Rasheed despidió al elfiano con un ligero asentimiento, pero ni siquiera detuvo su andar hacia el centro del poblado. Ya había comprobado que se hallaban en territorio enemigo, y cualquier gesto de camaradería estaba fuera de lugar. Nunca se estaba demasiado a cubierto del ojo avizor del enemigo.
Así, se encaminó hacia el edificio que habían visto desde la distancia, aquel que parecía el más adecuado para albergar una taberna o algo parecido. Por supuesto, era solo una conjetura. No había aromas a especias, ni risas en el aire que pudieran corroborarlo. Ese tipo de cosas hacía tiempo que habían abandonado el mundo que Rasheed conocía. De hecho, el sarcosano no esperaba otra cosa que miradas hoscas y desconfiadas, así que se sintió reconfortado por la presencia del inmenso mastodonte.
- ¿Eres de por aquí? – comentó casi al pasar, aunque aparentemente interesado en la respuesta – Estoy lejos de casa, y no podría diferenciar este poblado de los tantos que he atravesado en los últimos meses. Si levantamos demasiadas sospechas, tendremos que retirarnos al campo, y no creo que eso sea bueno. Nos vendría bien contar con alguien que conozca la zona.
Tomando en serio la advertencia, ambos resolvéis levantaros ahora que el hombre os ha dado una excusa aunque poco honesta para haber llegado juntos y salís de la taberna.
Mientras Rasheed y Abrek se acercan a la taberna y antes de llegar a su puerta ven salir a Lyrah y Erbasto juntos. Sus rostros, sobre todo el de Lyrah, parecen turbados.
Los cuatro os cruzáis un signo de inteligencia y simuláis no haberos visto para cambiar de dirección y caminar todos, aunque por separado, al punto de reunión.
Media hora más tarde os reunís de nuevo todos en la colina cercana a la aldea donde os habíais citado. Hasta ahora ninguno ha contado al grupo completo lo que ha averiguado por su cuenta en la aldea, por lo que es un buen momento que aprovecháis para poneros al día. Mientras, el sol ya ha alcanzado su cénit.
Perdonad que haya avanzado de esta manera la acción, pero ya estaba encarrilada y veía que nos atascábamos.
Estaba recostado sobre la copa de uno de los pocos arboles en la colina cuando el grupo comenzó a acercarse, se levanta con tranquilidad y se deja caer de al suelo.
-Bueno señor
Mirando a los ojos de Erbesto
-Has podido averiguar algo?
Dice mientras se frota las manos para levantar algo de temperatura
-Lo único que yo e podido averiguar es que tal vez nuestro contacto no este muerto, pero en su casa seguro que no esta
Que hora es mas o menos?
- Yo no estaría tan seguro, compañero. – intervino el sarcosano sin alzar demasiado la voz. – Vimos sangre en su cabaña, lo que significa que muy probablemente hubo una pelea allí. Eso nos da varias posibilidades. Ninguna buena.
- Pudo haber huido al descampado, o puede que esté tirado en alguna fosa común a medio enterrar. Si me preguntan, yo intentaría averiguar si hay alguna prisión en este maldito lugar. Puede que allí encontremos lo que buscamos.
Lyrah mantenía ese gesto de contrariedad y algo parecido a la culpa y la humillación que algunos le habían visto a la salida de la taberna. Los mira a todos cuando empiezan a hablar, con los ojos redondeados de quien parece esperar algo que nunca llega, aunque al hacerse el silencio, suspira.
- No está muerto – su voz imita a la de Rasheed, y su tono consigue mantenerla al margen a pesar que es quien está hablando - Se lo han llevado, hace nueve horas, un sargento orco y su compañía. Se lo han llevado hacia el norte, posiblemente para ser entregado a un legado. El sargento orco… Gruck, no, Grib, Grigg, Grigg, mató a la esposa y lo secuestró a él. Envió un mensaje a alguien a través de un cuervo invocado desde un medallón.
Una breve recorrida de su mirada entre todos sus compañeros le permite hacer una pausa, quizás necesaria para continuar hablando.
