-Vamos, corred hacia la puerta. Einar, Finn, Harald, ayudame a poner los cadaveres tras eso (. Ya casi estamos fuera, pero no os confieis, hay que tomar el barco y que llegue Uthred. Pronto estaremos navegando hacia nuestro destino. ¡Animo hermanos!
() Arbusto, cosa o lo que sea. Algo para que no se vean dos tios dirados en el suelo a la luz de la luna.
- ¡Olvida los cuerpos! - Medio grité a Erik al borde del pánico y con el corazon nuevamente galopando salvajemente dentro de mi pecho. - El grito de Einar, las puertas abiertas y sin guardias; esconderlos no ayudará ahora. Corre y reza por que Heimdall sea el único que nos haya visto y oido. -
Sin más dilación me precipité tras los demás hacia la puerta, deseando que Torstein, Uthred y su abuelo Arn iniciaran el fuego cuanto antes para desviar cualquier posible atención de aquél extremo de la muralla.
Y el deseo de Haakon se hace realidad, pues en la oscura noche una luz aparece. Una luz rojiza, ardiente y hambrienta, que devora con ansia el pajizo techo del hall de Aitet. La mansión comienza a arder con violencia, pero no os detenéis a ver lo que considerarías el más bello espectáculo si tuvieseis tiempo.
Abris las grandes puertas de madera que hacen chirriar los goznes y comenzáis a correr, ayudando a los más lentos, cogiendo a los niños en brazos si hace falta. Todo por llegar a lo que creéis que será vuestra salvación, los barcos.
El camino se hace tortuoso, sin luz que ilumine el camino, salvo los escasos rayos de la luna que, a veces, se escabuyen entre las grises nubes del cielo y logran dar luz al suelo que pisais. No son pocos los tropezones, incluso las caídas, pero nada importa. El que cae es levantado, sea por sus métodos o con ayuda, pero nadie se detiene. No podéis.
Casi podéis oir el grito de ira de Aitet en vuestro interior, pero vuestra mente está concentrada.
Pronto llegáis a los barcos. Nadie los custodia. Perfecto. Os metéis hasta las rodillas, incluso más allá, en el agua y empujáis. Todo aquel suficientemente alto como para no ahogarse sólo con acercarse a los barcos ayuda a empujar. Pero el barco no cede.
No os rendís, sin embargo. Poco a poco lo sacaréis. Pero ¿tendréis tiempo suficiente?
Siggy agarra con fuerza la espada corta que le ofreces, te mira a los ojos y sabes lo que sus hermosos ojos dicen: te da el pésame por tu abuelo, por tu amigo y por todo lo que has perdido hasta ahora. Pero también ves esperanza en sus ojos. Y agradecimiento. Su mano agarra la tuya con fuerza. Una mano fuerte, pero suave. Un escalofrío te recorre el cuerpo, pues es hermosa y su tacto es increíble.
Corréis. Corréis como ciervos perseguidos por lobos. El tiempo que os han ofrecido Arn y Torstein os da una ventaja, pero no os podéis dormir en los laureles. Corréis.
Y entonces aparece una pareja de guardias. En sus botas se reflejan los escasos rayos de luna que consiguen escabuyirse por entre las grietas en las nubes del cielo grís: es arena de la playa. Sin tiempo a reaccionar, ambos caen muertos por vuestras espadas cortas en un sincronizado salto acompañado por un corte descendente de izquierda a derecha y de derecha a izquierda.
Y seguís corriendo. La puerta no debe de estar lejos.
-Empujemos con la marea. Los dioses velan por nosotros. las olas al batir contra la playa alzaran algo el barco, ahi debemos estar listos, cuando el agua se empiece a retirar, empujad fuerte, desde abajo y hacia delante. Como un solo hombre, pensad en los dias de hambre, de golpes y esfuerzo ininterrumpido. Sacad todo lo que tengais dentro, la rabia, la ira, el odio. Cuando empujeis, pensad que tratais de arrancar de sus hombros la cabeza del responsable de los ultimos tiempos de angustia que hemos vivido. Recordad a Gunnar, el cayo. Aitet caera. Nos llevaremos su barco, este barco será nuestro hogar y todos los que estamos aqui, nuestra familia. Somos uno, pero tenemos la fuerza de muchos. Recordad a Ivar, nuestro hermano, el que nos guiaba, recordadlo y ... ¡¡¡Empujad ahora que la ola se retira!!!!
