Ah, ya estáis aquí, dice el hombretón.
Pasad y poneos cómodos.
Adril es es uno de los instructores de pelea de la Gran Logia, y todos lucís algún que otro morado, recuerdo de una de sus 'clases magistrales'. Es un nórdico alto y fornido (cuya masa es incluso superior a la de un semiorco), pero que oculta una agilidad endiablada, como habéis tenido ocasión de comprobar.
Miré hacia arriba des de los pies del granduyón. Había aprendido a mantener las distancias cortas con aquel cabronazo pues era rápido y con una zancada me habría jodido; así que lo mejor era estar bien cerca suyo para poder responder a una reprimenda con otro golpe; y además así se daba cuenta que no le tenía miedo. Ni a él ni a nadie.
Ante la orden me quede callado y me moví agilmente hacia el interior sin perder un segundo. Allí busqué un rincón en el que agacharme de cuclillas y me quedé mirando la puerta de reojo con mi habitual expresión de sospecha y excesiva vigilancia.
Tengo una misión para vosotros, nada complicado.
Maldito humano sin respeto por sus mayores, ¡tratar a alguien de mi edad de esas maneras! -pienso mientras veo desde mi bajura al grandullón que nos ha dado una somanta de palos más de una vez, demostrando su destreza en el 'arte' de la instrucción. Planto los pies y jugueteo inconscientemente con mi bigote, los brazos cruzados, y cuando menciona que tiene una misión para nosotros, los ojos me brillan ante la idea de por fin ver el mundo.
-¿Y de qué se trata jovenzuelo? ¿A dónde nos vas a mandar? -digo con una voz aguda pero firme, el adjetivo no es un menosprecio, sino una simple constatación de la diferencia de edades existente. Miro a mi alrededor para ver si alguno de mis compañeros de instrucción se presenta al caso, esperando que alguna voz más se suma a la mía y esté dispuesta a correr aventuras. Luego dirán que estoy mayor para esto, pero si los jóvenes se escabullen, ¿quién queda?
Sí. Sí. Eso. Explícanos ¿De que se trata? ¿De que va el asunto? ¿En que consiste... Vedran se calló en seco. Otra vez estaba hablando demasiado y demasiado rápido. Le pasaba cuando se ponía nervioso. Miró a los demás. Al enano y también al bárbaro buscando si estaban burlandose de él. Solían hacerlo. Los dos. Esos dos cabrones. Sí. Se burlaban de él.
Bueno eso ¿Que misión es esa?
Con pasos pesados, aunque más ligeros de lo que a Lonfelow le hubiera gustado, se adentra en la reunión y se planta en medio de todos con los brazos en jarras. Su lustrosa armadura y su cabeza alta pareciera que está delante del rey. Para quien lo conoce sabe que siempre actúa así.
Mentón bien alto y boca fruncida, mira de arriba a abajo a los presentes de forma rápida y no toma asiento. Se queda cual Titán de bravos, de pie.
-¿Y bieennn?- pregunta con su voz nasal subiendo y bajando el tono empalagosamente- ya estoy aquí, podemos empezar.
Como sabréis, si recordáis las clases de historia de Absalom, esta ciudad ha librado largas y variadas guerras a lo largo de los siglos, y jamás ha caído ante ningún invasor. Uno de los esfuerzos más peligrosos tuvo lugar hace unos setecientos años pero, como los demás, no tuvo éxito. Ahora, un historiador de cuatro cuartos, un tal Yargos Gill, ha descubierto en un archivo un antiguo libro de claves, que sería un excelente añadido a nuestra colección sobre esa época, cuyo conocimiento hay que preservar.
Yargos vive en Los Charcos, el barrio más pobre de Absalom, que tiene la reputación de ser un refugio de escoria. A causa del terremoto de hace diez años, partes del barrio quedaron por debajo del nivel del mar, lo que hace que se inunde de vez cuando. Quienes pueden permitirse no vivir allí, no lo hacen.
El barrio está (cómo no) abarrotado de putas, sus chulos, adictos a todo lo imaginable, y rufianes
surtidos. Nunca ha sido un lugar respetable, pero hay informes recientes sobre terrores innombrables en las empantanadas calles. Algunos afirman haber visto figuras esqueléticas y embozadas en mantos vagando a través de una niebla antinatural. La prioridad es traer aquí a Yargos antes de que algún macarra le haga unos cuantos agujeros en la tripa, o alguna de esas figuras espectrales se lo lleve para el otro barrio. Encontradle y traedlos a él y al libro de claves.
- tsssskh
dejé escapar el aire de unas carcajadas contenidas entre mis puntiagudos dientes al ver como Vedran se tropezaba con su propia lengua. Aquel tipo no se sabía estar callado ni debajo del agua
Luego a un discurso que empezó con una mierda que resonaba en mi cabeza como un blabla sin sentido sobre historia y geografía, lo sucedió el verdadero objetivo de la misión
- traemos de vuelta al empollón y partimos caras a los que estorben
dije con mi voz aguda sintetizando des del rincón
- vamos
le ordené al resto. Ya sabíamos lo que había qué hacer, era absurdo perder más tiempo con palabras que no llevaban a ningún sitio. E incorporándome de nuevo pasé mi mirada perturbadora por encima de los demás esperando que obedecieran y salieran delante mío
Si Adril se ha sentido aludido por la imperiosa orden del bárbaro, nada en su gesto lo demuestra.
