-Iré depsués de ti, Erik.- Agradezco que mi guardia no sea de las primeras, unas pocas horas de descanso me vendrán bien. Mañana tocará tomar decisiones importantes, una vez que tengamos más información de Aitet.
Me retiro a descansar junto a mi esposa, esperando a que Erik me despierte cuando sea la hora. Ojalá los dioses nos concedan una noche tranquila.
- Ya digimos de dirigirnos al oeste. A la tierra de los anglos y los sajones. Allí vuestras familias y vosotros mismos podéis buscar un futuro mas halagüeño que por aquí. - Hice una pausa, sopesando mis palabras y mis propios pensamientos. - Yo me quedaré con vosotros un tiempo... Buscaremos gloria, riquezas y estabilidad. - Conforme hablaba, movía las brasas de la hoguera con una delgada rama. - Ishild tiene razón. No confío en Aitet. Por muy buenas que sean sus intenciones quizá nos traicione. Será mejor que no contemos nada en relación con lo ocurrido. Somos simplemente un grupo de guerreros que, junto con sus familias, buscan fortuna y oportunidades en otras tierras. No creo que sea necesario comprar mejores armas y armaduras... y tampoco es que tengamos una fortuna con nosotros. Pero intentaré regatear con ese zorro de mercader para que nos deje lo que necesitemos a buen precio. - Dije sonriendo y mirando a mi abuelo, por costumbre, pues es él quien me ha enseñado las habilidades necesarias para la administración y el comercio. - ¡Bernt! Haré guardia después de ti. - Exclamé antes de que Bernt se retirara.
Harald es el primero en hacer la guardia, mientras el resto os ponéis a dormir. Torstein, aquejado de un insomnio crónico se propone hacer la guardia con Harald y no dejar que éste la haga sólo. El bosque está silencioso, apenas se quiebra con el crepitar de las ramitas al quemarse en el fuego o con el ronquido de algunos de los miembros de la tripulación.
El sueño os asalta a los dos que hacéis la guardia. Es complicado resistirse al placer de dormirse con todo el viaje apresurado, pero tenéis una obligación.
Todos duermen tranquilos. Nadie se mueve, la noche parece que avanza con calma. Entonces Harald lo oye. Una ramita cascada cerca de ellos. El fuego se ha empezado a apagar y la oscuridad se extiende desde apenas unos pocos pasos de la fogata. No podéis alimentarla ahora. Torstein y Harald se ponen en alerta. Pero pronto la mano que sostiene el arma se abre y deja que ésta caíga al suelo. No hay nada que hacer.
Todos abrís los ojos poco a poco ante el ruido.
Aitet os mira sonriente con sus ojos brillantes y su cota de malla resplandeciente. En la oscuridad véis al grupo de veinte hombres armados hasta los dientes que os han rodeado. Vuestras armas no os van a servir. La mayoría no estáis armados. Y los que poséeis armas no sois suficientes para combatir en una lucha, que de por sí, está perdida de antemano.
No hagáis tonterias. No quiero que mi mercancia se arruine. Dice con tono ufano. Pero ninguno os lleváis a equívocos. La mercancia está clara cuál es: vosotros.
Tirada oculta
Motivo: Tirada de Percepción de Harald
Tirada: 3d10
Resultado: 17
Podéis postear una última vez hasta el miércoles y cerraré este capítulo por fin. Empezaremos el siguiente después de que gastéis vuestra experiencia.
¡Por todos los dioses! - exclamo e instintivamente agarro a mis hijos para pegarlos junto a mi. Nos han vuelto a traicionar.. - otra vez.. otra traición - dijo y buscó con la mirada a sus compañeros de penurias buscando alguna mirada que le pudiera explicar lo que acababa de suceder.
Si no fuera por los niños estaría dispuesta a pelear aquí y a sellar mi vida aquí mismo.
Al final no ha servido de nada. Ni mi exploración del bosque, ni las guardias ni nada. Estamos rodeados y nuestros enemigos están bastante mejor equipados que nosotros. Luchar es un suicidio y eso no le agradaría a los dioses.
Sin abrir mis labios, dejo caer mi arma, no hay nada que hacer...
-Un exclavista... Nos engañaste anoche, creimos que querias hacer negocio con nosotros, pero solo querias hacer negocio a costa nuestra... Esta claro que eres un hombre inteligente, más que nosotros por lo visto... Obviamente planeas vendernos, pues verás, yo creo que te saldria mejor el negocio si trabajamos para ti voluntariamente que si nos obligas. Podriamos acordar un precio. Lo que te interesa es el oro. ¿No?
