Will echó un vistazo al artefacto explosivo por encima del hombro de Tharkan. Era de esos artefactos tamaño nevera para el picnic, llenos de cables, lucecitas, cuerpos metálicos de apariencia sospechosa y un contador digital que va contando hacia atrás, con pitiditos sonando. Los muy hijos de perra siempre van contando hacia atrás. Y más deprisa de lo que deberían, me parece a mí. ¿Y por qué avisan del paso de los segundos con esos pitidos? ¿Es que quieren ponernos nerviosos? ¿¡Eh!? ¿Es eso?
Lo cierto es que el cydoniano resopló y vio que eso no era para él. Demasiado complicado. Prefería jugársela con Nikita “Calor Rojo” Pavlova persiguiendo a la gañana imperial. De todas formas, el discurso inspirador de Tharkan le rozó el corazoncito… quizá porque ya estaba un poco a flor de piel tras el intento de Vesper de reventárselo de un tiro.
—Errr… a sus órdenes, jefe — Billy hizo un remedo de saludo tocando el sombrero, su marcialidad era la de un miliciano sureño confederado. Es decir, comprometido, pero sin hacer caso de las formas. —Tenga, jefe — entregó a Tharkan uno de sus palillos para los dientes —Le puede venir bien. En una película antigua un palito mordisqueado servía para desactivar una bomba y tampoco es algo que le vaya a estorbar — aquella película no era muy allá, y aparte del paralelismo de desactivar contrarreloj una bomba dentro de un aparato también volador, Will la recordaba porque era la única en la que palmaba el personaje interpretado por Steven Seagal. Algo memorable, sin duda.
Cuando llegó el momento de las revelaciones, se quedó atónito. No por la primera, está claro. Junk, un tipo que no toma café, que trabaja sin parar y no se toma un descanso ni para ir al baño… Tcht, tcht, tcht. Ese tío tramaba algo y ahora está claro. No, fue por lo de Drevlin, ese condenado lunático. Esa película de camisas hawaianas era un despropósito cósmico, pero Will quería haberle propuesto un reboot tipo space-western de “Tango y Cash”, que era un film evidentemente muy infravalorado. Snif. Pobre Drevlin (ya veremos, seguro que Drevlin sale vivo en la escena postcréditos…)
El pistolero miró a Kimberly y saludó tocando el sombrero. Al menos, como muestra de respeto por su ¿hermano? funkotroniano.
—Su hermano… ehem… es un valiente, seño… especialista Devereaux — ¡ja! ¿Creíais que Will no escucha las cosas? Lo ha dicho bien. Aunque lo de quitarse el sombrero bajo techo… buff. Eso solo lo hará si también va fuera el resto de la ropa. Pero ¡si a veces hasta se lo deja puesto al bañarse!
William se acercó hasta la delfiniana (rebautizada en su mollera como “Calor Rojo”, debido a otra obra cumbre del séptimo arte), revisó la servoarmadura y su recién adquirido AWIP con expresión fastidiada. Echaba de menos el suyo, viejuno y pesado. A saber dónde cayó.
—Nikita, vamos a por esa pendeja azul yankee imperialista maldita hija de perra... Los confederados no nos rendimos, aunque tengamos malas cartas — y las tenían muy malas, anoche en la timba de póker Will tenía más posibilidades con aquellas j#€¬¬|s dobles parejas y le fue fatal —Tenemos cuentas que saldar y una comandante que rescatar. Al Hangar 3, y que John Wayne se apiade del alma de esa zorrupia… nosotros no lo haremos. — Will buscó en su bolsillo, pero no encontró la armónica. Le habría venido bien un solo en este momento.
La verdad es que, al muchacho, la comandante D’arcy le caía bien. Probablemente era la única mujer de la nave con la que no había intentado tontear. Si eso no es respeto por un rango…
Junk envió un mensaje a Nikita a modo de réplica.
Un mensaje corto, directo al corazón.
—¿Recuerdas ese arañazo estacionando la nave que figura en tu expediente como una mancha imborrable? ¡JI! FUI YO, NIQUITA. SIEMPRE FUI YO.
» WAAAAWAWAWAWAWAWAWAAAAAAH!
