Brevea trató de ayudar a la rubia. En su estado no era probable que saliese con bien de una caía como esa… Lástima que la bruja hubiese escuchado lo del caballo, la pelirroja no sabía mucho de magia o brujería, pero todos los cuentos decían siempre lo mismo “las palabras tienen poder”.
La bruja había pedido una vida y Zeleria había ofrecido una vida. La letra pequeña se cumplía… pero no en esta ocasión. - ¡Zeleria! ¡Agárrate!
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Motivo: [DES] - A requerimiento del master
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Motivo: [FIS] - A requerimiento del master
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Zeleria!— me lancé a por ella, no confiaba en la fuerza de los brazos de la joven Maclo. Aparté por un momento el cómo y cuándo llegar hasta la bruja y separar la cabeza de sus hombros y me centré en no dejar que la tierra se tragase -de nuevo- a la cimmeria.
Sin embargo, eso no quiere decir que no me hubiese fijado en nuestra traicionera adversaria. No me había pasado desapercibido cómo usaba su bastón para abrir el suelo....de manera idéntica al exterior de la cueva, del corrimiento de tierra tras la batalla en el lago. Nos has estado vigilando desde que pusimos el pie en Cimmeria, bruja maldita.
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Motivo: FIS
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Motivo: DES
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No pongo más sin saber si Zeleria se salva o no. Mi reacción no sería la misma en los dos casos.
Zeleria aguantó por sí misma, con mucho apuro. Resistió mientras Maclo hizo lo que pudo, sujetándola de la mano y el brazo, corriendo el riesgo de precipitarse también ella al fondo del abismo. Brevea llegó pronto ayudando entretanto que Arkra tardó algo más, esquivando hendiduras y grietas, hasta que él también auxilió a la maltrecha guerrera.
Entre los tres, la izaron hasta que la su tronco ya descansaba en firme, con las piernas en el foso todavía. Sudando el cuarteto y esperando a la decisión de Arvak. O de cualquiera de ellos si se ofrecía a las demandas de la hechicera.
Mini turno, para dar impulso. Queda poco de partida :P
- ¡Bruja maldita! Ya tienes lo que querías, una vida y un juramento. ¿Aún así vas a matarnos a todos? – Brevea estaba muy exaltada, no le gustaba que los pactos se rompieran porque sí. Si esa bruja quería un esclavo, Arvak ya se había ofrecido. ¿Para qué presionarlos más? - ¡Porque si ese es el caso, te quedarás sin nada!
Dicho aquello, ayudó a la rubia a incorporarse y aprestó el arco por si tenía que coser a saetas a los lobos de la tormenta. Estaba claro que aquella señora de la taiga no quería negociar, sólo divertirse.
La reacción de la bruja a Zeleria era previsible, no era cuestión de hacer enfadar a semejante poder.
- Mi ofrecimiento es sincero y voluntario, déjame terminar la misión y volveré. No podemos luchar contra ti, así que si me obligas a quedarme ahora tendré que aceptar, pero entonces no será voluntario.
Quizás las bruja comprendiera las implicaciones de sus palabras, o quizás no, pero estaba claro que ellos no eran rival para la mujer y mucho menos con las supervivientes de la aldea a su alrededor. Aún en el remoto caso de que lograran sobrevivir, muchas de las mujeres que les acompañaban morirían.
- Esto queda entre tú y yo. Deja que mis compañeros se vayan y entonces decide si me permites ir con ellos y regresar o no. Ellos quedan fuera del trato.
Las amenazas de Brevea, de palabra y obra, fueron respondidas con una violenta ráfaga de aire dirigida contra la pelirroja cuando la hechicera alzó el brazo que no portaba el báculo, en su dirección. El golpe de viento la empujó hacia atrás varios metros y cerca estuvo de caer en una de las zanjas abiertas.
Arkra junto con Maclo lograron izar hasta la superficie de hierbas ateridas de frío a una exhausta Zeleria, tendida sobre su espalda, recuperando el aliento. Una de las mujeres gateó para socorrerla también. Entretanto, el silencio custodiaba la escena, hasta que finalmente Arvak se ofreció una vez más. Se sacrificaba por sus camaradas.
No importaba si voluntario o no. La hechicera no cedía en sus exigencias.
El guerrero cimmerio no podía permitir que las artes malvadas y oscuras de la bruja sesgaran las vidas de sus amigos, de Maclo y de las mujeres salvadas. Avanzó con paso lento hacia la Señora de los Bosques, una de las chicas, piadosa, retuvo su brazo un instante, pero la mirada decidida de Arvak hizo que desistiera en retenerle.
Los enormes lobos se adelantaron, sus fauces abiertas salivando. Escoltaron al determinado Arvak hasta las proximidades de la enigmática mujer, mientras sus compañeros observaban la escena, coléricos, la ira pintada en las expresiones de odio, y las mujeres guardaban mudo respeto, aceptando lo inevitable.