Entonces, creo que no debemos perder más tiempo -Sentencio, con mi rostro aún oculto tras el abrigo- Si se lo han llevado, tenemos que ir a buscarlo, y cuanto antes partamos, antes lo interceptaremos. Al menos, yo no veo otra opción...
Tras decir esto, me paro un momento a reflexionar. No he tenido en cuenta las últimas palabras, tal vez me haya dejado llevar por la sangre que recorre mis venas demasiado rápido- A menos, claro, que busquemos a ese alguien que recibió el mensaje... Pero es posible que eso sea más difícil de encontrar que un grupo que camina con un hombre preso... Al menos, lo es para mí.
Miro a Lyrah unos instantes. Tal vez, si ha averiguado eso, sepa quién ha recibido ese mensaje. Pero sólo tal vez. Si no es así, no tenemos tiempo que perder...
Lyrah mueve ligeramente la cabeza, ante la mirada de Abrek.
- Se supone que quien recibió el mensaje fue... no sé, creo que justamente a donde se lo están llevando... sería igual, creo, estaríamos buscando lo mismo. Bien, es que me han dicho... que lo mejor que podemos hacer es buscarlo... a Aumid y... matarlo nosotros.
Deja de hablar, como si se hubiese atrevido a pronunciar la invocación de un imponderable. Hay temor detrás de sus ojos, claramente, indecisión en todos y cada uno de los rasgos de su rostro, como si la mera idea de eso pudiese generarle un terror sobrecogedor. Baja un momento la mirada a la nieve, a sus propios pies, tratando de recordar bien lo que había escuchado, para reproducírselos a los demás.
- Bueno, de todas formas... me han dicho que las huellas deben seguir allí porque... no hay tormenta, ni se espera... que quizás lo más probable es que cojan la bifurcación del camino hacia el norte que pasa por el Yelmo de Balnida...
Mira con atención a Lyrah, mientras su pie comienza a impacientarse ante los constantes e innecesarias pausas, cuando esta al fin termina de hablar el Elfiano se apura a meter sus palabras con una notable ansiedad.
-Alguien tiene un mapa? tenemos que averiguar cual es la ciudad a la que ese camino conduce y cuanto tiempo toma llegar a ella...
Por cierto, nadie a visto alguna caballeriza en la ciudad, no? Nos moveríamos mas rápido si tuviéramos caballos
Se pone de espaldas al grupo para darle una mirada al pueblo desde la colina buscando a algo que se aparezca a un establo
El rostro del sarcosano se oscureció por unos momentos, mientras su mirada se perdía en el desolado paisaje que los rodeaba. Había previsto que tendrían problemas, siempre era así por aquellos días. Pero tenía la esperanza de que se presentarían más adelante. Diablos, ni siquiera habían llegado al poblado.
- No creo que sea buena idea exponernos tan pronto. – comentó por lo bajo, respondiendo a la propuesta del elfiano. – Los pondrá sobre aviso, y no sabemos con que recursos cuenta el enemigo. Si poseen otro de esos medallones, o más jinetes rondando por la zona, en unas horas se nos echarán encima. La sorpresa es nuestra única ventaja.
Rasheed masticó su bronca, pero rápidamente se recompuso. Su espíritu estaba demasiado acostumbrado a los fracasos como para sentirse desanimado tan pronto.
- Estamos aquí por ese tal Aumid. A eso hemos venido, y cientos de vidas dependen de que cumplamos nuestra misión. No me iré de aquí sin él. Aunque tenga que perseguirlo por toda la tundra.
- Creo que lo mejor será ponernos en marcha. 9 horas es una ventaja considerable, pero nada que una voluntad firme no pueda superar. Nos moveremos de noche, si es necesario. No descansaremos ni pararemos siquiera para comer. Hay demasiado en juego como para rendirnos antes de luchar. – el sarcosano se había puesto de pie, y caminaba de un lado a otro con vehemencia, como si buscara a sus enemigos entre la nieve para desafiarlos.
- Conozco a nuestro enemigo. No esperará un ataque tan cerca de sus fortalezas. Sus hombres son descuidados e indisciplinados por naturaleza, será cuestión de aprovechar la sorpresa y caer sobre ellos. Una compañía quizás sean demasiados para un combate, pero tal vez podamos arrebatarles su presa y huir.