Parecía que teníamos a los dioses de nuestra parte. Los guardas de la puerta cayeron sin mayores problemas y ya teníamos nuestra meta a la vista. Alcanzamos a los barcos y nos ponemos a empujarlo hacia el mar al único que estaba completo.
Ánimo, un último esfuerzo y seremos libres. Las llamas ya rugen en la casa de ese perro y para cuando vuelvan nuestros hermanos debemos estar listos. Empujad coordinadamente y con fuerzas.
Tenemos que conseguirlo, tan cerca estamos, no podemos caer ahora - pensé con desesperación, sabedor de las jugarretas que a veces nos hacen los dioses.
El roce de la mano de Siggy y sus hermosos y profundos ojos hacen que mi corazón se acelere. Pero no hay tiempo para beber de la belleza que nos rodea, o para festejar la libertad que aún no hemos alcanzado. Los sonidos de lucha a nuestras espaldas menguan cada vez más, tanto por lo lejos que van quedando, como porque cada vez la lucha es menor. Pronto remataran a mi abuelo y a Torstein y emprenderán la carrera para cazarnos. No podemos perder ni un solo segundo en observarnos o en dar rienda suelta a nuestros deseos.
Como si nos hubieran leído la mente, dos guerreros más salen a nuestro encuentro. No tenemos tiempo para pararnos y pensar en una estrategia. Miro a Siggy y veo en sus movimientos el mismo pensamiento que yo. Estamos corriendo y vamos a aprovechar la inercia de la carrera para cargar con fuerza. No nos importan sus armas, o que porten escudos. Cargamos como berserkers a los que no nos importa morir. ¡Por Thor! Exclamo en mi interior cuando golpeo para dar fuerza a mi brazo y a mi espada, que abre una profunda herida en uno de los soldados. Ya estamos en la playa, o al menos cerca.
Parecemos poseídos por demonios guerreros. La sangre corre por nuestro cuerpo y nuestros rostros. Sangre de nuestros enemigos que no nos hemos parado a limpiar. Seguimos corriendo, escapando del infierno que se desata a nuestras espaldas y deseando alcanzar la puerta y la playa de una vez para reunirnos con nuestros hermanos y huir. ¿Que habrá sido de ellos? ¿Cuántos habrán logrado liberar y qué bienes habrán conseguido? Para una travesía habría que haber cogido víveres, pero no había, ni hay, tiempo para pensar en ello.
En mi cabeza, el trayecto hasta la playa lo recordaba confuso e incompleto. Solo sabía que en cuanto había alcanzado el barco había comenzado a empujar con los demás, todos como uno solo.
Apenas me quedaban fuerzas para hablar después de semejante esfuerzo, pero Harald y Erik mantenían alta la moral. Poco a poco, intento a intento, empujón a empujón, nuestra respiración comenzó a sincronizarse, preparados para empujar al mismo tiempo. En mi mente repetía los tiempos - Uno, dos... ¡Tres! Uno, dos... ¡Tres! - apenas descansando los músculos el segundo que disponíamos de pausa antes de lanzar de nuevo todo nuestro peso sobre el barco que obcecadamente se negaba a entrar en el agua.
En la distancia, las llamas en el tejado del hall de Aitet no paran de ascender, devorando la paja con tremendo frenesí. La noche se ilumina con la pira que se alza majestuosa varios metros y se pierde en la oscuridad del cielo. Y sin embargo, la playa está tranquila. Apenas turbada por el ruído que hacéis al empujar o al animaros los unos a los otros.
Muchos, miráis nerviosos mientras empujáis en dirección a las dunas, esperanzados con que Uthred, Arn, Torstein y Siggy aparezcan. Pero también preocupados por si quienes aparecen son una banda de guerreros decididos a encadenaros de nuevo.
Pero no os desconcentráis. El barco, pese a la poca altura del agua y a una terca arena que insiste en atenazar a vuestra nave, parece que poco a poco va cediendo a vuestro empuje y comienza a moverse. El sudor perla vuestras frentes pese al frío que hace. La mar está picada. Apenas la podéis ver, pero la oís. No es buen momento para hacerse a la mar. Pero no os podéis permitir el lujo de elegirlo.
La enorme columna de fuego que se alza majestuosa sobre el tejado de paja del hall de Aitet ilumina vuestro, por lo demás, oscuro camino.