A veces un secundario vive el tiempo suficiente para revelarse como un supervillano adicto al café Blue Mountain.
Nikita tuvo escalofrescos con aquella malévola risotada trufada por un rostro anodino embutido en un gorro de aviador altamente sospechoso. Sabía que esa risotada la había escuchado antes, sí, en algún callejón de Crescent City. Quizás fuese en el barrio de Malasaña. Nada bueno se cocía en Malasaña Downtown. Sonaba a risa de 8 bits en bucle, como un loop mal calibrado. Una risa para enloquecerlos a todos. Para encerrarlos en la oscuridad del asilo Arkham e iniciar una guerra de almohadas homicidas.
Diablos, qué mal rollo daba esa condenada risa.
Niki intentó apagar su omni, poner fin a aquel infierno, pero no había manera. El mensaje se había colgado y la risita de Junk ahora resonaba non stop. ¿Cómo un mastuerzo del calibre de Junk podía ser un espía imperial? ¿Qué tipo de mente enferma había entrenado a ese pilluelo para hacerse pasar por un burócrata sin ambiciones?
Tharkan tenía razón. Esos imperiales eran buenos. Muy buenos.
Kimberly, «Pecholobo» Will y Niki, ahora más conocida como Danka, Calor Rojo, corrieron a pleno pulmón hacia el Hangar 3, sin percatarse de que el marine Gabriel Garsía-Márquez —pues tal era su segundo apellido secreto y solo desbloqueable tras superar el primer episodio— se quedaba atrás, preocupado por su buena amiga Noah y su colega matemático Boogie Oogie, el dromedario cósmico. Noah, esa chica que rivalizaba con Kimberly Devereaux —SI ES QUE ESO ES POSIBLE— en el apartamento en régimen de multipropiedad que era el corazón de Will Unlucky Sheridan. Esa chica que compartía cigarrillos mentolados y adicción por la pizza y la piña con Gaby. Esa chica que era capaz de amansar a Klifford cuando se ponía a cantar I Love Rock n' Roll. Esa chica que desafiaba a Tharkan luciendo el cabello rosa y desaliñado.
Visto en retrospectiva, la tripulación de la Serendipity era un crisol de culturas a punto de estallar en mil pedazos por efecto de varias bombas de vacío instaladas durante el tiempo de ocio por Vesper FUCKING Tracy y a buen seguro por ese cerdo de Junk en los momentos en los que mandaba a Nikita a por café.
Junk. ¿Cómo es que no supieron verlo antes? Con un nombre como ese, tu único destino posible es ser escoria galáctica.
Drevlin introdujo su largo dedo justiciero en el ojo de Junk.
—¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAGGGGG! ¡MI OJO! ¡NO PUEDO VERRR!
Pánico y confusión entre la ensalada de explosiones que surcaban la Serendipity.
—¡El funkotroniano ha atacado a un hombre desarmado! —gritó algún marine bastante impresionable.
Drevlin le miró con áspero desprecio.
—¡¡¡PUES DEBIÓ ARMARSE CUANDO DECIDIÓ TRAICIONAR LA CONFIANZA DE MI AMIGA!!! —gritó Drevpool con voz de pistolero avejentado y castigado por una vida entregada al asesinato a sueldo.
Drevlin Munny in the house.
Junk, aprovechando la pequeña distracción, tomó su taza de café con aire peligroso y apuntó a los ojos del funkotroniano. Estilo traicionero, estilo rata imperial.
—¿Ah, síííí? ¡Pues toma esto, langostino seco!
*Choooff*
Drevlin parpadeó, su rictus hierático, maníaco, colérico, bañado en café.
—Está frío.
Junk frunció el ceño. Mojó el meñique en el café y lo probó.
—Maldita sea. Ese tío tiene razón.
Drevlin arrugó el entrecejo y mostró sus dientes en una mueca torva y despiadada. Agarró a Junk de la pechera.
—Esta, cerdo, va por la Confederación —Drevlin armó el brazo, giró cintura, soltó el hombro y la palma de su mano efectuó un vuelo sin motor en trayectoria curvilínea justo hacia la mejilla de Junk. El impacto sonó como una sardineta monofilamento, de esas que resuenan como el chasquido de un látigo. Sacudió ambas mejillas, una por el impacto, la otra por la onda expansiva.
