -...mañana podemos seguir, ¿te parece? Va, te acompañaré a casa, que no quiero que Fabien me ate y me mutile como a un gorrino.
Uy, comentario inapropiado.
Bueno, en realidad Eric era en cierto modo como un niño. Un niño grande, eso sí. Con unas manos largas como una culebra de río. Algún sopapo se había llevado el pobre, pero desde luego no merecía la muerte. Y de ningún modo una muerte tan horrible y cruel como esa.
Observó debajo del altar, por si había algo llamativo, y se quedó pensativa, con la mirada perdida, hasta que notó la mano de Elouan sobre su hombro.
Suspiró. Asintió cuando él se hubo frotado los ojos. Sí, era tarde. Se preguntaba si sería capaz de dormir tras lo ocurrido, pero debía intentar descansar, ya que el siguiente sería, además de triste, un día largo y duro.
-Ay Elouan... -dijo achinando los ojos ante el desafortunado comentario de su amigo.
Antes de abandonar la iglesia se despidió del Padre Claudio con gesto amable, pensando que ese hombre posiblemente ya no levantaría cabeza después de lo que había ocurrido en su parroquia.
-Buenas noches Padre, espero que pueda usted descansar. Y no se castigue demasiado.
Después salió con su amigo en dirección a su casa, donde le aguardaba su familia.