Los metros se hacen eternos, pero por fin vislumbráis la puerta. Ésta está abierta, para vuestra alegría y, en el suelo, los cadáveres desprovistos de sus armas, pero no de sus armaduras, de los dos guardias que parecían custodiarla.
Tras vosotros, a varios metros pero nunca suficientemente lejos, la banda de guerreros de Aitet que os persigue entre insultos y maldiciones.
Pronto tomáis el camino de la playa y comenzáis a introduciros entre las dunas. ¿Llegaréis a tiempo?
Parecía que el tiempo corriera en nuestra contra, que Loki estaba jugando con nosotros. ¿Alguna vez habéis tenido esa pesadilla en la que os enfrentáis a vuestros peores miedos y vuestras piernas parecen de piedra? Pesan tanto que cada paso es un auténtico suplicio y cada movimiento es anulado por la pesadez de tus miembros. Mis miembros eran carne, hueso y músculos, pero el tiempo transcurría tan lento que parecía imposible llegar a nuestro destino. Y nuestros enemigos parecían más rápidos que nosotros. Nos separaban unos metros. ¿Diez? ¿Veinte? ¿Cien? No eran suficientes. Sin perder la velocidad me giré hacia Siggy.
- Si nos alcanzan corre y ve hacia los barcos. - De nuevo mi espíritu burlón y jocoso había vuelto a mi. Sonreí y mis ojos brillaron a la luz de la lejana columna de humo que se alzaba en el horizonte. - Yo... les daré una buena muerte y volveré. No tardaré más que lo que tardo en beberme una jarra de hidromiel. - Cada vez estábamos más cerca de la puerta y eso me llenaba de euforia.
La puerta estaba abierta, por lo que no perderíamos tiempo en abrirla o franquearla. Y varios cadáveres estaban tendidos en el suelo. Eché un ligero vistazo y, a simple vista, ninguno era conocido. Tanto mejor. Tampoco les habían quitado la armadura, pero eso ahora no importaba. Los guerreros de Aitet estaban cada vez más cerca. Entonces se me ocurrió recurrir a mi ingenio. ¡Que Loki guíe mi lengua!
- ¡Estúpidos! ¡Bastardos estúpidos! Vuestro hall va a arder y con él todo lo que hayáis conseguido. Jajajajajja. ¿Vais a dejar que arda y perder vuestras posesiones por dos esclavos que no os reportarán utilidad? - Grité a todo pulmón porque no me giré ni me paré para esperarles. Esperaba que me escucharan y que, al menos, sus corazones se llenaran de inquietud ante el dilema. ¿Perseguirnos o apagar las llamas que consumen el Hall de Aitet? Me importaba más bien poco lo que hicieran al final, siempre que esa inquietud les retrasara aunque solo fuera unos segundos más.
¡SI! - grito al notar que por fin nuestros esfuerzos dan resultados - Venga, venga. Que cuando lleguen nuestros compañeros tengamos todo dispuesto, no podemos fallarles.
En realidad estoy más preocupado de lo que aparento. El fuego ya se ha propagado y aún estamos atascados con el barco y no han vuelto los demás. Sin embargo, no es eso lo que necesitan oir los demás, si no la confianza en que todo va bien y que el plan está resultando. Tengo gran confianza en los que marcharon a la misión de rescatar a Siggy, pero temo que no todos vuelvan de ella.
-Hermanos. Uthred, Siggy, Torstein y Arn se reuniran pronto con nosotros. Puede que aqui en esta playa o en el valhalla si los dioses lo consideran oportuno. Ellos han decidido arriesgar sus vidas para que el resto de la familia tubiera mas posibilidades de escapar. Debemos honrar su sacrificio, tanto si es total como si se reunen con nosotros en esta vida. Ellos han hecho su movimiento, nosotros debemos completar el nuestro.
Hemos salido de nuestro encierro en aquella chabola, pero el barco aun no esta libre, nosotros aun estamos presos de Aitet. Debemos a Uthred y los demás el mismo nivel dee esfuerzo y dedicación que ellos nos han ofrecido. ¡hay que liberar el barco! Si el, los riesgos corridos por nuestros hermanos se quedaran en esfuerzos vacuos e inutiles. ellos arriesgan sus vidas para darnos tiempo de que nosotros salvemos a toda la familia. ¿Vamos a dejar que su esfuerzo y sacrificio sea inutil? Si consiguen llegar hasta aqui, nos necesitarán. Si caen ahi atras, deberemos vengarlos.