—Esta por la comandante D’Arcy —A la media vuelta, otro latigazo cervical proveniente de Funkotrón, con amor. Junk iba a decir algo, pero fue tal el sostrazo que balbució incoherencias.
—Y esta… Esta es por Nikita. SHORYUUUUUKEN! —Drevlin soltó un Dolphin Uppercut —algo parecido— con todas sus fuerzas y el medidor de Ultra a tope en el mentón a esa escoria imperial. Se le escapó una lagrimilla del dolor en el proceso. Al fin y al cabo, Drev no era un matón ni un luchador de artes marciales mixtas.
—Feliz Navidad, gusano miserable… y Próspero Año Nuevo —sentenció.
Junk quedó K.O.
Drevlin pidió algo de hielo para rebajar la inflamación.
Motivo: Drevlin vs. Junk
Tirada: 1d6
Resultado: 6 [6]
Estaba predestinado. No podía ser de otra forma. CRITICAL HIT!
Tal es el poder del Señor de los Goblins.
¡Ve hacia tu destino, pequeño funkotroniano!
¡Deja un reguero de plata a tu paso!
El Hangar 3 tenía ese aroma inconfundible que tienen los actos finales de una obra dramática. La oficial Rathni, una venenosa belleza kankuniana que recordaba en cierto e inquietante sentido a una hermana maligna de la doctora Phanora D’Aeri, estaba equipada en una servo de combate Negro Eclipse rapiñada en el arsenal de la Serendipity y lucía más imperial que nunca con un sable pistola vagamente familiar y un rifle de plasma al hombro. Recibió a nuestros héroes con una descarga de advertencia y un comentario hiriente:
—¿Habéis traído pistolas a un duelo con rifles de asalto? Entrañables. Estáis muertos, pero sois entrañables. Os lo concedo.
Hubo un incómodo intercambio de miradas, algún susurro cuestionando la distribución de puntos de creación de personajes e, incluso, alguna recriminación a cierta persona que compartía nombre con el autor de Cien Años de Soledad. Mira que abandonar la misión por la pelirrosa… ¡Menudo marine!
Nuestros héroes estaban acorralados, tras cobertura pero sin poder hacer frente a Rathni sin exponerse a una muerte cierta. La imperial disparó cubriendo su retirada, colándose en la cabina de uno de los cazas confederados previamente dispuesto, tal y como había advertido Drevlin.
—¡Vuestra comandante está conmigo! ¡Si la queréis con vida, tendréis que cogerme! ¡Os garantizo que soy rápida! —dice mientras esboza una afilada sonrisa propia de un escualo—. Pero hagamos esto emocionante, ¿de acuerdo?
Rathni habilita el canal en la omni.
—Hay cuatro explosivos de alta potencia en vuestra preciosa Serendipity. Puedo compartir la ubicación y los códigos de desactivación de estos cuatro enfants terríbiles, si os prevengo: la detonación remota solo es efectiva en un radio de dos metros. Dicho de otro modo: tendréis que desactivarlos personalmente aplicando el código.
» Os daré a elegir: vuestra nave, o vuestra comandante. Podéis salvar a toda vuestra tripulación… O verla perecer siguiendo mi estela.
Rathni desenfunda la artillería y con un bien apuntado misilazo del caza destroza las compuertas del hangar 3 con una ensordecedora explosión que va atenuándose hasta quedar en un silencio sepulcral. La situación se torna peligrosísima. Las servos de Will y Kimy se blindan por completo y pasan a modo 0G, pero Nikita tiene que salir de allí si no quiere ser succionada por el espacio exterior.
Oh, boy. Se nos viene el melodrama encima.
—Así decimos adiós en el Imperio —dice Rathni mientras los turbopropulsores del caza rugen en llamas.
Ha cumplido. Los códigos y las ubicaciones de los explosivos aparecen en vuestras omnis.
Solo queda una duda: ¿Realmente son los códigos de desactivación de las bombas de vacío? ¿Podría tratarse otra astuta jugada de la agente imperial?