Se rasca detrás de la oreja y dice: si no hay más preguntas, rompan filas.
Emmm. Esto si. si. Si. Ejem. Perdón. levantó el dedito antes de que todos siguieran al bárbaro y se largaran de allí. Era evidente que el Kune nunca se habia preguntado nada más allá de: ¿A que mujer violo primero, la rubia o la pelirroja?... asi que sería bastante dificil que empezara a practicar aquella buena costumbre ahora.
El tal Yargos ese ¿Como es? ¿Donde vive exactamente? ¿Como sabra que vamos a ayudarle? ¿Y como habeis tenido conocimiento de que ha encontrado el tal libro? ¿Lo ha dicho él? ¿No quiere nada a cambio? ¿Que valor podria tener ese libro en malos manos? ¿No hay alguna adelanto? Vedran deseó con todas sus fuerzas haber sido lo suficientemente cauteloso como para haber enterrado entre toda aquellas preguntas sin importancia la que realmente le importaba: ¿Que valor podria tener ese libro en malos manos? Por si acaso sonrío con cara de ser muy pero que muy tonto.
Le reconoceréis facilmente por la pinta de empollón; destaca en ese vecindario. He organizado un encuentro en El gaitero empapado, un tugurio menos estomagante de lo habitual en la zona. Él mismo me envió recado de que había encontrado el libro en una librería de lance.
¿Valor? A día de hoy no creo que nada, salvo por la curiosidad que representa, y los taldanos que podrían darle un mal uso llevan muertos unos cuantos siglos. Como quiera que Los Charcos está a un paseo de aquí, no os hace falta ir a caballo, luego no os hace falta adelanto alguno.
¿Más preguntas?
Mi gesto pasa por varios momentos de estupefacción, primero parece ser que la misión encomendada no tiene la pompa y el boato que yo esperaba. Repaso mentalmente las hazañas de mis más queridos héroes y jurarías que no leí putas por ningún lado.
El siguiente momento fue cuando se refiere a una parte de la ciudad sumergida, no puedo evitar dar un rápido vistazo a mi armadura y a su lustrosa, engalanada, brillante y sobretodo, pesada composición.
El tercero cuando el señor tribal, es un tono demasiado imperativo para mi gusto se dirige a nosotros y pone rumbo a la salida. Tengo un dedo en alto para aclarar este punto en particular, dado que si ooy un trato correcto, espero el mismo, en la dirección opuesta. Sin embargo se queda en el aire al oír la ondanada de preguntas del otro novicio y la consiguiente respuesta como un lugar de encuentro del todo desagradable.
-¿A que hora se ha concertado dicho encuentro?- pregunto con tono suspicaz, temiendo que sea muy pronto- para modificar nuestro atuendo, más acorde con los habitantes del barrio...
Buena pregunta, Lonfelow, responde Adril. Aguarda unos segundos y podéis oír claramente las campanadas de las 10 de la mañana, procedentes sin duda de la cercana Catedral.
Tenéis que estar allí a las diez, y teniendo en cuenta la media hora que tardaréis en llegar a Los Charcos, yo diría que vais tarde.
Y sin más, suspira a la vez que menea la cabeza e indica a un ujier (que habríais jurado que hace unos instantes no estaba allí): ¡que pase el siguiente!
Al escuchar el listado de preguntas de Vedran solté un resoplido aburrido y mi cabeza desconectó del todo. Me puse a pensar si algún día sería capaz de meterle una paliza a ese Adril mientras hablaban.
Luego pareció que todavía había más dudas por parte de Lonfelow que quería ponerse guapo para la ocasión y me pregunté de dónde habría sacado aquella vanidad el chico? des de luego de la sangre de su raza seguro que no.
Al final fue el mismo Adril quien casi tubo que hacernos fuera del lugar y sin decir nada me encaminé hacia el exterior con mi rápido caminar de costumbre.
Al cabo de unos minutos habéis salido de la Gran Logia y tras cruzar el centro de Absalom os dirigis al suroeste de la ciudad, cerca de los muelles, se encuentra el tugurio del que os han hablado. Lo de llamarle al barrio Los Charcos no es simplemente un chiste, hay zonas bajo el nivel del mar que se inundan con regularidad siguiendo las mareas, y el fango es omnipresente.
Si no tenéis nada más que proponer, pasaremos al turrón.
Mis ojos rasgados miraban desconfiados a los viandantes de aquel apestoso lugar, resiguiendo las fachadas de un lado y otro de la calle con los dientes apretados.
Por suerte el resto de mis compañeros parecía hacer lo mismo y por una vez gozábamos de unos momentos de silencio muy agradecidos y raros entre aquella panda de estirados incapaces de tener la lengua quieta dentro de sus bocas.
Al turrón!!!