Me despertó la voz de Aitet y el revolverse de nuestros compañeros. Como yo, muchos fueron a echar mano de sus armas, y como yo muchos recibieron los golpes y puntapiés de los atacantes. Una bota de un hombre al que no pude identificar me clavó a la tierra cuando golpeó y pisó la zona que tenía herida. El dolor fue tal que impidió que llegara a la espada. No podía hacer más que mascullar y mirar a todos y cada uno de aquellos hombres.
- No Erik... lo que fuimos es demasiado confiados. Deberíamos haberte abierto en canal, perro bastardo y colgar tus vísceras para que los cuervos se alimenten de ellas. - Entonces escupí directamente al hombre que me retenía y recibí otro golpe.
Sentí la necesidad de seguir soltando improperios. Seguramente mis palabras no ayudaran al intento de Erik de negociar... pero tal era la furia que sentía. Furia que se convertía en hondo y gélido rencor... Y quien bien me conoce sabe que siempre recordaré las afrentas. Pensar en ello me hizo claudicar. No podré cobrarme mi venganza por mi familia, ni matar a estos cabrones esclavistas, si estoy muerto. Tengo que sobrevivir. Adaptarme. ¿No es eso lo que hacemos todos? Adaptarnos a los tiempos...
Busqué con la mirada las miradas de mis compañeros. Muchos eramos guerreros, pero muchos de los presentes no habían blandido un arma en su vida y seguramente serían vendidos y separados para siempre. Busqué con la mirada de aquellos que me eran más queridos, deseando que los dioses no tengan a bien separarnos.
No sabía en que momento había comenzado a dormitar, pero lo siguiente que sabía era que unos ruidos molestos de despertaron y obligaron a abrir los ojos en busca de su procedencia. Nada más echar un vistazo alrededor me desvelé por completo, horrorizado.
El tal Aitet nos había engañado por completo; acercándose a nosotros había obtenido la poca información que necesitaba para saber que no eramos peligrosos para sus hombres. Ahora estábamos completamente rodeados por un grupo numeroso y bien armado, mientras que nosotros simplemente teníamos a demasiados indefensos a quienes proteger como para poder arriesgarnos a combatir. Habíamos perdido la batalla antes de empezar.
Muchos a mi alrededor tiraban las armas o se debatían a la fuerza inútilmente; yo simplemente me quedé quieto, sin facilitarle el trabajo a nuestros captores, pero sin resistirme a ellos. Pronto la increpación de Ishild llegó hasta mis oídos - No hay dioses que velen por nosotros esta noche. - murmuré para mí, sintiéndome derrotado e indefenso; inútil.
-Escoria frisia...- Mascullo entre dientes. Tardo un par de minutos en decidirme a dejar caer mi hacha, jugando mentalmente con la imagen del combate. Es solo un experimento mental, no tengo intención de combatir en una lucha suicida. Finalmente, dejo caer mi arma al suelo, manteniendo la vista fija en Aitet.
-Deja ir a las mujeres y a los niños y no daremos ningún problema.- Es una oferta desesperada, pero un camino que hace falta intentar.
Aitet observa el proceso mientras sus hombres, poco a poco pero sin perderos de vista por si alguno hace alguna estupidez, os desarman y comienzan a poneros grilletes de pesado hierro alrededor de muñecas y tobillos. La sensación de angustia sólo es superada por la de vergüenza. No os lo podéis creer. Todos habéis sido mujeres y hombres libres. Pero esa situación ha acabado en las arenosas tierras frisias.
Ante vuestras palabras, el frisio que se había acercado a vosotros con actitud amistosa sólo muestra despreocupación. Vuestras palabras no le afectan. Quizás ni las esté oyendo, lo cuál sólo aviva el fuego del odio que se come vuestras entrañas. No podéis evitar pensar en el futuro. En el destino del grupo. En si volveréis a veros. En si seréis devueltos a la justicia de Heiðabýr.
Vuestros ojos se van directos a los niños que no entienden bien qué está pasando. Qué ocurrirá con ellos. ¿Serán separados de vosotros? ¿Vendidos a algún rico mercader para hacerles sus juguetes? ¿Matarán a los heridos o a los ancianos? Preguntas y más preguntas. El odio crece junto al miedo por un futuro incierto.
Mientras, el bosque se mantiene silencioso. Sólo el chasquido de vuestros grilletes al andar rompe esa quietud.
Fin de este larguísimo capítulo. No esperaba que durase tanto, pero ha sido magnífico. ¡Felicididades a todos?