Por supuesto, los caballos serían de mucha utilidad. Su cría para otro propósito que el militar o agricultura está prohibido y su monta por personal civil, prohibida; cualquiera que os viese sobre uno os identificaría de inmediato como rebeldes. En cualquier caso, no veis más cuadras que las anexas a los barracones de los trasgos, donde sólo puede haber lobos de monta que en ningún caso se dejarían cabalgar por vosotros.
Repasáis lo que sabéis de la zona y del Yelmo de Balnida. Para Erbasto es una leyenda bien conocida. Cuando hace un siglo la Sombra invadió el Norte, los hombres de Nalford se quedaron a defender su ciudad y enviaron a mujeres y niños al sur, liderados por una mujer llamada Balnida.
Este grupo fue interceptado por un batallón de orcos cerca de una protuberancia de piedra, un monte rocoso y pelado con forma de yelmo donde procuraron guarecerse. Tan buena protección ofrecía el yelmo y tanto demostraron las mujeres su pertenencia a la casta dornita que los orcos no fueron capaces de asaltar el monte y recibieron terribles pérdidas. En consecuencia, recibieron órdenes de asediar la roca y rendirla por hambre.
Aquí es donde las historias se dividen. Según unos, Balnida, consciente de que no podrían aguantar mucho, ordenó el suicidio de todos los que allí estaban para salvaguardar el honor. Otros afirman que el grupo de mujeres y niños fue rendido de hecho por el hambre y fueron hechos esclavos. Un tercer grupo de personas afirman que Balnida y cuatro acompañantes, una noche, atacaron a los orcos, creando una distracción. A pesar de que el lugar estaba rodeado, todas las demás mujeres con sus hijos habían desaparecido sin dejar rastro, como si se los hubiera llevado el viento.
El Yelmo de Balnida está a seis horas de aquí. Su camino también lleva a Nalford pero por un rodeo; si han ido en esa dirección ha de ser para usar el Yelmo como punto de encuentro, pues de estar citados en Nalford habrían ido por el camino más directo.
Perdonad el retraso, me aseguraron que habría WiFi en el hotel...
Hace una mueca de lastima cuando sus planes de usar caballos hacen agua por todas partes. Se voltea con rapides haciendo que sus pieles se despeguen de su persona y se muevan al son de la fuerza centrifuga, para luego chocarse entre ellas cuando Pride se detiene mirando al grupo.
-En ese caso no perdamos mas tiempo y comencemos a caminar hacia el Yelmo
Con suma seguridad de que todos harán los mismo baja con pasos livianos y largos la colina.
Asintiendo a las palabras de Pride bajo mi capucha, yo también comienzo a andar. Como ya dije, no había tiempo que perder, y por lo visto, nos esperaba una buena caminata. Lo mejor sería partir cuanto antes...
Rasheed no era un veterano conocedor de la zona, pero a medida que sus compañeros lo ponían al tanto de la geografía del lugar, su rostro se oscurecía con un gesto de preocupación. Sus enemigos les habían sacado una ventaja considerable, casi decisiva. Ya era imposible alcanzarlos a tiempo para impedir que hicieran lo que pretendían hacer, fuera esto lo que fuera.
Aquellos últimos pensamientos ensombrecieron aún más el espíritu del sarcosano. ¿Qué diablos podían buscar en ese desolado paraje? Y pero aún… ¿para que necesitaban a su contacto?
Con mirada torva y una mueca de frustración en el rostro, Rasheed se arropó con firmeza bajo sus túnicas e inició la larga marcha.
Si no he entendido mal, la patrulla de orcos ya debe haber llegado a destino ¿verdad?, con lo que nuestras posibilidades de hacer algo disminuyen dramáticamente. Por otro lado, no es que tengamos demasiadas opciones tampoco.
Cita:
Sí, ya deben haber llegado. Vuestra única esperanza es que el contacto que va a recoger o interrogar a Aumid no haya llegado o que podáis seguirle después y matarle si ya ha obtenido la info, antes de que la pase...