Una tupida nevada se precipitó de improviso a vuestro alrededor.
La bruja alzó su cayado hacia Arvak, quien sintió un impacto en la frente, un toque invisible. Los contornos de la realidad se difuminaron para el gigante norteño y para él todo pasó de un destellante blanco al más profundo de los negros.
Cuando la súbita nevisca finalizó, no había rastro de la bruja, ni de sus lobos. Ni de Arvak.
¡Arvak no! – Brevea se levantó como pudo, a punto de caer en las malditas grietas. – Ni tiempo le dio a disparar sus flechas contra los lobos cuando Arvak y la bruja se desvanecieron en la nada.
La nieve borró sus huellas y, aunque el viaje de retorno fue tranquilo, muchas vidas se habían perdido en el camino. Solo esperaba que Maclo fuera consciente de la cantidad de amor y respeto que profesaba en su gente y se convirtiera en una gobernante justa y recta.
Ella se encargaría de que la muchacha creciera respetando a los dioses, sólo quedaba que su corazón fuera tan grande como el del guerrero y aprendiera a sacrificarse por su gente.
La decisión había sido tomada y poco quedaba por hacer, cuanto más se demorase, más sufrimiento caería sobre sus compañeros y sobre las mujeres de la aldea.
¿Cuál sería ser destino? Le daba igual, había vivido bien y mucho, morir por sus compañeros era un buen final, mucho mejor que envejecer hasta no poder alzar la maza. Su benefactor, el Conde, se había portado muy bien con él y justo era devolverle la vida que había tenido con un pago similar, la vida de su hija.
Por tanto, avanzó sin remordimientos hacia la bruja y aceptó el destino que ella tuviera pensado para él. Ni siquiera se despidió de sus compañeros, no era hombre de palabras y realmente no tenía mucho que decir.
La oscuridad cayó sobre él como una bendición.
Agarré con una mano el antebrazo de Zeleria mientras rodeaba con la otra la cintura de Maclo y tiré con fuerza, dejándome caer hacia atrás. Aunque no sentía ninguna lealtad por la hija del Conde, no podíamos perder la recompensa, no tras sufrir tanto, tras tanto esfuerzo, tantas heridas. Zeleria se merecía un buen puñado de oro, Brevea otro tanto y Arvak....
Arvak. Apreté los dientes y me incorporé mientras éste se acercaba a la bruja del páramo. Avancé un par de metros tras el tuerto con la mano en la empuñadura de mi espada. El pelaje de la espalda de los lobos se erizó y gruñeron como una docena de demonios. Sólo una mirada de la bruja y se lanzarían sobre mí... Pero No os lo pondría fácil, bestias infernales - pensé, aunque opté por detenerme. No tenía posibilidades de vencer.
Y tan súbitamente como llegó, envuelta en viento y nieve, la criatura desapareció entre los bosques, la taiga, montañas y glaciares. Una criatura misteriosa, caprichosa y diabólica con la que habíamos tenido la desgracia de cruzarnos.
-Reza a Mitra por Arvak, Brevea - dije mientras avanzábamos, dejábamos atrás el lago donde Dardo perdió la vida - Quizá tu diosa consiga más que lo que hicimos nosotros.
Se había cobrado la vida de Arvak, no su muerte, pero eso era un escaso consuelo para alguien como yo. Ya nunca podría devolverle la deuda que tenía con él por salvarme la vida y eso llenó mis noches hasta Khoraja de oscuras pesadillas.
Mis días, sin embargo, eran dorados. Como el oro que recibiríamos cuando llegásemos frente a Lambio, como el sol que por fin nos acompañaba y brindaba calor. Como el cabello de Zeleria.
Fin
No lloró por Arvak. Había sido una decisión valiente y sin duda Crom, si es que realmente en algún momento se interesaba por ellos, estaría orgulloso de cimmerio. Arvak había elegido su destino y lo que parecía el final, sin duda no lo sería, sino que no era más que un nuevo principio.
El camino de regreso a casa fue costoso y lastimero. No hubo más sobresaltos, ningún nuevo enemigo salió a su encuentro, pero eso no quería decir que no fuera difícil. El clima les castigó hasta el último día y la pierna de Zeleria no sanó hasta tiempo después de la llegada a la aldea.
Tardó un par de meses en volver a caminar bien, aunque ya nunca fue como antes. Eran ese tipo de lesiones las que recordaban a una las aventuras pasadas y en ese caso, todas las penurias que habían tenido que superar para resactar a Maclo y retornar a casa.
El conde estuvo contento. Al fin y al cabo había recuperado a su hija y era todo lo que le importaba. Les debía mucho y esperaba que lo tuviera en cuenta el resto del tiempo que le quedase a su lado. Y tiempo al lado de Arkra era lo que tenía ahora.
No sabía lo que duraría su historia, pero de momento, el tiempo que durase, quería disfrutalo.
- FIN -