El caza acelera y atraviesa la brecha que ha grabado en el fuselaje. Will y Kimy solo se escuchan respirar. El espacio exterior parece agarrar de la cola a Nikita y tirar de ella hacia la negrura estrellada de la noche eterna.
Nuestros héroes están contra las cuerdas.
¡¡ESTE SUSPENSE ES INSOPORTABLE!!
Pero… Continuará.
Es ahora o nunca. Aunque jamás lo reconocería públicamente, el modo AEV del exoesqueleto le ha salvado la vida a pesar del aspecto horrible y para nada estiloso. Con el sonido de su respiración pulsando en sus oídos y las supuestas frecuencias de desactivación de los explosivos en la omni y Nikita en riesgo de acabar por respirar vacío, la Princesa del Caos sabe que el Caos siempre puede ser más caótico, sobre todo porque Kimy era el tipo de persona que siente la imperiosa necesidad de decir siempre la última palabra. Rathni no sabía con quién se la estaba jugando.
La especialista de comunicaciones hizo un gesto a Will, en dirección a la delfiniana. Alguien tenía que salvar sus aletas de un final asfixiante y gélido (más gélido que el que cualquier aventurero del Valle del Viento Helado o rebelde del planeta Hoth pudieran concebir). Y Rathni... Bueno, la azulada agente imperial tenía una cita con la Observancia y a Kimberly Devereaux no le gustaba que la gente llegase tarde o rompiera citas. Así que una vez más, con la esperanza de que a la tercera fuera la vencida, volvió a apuntar su omni hacia el caza que se alejaba de la Serendipity. Si Rathni había sido tan generosa de dejarles regalos de despedida, ellos tenían que corresponderle como buenos anfitriones. Y un buen anfitrión no deja que un invitado se marche con el estómago vacío. Especialmente cuando el festín aun no ha concluido.
— Si vas a funcionar como es debido, maldito trasto, ahora es el momento...
Kimy trató de establecer contacto con el caza, activar el piloto automático para retornarlo, mediante los protocolos de piloto herido, al hangar y privar de control a Rathni. Porque un piloto herido, en teoría, no estaría en condiciones de maniobrar su vehículo... ni disparar sus armas.
Motivo: Hacker
Tirada: 1d6
Resultado: 4 [4]
¡Ja! Un 4. ¡Chúpate ésa, Rathni!¡De vuelta a la Serendipity con las cuatro bombas! XD
Este cliffhanger no se lo esperaban los imperiales, seguro :P
—Siempre supe que fuiste tú —respondió a Junk, su lengua estaba tan seca como hueco su corazón —. Por eso te encubrí. Lo que no sabía eran tus motivos.
Su mente era un cepo de dientes cerrados que había mordido aire, oxido y bilis. Escuchó la risa en bucle, su propia sesión de Dance y House a todo volumen, derecha al infierno. Por confiar, por creer en la gente. Por fuera era un tempano, como pescado en el congelador, por dentro ardía el fuego de la venganza. Después de que hiciera lo que tenía que hacer, Manowar compondría una canción en su honor, con muchos riffs estruendosos, solos de batería y voces imperialistas aplastando cráneos y derramando litros de sangre.
Aunque quizás la canción no se la compondrían a ella, y quizás no fuera metal, sino funk. El universo, la vida, la venganza, esas tres fuerzas de la naturaleza oculta de las cosas, tenían su forma de abrirse camino por la trama de la existencia.
Tras una cómoda elipsis, a nadie le gusta narrar minutos recorriendo anodinos corredores sin apenas decoración, se dieron de bruces con la imperial Rathni. Arrogante, dura, decidida. Sino fuera una auténtica hideputa podría llegar a admirar a alguien así. Habló, como hablan los villanos. La armadura negro oscuridad, el sable, el rifle, la bandada de cazas posados aquí y allá. Duel of the Fates sonando dentro de su cabeza. Su corazón percutiendo adrenalina, nitroglicerina y calor industrial.