¡Por Uthred, Empujad! ¡Por Arn, Empujad! ¡Por Siggy, Empujad! ¡Por Torstein, Empujad! No pareis de empujar hasta que nuestra familia este en el barco y libre de la arena de esta playa. Luchad contra la marea, los dioses nos miran, Ivarr y los otros que hemos perdido nos sonrien, nos animan. Nos debemos a nuestros caidos y a los vivos. ¡Luchad contra la marea!
Podía sentir la arena hundiendose y apartándose del morro del barco a su paso. Apenas era gran cosa, pero cuanto más empujabamos, un poco más de camino se abria ante nosotros.
- ¿Qué haremos si Uther y los demás vuelven y el barco sigue en tierra? - Pensé como última preocupación sin dejar de empujar con todas mis fuerzas
Las caras tristes, apesadumbradas, inmersas en oscuros pensamientos. Pero ocultas por la fina lluvia que azota, en la oscura noche, el barco de Aitet que hace ya un par de días habéis robado. Estábais bordeando la costa, alejándoos de Frisia hacia donde se oculta el sol, y ahora os dirigís hacia el noroeste. Las costas arenosas han ido quedando atrás, en silencio. Un silencio que se ha mantenido igualmente en el barco mientras navega. Nadie tiene ganas de hablar. Pero todos miráis al frente, donde la tierra de los anglos y los sajones os espera. El viento sopla fuerte; os lleva en la dirección deseada.
Hace dos noches en las que todo terminó. Noches terribles, llenas de lágrimas y dolor. Pero hay que mirar al frente, vuestros seres queridos están en Valhalla.
Empujasteis el barco con todas vuestras fuerzas, hasta que, bajo vuestros pies, la arena cedió por fin y el barco comenzó a moverse libre. Pronto, las olas comenzaron a mecerlo. Y empezásteis a subir a bordo. Poco a poco, uno a uno, todos fuisteis trepando dentro mientras en la oscura noche, el hall de Aitet ardía y ardía. Pero los cuatro deseados amigos no aparecían. "¿Dónde estarán?" Os preguntabáis.
Mientras, en la oscuridad, Siggy, aferrada a la mano de Uthred como si de dos siameses se tratase, corría y corría, espada en mano, junto al noruego hacia la playa. El grupo de frisios corría tras ellos. Acercándose cada vez más. Pese a los tropiezos de unos y otros, la velocidad no decaía. La playa estaba cada vez más cerca, pero en el barco, todos empezaban a preguntarse si habría que seguir esperando a quienes probablemente habían caído.
Entonces, entre las dunas, cuando el barco ya empezaba a tener suficiente agua bajo él, aparecieron dos figuras. Dos figuras difusas, que se movían con velocidad. Los hombres del barco se arman con lo que pueden, esperando repeler un ataque que quizás no puedan soportar. Demasiado cerca aún de la playa. ¿Esperar o marcharse?
Las dos sombras corren y corren. Y tras ellas, un grupo más numeroso. ¿Por qué sólo dos? ¿Quiénes son?
Las dudas se disipan. Las caras reconocibles de Uthred y Siggy son seguidas por una horda de frisios armados. Están muy cerca de los primeros. La pareja se mete en el agua y los gritos, los chapoteos y el ruido del metal rompen el silencio de la noche. Brazos amigos ayudan a los dos a subir a bordo y pronto, los hombres que ya ocupan los bancos de remos se ponen a bogar con frenética fuerza. El barco se mueve hacia el mar.
Sois libres.
Las lanzas y las saetas comienzan a caer. Usáis los escudos del barco para defenderos. Sonréis pues la libertad está lograda y los bastardos no os han dado. Pero, al calmarse la risa, os dáis cuenta de que Arn y Torstein no están con vosotros. Uthred niega, sabedor de vuestra pregunta, con rostro sombrío. Todos estáis a salvo. Un charco de sangre se forma en la parte más baja del barco. ¿Como es posible? Nadie ha sido herido gracias a los escudos. Entonces descubrís el cadáver de Jora atravesado por una lanza. El barco avanza vigoroso hacia la inmensidad del oceano.
Fin del capítulo.