Ocurrió en un parpadeó. La explosión, el vacío, el caza, escapando. La promesa de cuatro bombas colocadas en la bomba. Y ahora ¿Se suponía que debían correr de un lado a otro tratando de desactivar las bombas, siguiendo el juego de esa psicópata? No podían hacer esa misión sin un dios del olimpo tostado que tuviera un taxi y un policía a punto de divorciarse, mitad irlandés, mitad héroe de acción. Así que esparció esa información por toda la red de SU nave. El resto de los marines podían desactivar las bombas de una forma más eficiente. Desde luego. A ella la estaba succionado al vacío.
Demasiado para una primera cita.
Entendió que Deveraux tenía un plan. Sería algo brillante e inteligente, limpio. Incluso se tomó un momento para indicarle a Will que debía salvarla. Pero que estuviera a punto de ser succionada por la más horrible de las muertes ni significaba que necesitase ayuda. En otro momento habría aceptado de buena gana la mano de Will, su fuerte brazo e incluso un buen revolcón. Pero ella no necesitaba ayuda. Por su venas corría la sangre de los delfines que habían cabalgado junto al último czarniano. Orgullo, testarudez, pasión por la violencia y las palabrotas.
La mente maestra que había construido todo aquello pretendía escalar la maldad de forma exponencial. La risa de Junk aún resonaba en a caverna de su corazón. Saltaría de ahí a su mente, donde explotaría como un ramillete de fuegos artificiales. En aquella historia los villanos podían ganar…pero habían cometido un error; dejar a la mejor piloto del Serendipity en un hangar lleno de cazas estelares.
Dejó de luchar contra la corriente. Su cuerpo se contorsionó. No había que luchar contra lo inevitable, solo dejarse llevar. En el ángulo adecuado, rodeando la columna y el depósito de combustible para cohetes; se estrellaría contra uno de los cazas. Si era lo bastante hábil, y por cuenta que la tenía lo sería, podría abrir la esclusa del caza y meterse dentro. Eso no solo le salvaría la vida, que no era una prioridad, sino que le pondría en el mejor que lugar en el que podría estar; detrás de los mandos de un caza estelar.
Rathni podía ser la más rápida, pero no era la mejor.
Con aquella idea en mente, forzó su cuerpo, girando, apuntando. Su idea estaba en marcha.
Motivo: Atletismo (Sufear en el vacío)
Tirada: 2d6
Resultado: 2, 5 (Suma: 7)
¿Insubordinación? No. Para nada. Justo al contrario, un intento flagrante de abuso de autoridad. Algo que Vladisk parecía estar olvidando.
— Capítulo Veintitrés. Artículo Dos. Ningún oficial, suboficial o tropa podrá utilizar su rango para impartir órdenes a oficioales de menor rango, suboficiales o tropa, con una finalidad que difiera a las obligaciones del mismo. Artículo Cuatro. Ningún oficial, suboficial o tropa podrá hacer uso de su rango para cometer cualquier tipo de abuso de índole sexual contra otro oficial, suboficial o tropa de menor rango —
No, no era insubordinación.
Iba a seguir citando aquel otro capítulo que trataba sobre relegar a un mando de sus funciones cuando este no estaba capacitado psicológicamente para ejercerlas. Pero Vladisk no estaba dispuesto a seguir escuchando.
Phanora vio en sus ojos la clara intención de disparar. ¿Aturdidor? ¿Mortal? No se la iba a jugar. No con ese demente. No dudo en agarrar a la suboficial, a la mascota de Vladisk como escudo.
La doctora miró, horrorizada, como el demente Vladisk disparaba a Samantha. Se tapó la boca, congelada en una perfecta "o" con ambas manos.
— T-teniente... ¿Pero qué ha hecho? —
Se alejó unos pasos hacia atrás. Como si no hubiera tenido nada que ver.
— La alférez Blake... Su más leal subordinada... Le ha disparado sin dudarlo. A sangre fría. ¿No se da cuenta? No está bien. No sé qué le sucedió en aquella sala cuando se fue la luz, pero no es usted mismo. No solo es un peligro para toda la tripulación, sino que con sus actos está beneficiando a las dos imperiales —
Motivo: Presumir
Tirada: 2d6
Resultado: 11(+1)=12 [5, 6]